viernes, enero 18, 2008

Mentiras y mentiras

Hay mentiras y mentiras. Todas son censurables, pero hay distintos grados. Estos días, como quedó de manifiesto en el programa de 59 segundos del pasado miércoles, espléndido debate preelectoral entre los directores de los principales diarios (¿piensa El País explicar su injustificada ausencia?), se está relacionando el conjunto de mentiras que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero sobre la negociación con ETA con el conjunto de mentiras que lanzó el Gobierno de José María Aznar después del 11-M. Mentiras ambas, y ambas criticables, insisto. Pero no son equiparables.

El Gobierno Aznar mintió con un fin muy concreto y muy egoísta. Había unas elecciones tres días después y la sensación, explicada además por dirigentes de ese Gobierno de que el PP ganaría por mayoría absoluta si ETA era la autora del 11-M y de que la victoria peligraba si era un atentado islamista. Se habló de dos líneas de investigación cuando ya se habían detenido islamistas. Se convocó una manifestación de forma unitaria en defensa de la Constitución, como si eso les importara a los autores de la masacre. Se provocó que la ONU mencionara a ETA en su comunicado de condena.

Aznar personalmente llamó a los periódicos para decir que había sido ETA. Se instó a las embajadas a aprovechar cualquier ocasión para decir que ETA era la autora. Y Rajoy se saltó la jornada de reflexión con una entrevista en El Mundo diciendo que tenía esa convicción moral. Aquella mentira sólo tenía un fin. Ganar las elecciones. Luego ya se vería cómo arreglar ese desaguisado.

El Gobierno Zapatero mintió sobre el fin de los contactos después del atentado de la T4 de Barajas, mintió sobre los contactos con la ilegal Batasuna. Mintió también sobre las condiciones para ese diálogo, la ausencia absoluta de violencia nunca fue un requisito indispensable. Mintió al no decir la verdad al PP sobre cómo iban algunos asuntos, en especial por los contactos del PSE con el mundo abertzale radical.

Al margen de las razones de seguridad del Estado y de intento sincero de que la negociación fructificara sin interferencias, que ni dudo ni afirmo porque no tengo datos verdaderamente fiables para hacerlo, lo hizo, obviamente, para no verse muy perjudicado en las encuestas. Pero nótese el matiz. Encuestas aquí, elecciones allá. El valor no es el mismo. La inmediatez tampoco. Y la relevancia real en el futuro político de España ni siquiera se parece en un caso y otro. En absoluto estoy diciendo que haya que pasar por alto estas mentiras. Pero no valen lo mismo que las anteriores. Así lo pienso, y así lo digo.

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