miércoles, diciembre 28, 2011

Diez años de inocentada continua

Diez años ya de euro, diez años de inocentada continua. No consigo verlo de otra forma por mucho que economistas de renombre me intenten explicar las bondades de la moneda única. Visto desde el punto de vista del ciudadano corriente, y sin meterme en grandes cifras que no entiendo ni sé explicar, el euro es la representación práctica de una tomadura de pelo. Con este aniversario proliferan las noticias que hablan de la brecha que se ha abierto entre el dinero que ganamos y el que nos cuesta emplearlo en bienes y servicios de lo más cotidiano. Los salarios han subido en esos diez años un 13,9 por ciento y todo lo demás entre tres y diez veces más.

Dicen estudios, análisis e informes que la vivienda ha subido en estos diez años un 66 por ciento. Los alimentos, un 31. La enseñanza, un 44. El transporte, un 46. Una Coca-Cola vale más del doble de lo que nos costaba hace una década. Entrar en el Museo del Prado, cuatro veces más. Pago un 72 por ciento más por un billete sencillo de autobús o metro. El metro cuadrado de vivienda en Madrid cuesta hoy un 78 por ciento más que entonces. Se mire por donde se mire, la cosa es insostenible. ¿Cómo pagar esos porcentajes de más con una subida de sueldo tan exigua? Es ahí donde hay que buscar los auténticos males de la sociedad, en esa brecha cada vez más enorme que hay entre lo que gana un individuo y lo que nos cobran por los bienes y servicios, sean empresarios, comerciantes o gobiernos e instituciones públicas.

No tengo ni la más remota idea de si la culpa es del euro, no puedo dar explicaciones técnicas que no tengo, más allá de aquella evidencia de que muchos lo único que hicieron fue poner una coma a sus precios en precios para convertirlos al euro. Entonces no hubo control alguno y lo que se hizo fue cambiar la metodología de cálculo de la inflación en los informes del Instituto Nacional de Estadística. Eso permitió camuflar lo que era un secreto a voces. Que la vida era más cara con el cambio de moneda, mientras que los sueldos se calcularon al céntimo. La que está liando Zapatero. Ah, no, que no era Zapatero. Es que los muñequitos de plastilina con los que nos querían convencer de lo imposible parecen tan de izquierdas. Tanto da. Como si lo fueran. Si el caso es quejarse.

Perdonad que mi broma del día no tenga ninguna gracia. En cualquier caso, feliz día de los inocentes.

jueves, diciembre 22, 2011

El presidente del Gobierno Mariano Rajoy y su desprecio a la prensa

Estaba convencido de que el cambio en el Gobierno iba a resultar muy perjudicial para la labor periodística e informativa y el presidente Mariano Rajoy no ha tardado más que un día en confirmármelo. Mi yo periodista está muy molesto por el desprecio del jefe del Ejecutivo a esta labor profesional, que solía ser hermosa y honorable y que ahora pende de un hilo que todos quieren cortar. No me gusta que alguien que es o que aspiraba a ser presidente del Gobierno vea a la prensa como un estorbo. Mucho menos que encima haga ostentación de ello. Eso, y no otra cosa, es lo que hizo con su "comparecencia" para anunciar la composición de su Ejecutivo.

Lo que pasó es bien sencillo de relatar y evaluar. En primer lugar, cita a los medios de comunicación a las 19.30 horas. Menos mal que uno de los objetivos que citó en su discurso de investidura era la conciliación laboral y familiar. Será que los periodistas no tenemos derecho a ella. Ya sé que algunos lo verán como una anecdotilla sin más trascendencia, así que sigamos. En segundo lugar, reduce su comparecencia a poco más de un minuto, a la lectura de los nombres de sus ministros y las carteras que van a ocupar. Entonces, ¿qué valor tenía estar allí presente? Otras de las cosas que dijo en la investidura es que quería potenciar el teletrabajo. Qué oportunidad tan hermosa de comenzar a predicar con el ejemplo. Porque eso y nada para una comparecencia pública de esta índole es lo mismo. Pero lo peor fue el colofón.

Hubo algún profesional valiente que, antes de que saliera corriendo, intentó hacer una pregunta a Rajoy, llamando la atención del nuevo presidente del Gobierno desde su derecha (no, no voy a hacer el chiste fácil porque, como decía, estoy muy cabreado). Rajoy pregunta si será una cuestión técnica. Le responden que sí. La cuestión era qué criterios técnicos había aplicado el jefe del Ejecutivo para designar a los ministros del área económica. Rajoy se ríe, dice "muchas gracias por la pregunta" y se marcha sin contestar. Con un par. Con desprecio, y una sonrisa que lo hace más hiriente todavía. Los periodistas no somos nada más que instrumentos para el nuevo presidente del Gobierno, instrumentos a los que no importa menospreciar en público y cuyo trabajo puede ser despreciado de esta forma desde el primer día.

Cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la Presidencia del Gobierno, uno de los compromisos que adoptó fue someterse a una rueda de prensa abierta en cada periodo de sesiones, es decir, cada seis meses. Entonces pensé era una buena noticia, pero que la profesión se contentaba con muy poquito. Creo firmemente que, sin tener que estar atendiendo a la prensa a cada instante, un presidente del Gobierno tiene que estar a disposición de los medios, como intermediarios que somos, o tendríamos que ser, de la opinión pública y de los ciudadanos. Sin echar mano de la hemeroteca y comprobar que haya cumplido a rajatabla aquel compromiso, sí considero que Zapatero ha cumplido con esta parte de su trabajo, creo que periódicos, radios, televisiones y agencias han podido preguntarle con cierta frecuencia.

Rajoy no contestaba a las preguntas ni siendo jefe de la oposición. Sus periodos sin someterse a ruedas de prensa abiertas eran mucho más amplios que los del jefe del Ejecutivo. Eso, además de incomprensible, es gravísimo, pero a nadie ha parecido importarle demasiado hasta el día de hoy. Ni supongo que le importará de ahora en adelante. Yo lamento que haya habido tantos medios de comunicación que le hayan seguido el juego. Medios de su tendencia ideológica y de la contraria. No hay asociación de la prensa que se haya rebelado, no hay periódico, televisión, radio o agencia que haya puesto el grito en el cielo ante los numerosos desplantes a la prensa que hizo Rajoy cuando no ostentaba ningún cargo público más allá del de diputado.

Ahora es peor. Ahora Mariano Rajoy es el presidente del Gobierno. Y el presidente del Gobierno, no ya Rajoy, decidió ayer, tras escuchar una pregunta, que no quería contestarla. Punto. No hay más. No le dio la gana dar una contestación lisa y llanamente porque no le gustó la pregunta. Y tengo la certeza absoluta de que esa cuestión que se llevó el viento será la primera de las muchas que no responderá el nuevo inquilino de La Moncloa. Para denunciar y lamentar esto no importan las tendencias ideológicas de quien escribe, la cortesía de dar cien días de gracia a un cargo recién elegido o la evaluación de su acción de gobierno. El presidente del Gobierno despreció a la prensa. Y yo, como periodista, estoy molesto. Y, aunque no me sienta apenas secundado por la profesión, pataleo porque no puedo hacer otra cosa. Al menos ese derecho no me lo pueden quitar ni siquiera desde el Ejecutivo.

domingo, diciembre 18, 2011

"Los que me critican no saben nada"

"Esto es para callar la boca a los que me critican. (...) Los que me critican es porque no entienden nada de fútbol". Cristiano Ronaldo dixit. Dixit, por supuesto, después de meter tres goles y de ganar un partido contra el Sevilla por 2-6, porque las críticas a las que se refiere le llegaron cuando perdió 1-3 contra el Barcelona. Fanáticos de Cristiano Ronaldo o del Real Madrid, absténgase de sentirse ofendidos por lo que voy a escribir ahora, del mismo modo que no es ésto una diatriba que los anti-Cristiano vayan a poder aprovechar, porque no voy a abrir aquí un debate futbolero sobre la persona del portugués más universal de este deporte, con permiso de aquel que le entrena ahora mismo en su equipo. Cristiano me sirve sólo como gancho para lamentar que todo en la vida parezca ya regirse por los principios que enuncia el futbolista. Y es ahí donde encaja mi pesar.

En esta vida sólo parece haber hueco para los vencedores y para los ventajistas. Es decir, que si ganas, si triunfas, eres una especie de dios en la tierra al que hay que alabar e imitar por encima de todas las cosas. ¡Cómo no hacerlo, si triunfa! Si uno gana, no hay más caminos posibles que la asunción de los métodos de ese uno, sobre todo si los demás caminos posibles no te llevan al triunfo de una forma inmediata. Si pierdes, si no consigues lo que socialmente se considera imprescindible, eres ya de repente un apestado. No importa que trabajes dejando todo tu esfuerzo en la tarea, ni que tengas buena fe en lo que haces o en lo que decides. No ganas, no eres nadie. Punto. Y cuando no eres nadie, desatas el ventajismo de casi todos los demás. El "ya te lo decía yo", el "haz como yo", el "no tienes ni idea", el "eres un perdedor". Y eso, casi inevitablemente y porque la vida siempre da muchas vueltas, provoca tu propio revanchismo cuando ganas otra vez. "Los que me critican no saben nada", "esto es para callar la boca a los que me critican".

Me aburre hasta la nausea esa mala baba que parece tener demasiada gente en esta vida. Me aburre porque hace que ya no se pueda hablar de casi nada en esta vida. Si criticas a Rajoy, tienes que hacerlo también a Zapatero o al que venga detrás de él. Si no te gusta algo que haga el Barcelona, por qué no dices lo mismo del Madrid. Si das un consejo a alguien, por qué no te metes en tus propios asuntos. Si el otro rompe las normas, por qué no las voy a romper yo. Me aburre. Pero no tanto como para dejarme llevar por esta vorágine. Una crítica motivada, una ecuánime o una sincera es lo mejor que puede recibir alguien en su trabajo. Imagino que Cristiano Ronaldo se refiere a las otras, a las dañinas y las ventajistas. Pero estamos pisando ya desde hace mucho tiempo terrenos demasiado peligrosos en los que prácticamente todo el mundo se siente con el derecho de menospreciar lo que hace, dice o piensa cualquier persona, esté o no referido a los asuntos de uno mismo, y en el que no se puede hablar de nada, por afable que sea el tono, sin despertar las iras de alguien. ¿No os aburre también a vosotros que tanta gente sea ya así? Porque a mí sí.

domingo, diciembre 11, 2011

Elvis Costello y el precio de la cultura

Aquí, Elvis Costello. Tiene nuevo disco, The Return of the Spectacular Spinning Songbook. Edición limitada, por cierto. Son tres discos que recogen un concierto del artista, acompañados por un libro de tapa dura. Y cuesta 232 euros. Nada más y nada menos que 232 euros. La cuarta parte de un sueldo mensual mileurista. Es decir, que hay que tener mucha ilusión en ese producto para poder pagarlo. Hace unos días, fue noticia que Elvis Costello había recomendado a sus seguidores que no compraran el disco por su elevado precio. Decía que había intentado por todos los medios que costara menos y, al no conseguirlo, no dudaba en proponerle a sus fans que, en lugar del producto que lleva su nombre, compraran Ambassador of Jazz, una caja con diez discos de Louis Armstrong, "francamente mejor" que él como músico en sus propias palabras y cuyo producto cuesta menos de la mitad, 112 euros.

Sobra decir que desde que tuve noticia de esas declaraciones Elvis Costello se ha ganado un hueco en mi panteón de ídolos díscolos, aunque lamento que noticias como ésta no generen el debate que cada vez veo más necesario. Cuando se habla del precio de la cultura, se tiende a reducir la discusión a la piratería. Es la solución a todos los males y la explicación a todos los problemas. Y no es así. Sólo con las palabras de Costello se puede comprobar que no es así. No está pidiendo a la gente que se descargue su disco y pase indiscriminadamente su libro por el escáner, que suban los archivos a una web de descargas y que distribuyan enlaces por Internet. Está pidiendo que destinen el dinero que ganan con su trabajo a otro producto de la competencia que cuesta más de cien euros, que ya es una cantidad considerable de dinero. Así que por piratería no es.

Sigo pensando que el arte y la cultura son bienes preciados de la humanidad. Por supuesto, quienes se dedican a estas tareas tienen que ganar dinero con su trabajo, como todo el mundo, y eso también forma parte de mis convicciones. Pero sigo pensando que el problema está en la propia industria. La única solución que se ofrece a tiempos de crisis es subir los precios. Creen que así van a ganar menos dinero o, al menos, minimizar sus pérdidas. Y yo estoy convencido de lo contrario. Creo firmemente que un precio más asequible ayuda a conseguir compradores, a que el boca a boca triunfe también para ellos. Creo que hay mucha gente que se aprovecha del trabajo de los verdaderos artistas para sacar tajada sin merecerlo y la única forma de que tanta gente coma del pastel es penalizar al consumidor. Se le penaliza con la entrada de cine, con la compra del DVD, Blu-Ray o CD, con el pase a un museo, con la entrada a un concierto. Se le ponen trabas, impuestos y cánones. Pero nunca se le suele dar más por la mayor cantidad dinero que paga.

Cada vez que escucho frases como las de Elvis Costello tengo la sensación de que algo puede moverse en este inmovilista mercado de la cultura. Pero luego veo que no. Que los medios no analizan esta cuestión. Que no se detienen a ver qué nos están ofreciendo por nuestro dinero. Que no nos dicen quién se enriquece cuando nosotros queremos premiar el buen trabajo de un artista. Se quedan en la anécdota, en la frase lapidaria, en el titular, y nunca hay más. Y la industria, que no los artistas, se frota las manos. Con culpar a la piratería, tenemos suficiente. La cultura tiene precio, tiene que tenerlo, ¿pero es el que nos están cobrando? ¿No estamos así matando a la cultura con más desprecio que quienes optan por el todo gratis? Ese es el debate que me gustaría que se produjera. Pero nunca se produce porque siquiera insinuarlo pone a todo el mundo a la defensiva. ¿Por qué? Ni idea. Pero así nos va.

lunes, diciembre 05, 2011

Dos caminos

Lo habitual cuando uno toma una decisión es que haya al menos otro camino posible, cuando no muchos más. Pero uno siempre hay, más allá del que hayamos elegido. Dos caminos y una elección, la que tenemos que tomar siempre que alcanzamos un cruce de caminos. Y esa elección, sumada a todas las que todos nosotros adoptamos, los movimientos conscientes o inconscientes de todos los que convivimos en una sociedad, son lo que marca nuestras vidas. Muchas veces es la sociedad la que nos arrastra a seguir un camino concreto. Y a fuerza de repetir que ese camino es bueno, es bonito, es beneficioso, es necesario o es, simplemente, el mejor, acabamos creyendo que ese, el que escoge la sociedad mayoritariamente, es el camino correcto. Incluso quienes no lo creen así, pueden acabar arrastrados por el poder de la masa y claudicar ante esa avalancha. Pero de vez en cuando surgen esos hermosos ejemplos que evidencian que la sociedad se puede equivocar, que la mayoría no tiene por qué tener razón, que hay otras alternativas posibles.

En Italia se publicó hace unos días una noticia que llamó mucho mi atención. Por motivos en realidad desconocidos y que tampoco influyen en la cuestión, un empresario llamado Enzo Rossi decidió hacer un experimento que consistió en tratar de vivir un mes con 1.000 euros de salario, algo más incluso de lo que paga a sus empleados. Y el día 20 se quedó sin dinero. Como consecuencia de haber averiguado de una forma tan directa cómo viven quienes trabajar para él, decidió subir el sueldo de sus empleados en 200 euros mensuales. Siempre he dicho que lo que gana un trabajador normal es la base, no sé si la única pero sí una importante, de los actuales problemas sociales y económicos. Los de verdad, no los de los grandes estudios o las cifras macroeconómicas. Si el sueldo fuera una recompensa real a nuestro trabajo, habría más ahorro, habría más gasto, habría más satisfacción con el modelo económico y laboral que hemos escogido. Habría más vida. Pero no. La tendencia obliga ahora a bajar los sueldos. Que estamos en crisis, dicen como explicación. Y más crisis habrá si cada vez ganamos menos. Otro camino es posible.

En España hubo otra noticia que, en las elecciones generales del pasado 20 de noviembre, se quedó en una anécdota o, casi, en una breve anotación. IU consiguió un escaño por la provincia de Málaga. El número uno de la candidatura de la formación de izquierdas se llama Alberto Garzón, ex portavoz del movimiento 15-M. Decían que las protestas de los llamados indignados no podían acoplarse en el sistema porque precisamente luchaban contra ese sistema. Decían que el movimiento no podía tener portavoces visibles porque iba en contra del espíritu del movimiento. Decían que lo importante era la protesta, y no la valía de sus cabezas visibles. Alberto Garzón ha dado la cara, ha entrado en el sistema, se ha demostrado portavoz eficaz y sabemos que se licenció en Economía, que tiene un máster de Economía Internacional y Desarrollo y otras muchas más cosas de su extenso currículum. El paso de Alberto Garzón es decidido, es el que consideraba necesario para el desarrollo real del 15-M y sus ideas. Hace unos meses, muchos me dijeron con virulencia, aquí mismo en este blog, que estaba equivocado cuando sugerí algo así. Yo, desde luego, veré con mucha atención lo que haga este valiente y comprometido diputado. Y seguiré su camino.

lunes, noviembre 28, 2011

¿Dónde está el presidente electo...?

El pasado día 20, España habló. En democracia, en las urnas y mayoritariamente. Lo celebré, por supuesto, como lo hago cada vez que una elección es el medio por el que todos podemos expresarnos (y a pesar de que antes de la cita parecía que, con el tema de los indignados, nadie valoraba ese proceso...) aunque el resultado estuviera lejos del que me hubiera gustado. El PP ganó las elecciones con mayoría absoluta, sobrepasando ese límite que no me termina de convencer y que nunca me ha convencido, lo tuviera Felipe González, José María Aznar o ahora Mariano Rajoy. No es del todo exacto por el sistema de elección que tenemos en España, pero Rajoy se convirtió el domingo en el presidente electo, a la espera de ser ratificado en el Congreso de los Diputados y, después, por el Rey, que para eso es el Jefe del Estado. Han pasado ocho días de aquello. ¿Y dónde está el presidente electo? ¿Dónde está Mariano Rajoy? Imagino que estará trabajando, o eso dicen, pero fiel a su estilo de hacer política, ese que tan poco me gusta, no se ha dirigido a los medios de comunicación desde la noche electoral, cuando habló de su victoria, y a los ciudadanos desde que habló sólo para los suyos desde el balcón de la calle Génova.

¿Me gusta? No. ¿Lo entiendo? Tampoco. No no creo que sea lo que tiene que hacer, cuando tanto habló en campaña (y precampaña) de aquello de generar confianza. ¿Sabéis lo que habría hecho yo? Anunciar el Gobierno esa misma noche de borrachera victoriosa. O, como muy tarde, el lunes. Al menos, sus principales ministros, si se quiere guardar cartas (¿para qué, si tiene mayoría absoluta?) para la sesión de investidura. Eso sí que hubiera dado confianza, eso sí que hubiera sido un golpe de efecto, eso sí que hubiera sentado las bases del futuro y eso sí que habría demostrado que Rajoy estaba listo para gobernar con un equipo capaz. Pero no ha sido así. Es más, a día de hoy no sabemos quién va a formar parte del Ejecutivo. Ni tan siquiera en quién recae la dirigir las finanzas del país. Tampoco sabemos qué va a hacer el futuro Gobierno. Preciso, seguimos sin saberlo porque en campaña poco nos contaron. Sí, hemos visto a Rajoy paseando en las inmediaciones de la calle Génova, dicen que se ha reunido con quienes dirigen un par de bancos y algo se empieza medio a decir de alguno de sus planes. Pero, en realidad, no sabemos nada de Rajoy desde que ganó. Es más, curiosamente estamos hablando más estos días del PSOE que del PP. Más de quien va a dirigir a los socialistas (una parte de España) que de quien va a dirigir a todos los españoles.

Tiene su gracia, desde luego. Si uno fuera un malpensado y no un ingenuo, creería que, simplemente, ya han conseguido todos lo que querían y no hace falta seguir hablando. A saber. Los españoles, el cambio (a mí no me gusta agarrarme al cambio por el cambio, necesito más razones y desde hace demasiado tiempo vengo diciendo que Rajoy y sus escasísimas explicaciones no me motivan a pensar que será a mejor, pero respeto lo que diga la mayoría. Es la democracia, vaya...). El PP, las sillas del poder (todas, de hecho; y, en serio, tiemblo sólo de pensarlo, y no ya por una cuestión ideológica o de preferencias, sino de confianza y pragmatismo. Si se equivocan... ¿quién nos saca de eso?). La prensa de derechas (sí, esa que es infinitamente más influyente que la de izquierdas), ya tiene a los suyos mandando, con todo lo que eso comporta. Ya no urge nada. El país ya no se está hundiendo. El paro ya no parece tener la misma importancia. La economía española ya no parece estar en riesgo. Ya no hay que tomar medidas urgentes e imprescindibles. Ahora lo importante es qué va a hacer Rubalcaba, de si Chacón está legitimada para dirigir el PSOE, de si tiene que haber primarias entre la militancia de base socialista o de lo que piensan Felipe González o Alfonso Guerra de todo esto. ¿Poder político en España de todos estos tras el 20-N? Ninguno. ¿De los que no se hablan? Lo tienen todo. Sigo con miedo. Pero si alguien ve a Rajoy, por favor, decidle de mi parte que le estoy buscando...

viernes, noviembre 25, 2011

Aniversario y efeméride con retraso

Resulta que estoy de celebración... y lo digo con retraso. No es que dé especial importancia a los días concretos en los que uno cumple años o celebra aniversarios y me parece un tanto absurdos enfadarse con la gente que se olvida de una fecha aunque esté pendiente los otros 364 días del año, pero de vez en cuando no está de más recordar estas cosas. Resulta que acabo de cumplir cinco años en esto de los blogs. Cinco años son muchos años. Y resulta que entre los cinco blogs que he abierto (¡cinco!), de los cuales mantengo cuatro muy activos, acabo de superar las 2.000 entradas publicadas. Si cinco son muchos años, 2.000 ciertamente sí que son muchas entradas.Van sobre 2.000 pensamientos, imágenes o hechos que he visto o vivido en estos cinco años y todos y cada uno de ellos han tenido importancia para mí.

Hay gente que no acaba de entender la importancia que tiene un blog para quien lo escribe. Supongo que de la misma forma que la gente no entiende que una canción te pueda cambiar la vida, que una película sea tu sueño más bonito, que un libro te enganche hasta hacer perder el sueño o que tu equipo de fútbol sea una de las cosas que con más fuerza pueda hacer latir tu corazón. Allá ellos, pero para mí sí tiene importancia. Yo es que no sé vivir las cosas si no es con pasión. Y llevo escribiendo aquí, con toda esa pasión, durante cinco largos años. Como decía, el anuncio llega con retraso. Los cinco años los cumplí a comienzos de octubre, hace algo más de un mes. Y las 2.000 entradas en mis cinco blogs las sobrepasé hace unos pocos días. No es que la historia acabe aquí, ni mucho menos, pero son cifras importantes.

Pero más que las cifras, me quedo con las personas. No era yo de los que pensaba que a través de Internet pudiera conocer a personas de importancia en mi vida. Craso error el mío. Gracias a los blogs he encontrado a seres humanos con personalidades, vidas, trabajos y experiencias increíbles, personas que han tenido la inmensa amabilidad de perder minutos de su tiempo en leer lo que yo escribo y saber así lo que pienso o lo que veo, que me han abierto el camino a sus blogs, y así poder yo leer lo que les pasa por la cabeza. Incluso algunos (¡insensatos ellos!) me han abierto ventanas en sus vidas más allá de los dictados de la blogsfera. A todos ellos, sólo les pudo ofrecer mi más sincero agradecimiento y decirles que seguiré aquí hablando un poco de todo, en otro lado evaluando cine, en el otro soñando con que la Real me dé alegrías y en otro subiendo lo que capte mi cámara fotográfica. Quien quiera verlo, siempre será bienvenido.

lunes, noviembre 21, 2011

Poco análisis que hacer del 20-N

Pocas ganas de análisis me ha dejado el resultado de las elecciones generales, porque pocas cosas hay que analizar. El PP ya manda en toda España. En casi toda, en realidad, pero creo que ostenta un poder como no se ha visto nunca en democracia. Por tener mayoría absoluta en el Parlamento y por mandar en la amplia mayoría de las comunidades autónomas y en la mayoría de los grandes ayuntamientos del país. Están en disposición de hacer lo que les dé la gana, sin necesidad de hablar con nadie, y teniendo en cuenta que no han anunciado qué van a hacer en tantísimos terrenos. Miedo me da. La historia reciente demuestra que quien ha tenido una mayoría absoluta ha hecho eso mismo, pasar de todos y aplicar el rodillo, endiosarse y provocar problemas y enfrentamientos. Tanto da que ahora haya más partidos representados en el Congreso, porque eso sólo supone más pataletas si no gusta lo que se haga desde el Gobierno. Así que más vale que acierten, porque como no lo hagan no hay ni un solo factor corrector posible.

Dicho eso, me llaman la atención dos detalles de la noche electoral. El primero, el momento perdonavidas del ganador. Inevitable, por lo visto. En 1996 fue aquel famoso "Pujol, enano, habla castellano" que Aznar digirió como pudo sabiendo que, sin mayoría absoluta, iba a tener que negociar su investidura con el líder nacionalista catalán. Ahora ha sido más light, porque todo es más light (sí, es un eufemismo) en la política española. Pero justo después de que Rajoy diga que quería ser el presidente de todos y que pedía la ayuda de todos, los congregados junto a la calle Génova (esos que, desde la victoria, se vuelven a apropiar con denuedo de la bandera española como si sólo fuera de ellos) cantaron aquello de "socialista el que no bote". No es que me preocupe el cántico, sí que algunos de los dirigentes del PP agolpados en el balcón del triunfo (¿Aznar porqué no estaba? Y conste que lo pregunto en serio...) lo celebraran con palmas (Ana Mato fue la más entusiasta). Será que no entiendo el verdadero espíritu de estas celebraciones políticas, en las que un tío serio y soso se tiene que poner a pegar botes, donde me hablan de austeridad y montan un fiestorro en pleno centro de Madrid con música, focos y de todo.

Pero, vaya, eso no es más que una anecdotilla que seguro que llevará a algunos a pensar que estoy pataleando por el resultado. No, más que nada porque lo tenía más que asumido y desde hace muchísimos meses. Hoy color político era imposible tras estas elecciones. Pero sí que hay un detalle de lo que han dicho las urnas que me parece de lo más interesante y que no sé si mucha gente ha razonado como yo lo veo. Resulta que en Euskadi han ganado Amaiur (en escaños) y PNV (en votos). Resulta que allí el PP es la cuarta fuerza política y el voto constitucionalista ha sido menor que el nacionalista. Resulta que en Cataluña ha ganado CiU (en tres de las cuatro provincias; Barcelona, pese a todo, sigue siendo socialista), algo que no había sucedido en ningunas elecciones generales anteriores. El PP ha arrasado en toda España, pero su política de enfrentamiento continuo con el nacionalismo he generado una explosión del nacionalismo. Eso, digo yo, tendrá algún motivo, alguna correlación, alguna razón de ser. ¿Presidente de todos? Así lo veo difícil, sin contar con otras rivalidades y heridas. No creo que esto vaya a ser analizado. ¿Para qué, si tienen mayoría absoluta? Y por cierto... ¿He dicho ya que detesto las mayorías absoluta? Qué mal lo veo todo. Y digo todo, no la economía, que eso ya lo veía negro.

miércoles, noviembre 16, 2011

'La noria', reflexiones sobre el caso

Siendo la comunicación y la información dos áreas que me fascinan, es inevitable seguir con interés lo que está sucediendo en torno al programa de Telecinco La Noria: que todos sus anunciantes hayan decidido retirarse por la entrevista a la madre de ese chaval conocido como El Cuco. Y tiene dos lecturas que me parecen absolutamente fascinantes. La primera, por supuesto, tiene que ver con la responsabilidad de los medios de comunicación. No me ha parecido la famosa entrevista la más dañina de las que ha ofrecido este espacio en los últimos tiempos, pero sí que es verdad que el tema es muy sensible. La muerte de Marta del Castillo ha llegado a muchos sitios, ha ocupado horas de televisión y centenares de páginas de prensa y ha tocado muchas sensibilidades. A La noria le va el morbo. La va la polémica. Y siempre ha manejado aquel axioma que dice apuesta por que hablen de uno, aunque sea mal, por lo que este tema no es una sorpresa. Aunque a sus responsables sí parece haberles sorprendido el resultado.

Siempre he pensado que hay determinadas voces que no tienen por qué escucharse. No es censura. Es, simplemente, responsabilidad. No creo que sea necesario, trascendente ni obligado escuchar la voz de un criminal explicando por qué se ha saltado la ley para lucrarse o beneficiarse. ¿Dónde se pone el límite? No hay una respuesta clara, por supuesto. Pero sí es evidente dónde hay que buscarla. Los medios de comunicación y sus responsables son quienes han de decidir en cada caso lo que hay que hacer. Y ese es el motivo por el que no todos estamos cualificados para trabajar como periodistas o para dirigir un programa de televisión. Todo el mundo parece creer que ser periodista es ser capaz de juntar dos letras o quedar bien en cámara. Y no. No es eso. Supone, además de ser un buen comunicador, tener la capacidad de decidir qué es noticia y qué no lo es, qué se debe emitir y qué no, que es admisible y qué no. Por eso no es un trabajo tan fácil como el que la mayoría de la gente suele pensar.

No me gusta el modelo de periodismo (o de comunicación, si se prefiere, o ¿de espectáculo?) que propugna La noria. Nunca me ha gustado. Veo signos inequívocamente peligrosos en sus temas, en sus enfoques, en sus entrevistados y en sus entrevistadores, además de tácticas de acoso y derribo entre sus contertulios a la hora del debate. Pero esto no es más que un juicio personal. Es obvio que no es el mayoritario, porque es un programa que tiene una audiencia considerable, por mucho que sus anunciantes hayan decidido retirarse. Este caso, no obstante, tendría que ser un serio toque de atención al periodismo español. No todo vale. Eso es lo que viene a decir la desbandada de anunciantes (y, por tanto, de dinero y de financiación del espacio). No todo es admisible en la televisión. Estamos muy cerca de los límites de lo tolerable, y a veces los hemos sobrepasado. Normalmente no queremos verlo, no queremos darnos cuenta. Pero con La noria se ha puesto de manifiesto de una forma muy evidente. ¿Servirá de lección para el futuro? Lo dudo, pero ya veremos.

Sin embargo, este fenómeno tiene una parte mucho más oscura. Puede que Jordi González acabe más que tocado. Puede que La noria acabe cancelada. Y si lo es, lo será por la asfixia económica. Es decir, que el dinero tiene el poder de conseguir lo que quiera. Por supuesto, todo nace de las personas (ahora voy a eso), pero no nos llevemos a engaño. Lo que el dinero quiere, el dinero lo consigue. Y eso es lo peligroso. Si uno o varios anunciantes tienen el poder necesario, son capaces de acabar con cualquier mensaje televisivo o periodístico. Y eso me da miedo. ¿Qué sucederá si El Corte Inglés o Telefónica (por poner marcas que sabemos que sí tienen el poder necesario) deciden que algo no les gusta? Pueden acabar con ello. De hecho, ya hay algún caso en el que se puede decir que una marca salió victoriosa de un enfrentamiento así. En esta ocasión, muchos se felicitan porque el mensaje periodístico con el que se quiere acabar no gusta, ¿pero será siempre así? ¿No estamos poniendo en marcha una peligrosa maquinaria que puede que no sepamos frenar?

La respuesta puede venir de la segunda lectura sobre este asunto, que no tiene nada que ver con la comunicación, sino que es una extrapolación a otros ámbitos. El origen de la situación actual de La noria está en una protesta fraguada en Internet, en las redes sociales. Es decir, han sido ciudadanos anónimos (o, al menos, eso parece) quienes han conseguido que su protesta dé frutos. No lo han hecho de forma violenta, no han necesitado quebrantar leyes ni reglamentos. Lo han hecho con la palabra. Con su palabra. De forma pacífica, ordenada y organizada. Extendiendo su propuesta de persona en persona, convenciendo a los demás de que su reclamación era justa (lo sea o no, no entro a valorar el fondo de esta problemática). Es decir, que las personas tenemos mucho más poder del que normalmente nos atribuimos con nuestra desidia o nuestro pasotismo.

Lo digo pensando en las elecciones que hay este domingo. Muchas veces he escuchado, de personas afines a las protestas del 15-M o que están de acuerdo con sus postulados (tan legítimos como cualquier otro), que están en contra del sistema porque lo único que les permite hacer es votar cada cuatro años. Nunca he estado de acuerdo con esa tajante afirmación. El voto es la manifestación más evidente del poder político que tenemos los ciudadanos, pero no la única. Podemos hacer muchas más cosas. Pero se pueden hacer si hay un movimiento, si hay un trabajo, si hay una voluntad. Las cosas no llueven del cielo. En Estados Unidos, una ciudadana anónima puso en marcha una iniciativa como la que le ha costado sus anunciantes a La noria y consiguió que su banco dejara de cobrar algunas comisiones. Si la gente se pone de acuerdo, hay mucho más poder del que la mayoría piensa. Y ese poder, el del pueblo, no me da miedo. Porque si hay una base común, se puede hacer de todo.

martes, noviembre 08, 2011

Un debate pobre

No sé si soy una excepción o sólo un desencantado, pero a mí el debate entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba de anoche me pareció pobre. No tuve la impresión, en ningún momento, de estar viendo a alguien preparado para ser el próximo presidente del Gobierno. Más confianza, en ese sentido y a pesar de todo, me genera el candidato del PSOE que el del PP. Y si tenemos en cuenta que la victoria parece ya decidida (¿por qué la prensa de derechas ha destacado con tanto asombro y relevancia que Rubalcaba asumiera la victoria de Rajoy... si es lo que ellos mismos llevan meses haciendo y lo que todas las encuestas sin excepción reflejan?), tengo que confesar que lo de anoche me dio bastante miedo. Miedo porque cada día que pasa veo a Rajoy menos preparado para ser presidente del Gobierno. No sabe articular un discurso, es repetitivo, lanza cifras sin explicar su valor... y sobre todo se escuda en el pasado para no hablar del futuro.

Es decir, el debate le sirvió a Rajoy para decir que el PSOE lo había hecho fatal, peor imposible, un desastre sin paliativos. Vale, perfecto. Ya me parece triste que ese sea el discurso único de un líder de la oposición (y llevo siete años reprochándoselo, porque ese ha sido el único trabajo que ha hecho un partido con once millones de votos en las pasadas generales), pero es peor que siga siendo el discurso de un candidato a la Presidencia del Gobierno y, más aún, del más que probable vencedor de las elecciones. Por lo visto, es suficiente, porque la gente y la prensa le han aplaudido. A mí me asusta. Hay muchas cosas que no me gustaron de Rubalcaba, pero lo que sí me gustó es que dejó meridianamente claro que Rajoy no sabe responder a las preguntas directas (no en vano rehuye las ruedas de prensa abiertas), que su programa es ambiguo (como él mismo ha sido siempre), que sólo sabe emplear palabras bonitas (¡con la cera que le han dado a Zapatero precisamente por eso!) y que está más preocupado en restar votos al PSOE por los deméritos de aquellos que en ganarlos por sus propios méritos.

Y eso es fantástico dentro de la concepción, en realidad trágica para la política de altura, del partido político entendido únicamente como maquinaria electoral. Sin duda, esa estrategia da votos. No hay más que ver las encuestas que se han publicado sobre el debate, que dan como claro ganador a Rajoy, o el entusiasmo con el que celebran esos ya mencionados periódicos de derechas el resultado del cara a cara (La Razón abre hoy con un "Rajoy presidente" que invalida ya cualquier titular que quiera colocar en su primera página del día 21). Pero es triste si hay gente que de verdad está supeditando todas sus ilusiones de salir de esta crisis en la victoria del PP (que los hay, y muchos, empezando por el propio Rajoy, que citó el cambio de gobierno como primer paso para la mejora económica... sin más explicaciones de por qué será así). ¿Medidas? Ninguna. ¿Ideas? Muy poquitas. Muy bonitas todas, eso sí, pero nada concreto. Supeditó todo el futuro de España a la creación de empleo. ¿Cómo lo va a conseguir? No se sabe. No lo dijo. Lo dio por hecho, en realidad. Y ya veremos a partir del día 21, día en el que las cuentas se le pedirán ya a él. O al menos eso espero.

No será así, por supuesto. Ese mantra en el que se ha convertido la frase "la culpa es de Zapatero" le puede durar todavía al PP uno o dos años más, del mismo modo que el 11-M les duró toda una legislatura para justificar la primera de las dos derrotas que ya acumula Rajoy en unas generales (su triunfo, por estos antecedentes, será el triunfo de la inacción, el de "dejemos que los que gobiernan se estrellen y yo cogeré los restos"; triste, sí, triste...). Ese es el único valor que tiene el lapsus de Rajoy de referirse a Rubalcaba como "Rodríguez..." y luego rectificar a tiempo. Es una tontería, pero es lo que hay. No hay responsabilidad alguna en los gobiernos municipales y autonómicos (esos que ahora están muy mayoritariamente en las manos del PP), ni la habrá en el gobierno central durante un periodo más o menos largo, probablemente hasta la mitad de la próxima legislatura. Si tenemos a Zapatero, aunque ya no esté, para qué vamos a pensar en nada más. Rubalcaba tampoco estuvo a la altura que yo esperaba de él. Le considero mejor político y mejor orador de lo que vi ayer. Por momento, estuvo algo nervioso, incluso tartamudeando. Fue el único que intentó que hubiera debate de verdad, con interpelaciones y preguntas, pero tampoco fue claro a la hora de responder a los pocos retos lanzados por Rajoy.

Visto el debate, la triste conclusión es que no hubo grandes cosas a analizar (y por eso hay mucha anécdota que ha adquirido relevancia), que cada candidato salió a contentar a los suyos y poco más. Por eso hoy todos dan los objetivos por cumplidos. Por eso la derecha saluda al próximo presidente y la izquierda se conforma con que no haya una debacle histórica. Ah, y que no se olvide un tristísimo detalle, el de Rajoy asegurando que él no lee la prensa cuando Rubalcaba le mencionó una información periodística. "Pues debería", le contestó el socialista. Desde luego que debería.

viernes, noviembre 04, 2011

Dicen que estamos en campaña electoral

Efectivamente, dicen que desde hoy y hasta dentro de dos semanas estamos en campaña electoral. ¿Qué significa eso? Nada de nada. Vivimos en un estado permanente e inalterable de campaña electoral durante todos los días del año. Estas dos semanas que marca la ley no son más que el despilfarro continuo del dinero que el resto del año sólo nos gastamos los fines de semana. Si alguna vez tuvo utilidad, hay que reconocer que la campaña hoy en día ya no sirve absolutamente para nada. Ni para conseguir el voto de los indecisos, ni para adquirir promesas que efectivamente se vayan a cumplir, ni para informar de los programas. Sirve para que los políticos estén todo el día en televisión, ellos sabrán para qué, todo el santo día lanzando frases grandilocuentes y generalmente de carácter destructivo. La campaña no sirve de nada y el día de reflexión quedó dinamitado para siempre en 2004 cuando El Mundo publicó una entrevista con Mariano Rajoy, entonces candidato primerizo a la Presidencia del Gobierno. Ninguna de las dos cosas sirve hoy para nada.

Como nada de lo que suceda en estas dos semanas en el ámbito de la campaña va a servir para nada (sólo salvaría el debate, para mí una necesidad democrática aunque no termine de entender ni el formato ni la cantidad de absurdeces que es necesario pactar para mantenerlo; ¡se sortea hasta el lado en el que va a estar cada candidato, pardiez!), me atrevo a proponer a nuestros queridos políticos la reforma completa de las campañas electorales. Para empezar, y dado que los partidos políticos son organizaciones que reciben subvenciones de las cuentas públicas en función de sus resultados en las urnas, que ni un solo euro de esas cantidades pueda destinarse a estos mítines, remedos de aquelarres que sólo sirven para afianzar la fe en ellos mismos, tampoco a sus carteles, sus alquileres de recintos y demás parafernalia de campaña. Si quieren decirse a sí mismos lo guapos, listos, altos, fuertes, carismáticos e inigualables que son, que lo hagan en sus cuartos de baño y que se graben con esas cámaras tan tecnológicamente avanzadas que les da un resultado tan profesional como si dependieran de un canal de televisión.

Soy un firme partidario de que el Estado sostenga de alguna manera la estructura de los partidos políticos. Si de ellos tienen que salir nuestros representantes electos, es lógico que el sistema garantice su supervivencia. Su supervivencia, pero no su despilfarro. En serio, ¿de qué sirven los mítines? ¿Quién va a un mitin a escuchar ideas y propuestas? ¿Qué utilidad tiene el dineral que se dedica a estos actos de exaltación del ego? ¿Y por qué en campaña se multiplican hasta el infinito? Si los partidos quieren hacer campaña, están en su derecho. Si creen que con eso pueden conseguir algún voto, tienen mi bendición. Pero que para eso utilicen dinero público, me parece sencillamente un engaño al ciudadano. Y no lo digo por la crisis, no. Lo digo porque lo veo así, siempre lo he visto así. Los partidos políticos, sobre todo los dos mayoritarios, son maquinarias inmensas que tienen recursos de sobra con el dinero de sus afiliados como para hacer esa campaña. Con su dinero. No con el de todos. Los pequeños tienen ahora oportunidades casi igual de ilimitadas (y baratas) gracias a las nuevas tecnologías. ¿Luego por qué hay que sufragar las campañas electorales de los partidos políticos? La gente anda escandalizada de lo que va a costar el debate (yo también), pero me preocupa más esto, porque es más amplio y general.

Ojalá la ansiada reforma de la Ley Electoral llegue algún día. Y ojalá contemple la modificación (por no decir supresión) de la campaña. Mientras eso no suceda, seguiremos metidos en una política banal y torpe, en las que las frases efectistas (que por algún extraño motivo llaman la atención de la prensa con más fuerza que los hechos) tiene más valor que las ideas, en la que el dinero se gasta sin control y sin motivo, en la que prima el político gritón frente al gestor que siempre hace falta en las instituciones.

domingo, octubre 30, 2011

Sonrisas

Un hombre, más o menos joven, se dirige a mí. "Disculpe, por favor", empieza. Me pregunta dónde está la Puerta de Alcalá. Estábamos junto al Museo del Prado y le di las indicaciones para llegar. "¡Muchas gracias!", me contestó. Y yo me sentí contento por haberle podido ayudar. Un par de días más tarde, una mujer, un poco más joven que el hombre anterior, se dirige a mí. "¿Sabes dónde está la Plaza Mayor?". Estábamos en la calle Mayor, así que no tenía más que cruzar la calle y tomar una de las entradas. Se lo digo. "¡Pues sí que está escondida!". Ni gracias ni nada. Casi me da rabia no haberle dado la dirección equivocada.

Una chica joven intenta pararme para informarme sobre algo. Voy  con prisa, no puedo detenerme. Y, aunque ella no lo sabe, me paró unos días atrás. "Bueno, no te preocupes, otro día, muchas gracias", me dice. Días atrás, cuando sí hablé con ella, me encantó la amabilidad que tuvo. Hasta me dijo su nombre. Le di las gracias el primer día por esa amabilidad y me disculpe con ella el segundo por no poder detenerme. Dos calles más adelante, una mujer, más mayor que la chica anterior, se dirige a mí. "¿Una encuesta?". "Lo sient...". Antes de terminar la palabra, ya está mirando hacia otro lado de malos modos. No le suelto un improperio porque, como decía, llevo prisa.

¿Tanto cuesta ir por la vida con una sonrisa? ¿Tanto cuesta ser amable con los demás? Cada día que pasa, aprecio más a la gente que intenta hacer la vida de los demás un poco más luminosa. Aunque sólo sea con una sonrisa.

sábado, octubre 22, 2011

La prensa, tras el comunicado de ETA

Una noticia como la del comunicado en el que ETA anuncia que se acaba el terrorismo, sea o no un anuncio fiable (y eso sólo el tiempo lo dirá), es un caramelo desde el punto de vista periodístico. Hace tiempo, un becario me dijo que le hacía ilusión vivir un momento histórico en la redacción (la anécdota es que unos veinte minutos después de que dijera eso llegó el flash de aquel accidente de helicóptero de Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre, del que ambos salieron prácticamente ilesos pero que en ese momento le hizo pensar a aquel becario aquello de "ten cuidado con lo que deseas"), y el jueves fue un momento de esos que gusta vivir dentro del ajetreo de la profesión. Yo ahora estoy lejos, pero he estado allí. Sé lo que digo. Quien quiere ser periodista siente un gusanillo especial cuando sucede algo trascendente. Porque el comunicado es trascendente y forma ya parte de la historia de España, sea porque en el futuro se confirme ese final del terrorismo, sea porque los criminales quieran seguir actuando contra la democracia. Una noticia siempre da a un periodista oportunidades. Y esta, como demuestran las portada de la prensa de ayer, dio muchas.

Por ejemplo, tenemos la constatación de que en España ni se hace ni se va a hacer nunca más un periodismo cercano a la objetividad. Editorializar desde la portada es algo ya obligatorio. Para bien o para mal. Y en este caso, quienes más han editorializado han sido los periódicos más tendentes a la derecha. El Correo, el mayor periódico vasco expresó (con mayor o menor ingenuidad, según quien lo quiera analizar) el sentir de la gente. Público optó por apelar directamente a la juventud y a las nuevas tecnologías cogiendo el hashtag que se hizo popular en Twitter (#agureta), aunque a mí su diseño me chirría para un periódico y lo veo más cercano a la revista. Clásico que es uno. El País apostó por un titular llamativo con aspiración literaria y datos aséptivos. La suya fue la primera página menos editorializante, menos dependiente de los sentimientos, de toda la prensa española. Es, sin duda, el tipo de periodismo que más me gusta, con el que más cómodo me siento y, por qué no decirlo, el que considero más adecuado siempre pero sobre todo cuando se produce una noticia de este alcance. Muy similar es la apertura de La Vanguardia. Ambos, sintomáticamente, incluyen el comienzo de su editorial en la portada, indicando lo que es y diferenciándolo de la información.

El Mundo y ABC son dos periódicos que ya no saben diferenciar información de opinión, muchos menos información de editorial. Sus titulares buscan dejar bien claro lo que piensan, lo que ellos piensan de una noticia, lo que sus lectores tienen que pensar. Para mí, un camino equivocado. Fundamentelmente, porque confunde a la gente, que pasará a identificar lo que su periódico piensa de una noticia con el hecho en sí mismo. Es, seguramente, lo que se busca, pero yo entiendo que una primera página de un periódico, y menos un titular a cinco columnas, tiene que cumplir con la función informativa en primer lugar. El Mundo no da una noticia. El Mundo dice qué debemos pensar de ella. "ETA alardea de sus asesinatos y emplaza al Gobierno a negociar", dice. No hay un solo comunicado de la banda terrorista en el que no haga exactamente eso. Luego no es esa la noticia. La noticia está en lo demás. No en la retórica del lenguaje de los terroristas, sino en su anuncio. El anuncio, la noticia, es que hablan del fin de la violencia terrorista. Eso es nuevo, es inédito. Es noticia. "ETA ni se disuelve ni entrega las armas", dice ABC. Tampoco comparto que la noticia sea lo que no se hace. La noticia es lo que se hace. Lo que ABC expone en primer lugar es para mí una explicación necesaria a la noticia, pero no la noticia.

ABC, de hecho, es el periódico que más me ha decepcionado con su tratamiento de la noticia, pero sobre todo por las dos portadas que colgó en su página web minutos después de conocerse el comunicado de ETA.


"Zapatero pide un 'compromiso unitario' con ETA tras el 20-N" es el titular más extraño que he leído de la comparecencia del presidente del Gobierno en la tarde del jueves. Parece que quieren decir una cosa que no se atreven a poner en el tiular porque saben que el protagonista no la ha dicho, pero la quieren insinuar de todas formas. La composición de la página una vez producidas las reacciones de todos los dirigentes políticos es aún más clara y reveladora. El presidente del Gobierno es una figura que no tiene importancia para ABC, pues se queda en un recuadrito al mismo nivel que la del candidato del PSOE a la Presidencia en las elecciones qué tendrán lugar dentro de un mes y que el lehendakari. El que importa es Mariano Rajoy. Es el presidente del PP, una figura relevante en el panorama político español, y pocos dudamos de que será el próximo presidente del Gobierno. Pero a día de hoy no tiene ningún cargo institucional. Ninguno. No existe como tal el jefe de la oposición. Pero ABC ya coloca la suya como la voz más importante. Sobra decir quién quiere este periódico que gane las elecciones. Y yo que pensaba que no queríamos hacer política partidista con el terrorismo... Se predica con el ejemplo.

jueves, octubre 20, 2011

Zapatero, tras el comunicado de ETA

Junto a otras en las que sé que hay consenso (porque son negativas y en eso nos unimos todos con mucha facilidad casi siempre), tengo varias opiniones referidas a Zapatero que no son populares ni compartidas por el común de los españoles. No ahondaré aquí en ellas, porque no es el momento ni el lugar. Pero sí hablaré sobre una, sobre la que atañe a la lucha contra el terrorismo. Tengo que decir que desde que he escuchado la noticia, el comunicado de ETA en el que anuncia el fin del terrorismo, en quien pensaba es en él. Por supuesto, siempre que hablamos de terrorismo, pienso en la Policía, en la Guardia Civil, en quien ha sufrido un atentado, una amenaza o una extorsión de estos criminales sin razón de ser. Siempre. Pero hoy pensaba en Zapatero. Siempre he creído que es el presidente del Gobierno de la democracia española que con más ahínco ha trabajado por el final del terrorismo. No por ganar la batalla, no por detener terroristas, sino por el final del terrorismo. Puede parecer lo mismo, pero para mí no lo es. Es parte de la cuestión, pero no el todo. Para que llegara el final del terrorismo tenían que darse muchas condiciones sociales y políticas que sólo deteniendo terroristas no se podían conseguir.

Zapatero puso empeño y se jugó su propio prestigio personal y política. Durante años ha sido objeto de burlas, insultos y vejaciones de todo tipo por este asunto, se le han convocado manifestaciones y se le han hecho centenares de preguntas parlamentarias sobre el tema, ya desde antes de ser presidente del Gobierno, y no vale la pena recordar hoy cómo ni quiénes protagonizaron las campañas contra él, porque todos lo sabemos. Se le ha dicho de todo y él lo ha aguantado estoicamente. Hoy es la crisis económica el motivo central de las críticas y desprecios a Zapatero (estos mucho más argumentados y justificados en buena medida), pero hasta hace nada el principal argumento de acoso y derribo al presidente del Gobierno ha sido ETA. Convendría que no lo olvidáramos, aunque sé que vivimos en un mundo y especialmente en un país en el que la memoria es selectiva y sólo se usa para lo que es conveniente en cada momento y por cada interés particular. Y a pesar de ello, el empeño de Zapatero siempre ha sido el final del terrorismo. Siempre. Nunca llegaré a aplaudirle lo bastante por ello. Creo en el sentido de Estado. Creo en que todo dirigente político con responsabilidad debe tenerlo. Y ejercitarlo. Zapatero, en la lucha contra el terrorismo, siempre lo ha tenido.

Hoy Zapatero ha salido a la sala de prensa de La Moncloa a valorar un comunicado de ETA en el que la banda terrorista anuncia el final de lo que ellos llaman la lucha armada, una noticia sin precedentes y de capital importancia (una de esas, aunque esa es otra historia, que me hacen añorar la redacción en la que tantos años trabajé). No dudo en absoluto de que se han cometido errores en la estrategia a seguir con los terroristas en los años de Gobierno de Zapatero. Pero siempre he creído firmemente en su empeño, que siempre he visto por encima de cualquier voluntad de ganar votos con ello. Hoy Zapatero ha sido generoso y ha reconocido el mérito de todos los presidentes del Gobierno y de todos los ministros del Interior de la democracia. De todos. Eso incluye a gentes que nunca han mostrado la más mínima generosidad hacia él, como José María Aznar, Jaime Mayor Oreja o Mariano Rajoy. Irónicamente, el propio Rajoy ha reconocido, no sé si sin querer o por culpa de ese subconsciente traicionero que todos tenemos, que la estrategia contra Zapatero en estos ocho últimos años se ha basado en falsedades. "Se ha producido sin ningún tipo de concesión política", ha dicho Rajoy de este esperado (y ojalá duradero) fin del terrorismo, contradiciendo lo que en su propio partido se ha dicho hasta ayer mismo.

Sinceramente, y sé, insisto, que no será una opinión popular, creo que Zapatero se merecía una noticia como ésta antes de dejar La Moncloa. Creo que hace justicia con su esfuerzo en esta materia. Con este anuncio arranca un tiempo difícil, en el que siempre va a haber grupos que no van a estar contentos con el desarrollo de los acontecimientos. Pero lo más difícil ya está hecho. Los terroristas han dicho públicamente que se acaban los asesinatos. Los libros de historia recogerán lo que ha sucedido hoy, sobre todo si los hechos de las últimas horas encuentran continuidad en los próximos meses y años. Y esos mismos libros tendrán que recoger, irremediablemente, que el presidente del Gobierno entonces se llamaba José Luis Rodríguez Zapatero. Es lo que siento y así lo digo.

lunes, octubre 17, 2011

"Sin pensamiento no se llega a ninguna parte"

"(El 15-M crece) a través de la emoción, le falta pensamiento. Con emociones solo, sin pensamiento, no se llega a ninguna parte”. Esta es una de las reflexiones que hace el filósofo y sociólogo polaco Zigmunt Bauman en la entrevista que publica hoy el diario El País. Y estoy de acuerdo. Estoy muy de acuerdo. Y, además, es lo que siempre he pensado del 15-M. Han pasado ya cinco meses desde la creación del movimiento y les veo en ese mismo lugar. Con la misma emoción y con el mismo pensamiento. Eso es lo que me preocupaba en principio y es lo que me sigue preocupando. Porque indignado yo también estoy con el funcionamiento de la sociedad que tenemos (yo aún profundizaría más, soy un firme convencido de que si los individuos nos comportáramos como pedimos a los demás que se comporten, no habríamos ganado la batalla pero tendríamos mucho camino recorrido), y la protesta es básica para iniciar la demostración de descontento. Pero este movimiento puede servir para "allanar el terreno para la construcción, más tarde, de otra clase de organización". Eso no está llegando. Eso no parece que pueda llegar por este camino, al menos yo no lo veo.

A la primera afirmación de Baurman yo añado otro matiz. No es que falte pensamiento. Pensamiento hay mucho, y se plasma en los cientos de pancartas que hay en cada manifestación de protesta que se produce. Pero no hay un pensamiento grupal, no hay algo (positivo, objetos de indignación hay muchos y muy compartidos) que pueda decirse que una a todos los que forman parte de este movimiento, no hay tronco común que pueda, como dice Bauman, dar pie a una organización diferente, a una evolución natural de la protesta. El hecho es que cada uno defiende unas ideas y propone formas de ejecutarlas que pueden chocar y de hecho chocan frontalmente con lo que piensa la persona que está al lado. La indignación une, la emoción une. Esa parte es la sencilla. De hecho, me parece tan sencilla que lo asombroso es que no haya explotado hasta este año. Bueno, asombroso no. Ha explotado cuando mucha gente individual ha dicho basta, cuando su situación personal (que no la social, que no la del sistema) se ha vuelto insostenible. Ese egoísmo (y utilizo el término sin ninguna connotación negativa) es lo que siempre me hace dudar de este tipo de movimientos y protestas. Porque, al final, tengo la sensación de que muchos de los que han salido a la calle no lo hubieran hecho si la situación de su economía personal fuera holgada, desahogada u opulenta. Como ha venido sucediendo durante mucho tiempo.

Ojalá el 15-M, o cualquier otro movimiento que tomara su lugar en el futuro, consiga esos dos logros. Por un lado, que el pensamiento dote de contenido duradero a la emoción. Por otro, que la ética que pedimos para las clases dirigentes (de todo tipo) presidiera igualmente los comportamientos de todos los individuos que protestan. Sigo convencido de que esas dos cosas, hoy por hoy, no las tenemos sobre la mesa. Y sigo deseando que alguien las introduzca en el debate, que triunfen, que se expandan de forma imparable. Y ahí, al menos en la segunda de las premisas y por paradójico que pueda parecer, creo que tiene mucho más que decir el individuo que el colectivo. Creo que todo funcionaría mejor si tanta gente no asumiera como hechos irrefutables que la felicidad personal se alcanza trabajando lo menos posible, logrando el mayor beneficio personal sin que importen los demás y sin tener en cuenta el daño o el beneficio que podemos hacer a los demás con nuestras decisiones. Si los políticos y los banqueros fueran los únicos en salirse de esa norma, estarían más acorralados por la razón de lo que lo están hoy en día. Pero no lo son, como tampoco son los únicos que actúan sin pensamiento. Desgraciadamente, no lo son.

miércoles, octubre 12, 2011

El peligroso periodismo que le gusta al PP

Gracias a apasionantes debates, sé que mi creencia de que la derecha domina la información en este país no la comparte todo el mundo (aunque fue desde los medios de derechas desde donde se montó la única conspiración que ha habido en este país, con o sin razón, para sacar a un presidente del Gobierno, a Felipe González). Sin embargo, es algo de lo que sigo convencido. Y más aún. Entiendo que la derecha, reflejado a través del PP, maneja un peligroso modelo de periodismo que me asusta bastante. Sé que todos los que llegan al poder colocan a los suyos en los medios de comunicación. Sé que todos intentan que sus afines les hagan propaganda. Sé que las llamadas se hacen a quien se puede influenciar. Pero, aún así, creo que hay mucho menos pudor en las filas del PP, y hay muchos casos que lo evidencian. El de Ana Pastor es de libro. María Dolores de Cospedal se enfrentó a ella en directo. El portavoz del PP en la Comisión de Control de RTVE, Ramón Moreno, ya insinuó su despido hace unos meses en cuanto ellos llegaran al poder. Y ahora el secretario de Presidencia de las Cortes Valencias, Ángel Minguez, disfruta haciendo chistes a costa de ese mismo despido después de las elecciones del 20-N.

Aquí hay un claro aviso a navegantes. El que no se pliegue a las exigencias del poder, se va a la calle. Por supuesto, nadie lo dirá abiertamente, nadie pondrá rostro a una amenaza así, pero es evidente lo que va a suceder después de las elecciones generales del próximo mes si hay un cambio de Gobierno (como si alguien lo dudara ya a estas alturas...). Y RTVE va a salir perdiendo. Muchísimo. Manipulación hay en todos los medios públicos, pero los ejemplos más sonados, más rastreros y más evidentes se dan con el PP en el poder. No hará falta recordar otra vez (o quizá sí) que la única condena por manipulación a los servicios informativos del Ente Público llegó con José María Aznar en La Moncloa y Alfredo Urdaci como director de Informativos (con aquel vergonzoso "ce, ce, o, o"). En Telemadrid, entre otras cosas, se colocan anagramas de ETA sobre los rostros del presidente del Gobierno y del ministro del Interior. En Canal 9 no se informó nunca del caso Gürtel. Y una de las primeras decisiones de Cospedal cuando se convirtió en presidenta autonómica, decisión en la que no hay crisis ni recorte posible, fue colocar a Ignacio Villa al frente de la Televisión de Castilla-La Mancha.

En mi experiencia profesional, las llamadas que recibí (o que recibieron por encima de mí para que me las hicieran llegar) fueron siempre desde las esferas de poder del PP. No fueron muchas, pero todas y cada una de ellas tenían como origen un responsable de prensa de algún lugar gobernado por los populares. Ya es casualidad. Cuando yo aterricé en la redacción, quienes llevaban allí un tiempo me contaron que fue espectacular el incremento de faxes (sí, amigos, en una época no tan lejana la comunicación de documentos se hacía vía fax) cuando el PP llegó al Gobierno central en 1996, porque no hay mejor propaganda que el bombardeo constante. Cuando cojo el transporte público en Madrid no dejo de ver carteles que me dicen que el Metro vuela o que somos la suma de todos, pero eso sucede (y se paga con dinero público) cuando hay recortes en la enseñanza. La publicidad, la propaganda y la información no decae, pase lo que pase en el mundo. Eso que no falte. Y lo que no caerá son los elevadísimos sueldos de quienes controlan la televisión pública, porque hay que tener contentos a quienes dirigen este cotarro.

Por supuesto, el PP tendría mucho que decir en este asunto. Y lo dirá, no me cabe duda. Lo dirá con hechos en cuanto llegue a La Moncloa. RTVE va a cambiar. Y mucho. Y puede que entonces algunos añoren la época que estamos viviendo, en la que, por mucho que se empeñen desde el PP con continuas denuncias, algunas rocambolescas, la televisión pública estatal vive los momentos de mayor libertad de su historia. Eso va a cambiar. Me produce cierta lástima que la profesión no sea una ante ataques como éstos. Parece que hay que ser de izquierdas para censurar a un dirigente popular que se mofa en público de que su partido va a echar a una periodista de la televisión pública porque no comulga con sus intereses o sus opiniones (¿no dice esa Constitución que tanto defienden que tenemos derecho a "expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones"? ¿Que el ejercicio de ese derecho "no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa"?). Siento una enorme sensación de desamparo, siento que el periodismo está plegado al poder, siento que hay demasiados profesionales que aceptan estas cláusulas como para que protestar sirva de algo. Pero seguiré protestando. Porque creo en lo que digo y en lo que pienso. Y pienso que, cuando tiene el poder, el PP pone en peligro el ejercicio del periodismo libre.

viernes, octubre 07, 2011

Sueldos públicos

Desde mis limitadísimos conocimientos sobre economía, siempre he pensado que el principal problema de España, quizá de todo el mundo pero sobre todo de España, estaba en los sueldos. Siempre me ha parecido insostenible que personas que han dedicado cinco, seis o diez años de su vida a formarse más allá de la educación obligatoria cobren sueldos que no llegan, a veces ni se acercan, a los mil euros. Porque entonces no compensa tanto trabajo. Y eso lo pensaba ya hace años, así que imaginad lo que tengo en mente ahora con la que está cayendo, con el encarecimiento del coste de la vida, la subida anual del en los precios (ah, y el euro, que no se me olvide el redondeo del euro) y los despidos masivos que las grandes empresas están acometiendo para mantener sus beneficios. Pero esto de los sueldos llega a extremos indignantes cuando hablamos de personas que trabajan para entidades públicas. Hemos llegado a un punto en el que hay cierta obsesión, justificada, por conocer cuánto gana y cuánto tiene cada político de este país, y de ahí que en los últimos tiempos se hayan conocido sueldos de diputados, senadores y gobernantes autonómicos.

La cosa se agrava aún más leyendo noticias como ésta, en la que se dan a conocer, aunque no de forma pública y sí mediante una filtración, los sueldos de los dirigentes de una televisión autonómica, Telemadrid en este caso. Esta noticia da una base documental a lo que para mí viene siendo evidente desde hace mucho tiempo, y es que hay gente que gana un dinero que 1) no se merece y 2) no debería permitirse en un Estado de Derecho. No hay derecho a que el director de una televisión autonómica, designado a dedo por un presidente autonómico, gane más dinero que ese presidente autonómico. Simplemente, no hay derecho. Cuando digo que no se lo merece, no pretendo infravalorar la dedicación, el trabajo y la responsabilidad de alguien que dirige una televisión, pero sí entiendo que el sector público está obligado a regirse por unas premisas que en España no se cumplen. Telemadrid es el perfecto ejemplo de actualidad. ¿Que no les gusta? Ahí está el sector privado. Pero el público necesita de otras normas para regirse.

Cuando la sociedad no es capaz de autoregularse, es cuando creo que deben actuar las instituciones. Eso incluye también a la clase política y a quienes depende de ella. Y si la clase política no es capaz de regularse tampoco, es cuando los ciudadanos tenemos que exigir más. Cada vez estoy más convencido de que en España tendría que haber una ley que regulara los sueldos de cargos públicos, incluyendo los de empresas públicas. En la esfera política, no es posible que un presidente autonómico gane más que el presidente del Gobierno, porque nadie tiene más responsabilidad que quien ocupa el puesto de jefe del Ejecutivo. No es posible que un consejero autonómico o un diputado general gane más que un ministro, es cuestión de rango y responsabilidad. Quizá sea el momento de elaborar tablar que coloquen a cada uno en su sitio. Y eso tendría que incluir a quienes trabajan para organismos públicos, como son las televisiones, sea RTVE o las autonómicas, y sobre todo a quienes ocupan un cargo de designación política.

Es evidente que es una utopía, de esa que son realizables pero no en la coyuntura actual. Cuando la regulación de los políticos depende de ellos mismos, la experiencia dice que no se va a cambiar nada que pueda limitar sus beneficios. El único acuerdo unánime que solía haber en el Congreso, al comienzo de cada legislatura, era la aprobación de la subida salarial de los diputados, con lo que menos aún se van a poner los dirigentes autonómicos a recortar los beneficios de quien colocan precisamente para que se hable bien de ellos en sus televisiones. Lo que está claro es que la única forma de conseguir algo es insistir en ello. Y yo, desde luego, tengo claro que hay que seguir insistiendo en que la gente tiene que cobrar un sueldo que le permita vivir (sin necesidad de lujos, pero vivir, porque eso es lo que le permitirá trabajar a pleno rendimiento) y que es denigrante que no haya un mayor control sobre las grandes fortunas (que eso es lo que cobran los altos cargos en comparación con el sueldo medio) que dependen de la designación política. Regulación ya.

martes, octubre 04, 2011

Incultura

Me contaban ayer una anécdota de lo más ilustrativa. Se acerca una persona a un establecimiento que vende de todo, incluyendo películas en DVD. Dicha persona se acerca a una dependienta. Le pregunta si tienen Casablanca, porque, claro, es una película como para tener en una videoteca que se precie. La dependienta la pregunta si se escribe Casablanca junto o separado. Real como la vida misma y una anécdota que explica claramente la incultura que preside nuestras sociedades. No pretendo atacar a quien ignora el título de una de las películas más famosas de la historia del cine, no, porque nadie tiene el conocimiento absoluto, ni siquiera en temas que para otros puedan ser de lo más cotidiano o indispensable. Lo que me preocupa, lo que me inquieta y lo que en último término censuro es la falta de interés, la ausencia de inquietudes, el no tener preocupación por el mundo que nos rodea.

Está claro que no se puede saber de todo en esta vida, pero me asusta el mundo en el que vivo. Me asusta que la gente joven no sea consciente de cuándo fue el golpe de Estado del 23-F, algo que quedó de manifiesto en varios reportajes que se emitieron coincidiendo con su 30º aniversario. Me asusta que la gente no conozca los títulos más famosos de la cultura universal. no digo haberlos visto, escuchado o leído, digo siquiera conocerlos. Me asusta ver concursos en la televisión y que la gente exhiba sin pudor alguno su ignorancia. Pero no, insisto, por la ignorancia en sí, sino por la falta de interés o por pronunciar sentencias equivocadísimas con el convencimiento de estar diciendo lo más normal del mundo. Acabo de ver a un hombre medianamente joven diciendo que le suena que hay una película de King Kong en blanco y negro que debe de ser de los años 50. Seguro que se refiere a la de 1933. Seguro que sí. Son unos 20 años de diferencia, un lapso de tiempo que aplicado a su vida y a tenor de su edad aparente le colocan, como poco, en sus años de instituto. Ya es tiempo como para que importe.

Me pregunto por qué tenemos tan poco apego a la cultura, no ya para admirarla sino siquiera para conocerla y respetarla. No es cuestión de saberlo todo. Es cuestión de interés. Y de eso no andamos sobrados, ya lo creo que no. Y me asusta.

jueves, septiembre 29, 2011

La nómina de Esperanza Aguirre y todo lo que va mal

Tengo que darle las gracias a Esperanza Aguirre y a su nómina. Sí, como lo leéis. A Esperanza Aguirre y a su nómina. Sí, soy yo, el mismo que desde siempre se ha mostrado tan crítico con la presidenta de la Comunidad de Madrid por tantas cuestiones. Pero al César lo que es del César, a la lideresa lo que es de la lideresa, y es que Esperanza Aguirre y su nómina, así como quien no quiere la cosa, me acaban de demostrar todo lo que no funciona en la política y en el periodismo de este excelso país que es España. Pero todo. Qué anécdota tan completa para reflexionar sobre el país en el que vivimos. Veréis. La cosa empieza hace un año, cuando Aguirre anuncia que se va a bajar el sueldo. A ella misma y a todos sus consejeros. Estamos en crisis y hay que ahorrar, dice. Esto, por supuesto, lo anuncia a bombo y platillo, como está mandado. Pasa el tiempo, y diputados y senadores hacen público su patrimonio, incluyendo sus salarios, como medida de transparencia, en unos días en que la política y los políticos se ven asediados por acusaciones precisamente de falta de transparencia. La noticia es quien gana más, quién tiene más dinero. Lo de siempre.

Pero alguien piensa que puede tener una noticia de verdad, no un chascarrillo de corto recorrido. Como hay senadores que son diputados autonómicos al mismo tiempo, El País contrasta el sueldo que declara Francisco Granados y no coincide con lo que anunció Esperanza Aguirre. Según los datos por el lado del Senado gana más que por las cifras de la Comunidad de Madrid. Se investiga y se encuentra otra partida de la que cobran los dirigentes madrileños. No está en su nómina. Pero es legal. Al día siguiente de publicarse esta información, sale Esperanza Aguirre y muestra en público su nómina como respuesta a esa noticia. El País mantiene su versión pese a la escenografía de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la mayoría de los medios asume como cierta sin más preámbulos la explicación de la dirigente política. Y así llegamos al día de hoy, en este momento de la noche, y después de haber leído unas cuantas noticias sobre el tema. ¿Conclusión? No me he enterado de nada. Así de triste. No sé si Esperanza Aguirre gana ahora más o menos que antes de bajarse el sueldo. No sé si me ha tomado el pelo en público o si dice la verdad. No lo sé. No tengo ni idea. Sólo sé que me queda plenamente demostrado todo lo que va mal en este país.

Va mal que un político presuma en una rueda de prensa de algo que el ciudadano no sabe si es verdad, salvo que realice una ingente labor de investigación. Va mal que los propios políticos articulen formas truculentas para sacar tajada y que lo hagan de forma legal, por muy poco ético que sí sea. Va mal que los periodistas hayamos quedado como simples grabadoras, que repitamos como loros lo que dicen los políticos, olvidando las imprescindibles tareas de contrastar y de valorar la importancia de lo que dicen. Va mal que un político pueda tener la desfachatez de engañar a la gente en público. Va mal que, incluso aportando datos, un lector medio tenga que hacer un máster para entender lo que dice una información periodística. Va mal que en las ruedas de prensa no haya periodistas que repliquen a un político cuando tienen el absoluto convencimiento de que está diciendo una mentira. Va mal que un medio de comunicación omita una verdad por el hecho de que la haya publicado otro medio de comunicación. Va mal que las noticias tengan la misma y escasa importancia que las anécdotas. Va mal los medios busquen las noticias en función del daño que pueden hacer a su protagonista únicamente en función de las siglas políticas que representa. Va mal que, habiendo o sin haber noticias sobre este asunto, los ciudadanos no puedan saber cuánto cobran sus representantes electos. La política va mal. El periodismo va mal.

Todo eso lo he comprobado con Esperanza Aguirre y su nómina. Qué cosas.

martes, septiembre 27, 2011

Escándalo en RTVE. ¿Y por qué tanto escándalo...?

Días convulsos en torno a RTVE. El escándalo que se ha montado en torno a la pretensión de los miembros del Consejo de Administración del Ente Público de garantizarse la posibilidad del acceso y control previo de la información está más que justificado. Nunca se aclarará este asunto del todo, de eso estoy convencido, porque nadie se ha hecho responsable. Ni los consejeros, que se retractaron, dejando el asunto en una polémica de las que pronto se olvidan. Ni el PP, que negó todo conocimiento del hecho a pesar del voto todos a uno de sus designados en favor de la iniciativa que presentaron. Ni el resto de los partidos y sindicatos cuyos miembros decidieron abstenerse en la primera votación de este asunto. Nadie sabe nada, nadie dice nada. Casi nadie dimite, porque sí hay un consejero que ha decidido marcharse, el designado por parte de CC OO (qué fina ironía tiene la historia reciente de la la manipulación informativa en RTVE; estoy seguro de que Alfredo Urdaci estaría de acuerdo conmigo viendo que esta sigla es la única de la que se ha hablado tras el escándalo).

El caso es que hay alguna cuestión que no se ha tocado demasiado con respecto a este asunto. Sí ha habido muchas respuestas dignas. Todo el mundo, desde la política y desde el periodismo, se ha posicionado en contra de la censura. Todo el mundo ha pedido cerrar la puerta que se abría con esta decisión afortunadamente no consumada por la marcha atrás de sus autores. ¿Pero entonces por qué votaron a favor de la iniciativa los consejeros del PP (los que la presentaron) y el de CiU? ¿Por qué se abstuvieron los de PSOE, ERC y CC OO? No puede ser considerado sólo como un error y aquí paz y después gloria. La idea tenía una razón de ser ¿Cuál? Que la digan. Porque no me termino de creer que tuviera un buen fin y que, ingenuamente, no tuvieran en cuenta la posibilidad de que se desatara semejante escándalo. Y ya que estamos. ¿Por qué no se destaca como merece y ya parece haberse olvidado de dónde salió la propuesta? De los consejeros del PP. Con el PP en el Gobierno, los Informativos de TVE, los de Alfredo Urdaci (¿veis lo que decía de la ironía?) recibieron su primera y única condena por manipulación. Unamos cabos. Que igual es verdad eso que dicen de que las coincidencias no existen.

Pero dicho esto, tengo que reconocer que me ha causado cierto estupor el escándalo que se ha montado. Vale que RTVE es el único medio que hoy en día se puede considerar medianamente neutro (a pesar de lo que diga, oh, sorpresa, precisamente el PP), ¿pero acaso no estamos acostumbrados a burdos y probados ejemplos de manipulación informativa? ¿No hemos visto ejemplos sobrados de censura política previa como la que podría haberse producido en RTVE con esta puerta abierta? Telemadrid ha montado vídeos de actos públicos de Esperanza Aguirre para hacer como que las protestas y abucheos no existieran. Canal 9 jamás informó del caso Gürtel. Son sólo dos ejemplos de los muchísimos que se producen día tras día, especialmente en los medios públicos, concretamente en los autonómicos. Es lo mismo que podría suceder en RTVE de haberse aprobado esta medida. Exactamente lo mismo. Y todo lo anterior se pasa por alto. Bueno, no es que se pase por alto, es que nos rasgamos las vestiduras de vez en cuando durante cinto minutos y luego continuamos hasta la siguiente polémica. Y es aburrido estar así, la verdad.

Si hablamos de libertad e independencia, RTVE ha sufrido una inmensa mejora desde que el PSOE llegó al poder en 2004. Creo que eso es bastante innegable, y no tiene nada que ver con una visión política del asunto. Aunque el que se hace hoy en día en todas partes, también en RTVE, no sea el tipo de periodismo en el que creo, ahora los tiempos están repartidos con más justicia. No existe el ataque gratuito al contrario que había antes. Temo por lo que pueda quedar de todo esto a partir de las elecciones del 20-N, porque una mayoría absoluta, un nombramiento imposible de contestar desde la minoría parlamentaria, y el regreso de actitudes que nunca desaparecerán, sólo cambiarán de ámbito de poder, podría llevarse por delante el trabajo de años. Habrá que estar atentos a los bailes de nombres que, no me cabe la menor duda, vamos a ver ya desde el tramo final de este 2011. Muy atentos.

miércoles, septiembre 21, 2011

Política y merchandising

Olvidémonos por un momento de las siglas electorales, de las marcas publicitarias y de las ideologías de cada uno. Olvidémonos de todas esas cosas porque, de lo contrario, la pregunta que me ronda la cabeza perderá todo sentido y encontrará respuestas tan apasionadas como inservibles. ¿Olvidado? Perfecto. Pues allá va la duda que me corroe: ¿cómo es posible que un tipo que está a punto de ser presidente del Gobierno presente un libro con sus memorias? La respuesta es sencilla, ya lo sé. El libro es propaganda electoral, un producto de merchandising. Y bien por Mariano Rajoy y por Planeta, que ganarán dinero por lo que seguro que se aproxima más a un programa electoral contado con chascarillos y anécdotas de la vida de un candidato que a un libro de memorias con lo más importante de una vida. Y no estoy minusvalorando la figura de Rajoy, no (recordad, nos hemos olvidado de muchas cosas antes de empezar esta conversación). Ni siquiera su experiencia en diferentes cargos gubernamentales. Simplemente es que Rajoy, como persona pública, jamás va a ocupar un puesto más importante que el de presidente del Gobierno. Y eso no forma parte del libro porque hasta el 20-N no va a poder presumir de ello.

Hace algunos años, en 2002, leí con muchísimo interés una colección de cuatro libros que editó El Mundo para celebrar el 25 aniversario de la democracia, con el relato y las entrevistas que Victoria Prego hizo a los cuatro presidentes del Gobierno que, hasta entonces, habían pasado por La Moncloa. Olvidado todo lo que decía al principio, los cuatro libros tenían un gran interés, porque eran un repaso de la historia más reciente de España. Había consideraciones generales, había ideas políticas, había argumentos a favor de las decisiones tomadas ejerciendo el poder que da ser el jefe del Ejecutivo. Incluso el de Aznar tenía interés en ese sentido, porque acumulaba ya más de una legislatura completa como presidente, aunque con el final que tuvo el libro quede incompleto. Si saliera ahora un libro sobre Zapatero, tendría ese mismo atractivo. ¿Pero qué interés intelectual o político se puede tener en leer unas memorias de alguien que en breve va a ejercer la posición más influyente, poderosa e importante de su vida? Es como leer la biografía de un cantante de 20 años. De un futbolista de 18. De un actor de 32. Productos de merchandising. ¿Eso es la política ya para nosotros? ¿Simple merchandising? Preguntas retóricas de muy fácil contestación. Y luego nos asombramos del desapego a la política y a los políticos.

viernes, septiembre 16, 2011

Policías

Anonymous ha publicado en Internet datos de 30 agentes de policías adscritos al servicio de escolta de Presidencia del Gobierno, con el evidente riesgo que supone para su vida y para su profesión que se pueda conocer su identidad. Los enfrentamientos en que acabaron algunas manifestaciones del 15-M provocaron numerosas y contundentes críticas hacia la Policía. Se hablaba de brutalidad policial y de actuaciones desmedidas, se evocaba a los grises (me vais a disculpar la interrupción asombrada, pero ¡como si la actual situación política tuviera que ver con aquella!) e incluso, en las opiniones más extremistas, a regímenes totalitarios y fascistas. Hace unas cuantas fechas recuerdo que en el barrio madrileño de Lavapiés también hubo enfrentamientos con la Policía, en los que llegaron a pedir (en serio) que se marcharan del barrio. Seguro que me estoy dejando muchos ejemplos, pero creo que estos son suficientes para dejar clara la animadversión creciente que mucha gente tiene hacia la Policía. Y es algo que no sólo me llama la atención, sino que también me preocupa.

No seré yo quien niegue las acusaciones concretas que puedan hacerse. Pero sí me voy a atrever a negar la mayor y a rechazar el tópico. Da la sensación de que mucha gente se queda la mar de contenta apostando por la generalización, presumiendo de que cuando ve un policía cruza de acera por si acaso, difundiendo que la culpa de todo enfrentamiento con las fuerzas de seguridad es sólo por su culpa, entendiendo los comportamientos negligentes de uno, dos o cuantos policías sean a todo un cuerpo, a toda una profesión. Me llama la atención, sí. ¿Sabéis por qué? Porque los policías son personas. Como yo. Como tú que estás leyendo estas líneas. Y los hay que son unos auténticos cafres y los hay que derrochan profesionalidad y buena educación. Como en mi profesión. Como en la tuya. Funcionarios, periodistas, médicos, informáticos, telefonistas, barrenderos, mecánicos... En todas partes hay grandes trabajadores y grandes impresentables. Es evidente que un policía tiene un poder que no tienen otros profesionales. ¿Pero no se puede pensar eso de los médicos? ¿O de los jueces? ¿O de cualquier otra profesión que tenga nuestras vidas o nuestros derechos sobre la mesa?

¿Por qué parece que a algunos colectivos les interesa tanto difundir una imagen tan negativa de la Policía? O, quizá, habría que decir en algunos momentos. Quiero decir que todos nos alegramos de que la Policía esté de nuestro lado cuando nos toca vivir una tragedia en nuestras vidas con un delito de fondo. Ante un asesinato, un robo, una violación o lo que sea. Ahí sí nos quejamos de que no hay suficiente policía. También les felicitamos ante cualquier operación antiterrorista o cuando nos enteramos de que los delitos bajaron un 6 por ciento en 2010. Pero qué bien parece venir un policía cuando hay que buscar un malo, un chivo expiatorio, un argumento con el que reforzar nuestras posiciones, sean las que sean. Habrá un policía concreto que sea un cabrón. Ese que da palos en las manifestaciones sin justificación alguna y que lo disfruta. Uno. Dos. Los que sean. Pero no son todos. Habrá un mando policial que sea un cafre y dé ordenes abusivas. O dos. O los que queráis. ¿Todos? Lo dudo. Pero parece que generalizar no importa cuando uno le viene bien esa generalización.

¿Cómo os sentaría a vosotros que se generalizara de forma despectiva e insultante hacia todos los que formáis parte de una profesión? A mí no me gustan las generalizaciones. Nunca me han gustado. En el caso de la Policía, reconozco que me parece una generalización preocupante. Igual vuelvo a ser un facha por decirlo. Pero es que los policías son también personas. Conozco a algunos. Y, qué queréis que os diga, son gente fabulosa. No son de los que irían por ahí dando porrazos a chavales inocentes sólo porque les apetezca. De hecho, me han contado cosas muy diferentes a las que más difusión han obtenido por la red. Cosas que contradicen esa visión fascista y violenta de lo que siguen siendo los cuerpos de seguridad del Estado. Me viene a la cabeza una imagen, de esas que alumbran esperanza aunque luego no sean para tanto. Cuando Miguel Ángel Blanco estaba secuestrado, recuerdo a agentes de la Ertzaintza quitándose los casos, las máscaras y los pasamontañas. Recuerdo que la gente les abrazaba. Recuerdo que me pareció una de las cosas más bonitas e inspiradoras de aquellos días.

Y ahora la Policía vuelve a ser el malo de la película. Para mí, no. Un policía, vale. La Policía, no. Y me parece preocupante que las masas vean admisibles todo tipo de ataques, algunos delictivos como el de Anonymous, contra quienes se supone que tienen que velar por nuestra seguridad. Preocupante y peligroso.

domingo, septiembre 11, 2011

Me gusta pensar que siguen ahí

No importa cuántos años pasen, y ya van diez. A mí me sigue gustando pensar que están ahí. Que siguen ahí. Que las Torres Gemelas no se cayeron nunca. Las he visto miles de veces en películas y en fotografías. Y siguen ahí. No se han ido. No creo que se vayan nunca de mi cabeza. Me recuerdo viendo cómo caían. No me lo creía, no lo asimilaba, pero lo vi. Han pasado diez años de aquello. Diez. Toda una vida. Muchas vidas. Las que se fueron y las que cambiaron. Pero yo sigo pensando a menudo que están todavía ahí. ¿Cómo puede existir Nueva York sin las Torres Gemelas? ¿Cómo pueden haber dejado las Torres Gemelas Nueva York? No, no pueden. El King Kong de los 70 sigue saltando entre ambos colosos de hierro. Superman sigue sobrevolando esas dos altas cumbres. El Nueva York de Woody Allen o el de Paul Auster está incompleto.

Me gusta, me gusta pensar que siguen ahí. Como esas cosas que a veces salen del camino de una vida, que dejan un rastro de melancolía, las que uno siempre desearía que estuvieran ahí pero que no estarán más. ¿Cómo no van a estar ahí? Miradlas en la foto. Majestuosas. Por encima de las nubes. Como cuando uno sueña con lo inalcanzable.

viernes, septiembre 09, 2011

Principios

En uno de esos arranques de genialidad que llenan páginas y páginas de frases célebres, Groucho Marx dijo en una ocasión: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". Parece una frase cómica, una pincelada del humor irónico y algo cínico del que siempre hacía gala Groucho, el único hermano Marx que de verdad me hacía reír siempre. Pero en realidad no es un chiste. Ojalá lo fuera, pero no lo es. Es una realidad. Una triste realidad. Vivimos en un mundo en el que los principios son de quita y pon. Valen unos y los contrarios. No importa lo alto que se grite una proclama, la vehemencia con la que se acorrale a quien piensa lo contrario, los límites que uno está dispuesto a traspasar en defensa del lema de una pancarta, que el comportamiento de ese mismo sujeto tan aparentemente convencido de lo que hace seguramente irá en contradicción con sus ardientes palabras. Y me da pena. Me da mucha pena. Siempre he creído en los principios, siempre he creído en la palabra. Y siempre defenderé a quien actúa por lo que cree, aunque mi pensamiento sea el contrario. Pero cada vez tienen menos valor porque vivimos en una sociedad que se empeña en despreciar los principios.

No importa con cuanta fuerza pidas que se no se vote a los políticos de turno, que en las siguientes elecciones se batirá el récord de participación. Si proclamas a gritos que hay que cuidar el medio ambiente, lo más probable es que tengas en el garaje de tu casa dos coches y que recicle el vecino porque es un coñazo tener tres cubos de basura en casa. Cuando exiges a alguien que haga su trabajo para no complicarte la vida, seguro que te estás olvidando de todas las veces que tú mismo no has cumplido tu cometido con la eficacia que le exiges a los demás. Es injusto que haya tanto joven sin poder acceder a una casa, pero mi segunda residencia que no me la quite nadie. Racista no soy, pero los moros esos de la calle de al lado podían irse a su país. Soy de derechas, pero me lo callo. Soy de izquierdas, pero reniego de ello. ¿Los bancos? Unos ladrones contra los que está moralmente permitida cualquier acción, pero por supuesto que me presten unos cuantos kilos para comprar mi chalecito. Tomemos el espacio público, pero que se callen a partir de las doce de la noche que tengo que dormir. ¡Hay que acabar con los empresarios explotadores! Pero firmo un contrato que no contempla las horas extras por el que percibo poco más de 800 euros a final de mes.

Al final, la conclusión es que no sirve de nada tener principios. La sociedad lo penaliza, los individuos lo castigan. Lo que funciona es no ser competente en el trabajo. No tener ideales que sean acordes con el comportamiento. Decir una cosa pensando en el qué dirán, en la imagen, en lo políticamente correcto y después hacer lo que uno realmente quiera. Mis principios, que queden claros desde el principio. Pero si no gustan, siempre habrá otros con los que uno quede mejor ante otras personas. Qué pena.