Admito que nunca entendí del todo los detalles del famoso caso del Hospital Severo Ochoa de Leganés, en Madrid. Muchos datos, muchas acusaciones cruzadas y, sobre todo, un asunto que nunca me ha tocado de forma directa. En el momento en el que estalló el asunto, allá por abril de 2005, no me pude informar debidamente y después me fue complicado recuperar datos. Por eso no tenía una opinión demasiado formada. Pero ahora hemos llegado al fin del camino judicial de ese asunto. Y ya tenemos una conclusión firme: no hubo mala práctica en la sedación de 400 pacientes terminales ni responsabilidad de los médicos en sus muertes. Lo dice el juez y eso debiera ser imporante.
En España tenemos la costumbre de hacer juicios paralelos y precipitados. Cuando el entonces consejero madrileño de Sanidad, Manuel Lamela, anunció a bombo y platillo que "las acusaciones recibidas indican que se han producido sedaciones irregulares con resultado de muerte" y cesó a los responsables del Hospital, entró en un camino muy peligroso. Dio por hecho que los médicos acusados eran culpables. Y en el perverso juego político-mediático en el que vive inmerso España, todo el PP y todos sus medios afines, le respaldaron. El Mundo fue especialmente beligerante contra los médicos. En la COPE, gente como Federico Jiménez Losantos, César Vidal o Cristina López Schlichting utilizaron términos como "terminators", "homicidas" o "asesinos", tal y como recuerda hoy El País.
Esos juicios prematuros habrán provocado, sin duda, algunas consecuencias irreversibles. Seguro que ha habido pacientes terminales que, en estos últimos tres años, no han recibido la sedación adecuada, ya que un médico puede dudar al aplicarla si con eso se va a ganar el despido y un juicio por asesinato. Esos pacientes, seguramente es imposible saber cuántos, han muerto con más dolor del normal. Es duro pensarlo que eso haya podido suceder pero, sobre todo, debe de ser muy duro vivirlo. La sanidad pública en general se encontró también bastante en entredicho. Los médicos cuyos nombres y apellidos se relacionaron con este asunto no sólo en entredicho, sino con un futuro profesional arruinado y en el paro.
Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, se ha distinguido en los últimos tiempos por sus polémicas en torno a la sanidad pública. Inaugura hospitales que no pueden funcionar todavía y con aparatos traídos de otros centros sólo para hacer las fotos. Incumplió su promesa electoral de dimitir si hay pacientes que superan los 30 días en las listas de espera, y sabe perfectamente que hay muchísimos, aunque escurre el bulto cada vez que uno de ellos le hace llegar su queja. Y ha hecho una clara apuesta por la sanidad privada, a cuyas manos entrega los hospitales que ha construido con el dinero público (en realidad no me atrevo a decir si esta decisión es positiva o negativa, pero es un indicativo de que a la presidenta no le entusiasma el modelo público actual).
En su día, cuando se conoció el caso, Aguirre se amparó en que los ceses eran reversibles si se demostraba que su consejero de Sanidad, su Gobierno y ella misma se habían equivocado. "Esa equivocación es reversible. En cuanto esto se aclare, se vuelve a reponer a esas personas", dijo entonces. Una hipocresía más. Nunca va a reponer a los cesados en sus cargos. Nunca va a pedir disculpas por el juicio precipitado. Nunca va a dar marcha atrás, como no lo ha hecho en tantos y tantos asuntos. Ayer sólo dijo que se alegraba de que no hubiera habido mala práctica y que no tenía nada personal contra los médicos. Ayer se amparó en que no conocía la sentencia en su totalidad para no responder a la prensa. Hoy se escuda en las declaraciones que ha hecho su consejero de Sanidad y se cabrea ante la insistencia de la prensa. ¿Le parece eso suficiente a la presidenta de la Comunidad de Madrid? Por desgracia para los que vivimos en Madrid parece que sí, que no piensa hacer nada más.
Como todo el PP y su corte mediática se lanzaron rápidamente a defender la acción de Lamela y ahora se aprestan a ocultar en la medida de lo posible la decisión judicial (lo que antes entraba en las páginas de Sociedad o Nacional ahora se queda en las de Local), la responsabilidad tiene que asumirla todo el mundo. Empezando por la dirección nacional del PP. Rajoy dijo lo siguiente en 2005: "El consejero Lamela es uno de los políticos más importantes de nuestro partido. Él no es el prototipo de persona que toma sus decisiones sin saber por qué las toma o sin conocimiento de causa". Hoy ha dicho lo siguiente: "No conozco mucho el caso, hay que estar a lo que digan los jueces, que tienen la ultima palabra. Creo que aquí lo que hubo fue una denuncia, y las denuncias no se tiene por qué ganarlas siempre, a veces, como en la vida, te dan la razón, y a veces no". Si lo de Aguirre no es suficiente, esto tampoco. A menos que quieran tomarnos el pelo. Va a ser eso, claro...
El PP se ha pasado cuatro años escudándose en que las responsabilidades políticas que se le piden son cosa del pasado. Dice que las urnas ya evaluaron el Prestige, el Yak-42, Irak o el 11-M, aunque muchas de las conclusiones finales de algunas de estas cuestiones se han conocido en esta legislatura. Ahora se le presenta un caso en el que el político al que apuntan todas las miradas sigue siendo consejero de la Comunidad de Madrid, eso sí, en otra cartera, la de Transportes. ¿Qué van a hacer? Pues tapar el asunto y agarrarse a la silla. Ya lo ha dicho el actual consejero de Sanidad, Juan José Güemes, que ve "bien tomada" la decisión de cesar al doctor Montes y demás doctores. Y punto en boca para todos aquellos que puedan pensar lo contrario.
Los del otro lado dimiten poco, pero los de este casi nunca. Eso sí, la derecha no debe de pedir dimisiones a mansalva de quien le interesa. No les veo legitimados para exigir tanto, y cada vez menos. No hay nada que esperar ya ni de Rajoy ni de Aguirre. Del primero, con suerte para toda España, nos libraremos después del 9 de marzo. A la segunda todavía hay que soportarla tres años más en Madrid, porque, aunque me siga pareciendo mentira, sacó una impresionante mayoría absoluta en las elecciones del año pasado. ¿Será que a la gente no le llegan estos asuntos? Los sociólogos debieran estudiarlo, de verdad...
1 comentario:
Te voy a contestar sólamente al último párrafo.
El motivo por el cual la ciudadanía no percibe la gravedad de lo que hace el PP es, simple y llanamente, porque todos los médios de comunicación, todos, pasan de puntillas por todo lo que no sea machacar al PSOE.
Hemos llegado al colmo de la indecencia periodística. En ningún momento se critica al PP ni por el fondo ni por las formas que están empleando. En todo caso, si el PSOE reacciona a las infamias que escupen sobre ellos, estos insignes periodistas de tres al cuarto que tenemos en la actualidad, hacen una crítica de comparación, es decir, los unos dicen y los otros también. Resultado, la culpa es del PSOE por contestar.
Que desgracia de periodistas, periódicos y medios de comunicación. Que creen un nuevo TOMATE, Ahora que se han ido los otros.
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