Un aspecto de la crisis del PP en el que casi nadie está incidiendo es el retrato que supone de nuestros políticos. Obviamente, ni sabemos ni sabremos nunca todo lo que sucedió ayer para llegar al desenlace que conocimos, que Ruiz-Gallardón no estará en las listas del PP para las próximas elecciones generales, pero ninguno de los implicados queda en buen lugar a tenor de las informaciones que se han publicado. Sólo hay una conclusión posible. A todos los implicados les importan un bledo España y los españoles. Todos y cada uno de ellos han actuado pensando en ellos mismos, movidos por sus propios intereses personales.
Mariano Rajoy, presidente del PP, queda como un muy mal gestor de su propio partido. ¿Tenía ya tomada la decisión de no incluir a Gallardón en las listas? Unos dicen que sí (y que llevó un papel escrito que leyó ante el alcalde de Madrid -¿no era tan buen orador?-) y otros dicen que no (de hecho, que su decisión era incluirle pero que por las presiones de Esperanza Aguirre cambió de posición). Lo único cierto es que, por el bien de su partido, esto tenía que haberlo resuelto hace mucho. ¿Qué sentido tiene dejar que Gallardón alimente esperanzas de ir al Congreso si al final no le va a dejar? ¿Qué sentido tiene montar este circo tan cerca de las elecciones, con el perjuicio que ésto puede acarrear sobre el voto al PP?
"Es la mejor forma de ayudarnos a mí, a nuestro partido y a los ciudadanos de Madrid. He tomado la mejor de las decisiones posibles", ha dicho Rajoy esta mañana. Lo primero que hayu que analizar (o más bien traducir) es que es lo mejor para él mismo. Claro, se ha cargado de las listas a dos de sus posibles sucesores. En ese carrera, ni Aguirre ni Gallardón podrán esgrimir que tienen escaño y, por tanto, podrían ejercer como líder de la oposición en el Congreso. Y es que ya ni siquiera Rajoy se cree lo que dice. Y ese es su principal problema, que lleva demasiado tiempo sin creerse lo que dice, y eso es algo que dicen incluso los votantes del PP. La mejor demostración de esta certeza es que todos estos movimientos sólo tienen un fin: suceder a Mariano Rajoy tras su derrota en las generales.
Se ha publicado que eso es exactamente lo que le dijo Aguirre a Gallardón cuando salían de Génova, que no tenía que encajar tan mal la decisión de Rajoy puesto que ambos están ahora en igualdad de condiciones para esa sucesión. Dicho de otro modo: el motivo por el que tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid como el alcalde de la capital siguen en sus actuales cargos es porque les sirve como plataforma para optar al liderazgo del partido. ¿Soy el único al que le parece que eso es una tomadura de pelo a los electores madrileños? ¿Hubiera votado tanta gente al PP hace menos de un año en las municipales y las autonómicas si los candidatos hubieran sido Ignacio González y Ana Botella? Sobre aclarar la respuesta, ¿verdad?
Porque, aunque yo no entienda los motivos (sigo pensando en Aguirre como aquella ministra de Cultura que demostraba incultura a cada paso y en Gallardón como el mayor recaudador y cavador de túneles del Reino), ambos políticos madrileños tienen muchísimo tirón electoral. De hecho, no hay más que mirar todos los análisis de políticos y periodistas y las encuestas en las que participan ciudadanos: todos creen que la ausencia de Gallardón beneficia al PSOE y perjudica al PP. ¿Por qué excluirle entonces de las listas? Pues parece que la respuesta hay que encontrarla en la derechización que está acometiendo el partido.
La legislatura que ahora termina no ha dejado política alguna del PP. El 90 por ciento de su tiempo, de sus declaraciones, de sus planes, de sus promesas y de sus iniciativas parlamentarias han tenido como objeto dos temas, ETA y el Estatuto catalán. Hasta hace muy pocas fechas, no se conocían opiniones de Rajoy o sus dirigentes sobre ningún tema que no estuviera coyunturalmente de actualidad. No han trabajado sobre ningún asunto y, llevados por su afán de negar la legitimidad del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y por su negativa a admitir su derrota en las urnas, su oposición ha sido el No constante.
Los meses de la campaña de exaltación nacionalista española no tenían otro objetivo que cazar el voto de extrema derecha, caladero que ya tienen ganado, por supuesto. No es que fueran santos de mi devoción, pero en los últimos tiempos han salido del PP dirigentes que muchos veían como los más moderados, como es el caso de Jaume Matas o Josep Piqué, y ahora Gallardón (todavía me acuerdo de aquellos que decían que si Bono hubiera sido el candidato del PSOE a la Alcaldía de Madrid hubiera sido más sensato y lógico cambiarlo con el candidato del PP) podría seguir su camino. ¿Será casualidad que haya sido Aznar quien haya gestionado el fichaje de Pizarro para las filas populares y que sea su mujer, Ana Botella, la mejor colocada para recoger la Alcaldía de Madrid de manos de Gallardón?
Y más preguntas sin respuesta. Si decían que Acebes y Zaplana estaban ya desterrados para dar un perfil más centrista al partido antes de las elecciones, ¿por qué el primero estuvo presente en la reunión en la que se comunicó a Gallardón su exclusión de las listas? ¿Significa eso que Rajoy no manda en el PP? ¿Significa que Aznar sigue teniendo más poder del que confiesa sonre el partido? Y la pregunta más intrigante de todas. ¿Qué supone todo esto de cara a la sucesión de Mariano Rajoy, un candidato a presidente que ni siquiera su partido espera que sea presidente...? Esta puede que sea una de las pocas preguntas formuladas que vaya a tener respuesta, aunque eso será después del 9 de marzo...
2 comentarios:
La Esperancita hasta que no la presenten como candidata a la presidencia no a parar. Y solo de pensar en la Botella como alcaldesa me entran sudores fríos....
Bss.
Sólo puedo decir una cosa: sigue el circo del PP!
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