jueves, enero 24, 2013

Dar la cara es vital

Hace no mucho leí que el Gobierno pedía ideas para regenerar la labor del político y que ésta fuera mejor recibida entre la ciudadanía. ¿Queréis una? Dad la cara. Es vital. Y lo de hoy, la mayor de la cobardías democráticas. El mismo día en el que la Encuesta de Población Activa bate un récord histórico, negativo, por supuesto, y coloca a España al borde de los seis millones de parados (cifra que no se ha alcanzado por la cantidad de gente que, desesperada, ha dejado de buscar trabajo o se ha ido al extranjeros en busca de una vida que España no le puede dar), sólo ha comparecido un miembro del Gobierno. Ha sido, y una emisora de radio, la Cadena SER, el ministro de Agricultura y no sé qué más porque en el fondo me da igual la nominación, Miguel Arias Cañete. ¿Y sabéis lo que ha dicho? Que la reforma laboral ya está dando sus primeros frutos, que se está deteniendo la destrucción de empleo.

Mariano Rajoy es el presidente del Gobierno que no dudó en buscar votos para serlo fotografiándose en una oficina del INEM con cara compungida. El mismo que dijo, en grandes titulares a cinco columnas, que cuando él gobernara el paro bajaría. No es que importan ya las promesas del Gobierno que más ha incumplido en toda la historia de la democracia, y eso que sólo lleva un año. Pero, al menos, hay que exigir que dé la cara. No lo ha hecho nunca, y hay ejemplos señalados, pero igual ya va siendo tiempo de que lo haga, que para eso consideró el problema del paro como la prioridad de su mandato cuando le sirvió para que muchos creyeran que el "cambio" era imprescindible para que el empleo creciera. Como soy poco exigente, me habría conformado con que apareciera la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, esa desaparecida mujer que no está para valorar los datos de desempleo ni tampoco para ir a las cumbres sobre la materia que se celebran en Bruselas. Me pregunto entonces para que está, pero recordando su récord publicado en Twitter en un juego de bolitas igual ya tengo la respuesta.

El hecho de que el ministro de Agricultura sea la única voz del Consejo de Ministros en respuesta inmediata a estos datos es una tomadura de pelo que se explica por sí sola. "Conscientes de que es una cifra preocupante, que habíamos anticipado, hemos hecho las reformas para que 2013 sea un año mejor pese a todos los augurios", dijo Cañete. Bla, bla, bla de argumentario tóxico que se rebate en dos pinceladas. La primera: Federico Jiménez Latorre, secretario de Estado de Empleo y encargado del marrón de valorar los datos de hoy a falta de un presidente, vicepresidenta o ministro que se gane el jugoso sueldo que cobra, aseguró que "hasta finales de este año o principios de 2014 (...) no es esperable que aumente el empleo", lo que dificulta que, como dice Cañete, 2013 sea un año mejor. La segunda: "Espero que no", dijo la ministra de Empleo, Fátima Báñez, cuando al aprobar la ya mencionada reforma laboral le preguntaron si sería la ministra de los seis millones de parados, eso que Cañete dice que su Gobienro ya anticipaba.

Rajoy y sus ministros no es ya que no arreglen un problema que, espero que ya nos hayamos dado cuenta todos, no saben cómo arreglar sin la ayuda de la divina providencia. Pero es que ni dan la cara en este asuntillo de nada que es el paro en España. Bienvenidos a otro de los inmensos beneficios de la mayoría absoluta, que empiezo a pensar que tendría que estar prohibida por Ley.

miércoles, enero 16, 2013

Entrevistas comerciales, Tarantino desencadenado

Voy a caer en una de las miles de trampas que parece poner el mundo del espectáculo para que hablemos de sus productos. Quentin Tarantino está a punto de estrenar en España su última película, Django desencadenado. Y como parte de la promoción para ésta, la distribuidora organiza entrevistas con su director y sus actores. Bienvenidos al show. No me detendré ahora en el escaso valor que tienen estas entrevistas en las que siempre se vende la mejor película de la historia (un consejo: para saber lo que piensan de verdad los protagonistas de la producción de un filme, comprad el DVD, Blu-Ray o lo que venga después con la edición conmemorativa del décimo o vigésimo aniversario, porque ahí, cuando ya sean todos multimillonarios, suelen contar la verdad), sino en la actitud con la que se encaran. Y para ello, Quentin Tarantino desencadenado (lo siento, en inglés y sin subtítulos).

Sólo con ver el vídeo, incluso sin haber entendido nada, veréis que es obvio que el viejo Quentin está muy mosqueado. Os resumo la secuencia. El entrevistador le pregunta por la violencia en sus películas y la relación con la vida real. Y Tarantino se pone muy nervioso y le dice que no quiere hablar de eso, que no va a contestar a preguntas de ese tipo sencillamente porque no quiere, porque "no soy tu mono y no puedes obligarme". "Estoy aquí para vender mi película. Esto es una (entrevista) comercial para la película, no te equivoques", le dice. Vale. Prescindamos de la posibilidad de que la entrevista esté preparada de alguna forma para que acabe así, sea con la aquiescencia de una o de las dos partes, sea para que se hable de la película y se vendan más entradas o para que la audiencia del programa televisivo en que se emita tenga una audiencia superior. Vamos al "no te equivoques".

Me apasiona la entrevista, ese género en el que un periodista charla con alguien que tiene ideas, argumentos, pensamientos valiosos que transmitir. Pero detesto las entrevistas dirigidas. No me gustan pantomimas como la que se orquestó con el Rey y Jesús Hermida como protagonistas, porque no dicen absolutamente nada, son notas de prensa interesadas, son pactos de "yo te pregunto esto y tú me respondes aquello". No hay preguntas, no hay diálogo. Hay mensajes programados. Pero tampoco me gusta que el entrevistado crea que el entrevistador es sólo un medio de sacar algo en su propio beneficio, que es lo que le dice Tarantino. Le dice que él está ahí para vender su película y nada de lo que le pregunte el periodista que no le ayuda en ese propósito será atendido o respondido. No me interesan esas entrevistas y no me interesan esos personajes. Estamos demasiado acostumbrados a que las entrevistas sean dirigidas de esa forma y es un grave error.

Lo malo es que es una rueda viciosa. A mí me encantaría hablar de asuntos serios con Tarantino, pero Tarantino seguramente no me daría una entrevista si no está promocionando una película, y a mí no me interesa hacerle preguntas fáciles y previsibles que le interesen para que me cuente lo bonito que ha sido rodar la película en cuestión y venda lo gran director que es. Quiero hablar de su trabajo, de la industria, de la vida, pero no entiendo por qué tengo que hacerlo en sus términos. El periodista soy yo y yo decido cómo hago las preguntas. Es mi trabajo. Lo demás es prepotencia y soberbia. Lo gracioso es que estoy de acuerdo con Tarantino en que no veo ninguna asociación entre la violencia en el cine y la violencia en el mundo real, defiendo que lo que hay en una pantalla es ficción y que si un tipo está perturbado no necesita la excusa de una película para provocar una tragedia. Pero su forma de defender esa posición me parece lamentable y triste, y su despreción al trabajo de la persona que tiene enfrente es deleznable. Y muy habitual, por desgracia.

Ah, se me olvidaba. No soporto a Quentin Tarantino como director. Ya lo he dicho.

lunes, enero 07, 2013

Cosas que echo de menos del fútbol de antes

Dicen que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. No me lo creo en casi ningún aspecto de la vida, pero últimamente me he dado cuenta de que no paro de decirlo cuando hablo sobre fútbol. Cuando la gente no cesa de maravillarse con los récords de Messi y Cristiano y con la desesperante omnipresencia de Barcelona y Real Madrid, que parece que el fútbol se inventó ayer y con estos únicos protagonistas, el caso es que a mí este deporte me aburre cada vez más (lo cual, siento ser tan incongruente con cuestiones ya arraigadas en el corazón, no implica que vea menos o siga menos a los míos). Pero, veréis, es que hay aspectos que echo de menos del fútbol de antes. Cosas que han cambiado, se supone que para mejorar el espectáculo o simplemente por comodidad y que a mí me aburren. No las quiero así. Quiero recuperar esto del fútbol de antes. 
Y lo primero que reclamo, llamadme quisquilloso si queréis, es que la foto del equipo se haga como está mandado, con los jugadores de abajo de cuclillas. ¿Qué demonios es eso de agacharse solo un poquito? De cuclillas, así es como hay que ponerse y no hay más discusión que valga. Porque así es como nos hemos puesto todos alguna vez en el colegio. Como nos hemos colocado en fotos de grupo de cualquier evento social pensando que, efectivamente, éramos el delantero centro de nuestro equipo. Qué chorrada, ¿verdad? Pues no, no lo es. Veo la forma en la que el equipo posa ahora para la foto y veo más desgana que otra cosa. Y si hay una foto que siempre me ha gustado tener de un partido de fútbol es la de su alineación. Así que si transmite desgana, mal vamos...
Otra cosa. Está muy bien esto del respeto y que se saluden todos antes de empezar, jugadores, árbitros y público y todo eso. ¿Pero qué tiene de malo que la gente pueda aplaudir a los suyos cuando saltan al terreno de juego y silbar al contrario? ¿Por qué nos han privado de esa posibilidad haciendo que todos salten a la vez y cumpliendo este absurdo ritual de darse la mano antes de empezar? ¿Qué le voy a desear al rival antes del partido? ¿Suerte? ¡Si lo que quiero es ganarle y, si puedo, macharcarle! Vamos a ver, los jugadores que se conocen y los que se llevan bien, se saludan antes de salir al campo. Los que quieran, se puede saludar después y cambiarse la camiseta si quieren. E incluso si hay razones para ello, que salgan juntos los que quieran. Pero yo echo de menos esos momentos en los que teníamos la capacidad de apabullar al rival desde el inicio con la ovación a los nuestros. O con una pitada monumental al rival si era uno que se la mereciese. Detesto la corrección política que nos han impuesto a todos.
Sigo. Las celebraciones absurdas. Vale, sí, hay algunas que pueden tener cierta gracia y que son marca de un jugador en concreto (¡ah, el bailecito del camerunés Roger Milla en el Mundial de 1990 sí que fue grande!). ¿Pero en serio se puede celebrar un gol tumbándose boca arriba y haciendo como que eres una cucachara dada la vuelta? ¿O emulando a un perro que orina sobre la línea de fondo? ¿O con los bailecitos de moda? ¿En serio? Si yo entiendo que cuando un jugador marca está deseando celebrarlo con los suyos, ¿pero no cansa ya un poco tanto beso al anillo, tanto corazoncito con las manos y tanto balón debajo de la camiseta para las mujeres/novias/parejas embarazadas? Cuando uno marca un gol, se vuelve loco. Corre, grita, salta, levanta el puño, se abraza a sus compañeros, pega una voltereta si sabe hacerla. Pero estos gestitos cada vez me parecen más artificiales y despegados del aficionado, que al final es quien de verdad celebra el gol en su corazón. Luego que hagan lo que quieran, pero primero hay que gritar, correr y saltar. Como se ha hecho toda la vida.
Y lo que más detesto de todo. El gilicorner. Cualquier entrenador me desmentirá, pero para mí hay cuatro formas de sacar un córner: al primer palo, al segundo, al centro del área o directamente a puerta, eso que se conoce como córner olímpico. Y punto. ¿Quién diantres inventó el gilicórner? ¿Quién pensó que es efectivo sacar un córner en corto a un jugador que está a medio metro? ¿Es que acaso no se dan cuenta de que el lanzamiento de un córner como está mandado es una de las acciones más plásticas y hermosas del fútbol? Tú junto al banderín, el resto de tus compañeros dentro del área, todo el equipo contrario defendiendo y toque de corneta en cuanto el balón vuela en dirección al lío. Que sí, que alguna vez se marca algún gol de gilicórner. ¿Pero cuántos se marcan cuando se pone un córner como se debe hacer? Docenas. Y qué golazos. Un buen cabezazo entrando desde atrás. Imparable. Y precioso.

Que sí, que luego hay muchas cosas bonitas en el fútbol moderno, mejoras que han funcionado y detalles que nunca podrán dejar de ser tan hermosos como lo eran cuando el fútbol nos alcanzó de lleno siendo niños. Pero, en serio, el fútbol que tenía estas cosas, el de los años 80 por ejemplo, era genial. Y estoy seguro de que el de antes también.