miércoles, agosto 29, 2012

Seven things about me

Hace unos días, BkindZanks tuvo a bien concederme uno de esos premios que circulan entre blogs desde su más que recomendable bitácora (siempre que escribo esta palabra, no sé por qué, me acuerdo de Star Trek...), Uno de estos días... La verdad es que llevo poco tiempo pasándome por su rincón 2.0, pero ya se ha convertido en uno de esos sitios en los que me cuelo a diario para ver si hay algo nuevo, así que me encanta el hecho de que se acuerde de mí en una ocasión como ésta. El premio en cuestión me obliga a contar siete cosas sobre mí. El caso es que hace tiempo, en las profundidades de este blog, ya  hay una entrada de características similares, una en la que había que decir nada menos que diez cosas sobre uno mismo. No, no voy a hacer trampa y no voy a repetir ninguna de las cosas que puse entonces. Vaya forma sería esa de cumplir con el encargo. El "copy-paste" no es lo mío. Prefiero remover mis neuronas y pensar en detalles nuevos que contar. Allá vamos...

1. Mi agenda personal gira en torno al partido de la Real. Si juega la Real, no estoy disponible a menos que estemos en un sitio en el que haya una televisión y que la gente que me acompañe esté dispuesta a aceptar que mi atención estará algo más distraída de lo normal durante los 90 minutos de juego. Esta norma sólo se rompe a causa de acontecimientos excepcionales. No dejo de asistir, por ejemplo, a la boda de un amigo por el hecho de que haya un partido. Aunque me lleve una radio para saber cómo va...

2. Cuando voy al cine, sobre todo cuando voy a ver una película que espero con ansia o alguna frikada, hay un segundo maravilloso que creo que sólo yo disfruto. Un segundo, justo antes de que empiece la película, en el que la pantalla se queda en negro, sabes que la película está a punto de empezar y te invade una emoción incomparable. La culpa de esto la tienen Alfred Newman, George Lucas y John Williams. Ahora llevad esos tres nombres al arranque de cualquier película de Star Wars, con la fanfarria de la Fox, el "hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana" y la pedazo de música de apertura del filme y quizá entendáis la magia que veo en ese instante. Quizá. O quizá soy demasiado friki.

3. No sé mentir y no sé aparentar. Si estoy a disgusto, se me nota. Si hay un problema en el ambiente, me es imposible no tenerlo en cuenta a la hora de hablar o de comportarme. Si hay un evento en el que sólo se me requiere por compromiso, y después de haber aprendido que no hay que ir donde a uno no le quieren de verdad, está llegando ya a la consideración de absoluto imposible el que yo asista. Y si no quiero ir a un sitio, no me voy a inventar una excusa, que es un eufemismo para ocultar que se trata de una mentira de esas que no sé contar.

4. Hay un viaje que deseo hacer desde hace años por encima de cualquier otra cosa. Nueva York es la ciudad de mis sueños, gracias a haberla visto en centenares de ocasiones en el cine y los cómics. Pero hasta hoy no se han reunido las condiciones necesarias de dinero, tiempo y compañía como para ir allí. Se resiste, pero nuestros caminos acabarán cruzándose. Y cuando esté allí seré feliz, aunque me rompa el corazón no poder subir ya a las Torres Gemelas.

5. Tengo buena memoria. Eso me sirve para recordar cómo quedó el Real Madrid - Real Sociedad de la temporada 1967-1968 (sí, nos ganaron 9-1 para darnos la bienvenida a Primera tras el ascenso de Puertollano), para poder decir en una conversación friki el nombre de la actriz que aparecía en Planeta prohibido (¡oh, la encantadora Anne Francis!), para intervenir en alguna conversación política con alguna frase memorable de José María Aznar (como el "estamos trabajando en ello" con acento chicano) o para acordarme de cómo se porta la gente conmigo. Me acuerdo de las cosas, sí. Qué le vamos a hacer. Por eso creo que, sin memoria, es muy difícil juzgar.

6. Llevo años peleándome con la concepción de que los dibujos animados o los cómics son sólo para niños. Incluso fue el tema que escogí para una disertación de quince minutos en un examen de inglés que hice allá por el año 1994. No me importa que la gente me mire raro, me considere friki o incluso que no me tome en serio. Poco a poco, iremos conquistando terreno. Y si quieres que te lo demuestre, pregúntame qué leer o qué ver y ya me dirás si te gustan mis recomendaciones.

7. Me encantan las hamburguesas. De vez en cuando, y sobre todo con una amiga y antigua compañera de trabajo, sucumbo a la tentación de un Burger King por mi culpa o un McDonald's por la suya (¡las patatas del Burger son mucho mejores!), pero hablo de una hamburguesa de las de verdad, con carne de primera y condimentos a la altura. Nada de comida basura, sino de comida en condiciones. Si alguien me invita, que soy pobre, conozco dos hamburgueserías sencillamente extraordinarias a las que hace ya mucho que no voy...

Espero haber cumplido con las expectativas... Toca ahora escoger a los que me gustaría que siguieran esa cadena. No son todos los que leo (y en algún caso la propia BkindZanks me ha pisado un nombre más que asegurado, el de Key...), igual no tiene cabida una entrada como ésta en el tono de los blogs que llevan sus autores, sólo se lo anunciaré aquí por si no quieren hacerlo y ya les digo desde aquí que no hace falta que me hagan caso si no quieren o no les apetece, pero ahí van los nombres:
· C., de Caos de sentimientos.
· El Impenitente, de Los Cariacontecidos.
· El Quinto Punto Cardinal, de Hemos perdido el norte.
· Raquel, de Raquel busca su sitio.
· Sonix, de Sonia Unleashed.
En todo caso, sirva su mención para recomendaros que os paséis por allí, porque todos ellos saben lo que escriben, lo hacen de maravilla y son sitios para mí imprescindibles por un motivo o por otro.

viernes, agosto 24, 2012

Recortes y recortes

Situación 1. Hay unos 60 diputados que tiene declarada la posesión de una vivienda en la Comunidad de Madrid que cobran un complemento de 1.838 euros como indemnización por sus gastos de alojamiento en la capital. En el escenario de crisis económica en el que vivimos y con la constante guillotina de los recortes y las subidas de precios para el ciudadano común, esto no se ha recortado. Situación 2. La Generalitat de Cataluña ha decidido retirar a una mujer de más de 70 años la pensión de 104 euros que le pagaba mensualmente aduciendo que esta mujer se encuentra en el hospital recuperándose de un ictus, recibiendo así atenciones y comida pagadas con dinero público, y, por tanto, no precisa de ese dinero para sobrevivir. Ahí sí se recorta. A lo bestia y sin pudor, encima, porque la Generalitat le pide además que devuelva las dos últimas mensualidades que cobró, 208 euros, porque ese es el tiempo que lleva hospitalizada.

Le deshumanización, crueldad, estupidez y sinsentido que desprende la coexistencia de estas dos situaciones es fácil de ver. Lo que encima suena a farsa, a burla y a insulto es que te la quieran explicar. Un señor llamado Francisco Márquez, diputado del PP por Ceuta para más señas, ha decidido explicárnoslo. La parte que le toca, por supuesto, porque la que no le toca ya la ha explicado la Generalitat, un ente sin rostro y sin corazón al que apelar, aduciendo que sólo cumple con una ley de 2006. Que ellos no querían y que nos les queda más remedio que hacer cumplir la citada ley. Que la ley sea una bazofia que no tiene en cuenta las vidas de las personas es un pequeño detalle sin importancia. Pero no nos despistemos, volvamos a las explicaciones del señor Márquez. Dice que es "absurdo" considerar que diputados que tienen vivienda en Madrid no tengan derecho a percibir esos más de 1.800 euros.

"La indemnización no está condicionada a que su importe vaya destinada a un hotel, a un apartahotel o a un alquiler porque está pensada para contribuir a los gastos de quien, elegido por una circunscripción que no es la de Madrid, tiene para el desempeño de sus funciones", explica, convencido de que tienen "el mismo derecho" a cobrar ese dinero los diputados que no tienen vivienda en Madrid como los que, "aportando parte del capital que han ganado con el desarrollo legítimo de sus actividades profesionales", se han comprado esa casa. Y sentencia: "Esta polémica aporta muy poco al debate político actual". He ahí, en esa última frase, el quid de la cuestión, en que hablar de eso no aporta nada al debate. No quieren debatir las alternativas a los brutales recortes que sufrimos por si acaso les toca. Eso es. No hay más.

Resulta que ya no hay líneas rojas por cruzar, que se puede recortar de absolutamente todas las partidas presupuestarias de las administraciones públicas (quedan las pensiones, aunque por lo que se cuenta en los medios de comunicación será lo siguiente en recortar), pero los complementos de los políticos no se pueden tocar. Tienen derecho a ellos, dice. En primer lugar, es una salvajada que ese complemento sea de 1.800 euros, porque se puede residir en Madrid, y muy aceptablemente, por mucho menos de ese dinero, que además está libre de impuestos (¿Hacienda somos todos?). En segundo lugar, si se tiene que recortar, se recorta como en todo. ¿No dice la Constitución que todos somos iguales? Pues a sufrirlo. ¿Acaso un político electo en una circunscripción ajena a Madrid necesita más esos 1.800 euros que la mujer protagonista de la otra historia sus 104 euros? ¿No nos estaremos equivocando al decidir qué cantidad recortar o suprimir?

Sigo diciendo que esto de la crisis económica encierra demasiados bulos, engaños y embustes. Que somos presos de un sistema tan bueno como cualquier otro pero viciado por personas como el señor Francisco Márquez. Lástima que la mujer afectada por el primer caso que describía no viva en Ceuta, porque me pregunto qué le habría contado este diputado elegido en su circunscripción en el caso de que le explicara lo que le sucede. ¿Tendría la desfachatez de decirle que él sí tiene derecho a percibir 1.838 euros y que ella no lo tiene para cobrar 104? Presumo que no, pero también que no le temblaría la mano al firmar un decreto que lo garantizara. No puedo sentir aprecio por un mundo en el que la arrogancia clasista es capaz de justificar pagos públicos superfluos y, al mismo tiempo, se escuda en la Ley para dejar morir de hambre a personas, con vidas, con sentimientos,con ilusiones y con problemas, que necesitan un dinero que les quita puede que legalmente pero desde luego con una inmoralidad que traspasa las líneas de lo vomitivo.

martes, agosto 21, 2012

Se hace camino al andar

Me gusta caminar. Viviendo en una gran ciudad, capital del reino que dirían algunos, lo de caminar es algo que casi parece raro, bizarro y rocambolesco, pero me gusta. Si el trayecto es de hasta una hora a pie y dispongo del tiempo necesario para hacerlo, me calzo mis deportivas y ando, sin pensármelo dos veces. Siempre he creído que andar es muy saludable. Constituye, de hecho, un elevadísimo porcentaje (nótese el sutil eufemismo) del ejercicio que hago cada semana. Y lo hago con gusto, me sienta bien.

A la hora de andar, suelo toparme con un problema, y es que cada vez resulta más difícil encontrar gente dispuesta a ir a los sitios andando. Sacarse el carnet de conducir y disponer de coche tiene un efecto maquiavélico que todo conductor niega vehementemente a priori y que después cumple a rajatabla muy a su pesar: si tienes coche, ya no andas. Incluso los trayectos cortos los hacen con el volante entre las manos y los pies en los pedales. Andar es, para ellos, una pérdida de tiempo, porque con el coche en cinco minutos se llega a cualquier sitio.

Menos mal que nuestros concienciados gobiernos no dejan de pensar en nosotros y trabajar para mejorar nuestros hábitos. ¿Que usamos mucho el coche? Pues subimos la gasolina y listo. Les decimos a los consumidores que ha subido el petróleo, que, total, nadie se fija en esas cosas, y la cosa cuela. Cuando baja el petróleo, la gasolina no lo hace, pero qué más da, si alguien lo preguntara les soltamos alguna cortina de humo y listo. Para que no usen tanto el coche luego les decimos que utilicen el transporte público. Que si está muy bien, que si contaminamos menos, que si es barato...

Una vez que ya tenemos convencido al personal de que el transporte público es bueno, bonito y barato, una vez que presumimos de tener la mejor red de comunicaciones del mundo, entonces subimos el precio. Así, a pelo y sin anestesia. Habrá quien se pregunte por qué, si cada vez lo utilizaba más gente y, por tanto, tendría que ser más rentable, pero no es cuestión de ser quisquillosos. Se sube para mantener la calidad del servicio. Sí, siempre hay algún alborotador, sobre todo algún socialista de esos, pero en general la gente traga porque la decisión la toma gente muy, muy, muy capaz y preparada.

El siguiente paso es evidente. Recortar prestaciones. Que si menor frecuencia de paso de los autobuses, que si cierra antes el Metro, que si las escaleras mecánicas dejan de funcionar sospechosamente... Es decir, que ahora pagamos más recibiendo un peor servicio. ¿Que nos queda después de eso? Volver a subir el precio, por supuesto. ¿Y cuál es la jugada maestra? Esconder la subida en la decisión de otro responsable político. Que el Gobierno central sube el IVA, pues yo me apunto el carro y lo subo todo. Incluyendo el transporte que acabo de subir ya por mi cuenta.

Si no fuera por el inmenso desprecio que siento hacia su trabajo político allá por donde haya pasado, casi podría pensar que la excelsa presidenta de la Comunidad de Madrid es mucho más inteligente que lo que su guiñol y Caiga quien caiga nos hicieron pensar durante años... Porque ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo y no es precisamente la Puerta de Alcalá... Yo le tengo que agradecer que me anime en mi propósito de hacer camino al andar. Porque cada vez voy a andar más y a pagar menos abonos, menos metrobuses y menos billetes de transporte. Cada vez menos. Hasta que me acabe yendo andando a Alcobendas o a Getafe. Tiempo al tiempo...

domingo, agosto 12, 2012

Londres 2012, algunas reflexiones

Londres 2012 está a punto de ser historia. Han sido unos Juegos Olímpicos grandiosos, unas semanas de deporte de altísimo nivel, de pulsaciones disparadas, de emociones a flor de piel, de competición noble y apasionante. No hay nada como unos Juegos Olímpicos. Nada. Y éstos, los terceros de Londres, han dejado un puñado de momentos memorables a nivel deportivo. Phelps convirtiéndose en el atleta con más medallas de la historia, Bolt siendo el primero en conseguir el oro en 100 y 200 en dos Juegos consecutivos, el interminable Federer - Del Potro, la final de baloncesto y el nuevo casi de España ante Estados Unidos... Instantes inolvidables, éxitos y fracasos, deporte en estado puro. Y una gozada incomparable para los que disfrutamos con el atletismo, el tenis, la gimnasia artística, el waterpolo, el hockey hierba o el piragüismo. Dentro de cuatro años, Río. Y, al menos delante del televisor, ahí estaremos para disfrutar con un nuevo episodio de la leyenda olímpica.
Quedan esas imágenes memorables y otras muchas más, pero también detalles un tanto incomprensibles que deslucen, siquiera en el detalle que pasará desapercibido para la mayoría y sin ocupar las líneas que estos Juegos tendrán en los libros de historia, la importancia de la más grande cita deportiva. Quizá son cuestiones menores en unos Juegos que han estado a una altura brillante en cuanto a su organización, y que han contado con el respaldo masivo del aficionado británico y del internacional, con una villa olímpica abarrotada y unos recintos deportivos siempre llenos de público. Pero para el deporte yo soy un clásico, un romántico. Y por eso creo Londres ha fallado en el simbolismo. Falló en no escoger a un deportista para que fuera el último relevista de la llama olímpica. Falló con un pebetero que no se podía ver desde fuera del estadio para iluminar el espíritu olímpico del mundo y que desde dentro tampoco impresionaba. Falló al arrebatar a marchadores y maratonianos la gloria de entrar en el estadio olímpico y recibir el aplauso de sus miles de espectadores como premio a su descomunal esfuerzo. Falló en todo eso y no entiendo muy bien por qué, porque parecen cuestiones muy básicas.
España ha fallado también en algo muy simbólico. En estos Juegos de las mujeres por muchos motivos, ha perdido una ocasión de oro para nombrar abanderada en la clausura a una mujer. Craviotto se merece la bandera, eso es indudable, pero habría sido otra imagen para el recuerdo. Londres también ha fallado en algo de lo que no se quiere hablar en el entorno del deporte y sigo sin entender por qué. Siguiendo sólo con atención la actuación de los deportistas españoles, y no creo que haya una conspiración internacional contra nuestro país, ha habido muchas decisiones arbitrales incomprensibles. No por equivocadas, ojo, sino por premeditadas, inexplicables o irresponsables. A mí no me inquieta que un gol de España ante Croacia en Waterpolo haya entrado o no, sino que el juez de línea dé gol y el principal, peor colocado pero con más poder, diga que no ha sido. No me preocupa que un árbitro de hockey hierba no pite penalti corner en dos ocasiones a favor de España en el último minuto de partido, pero sí que ese mismo árbitro se retracte cuando le protestan en masa los jugadores de la selección anfitriona. No me genera malestar que Estados Unidos derrote a España en la final de baloncesto, pero sí que lo haga con una continua injusticia en la señalización de personales a uno y otro equipo y perdonando continuamente los pasos de los americanos.
Dicen algunos que hablar de los árbitros o los jueces es de mal perdedor (eso sólo te lo dicen cuando pierdes, pero no cuando haces notar la catástrofe arbitral, auténtica lacra del deporte moderno, cuando ganas y se dice igualmente), pero yo no lo veo así en absoluto. Los árbitros forman parte del deporte. Su actuación puede ser tan decisiva en ocasiones como la de los deportistas que compiten y como tal hay que juzgarla. Expulsar de los Juegos al árbitro de aquel partido de waterpolo cuenta, pero no es suficiente porque el daño queda hecho. La mayoría de la gente, dirigentes, analistas, espectadores y aficionados prefieren mirar a otro lado, cabrearse cuando les perjudica y callarse cuando les beneficia esta perpetua anomalía deportiva. A mí me ilusiona el taekwondo, que ha introducido sensores en los petos para acabar con la conocida y denunciada arbitrariedad de los jueces a la hora de marcar los puntos. Si tenemos los medios para acabar con las injusticias y garantizar que los mejores ganan en sus deportes, ¿por qué no se emplean? Y si todos vemos que hay arbitrariedad o injusticia en algunos jueces, ¿por qué se toleran estas mafias en las que siempre salen beneficiados los mismos? Me encantaría acabar con la sensación de que España es un país perjudicado en waterpolo o balonmano, pero estos Juegos la ha ratificado.
La prensa tiene parte de culpa en este asunto, precisamente por eso de que sólo alza la voz cuando ve perjudicados los intereses de los suyos. Pasa en el fútbol, en este binomio insufrible Madrid-Barça en el que nos quieren atrapar a todos los demás y hay una extrapolación a todos los deportes. El forofismo se ha instalado en el debate y en la información, y eso no puede ser bueno. No lo es, de hecho, y estos Juegos lo han demostrado. En la primera semana de Londres 2012, muchos sentenciaron que España estaba haciendo un ridículo sin precedentes. El único motivo para esa afirmación era que no se había sumado ninguna medalla (y, probablemente, el efecto contagio del, éste sí, fracaso del fútbol). No se tuvo en cuenta el calendario, las opciones de medalla que quedaban por entrar en liza o deportes que han culminado estos Juegos con éxitos rotundos (pleno de medallas en el taekwondo y natación sincronizada, y de finalistas en el piragüismo, dos oros en vela o, por citar algo más modesto, un espléndido y muy meritorio cuarto lugar en gimnasia rítmica). En la primera semana de Juegos no fracasa nadie, pero el desconocimiento y la necesidad de que todo el mundo opine sobre todo, a pesar de la ignorancia, lleva a juicios equivocados.
Obviamente, yo no soy un especialista en todos los deportes. Por eso agradezco el trabajo de periodistas profesionales como Paco Grande o Valentín Requena, que han sabido transmitir reglamentos, sensaciones y posibilidades de deportes minoritarios (que es como habría que llamar en España a todos menos al fútbol) o de comentaristas como las a veces tan criticadas Gemma Mengual o Almudena Cid (que serán todo lo coloquiales que se quiera pero aportan muchas cosas a las retransmisiones) o Miriam Blasco (lo que puede aprender de judo un espectador escuchando lo que decía durante los combates). Y por eso rechazo las crónicas que se hacen con lugares comunes, citando la garra, la ilusión, el corazón, en las que se prescinden de comentarios técnicos y explicaciones auténticamente deportivas. O en esas entrevistas que no cuentan en absoluto el desarrollo de las pruebas, el porqué de los triunfos y las derrotas y preguntan a qué sabe la medalla o se basan en felicitar a los atletas. De eso ha habido bastante en estos Juegos. Nos quieren futbolizar (a un futbolero como yo le duele tener que usar esa expresión, pero creo que es terriblemente adecuada) y no hay que permitirlo. No lo van a conseguir porque los Juegos son los Juegos. Y eso es algo tan grande que sólo se puede vivir cada cuatro años.

martes, agosto 07, 2012

Una limpia ideológica siempre es una mala noticia

Con el cese de Ana Pastor, el asunto ha cobrado relevancia y ha llegado a los titulares, pero esto venía gestándose ya desde hace tiempo. TVE vuelve a ser el coto privado del PP, ahora dominado por Julio Somoano, un periodista que abrazó públicamente el lado oscuro en Telemadrid y que ahora se cobra la recompensa de tantos años de esfuerzo. Ana Pastor es el rostro de la limpia ideológica que hace el partido en el Gobierno en la televisión pública, pero no es el único. Es, quizá, el más simbólico, por ser el más esperado. No en vano varios dirigentes del PP ya alardearon de lo poquito que le faltaba a la periodista en el Ente Público una vez que su partido ganara las elecciones de finales del pasado año. Como con todo lo que está haciendo este Gobierno, lo de TVE tampoco me ha supuesto sorpresa alguna. Si acaso, por lo mucho que han tardado en devolvernos a la caverna más oscura del periodismo público, esa que, pese a quien pese, se comenzó a olvidar en las dos últimas legislaturas.

Comentaba este tema con unos amigos hace un par de días. "Eso lo hacen todos", me dijeron. Es verdad, TVE siempre ha sido un juguetito en manos de Moncloa. Ganar unas elecciones implicaba colocar a periodistas afines en los centros de poder de la radiotelevisión pública y que sus mensajes comenzaran desde las elecciones a esquinarse en el espectro político de una forma tan sesgada como evidente. ¿Lo convierto eso en algo menos censurable? No. Pero en todo caso hay diferencias entre estos y "todos" los demás, porque además el momento en que esto llega multiplica su efecto. Supongo que habrá que asumir el pago de alguna que otra indemnización en los despidos que lleguen. O que se dupliquen sueldos al colocar a amigos que sustituyan a profesionales que ahora irán a pasillos o a galeras. Eso, dado que me suena que seguimos en un momento en el que el Gobierno recorta servicios básicos pero parecen no importarle estas cosas, ya huele mal.

Pero huele peor si lo miramos desde el punto de vista del periodismo, esa noble profesión cada vez más hundida en el fango y la podredumbre que pierde credibilidad a pasos agigantados y yo no sé si podrá recuperarla alguna vez. Insisto, le duela a quien le duela y no sin dificultades, TVE había conseguido readquirir una cierta aureola de independencia y calidad en los últimos siete años, desde que Zapatero llegó a la Moncloa. No soy un ferviente fan del periodismo actual, ni siquiera del de TVE. Soy, en cambio, de los que se lleva las manos a la cabeza con lo fácil que parece hoy en día editar y emitir un informativo y lo asumibles que son errores de calado y de simple anecdotario sin que haya consecuencias. Pero habíamos avanzado. Ojo, que veníamos de la negra etapa en la que Alfredo Urdaci se convirtió en el primero director de informativos de TVE condenado por manipulación (aquel histórico y vergonzoso momento de "ce ce o o" al leer el propio Urdaci la sentencia con la que manchó a la televisión pública, entonces más de partido que nunca), y aún así el Ente Público había remontado el vuelo y recuperado algo de reputación.

Hace años entrevisté a Ana Pastor y me dejó alguna frase que ahora cobra más sentido que nunca. Soy un ingenuo para muchas cosas pero para esto no. Sabía que iba a suceder. Y lo sabía porque el PP y sus afines ya aprovecharon el buen momento de TVE para dejar su sello. Ana Pastor vivió en sus propias carnes algunos de los episodios más sonados, por ejemplo cuando la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, lamentó en directo, en Los Desayunos, una falta de pluralidad de TVE que no se sostiene con ningún dato. Pero lo dijo, y algo quedó entre los suyos, por supuesto. También recuerdo en 59 segundos a Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del Gobierno en la primera legislatura de José María Aznar, llamando "nazi" repetidas veces y con un gesto de odio al doctor Montes, ya absuelto por la Justicia. Episodios más o menos anecdóticos que confirmaron una triste realidad. TVE es un juguete para el PP, un juguete que se puede romper si están en la oposición y un vehículo de propaganda si están en el poder. Aunque se haga siempre, es triste que lo asumamos y no nos rebelemos. Yo, desde ya, veto los Informativos de TVE como en su día veté a los de Telemadrid por su caza de brujas ideológica y su partidismo descarado. No quiero volver a vivir otro "ce ce o o".

jueves, agosto 02, 2012

Deportes olímpicos más allá de los Juegos: cuestión de valentía

No hay nada más grande que unos Juegos Olímpicos. Discúlpenme quienes no disfruten de este evento, que siempre pueden limitar mi afirmación vinculándola sólo al ámbito deportivo. Yo voy más lejos y lo coloco entre las grandes citas de la sociedad mundial, pero dejémoslo ahí, en que es lo más grande que hay en el deporte. Yo llevo ya una semana saltando de Teledeporte a La 1, mirando resultados en Internet, pensando en el calendario del día y disfrutando con todo lo que puedo. Tenis de mesa, judo, ciclismo, tiro, voley playa, piragüismo, baloncesto, balonmano, waterpolo... y fútbol. Sí, fútbol también. Ahora la cuestión que se debate es si el fútbol debe ser olímpico, pero es un debate artificial, alentado por el fracaso de la selección española en esta competición. Y el caso es que, una vez más, creo que equivocamos el debate y su enfoque.

Se equivocan quienes han disparado las valoraciones de fiasco español en Londres 2012 debido a la eliminación del combinado de fútbol. Se equivocan quienes quieren que todo gire en torno al fútbol y, todavía más concretamente, al Madrid y al Barça, incluso publicitando qué atletas de disciplinas que nada tienen que ver con este deporte siguen a uno u otro equipo. Los Juegos Olímpicos son mucho más que fútbol, e incluso los Juegos son al fútbol la competición menos importante que existe. Evidentemente, si la selección de fútbol hubiera arrasado en la primera fase, las cosas serían distintas. ¿Pero por qué no aprovechar este fracaso puntual, y ahora tan atípico en esta época de éxitos balompédicos, para relanzar el resto de deportes? Si no lo hacemos aprovechando el tirón de unos Juegos, ¿cuándo lo vamos a hacer?

Al final, como siempre se sospecha, muchas veces se dice pero casi nunca se corrobora ni se mantiene en el tiempo, es sólo una cuestión de valentía de quienes deciden qué vendernos. El deporte en España, todo menos el fútbol (si acaso el baloncesto y grandes figuras como Nadal o Alonso), es minoritario porque no recibe la atención de los medios de comunicación, en especial de la televisión. Pero cuando llegan unos Juegos, todos nos hacemos expertos en cuantiosas disciplinas... que no volveremos a ver en cuatro años. Y salen datos de audiencia de Londres 2012 que llaman la atención. Es verdad que dos de los tres eventos más vistos hasta ahora de estos Juegos han sido partidos de la selección española de fútbol, sólo por detrás de un previsible éxito de audiencia como es la ceremonia de inauguración. Pero los demás deportes, considerando el absoluto desconocimiento del común de los seguidores, se defienden con solvencia.

Seguro que a muchos les parece asombroso que un España - Corea de balonmano femenino disputado a las doce y cuarto de la mañana congregara a 873.000 personas delante del televisor, un 16,2 por ciento de la audiencia, que uno de los combates de judo de Sugoi Uriarte, celebrado a las 16.17 horas, llamara la atención de casi 1.900.000 espectadores, un 16,3 por ciento de share, o que el partido de voley playa masculino entre la pareja española que forman Pablo Herrera y Adrián Gavira y la norteamericana, jugado a las 22.25 horas, reuniera a casi un millón de personas en torno a la emisión de Teledeporte. A mí no me sorprende. Porque cuando a la gente le das algo interesante, emocionante, digno y de calidad, lo acaba aceptando. ¿Cuál es el problema? Que ninguno de nosotros veremos otras pruebas que no sean los Juegos Olímpicos de judo, balonmano femenino o voley playa. Y es que los medios no les prestan atención. No hay más.

Michael Phelps se convirtió en el atleta que más medallas ha conseguido en los Juegos Olímpicos, algo histórico y descomunal, y al día siguiente sólo uno de los cuatro diarios deportivos más vendidos de España convertía esa noticia en el tema más importante de su primera plana. Los mourinhos y vilanovas del fútbol tienen más importancia mediática, incluso cuando el fútbol no ha empezado todavía su competición oficial en España. Eso, indudablemente, es para hacérnoslo mirar. Porque luego llegan los Juegos y todo el mundo exige (no pide, exige) un carro de medallas. Evidentemente, hay de todo y en eso caben atletas que fracasan o que van de paseo. Pero yo, qué queréis que os diga, estoy orgullosísimo de gente que va a unos Juegos Olímpicos a dar todo lo que tiene, a luchar por unas medallas que no son fáciles de conseguir y representando a un país en el que el deporte, si no eres futbolista, no basta para vivir de su práctica. Son muchas horas de entrenamiento, son muchos sacrificios. Y eso merece, al menos, un respeto.

Yo a los atletas españoles les doy aún más que mi respeto. No es mucho, pero también les doy mi apoyo incondicional. Les ofrezco mi ilusión durante su competición. Les aseguro que empujo por ellos como si conociera sus trayectorias, sus capacidades y sus sufrimientos diarios. Y les garantizo que tengo ganas de que alguien les haga caso cuando todavía se está a tiempo de ayudarles a conseguir una medalla. No sólo para hacerse las fotos cuando ganan o para ponerles a parir cuando pierden. Porque eso es el deporte, ganar y perder. Y cuando se hace todo lo posible, y a veces incluso parte de lo imposible, a mí me da igual el resultado final. Pero sí quiero que seamos valientes de una vez y les prestemos la atención que su esfuerzo merece, más allá de esta ocasión especial que acontece cada cuatro años. Porque es eso, cuestión de valentía para prestarles atención.