jueves, julio 31, 2008

Los jóvenes y el trabajo

Mira que no me creo estos estudios que sacan conclusiones que ratifican las creencias populares de forma pseudocientífica, pero de vez en cuando llega alguno que te reafirma en lo que has vivido... Al parecer, Proudfoot Consulting ha hecho entrevistas a 1.500 directivos de quince países para conocer cuáles de sus empleados trabajan más y cuáles menos. Y la conclusión es que los menores de 26 años, los nacidos a partir de 1982 son los que no dan un palo al agua, mientras que los nacidos entre 1970 y 1982 (generación en la que me encuentro), somos los más aplicados. Aunque los datos varían mucho de un país a otro, en España la percepción negativa de los primeros la tiene nada menos que el 25 por ciento.

Por supuesto, excepciones hay siempre y conozco unas cuantas (y me refiero a gente trabajadora con menos de 26 años y gente irresponsable entre los mayores de esa edad). Con esa declaración de principios, lo confieso, espero evitarme un aluvión de comentarios indignados a esta entrada que provengan de menores de 26 años... Pero lo cierto es que el perfil encaja con muchas vivencias propias y de gente de mi generación. Hoy mismo me contaba una amiga que el nuevo empleado, sin duda alguna perteneciente a este grupo de edad, preguntaba si el viernes se entraba igual de temprano que el resto de la semana. "Es que es una putada, es viernes y como, hoy es jueves, se sale, y claro, pegarte el madrugón...", argumentaba el chaval.

Y, claro, no he podido evitar acordarme de mi ex compañero de trabajo. El gran M. era único para estas cosas. Cuando todavía era becario en otra sección y yo no tenía todavía la desgracia de verme obligado a compartir mesa con él, me contaron que un día llamó para avisar que no podía ir a trabajar. La resaca se lo impedía. En otra ocasión, se negó a acudir a una rueda de prensa porque el tema no le parecía lo suficientemente interesante para él. Ya siendo mi compañero, lo primero que hizo fue cogerse dos semanas de vacaciones que no le correspondían, con el consentimiento de mi irresponsable ex jefa y el pasotismo de mi ex director, porque ya tenía pensado hacer un viaje a Bruselas con la Facultad y, "claro, cómo va a dejar pasar una oportunidad así". Es fácil. Pasando. ¿Quieres viajar o quieres trabajar? Si no hay más que elegir... Yo tuve que elegir entre un trabajo y sacarme la carrera en cinco años. Elegí el trabajo.

Con el tiempo, el colega M. (de cuyas virtudes periodísticas ya hablaré otro día) se fue dando cuenta de las libertades que se podía tomar. ¿Que nuestro horario de entrada era las 10.30 horas? Pues él llegaba entre las 11.30 y las 12.00 (bien es verdad que lo mismo hacía la redactora jefe). ¿Que el de salida era las 19.30 horas? Pues él se marchaba antes siempre que podía. Las razones de sus ausencias iban desde que tenía que comprarse unas botas, llevar al gato al veterinario (porque, como todo el mundo sabe, los veterinarios no abren sus consultas en horas a las que pueda ir sin afectar su trabajo; y no, no era una urgencia para el pobre animal) o, simplemente, por aprovechar que su jefa se había marchado cinco minutos antes.

Recuerdo un día glorioso. Con su adorada jefa de vacaciones, M. decidió no aparecer hasta pasadas las 13.00 horas. Dada la nula relación personal que tenía con él, su número de teléfono no estaba a mi alcance. Dudamos si llamar a la jefa para pedírselo, pero decidimos esperar hasta la hora de comer. Cuando llegó, sin dar siquiera los buenos días (tardes ya, más bien), se puso a sus cosas y no fue capaz ni siquiera de decirnos por qué llegaba tan tarde y por qué no había avisado. Por la tarde, decidí hablar con él. Nos fuimos a una salita y le dije que eso no lo podía hacer, que se había pasado. Que no podía faltar al trabajo sin que nadie supiera si estaba vivo o muerto, llegar aquí casi tres horas más tarde de su hora de entrada y no dar una explicación al menos.

Pues se enfadó. Sí, el tipo pensaba que tenía toda la razón del mundo y la conversación acabó convirtiéndose en discusión. Dijo que cómo iba a dar una explicación con las caras con que le recibíamos. Y, claro, entendí que era culpa nuestra por no ponerle la alfombra roja a un tipo que, además de un absoluto irresponsable y un más que notable incompetente, no rendía cuentas ante nadie a pesar de ser un simple redactor (como yo lo era, por otra parte). Moraleja, no cuenta lo responsable que seas, no importa lo trabajador que te muestres, no tiene ninguna relevancia que estés siempre dispuesto a echar un cable a tus compañeros. Lo que importa es lo crápula, trepa, inconsciente e irresponsable que seas, que siempre habrá un jefe que te lo premie. Y el malo es quien no trata mejor que a un hermano a quien reúne todas esas características tan negativas y nocivas para el trabajo y para el ambiente laboral.

No creo que esa investigación que da pie a esta entrada sea excesivamente científica, de verdad que no. Pero ha sido leerla y acordarme del gran M., un tipo con el que espero no volver a cruzarme nunca más.

lunes, julio 28, 2008

Politizando el cine

Navegando a través de una muy buena página sobre el noveno arte llamada Entrecomics, me encuentro con un sugerente artículo de opinión publicado en The Wall Street Journal. El título lo dice todo: Lo que Bush y Batman tienen en común. Obviamente, se refiere al Batman que retrata El Caballero Oscuro, la última, brillante y muy exitosa película sobre uno de los personajes de cómic más conocidos y reconocidos. Este artículo demuestra que existe una tendencia muy acusada en el moderno análisis cinematográfico a catalogar las películas como conservadoras o liberales, de derechas o de izquierdas. Etiquetas políticas no siempre válidas, en muchos casos abiertamente inadecuadas, y que muchas veces no son más que visiones interesadas que nada tienen que ver con la motivación de los cineastas.

Por ejemplo, cuando se estrenó La venganza de los Sith, la tercera entrega de la nueva trilogía de Star Wars, hubo quien quiso ver un reflejo de la guerra contra el terrorismo emprendida por George W. Bush. "O estás conmigo o estás contra mí", le dice en una escena de la película Anakin a su antiguo maestro, Obi-Wan. "Sólo un Sith es tan extremista", le responde el caballero Jedi. Ya está, los liberales norteamericanos encontraron ahí una metáfora de la política actual, una aguda crítica a la gestión de Bush. George Lucas se partió de risa cuando alguien se lo sugirió en una rueda de prensa. ¿Bush en la saga galáctica? No, no iban por ahí los tiros, no...

En el caso de El Caballero Oscuro, Andrew Klavan nos explica su teoría. Sentencia que la nueva de Batman es "una película conservadora sobre la guerra contra el terror". Dice que los filmes de izquierdas que tratan este tema (cita a Redacted o En el valle de Elah) se permiten hablar con claridad de la cuestión, pero son un fracaso. Y que los ideológicamente conservadores se ocultan tras un mundo de fantasía. Cree que eso es lo que caracteriza no sólo a El Caballero Oscuro, sino también a otras películas como 300 (que no gana para etiquetas, de icono gay ha pasado a ser ya, por lo visto, un canto a los valores conservadores), Las crónicas de Narnia, Spider-Man 3 o la trilogía de El Señor de los Anillos. Y, va aún más lejos, está convencido de que esa claridad de ideas conservadoras ("las de la Administración Bush") está detrás del éxito de todos estos títulos.

El autor insiste en que estos filmes conservadores, de ficción pero anclados en la realidad, se basan en valores morales como la moral, la fe, el sacrificio personal o la nobleza de luchar por lo que se considera justo. "En el momento en el que los cineastas abordan el problema del terrorismo islamista en films realistas, de repente esos valores desaparecen. Los buenos ya no se distinguen de los malos y acabamos por denigrar a los auténticos héroes que nos defienden. ¿Por qué? Las respuestas a estas preguntas están para mí en la historia de El Caballero Oscuro. Hacer lo correcto es duro y decir la verdad es peligroso. Muchos han sido odiados por ello, algunos asesinados, uno crucificado", sentencia Klavan.

Partiendo de la base de que me produce cierta repugnancia moral ese paralelismo entre Batman y Bush, lo cierto es que lo veo totalmente equivocado. ¿Tiene el presidente norteamericano un trasfondo humanitario en sus acciones o él y sus amigos han salido beneficiados de sus acciones? ¿Busca realmente Bush el fin del terrorismo internacional o hay debajo de la mesa oscuros intereses como el dominio del petróleo? El autor del artículo, y los defensores de teorías como ésta, presuponen en Bush una bondad que no parece existir. Batman, en cambio, es un héroe. Sí, con todas las letras: un HÉROE. Pensar otra cosa es no entender al personaje. Por muchos recovecos oscuros que se le quieran buscar (que los tiene y son parte del encanto de un personaje inigualable), el trasfondo heróico es innegable.

En un magnifico documental emitido hace muy pocas fechas por el canal History titulado Batman unmasked: The psychology of the Dark Knight, el director de las dos últimas películas sobre el héroe, Christopher Nolan, explica que el paralelismo que siempre ha visto con el detective de Gotham City es con otro presidente norteamericano, Theodore Roosevelt. Como en el caso de Bruce Wayne (el asesinato de sus padres), su figura nace de una tragedia, la muerte el mismo día de su madre y de su mujer, ésta dando a luz a su hija. Como Wayne llevó su cuerpo al límite, Roosevelt tenía devoción por el ejercicio físico y la vida sana, después de haber sufrido asma desde niño. Ambos utilizan medios discutibles para lograr sus objetivos (en Batman es la violencia fuera de la Ley, en Roosevelt, por ejemplo, la invención del hundimiento del Maine para arrebatar a España su poder en Cuba). Y muchas más cosas que convirtieron a Roosevelt en un hombre poderoso hecho a sí mismo, por muy discutible que pueda ser desde el punto de vista ideológico. Como Bruce Wayne/Batman.

El paralelismo Batman/Roosvelt es una motivación más de un director que tiene muchas ideas en su cabeza. Pero trazar un paralelismo tan claro entre un personaje de ficción y uno real como análisis de una película a posteriori tiene sus peligros. Supone no entender que son universos que se rigen por reglas muy distintas. Por supuesto que en El Caballero Oscuro hay metáforas de la sociedad actual (es una parte importante de lo que distingue a esta película como una maravilla), pero no están tan claramente orientadas a las ideas conservadoras como quiere hacer ver Klavan. Su análisis prescinde de muchos aspectos del guión, de la historia y, sobre todo, de su resolución. Decir más destriparía la película y no voy a hacerlo. Pero el componente de heroísmo que es intrínseco a Batman, en ésta y en todas las interpretaciones que ha tenido en sus casi 80 años de vida, desmonta por completo el paralelismo con Bush. Guerra contra el terror sí (¡por fin alguien ha entendido que el Joker es un terrorista!), pero no en los mismos términos.

El propio Klavan, casi sin quererlo, da con la respuesta a sus dudas precisamente con una pregunta. "¿Porque la izquierda se siente libre para hacer sus películas directos y realistas mientras que los conservadores de Hollywood tienen que ponerse una máscara para poder hablar de lo que saben que es la verdad?". Quizá porque no están tan seguros de tener la verdad de su lado, quizá porque saben que hay muchos puntos oscuros detrás de lo que defienden, quizá porque se avergüenzan en privado de ciertas cosas de esa lucha contra el terror y por eso no se atreven a defenderlas en público. Pero, como casi todo en esta vida, ni siquiera en ese análisis habría blancos y negros, sino muchos grises. ¿Batman como Bush? Eso sí que no me lo creo.

viernes, julio 25, 2008

Calor y estupidez

No soporto el calor. Las altas temperaturas me sientan como la kryptonita a Superman. Pero lo mal que a mí me sienta es poco comparado con lo que le hace a las neuronas de otros. Y no estoy hablando de esa estupidez dramática y sin remedio del protagonista de esa noticia que se repite año tras año y que dice casi siempre algo como esto: "el hombre murió por un golpe de calor, tras haber salido a practicar ejercicio a las tres de la tarde en una llanura sin sombra alguna". No, mi queja es bastante más banal. La estupidez a la que me refiero es la que se desprende de la relación entre el ser humano y el aire acondicionado.

Mira que es fácil poner un aire acondicionado a 25 grados, ¿verdad? Si ahora todos los aparatos modernos permiten regular esa temperatura de forma prácticamente exacta... Pero, claro, si hicéramos lo más sencillo no seríamos seres humanos. Los autobuses de Madrid brindan el ejemplo perfecto. Muchos de ellos tienen en su interior un indicador de la temperatura exterior, la de la calle, y la del interior, la que hay en el vehículo. Esta semana he cogido cuatro autobuses. En todos ellos la temperatura interior era, casualidades de la vida, de 19 grados. Sí, 19 grados en la segunda quincena de julio, sí. La exterior osciló en esos cuatro viajes entre los 32 y los 37. Es decir, que en el momento que el conductor del autobús abrió la puerta la diferencia fue de entre 13 y 18 grados. Y luego me hablan de lo peligosos que son los golpes de calor...

También he aprovechado estos días veraniegos para ir al cine. Antaño era una buena forma de no pasar calor, de entregarse al aire acondicionado de un lugar cerrado y sobrevivir a los implacables rigores del sol. Hoy es imposible ir al cine si uno no se lleva una chaqueta. Los temblores durante la sesión no eran sólo por lo mucho que me emocionó la película, no. Eran también de frío. Las manos congeladas, de verdad. Desconozco la temperatura a la que estaríamos en la sala, pero creo que los 19 grados del autobús daban una sensación de calor en comparación con este aire acondicionado. En todo caso, no creo que me lleve un jersey a futuras excursiones cinéfilas. No quiero que la gente que me vea por la calle antes de entrar a la sala me tome por un psicópata que va por ahí abrigado con 42 grados en la calle...

Uno de los recuerdos más divertidos que guardo de mi mayor estancia laboral está relacionado, precisamente, con el aire acondicionado. La redacción era un auténtico horno. Pero teníamos un problema. Ni teníamos fácil acceso al aparato del aire acondicionado (el interruptor de encendido estaba situado, nada menos, detrás del asiento del subdirector...) ni éramos los dueños de las ventanas... Como había gente que, tirantes y minifalda mediantes, se negaba a que el aire estuviera encendido a unos razonables 25 grados o que la ventana se dejara abierta por la noche para al menos ventilar el lugar (y venían expresamente a cerrarla si a ti se te ocurría abrirla...), tuvimos que optar por la estrategia radical: el aire a 18 grados todo el tiempo que fuera posible, bien por ausencia o bien por descuido de nuestros enemigos.

Cómo sería de encarnizada la batalla que nos creímos los protagonistas de Desafío total (si la habéis visto, lo que tenía de fondo era la lucha por el aire... en Marte). Y así, claro, llegaron los motes... Nuestro principal enemigo era Cohagen, el regidor despótico de Marte, que administraba el aire a su antojo. A su servicio, tenía a Ironside (vale, sí, es el nombre del actor y no del personaje, pero es que no nos acordábamos en ese momento... y, qué demonios, sonaba genial), la que hacía el trabajo sucio. Y, claro, el subdirector era Benny, un ambiguo personaje que se móvía entre dos aguas... Calor teníamos, pero lo bien que nos lo pasábamos... Qué tiempos aquellos, desde luego...

lunes, julio 21, 2008

Cómo valorar 100 días de un Gobierno

Esto de evaluar a un Gobierno parece una tarea fácil, pero no lo es, no, no os engañéis. Es uno de esos casos en los que las apariencias, sin duda, nos confunden a todos los mortales. Porque uno puede caer en el fatal error de pensar que lo suyo es mirar qué ha hecho el Gobierno, qué medidas ha aprobado, qué decisiones ha tomado, que posturas ha mantenido y hacer algo tan sencillo como evaluarlas, ¿no? Pues no, almas cándidas e inocentes, no... Lo importante a la hora de evaluar a un Gobierno es justo lo contrario. Hay que tener un absoluto desconocimiento de lo que ha hecho y dejado de hacer, y opinar en consecuencia. Si es evidente... Como que ahora va a hacer falta saber algo para romper las ideas preconcebidas, acabáramos...

Y yo, visto lo visto, qué queréis que os diga, ya paso de evaluar. ¿Para qué? Si cada cual ya se ha formado su opinión antes de empezar. Para el momento en que consiguiera decir "para mí, el Gobierno lo ha hecho..." ya todos tendrían una opinión formada. Formada e inamovible, claro. Vamos, que por lo visto no se puede ser socialista y criticar algo de lo que haga este Gobierno y no se puede ser popular y pensar que, aunque sea por casualidad, Zapatero y los suyos puedan haber acertado en algo. La crítica seria ha muerto, ¡viva la crítica seria! La autocrítica ha muerto, ¡viva la autocrítica!

Una vez enterrados los dos cadáveres, pensemos lo que han dicho los políticos de estos cien días. Por parte del PSOE, reconozco que sólo he escuchado a una persona evaluar al Gobierno (seguro que es por la modestia de no querer evaluarse uno mismo, seguro...). El portavoz en el Congreso y ex ministro de Interior y de Defensa, José Antonio Alonso, le ha puesto un notable al Ejecutivo. Pero, consciente de que es una tontería cada vez más sublime prestar atención a lo que dice un político sobre la gestión de los suyos, él mismo lo deja claro a continuación. "¿Qué te voy a decir yo?", le preguntó a un periodista que había acudido a pedirle esa nota. Alonso, al menos, sí dejó margen para la autocrítica. Mínimo margen, recordando que siempre se pueden mejorar cosas, pero al menos no piensa en el sobresaliente...

Cruzando la acera he oído a mucha más gente. A falta de silla gubernamental, bien vale un micrófono y salir por la tele, deben pensar por Génova. La nota más alta que le ha puesto al Gobierno un dirigente del PP creo que ha sido de un 2,5. Previsible, ¿verdad...? Mariano Rajoy, por una vez y sin que sirva de precedente, reaccionó con rapidez y cierta gracia. "No presentado", dijo. Por lo menos no es tan rotundo como Fraga ("un cero absoluto", evaluó el presidente de honor del PP). Pero lo mejor ha sido lo de la portavoz popular en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, que ya le va cogiendo el gustillo a los micrófonos y a su portavocía. Dijo que el resumen eran dos títulos de Gabriel García Márquez, retocados para la ocasión: Cien días de soledad y Crónica de una crisis anunciada. Y tanto se gustó en su respuesta, que la va repitiendo en distintos foros... Y tanto le gusta decirla, que una de las veces se equivocó y dijo Crisis de una crónica anunciada... Pobre crónica, qué culpa tendrá... Si es que no se puede tener sentido del humor en esto de la política...

¿Y yo qué pienso? Pues que hay que establecer cuanto antes un mecanismo aritmético válido (¿no iba a potenciar este Gobierno la investigación? Ya veo en las facultades a un experto sacando una fórmula matemática que compense las filias y las fobias políticas...), algo que nos acerque a la verdad. Si las notas son notable por parte del PSOE y muy deficiente por parte del PP, lo más normal es que nos movamos entre el aprobado alto y el bien, ¿no? Vaya, ya he provocado las iras de unos y otros, que pensarán que es una nota muy baja (socialistas) o muy alta (populares)... Lo que está claro es que pedirle opinión a un político se ha convertido ya en un ejercicio de fe, nunca en un intento de informar al personal. Y el caso es que me recorre un pensamiento por la cabeza, un pensamiento que, como poco, debe ser medio subversivo en los tiempos que corren: la política debía ser otra cosa, ¿no...?

sábado, julio 19, 2008

Presumir de incultura

Andaba yo pensando estos días el problema que supone la incultura del personal y, sobre todo, presumir de esa supuesta cualidad. Sí, vivimos en un mundo donde no importa que no sepas de nada. Y aún diría más, donde se premia no saber nada y alardear de ello. No es que yo sea la persona más culturizada del mundo, ni mucho menos, mis lagunas tengo y, cuando puedo, hago esfuerzos para subsanarlas. Pero eso de la cultura general es un bien muy preciado, y no sólo para ganar al Trivial. Ejemplos de la incultura hay a mansalva, pero estos días me he topado con dos que me han hecho gracia en televisión.

El primero fue viendo un informativo de Antena 3. Luis Aragonés no es capaz de pronunciar bien el nombre del equipo turco que le ha fichado. En lugar de Fenerbahce, él dice Ferenbahce (nótese el cambio de posición de la n y la r). Terminado el vídeo, nuestro amigo periodista, cinco años de carrera y un supuesto bagaje, dice: "Luis es campeón de Europa, que lo pronuncie como quiera". ¡Ole su gracia, sí señor! ¿Qué habla mal? Pues qué más da. Le faltó decir algo así como que él tampoco tenía ni idea de cómo se pronuncia y que, en realidad, le da igual. Darse un paseo por los informativos suele ser bastante descorazonador, se dicen tantas barbaridades que da auténtico miedo...

Segundo ejemplo, este dentro del maravilloso mundo de los concursos. Por Pasapalabra desfilan cuatro famosos todos los días que ayudan (¿ayudan?) a los concursantes a sumar segundos para la prueba final. Por razones veraniegas (vamos, que ya no hay ningún informativo que empiece a las 20.30 horas), estoy viendo estos días, no todos pero sí la mayoría, el concurso en cuestión. Esta semana, asistí a un portentoso duelo cultural entre Inma del Moral y Melody.

Ambas soltaron muchas perlas, pero sobre todo me quedé con una de carácter cinéfilo. A la pregunta "¿qué baile protagonizó Marlon Brando en París?", la rubia presentadora no fue capaz de dar una respuesta. No supo decir ningún baile, no tenía ni la más remota idea de a qué se podía estar refiriendo la pregunta. Y no lo disimuló. El rebote a Melody lo terminó de arreglar. "Un vals", dijo con aparente seguridad. No, Melody, no, eso es en las bodas y El último tango en París va a ser que exploraba el terreno del amor desde un punto muy alejado de las bodas... La cantante, por cierto, cumple 18 años en octubre, así que ni los dos rombos pueden impedir que vea la película en cuestión.

Pero mi sorpresa ha sido enorme al comprobar que la mujer de la foto de arriba, Manoli Casas, logró hace unos días el premio del programa a pesar de contar en su equipo con la inestimable ayuda de Inma del Moral y uno de los actores de la serie Aída, Eduardo Casanova (otro que se las trae...). Aunque sólo le consiguieron 24 segundos, la concursante pudo ganar un premio de 192.000 euros. Para ello, tuvo que batir un récord. Es la concursante que ha ganado el premio final con menos segundos disponibles.

Nada, a freír espárragos todas las teorías que uno pudiera lanzar aquí sobre lo improductivo de la incultura... Si al final va a resultar que estoy equivocado y eso de saber no sirve para mucho... Ay, cómo echo de menos El tiempo es oro... Y mejor no añado más que un vídeo de aquel magnífico concurso, el único que he encontrado en Youtube, porque me temo que voy a descubrir que muchos de los que me puedan leer no tienen recuerdo alguno de El tiempo es oro, con su gloriosa prueba final con todas las enciclopedias al alcance de los concursantes, y me puedo deprimir...

jueves, julio 17, 2008

Si critico a...

Si critico a una mujer, soy un machista.

Si critico a un negro o a un latinoamericano, soy un racista.

Si critico a un gay o una lesbiana, soy un homófobo.

Si critico a un gobierno de izquierdas, soy un facha trasnochado.

Si critico a un gobierno de derechas, soy un rojo peligroso.

Si critico a un amigo, soy un envidioso.

Si critico al perdedor, soy un oportunista.

Si critico al ganador, soy un insconsciente.

Si critico a un compañero de trabajo, soy un cáncer que acaba con el buen ambiente laboral.

Si critico al jefe, soy un trepa que sólo busca su puesto... y su sueldo.

Si critico a un periodista, soy una amenza para la libertad de expresión.

Si critico a un juez, soy un irrespetuoso con el Estado de Derecho.

Si critico a un intelectual, soy un ignorante que piensa que sabe más que el intelectual.

Y si critico a alguien que reúne más de una de estas características, soy claramente un peligro para la sociedad.

¿No estáis hartos de esas etiquetas que se asigna a todo el mundo que se limita a hacer una crítica (según la RAE, "examen y juicio acerca de alguien o algo") de otra persona...? Yo sí. Porque se puede criticar sin insultar, se puede y se debe criticar para evaluar la labor de los demás en la vida. Porque estamos obligados a defender nuestro propio derecho a opinar sin necesidad de ser represaliados. Porque no hay motivo para esconderse y no defender exactamente lo que pensamos. La crítica es necesaria para seguir avanzando y para controlar al poder. Este era uno de los motivos por los que creía (¿creo?) en el valor fundamental del periodismo en nuestras vidas.

Por todo esto, yo pienso seguir criticando lo que vea a mi alrededor. ¿Se apunta alguien...?

martes, julio 15, 2008

"¿Cómo terminará esto?"

"¿Cómo terminará esto? Eso mismo me preguntaba yo..."

El show de Truman (Peter Weir, 1998)

Dicen que la realidad supera a la ficción. La ficción de El show de Truman (algún día no muy lejano me detendré en este peliculón, una de las mejores y más visionarias de los años 90, en mi blog de cine) es muy difícil de superar. Una corporación adopta a un niño recién nacido y le convierte, sin que él lo sepa, en la estrella de un programa de televisión. Todo a su alrededor es ficción. Sus amigos, su mujer, sus compañeros de trabajo, sus vecinos... Todos son actores y hacen un papel (la gente pasa por nuestras vidas de una forma tan peculiar que quién no ha pensado que algunos podrían ser en verdad actores...). Su pueblo es el plató de televisión más grande del planeta. Su vida, en resumen, una farsa televisiva, un guión preconcebido en sus líneas básicas.

Truman es un ingenuo que se lo traga todo durante 30 años, claro, pero también un buen tipo al que la vida (su vida ficticia) no le sonríe demasiado. Lo justo para conformarse, pero también para no alcanzar la felicidad real. Se echa la culpa de que su padre muriera en el mar, navegando con él y por él en un pequeño velero, y está casado con una mujer de la que, en realidad, no está enamorado. Pero es un buen tipo. Educado, cortés, trabajador... y soñador. Sueña con salir de su pueblo, con ver el mundo. Con ser feliz. Y por eso la pregunta resuena durante toda la película. ¿Cómo terminará esto? Buena pregunta... Quizá saberlo arruine el camino, pero seguro que todos querríamos saber, en algún momento de nuestras vidas, cómo va terminar algo de lo que nos ha tocado vivir...

domingo, julio 13, 2008

Recuerdos de guiñol

¿Quién no ha visto alguna vez los famosos guiñoles de Canal +...? A mí me tuvieron enganchado durante años, cuando emitían ese pequeño informativo (porque era un informativo, quizá el que más verdades decía, que nadie se engañe...) a las diez menos diez de la noche, antes de la película. Llevaba tiempo sin verles. Les perdí la pista hace tiempo, a pesar de saber que aparecían en pantalla en Noche Hache a eso de las dos de la madrugada (a ver quién es el listo que les sigue a diario a esas horas...). Pero el recuerdo sigue vivo. El recuerdo y algún que otro programa especial que todavía tengo en mi colección videográfica.

Me acuerdo de ver a Felipe González enterrando a sus sucesores, me acuerdo de Zapatero convertido en Sosomán, me acuerdo de Arenas como el ministro "campeón", me acuerdo de Ronaldo y su famoso "nu zé" (su equivalente a "no sé") cada vez que le preguntaban algo, me acuerdo de ese Van Gaal con cabeza de ladrillo gritando aquello del "siempre negativo, nunca positivo", me acuerdo del "eeeeeeeeeeeeee... wap" que soltaba Puyol (para mí, el mejor guiñol de siempre) cuando se trastabillaba, me acuerdo de las llamadas a ministros de Aznar a su despacho de La Moncloa, me acuerdo de Rajoy robándole los puros cuando estaba de viaje oficial... Tantos y tantos recuerdos me deja este programa...

Ha tenido casi 3.500 entregas. Y es como para estar orgulloso. No es fácil que triunfe un programa crítico, en el que se nota que los guionistas piensan. Y menos hoy en día. No es fácil que la gente capte ironías como las que soltaba a diestro y siniestro este programa. No es fácil rellenar diez minutos de parilla diaria con un análsis de la realidad humorístico pero a la vez certero. No es fácil encontrar referencias literarias y cinematográficas para tantas y tantas situaciones como las que se han vivido a lo largo de sus trece años de existencia. Admiro a las mentes ejecutoras de este espacio, sí. Porque han hecho un trabajo formidable durante muchos años. Crítico con todos, de derechas y de izquierdas (eran de Prisa, ¿y qué?), del Madrid y del Barcelona, políticos y artistas. Siempre mordaz y agudo. Una pequeña genialidad que ya forma parte de la historia de la televisión española.

Y como muestra de la enorme calidad que tenía este programa, un pequeño botón de 30 segundos... Ojalá vuelvan algún día y ojalá lo hagan en un horario digno.

viernes, julio 11, 2008

La palabra no era el problema

Ya se ve que en la vida real, a diferencia de los cuentos, no vale esto de las palabras mágicas... Mira que ya hace unos días que Zapatero dijo la palabra "crisis" en la entrevista de Antena 3 (¿os habéis fijado en la reacción de sus entrevistadores?; como niños pequeños: "ha dicho crisis, ha dicho crisis, na, na, na-na, na..."), y las cosas parecen que no han cambiado nada de nada... A ver si decir la dichosa palabreja no iba a ser la solución... Decir "crisis" ha tenido el mismo efecto que decir "abracadabra", "shazam" o cualquier otra palabra mágica... Y eso que ya casi me había creído que iba a funcionar, porque como lo que se le exigía a Zapatero era que dijera el término y se dejara de tonterías... Y no es que no tengan parte de razón quienes critican, no, pero es que a veces uno oye cada argumento absurdo...

Una vez más, el debate ideológico nos oculta el bosque de la realidad. Una vez más, llamar las cosas de una forma u otra centra más atención que el problema de fondo, el único problema en realidad. Ya pasó, por ejemplo, con el para unos pacto con los terroristas y para otros proceso de paz. ¿Importaba que los terroristas dejaran de matar? Por lo visto no, lo importante era cómo se refería cada uno a la cuestión. Ahora lo mismo. Y ni siquiera cuando debatimos sobre este debate, merced a las invenciones de la ministra de Igualdad, nos damos cuenta de la tontería en la que estamos cayendo. No hay forma de que aprendamos, no... Vale, el presidente del Gobierno ya ha dicho "crisis". ¿Y ahora qué? La mitad de los que le criticaban ya no saben qué decir. La palabra no era el problema y ahora tienen ahora que buscar nuevos argumentos para seguir criticando mecánica y metódicamente. Suerte, muchachos.

Ahora bien, llamadme demagogo, pero hay una frase que dijo Zapatero en esa entrevista con la que estoy plenamente de acuerdo. "En esta crisis hay mucha gente que no va a tener ninguna dificultad", dijo. Y, claro, veo colas enormes en la Gran Vía madrileña de gente a punto de gastarse 350 euros en el iPhone, veo a gente gastándose entre 1.300 y 3.500 euros en un día para ver a España ganando la Eurocopa, veo las carreteras llenas en los días señalados de la operación salida de tráfico, veo los bares llenos a todas horas... ¿Crisis? Pues seguro que sí, pero no para todos ni de la misma forma. Digo yo...

miércoles, julio 09, 2008

"Quiero que localicen a esta mujer"

En el capítulo 17 de Luz de Luna, esa mítica serie de los años 80, los detectives protagonistas, Maddie Hayes y David Addison, reciben a un hombre que les entrega un dossier y les dice: "Quiero que localicen a esta mujer". No la conoce y no tiene ninguna foto de ella. Y, ante la cara de asombro de los detectives ante semejante rareza de caso, así les explica los detalles del mismo:

"Esto puede parecer poco ortodoxo. No sé quién es esta persona, no sé quién esa mujer, jamás la he visto. Tengo 39 años. He ganado más dinero el año pasado que mi padre en toda su vida. Cambio de coche cada dos y años y medio. Tengo una casa y también un barco. Soy la clase de hombre que lee Playboy, que no sale de casa sin su tarjeta de American Express. Me afeito dos veces al día porque nunca se sabe a quién puede conocerse. Creo en Dios pero no en una religión necesariamente. Y estoy miserable y terriblemente solo.

Ahí tienen todo lo que busco en una compañera, en una pareja. No sé si existe ni estoy seguro de que exista. Pero si ustedes la encuentran, yo les pagaré 30.000 dólares. Llevo 20 años por ahí diciendo todas las mentiras que los hombres dicen a las mujeres y no la he encontrado.

¿Han salido por ahí últimamente? Yo ya no sé qué hacer. Cada noche, clubs, bares, búsqueda, citas personales por computadora. Y no la he encontrado. Estoy empezando a pensar que no existe en absoluto. Pero luego pienso que tal vez no sea su culpa, sino la mía, que tal vez no sepa cómo encontrarla. Me he planteado esto como si buscara a una persona desparecida. Entonces, ¿por qué no acudir a especialistas entrenador para encontrar a gente desconocida basándose en una mera descripción?".

Me quedan todavía unos años para llegar a los 39. Todavía no tengo casa propia y, la verdad, no creo que tenga nunca un barco. Por descontado no me afeito dos veces al día (por Dios, qué coñazo...), ni tengo coche. En realidad, no tengo ni carnet. Y tampoco leo Playboy, francamente... Como tampoco tengo 30.000 dólares, no sé por qué pero me da a mí que David Addison y Maddie Hayes no aceptarían mi caso...

lunes, julio 07, 2008

¡Vamos, Rafa!

Hace una semana España ganó la Eurocopa de fútbol, y ayer Rafa Nadal gana Wimbledon. El deporte español, ya inmerso en el Tour de Francia (a pesar de que el campeón no pueda defender su título...) y un mes de empezar los Juegos Olímpicos de Pekín, no deja de dar alegrías. Y no calmarán la desaceleración/crisis/etapa complicada económica, no solucionarán los problemas de nadie, no aportarán ningún plus al crecimiento de España, no. Pero lo a gusto que se queda uno siguiendo las andanzas de estos héroes modenos cuando te dan alegrías como ésta, hace que todo se olvide siquiera por unas horas...

Ayer Rafa Nadal me hizo disfrutar como un enano. Como a casi todos, me imagino (y digo casi porque sé que no a todos...). Y eso que no soy muy dado a ver partidos enteros de tenis. Demasiado largos, demasiado poco decisivos en su desarrollo, hasta que llegan esas bolas finales, esos puntos de set y de partido que, esos sí, son de auténtico infarto. Pero ayer me tuvo colgado de la televisión desde las tres y media (bendita lluvia en ese momento, porque me dejó ver hasta el final la Fórmula 1 en Silverstone y sufrir con el lento Renault de Fernando Alonso...) hasta las diez de la noche. Siete horas para algo más de cuatro horas de partido, con dos parones por el agua caída del cielo londinense. Toda una tarde de nervios, de emociones, de sufrimiento, de diversión por unos golpes increíbles y, al final, de alegría incontenible cuando esa última bola de Roger Federer se estrelló contra la red.

Y es que era Wimbledon, la catedral del tenis, el lugar en el que todo profesional de este deporte, como decía Rafa Nadal, sueña con jugar algún día. Si sólo jugar en la pista central es inolvidable, ganar allí ya debe ser algo indescriptible. Y ganarle a un fenómeno como Federer no tiene nombre. Porque quizá hay algunos que no son conscientes de esto, y por eso conviene recordarlo: las victorias son más importantes y hermosas cuanto más grande es el adversario al que derrotas. Sí, al final sólo quedará en el cuadro de vencedores de Wimbledon que Nadal ganó en 2008 (¿Y en 2009...? ¿Cuántas veces más?) y llegará un momento en que nadie se acuerde de nada más, pero los que vimos la final sabemos todos que presenciamos un duelo de gigantes entre dos tenistas únicos. Pero Alonso fue grande no sólo por ganar, sino por ganar a Schumacher. Lo mismo que Nadal es grande por vencer a Federer y ser el único tenista que ha ganado más que perdido frente al monstruo suizo.

La hierba de Wimbledon siempre tuvo algo especial (aunque lo de los jueces de línea fue increíble durante todo el torneo y especialmente en la final; no había visto nunca fallar tanto a unos jueces de tenis y ser corregidos por el famoso ojo de halcón...). Y ahora que ha ganado Nadal, será todavía más especial. Lo grande de Nadal no es sólo que gane, sino también cómo gana, durante y después de los partidos. El español dijo en su discurso de agradecimiento que lo de Federer era increíble, que era un tenista impresionante, el mejor de la historia, elegante tanto en la victoria como en la derrota. Que dijera todo eso cuando acababa de ganar Wimbledon le eleva todavía más en este olimpo deportivo. Porque no todo el mundo sabe gestionar una victoria. Nadal sí. Y por eso es grande, muy grande.

¡Vamos, Rafa!

domingo, julio 06, 2008

Como dijo Chaplin...

No suelo coger muchos taxis. Siempre he pensado que es un servicio demasiado caro. Sí, ya sé que la gasolina está por las nubes y que si los taxistas cobraran menos seguramente se morirían de hambre. Sí, ya sé que es una profesión muy sacrificada, que exige jornadas de doce horas o a veces más para poder sacar un buen sueldo. Sí, sé muy bien que están expuestos a muchos delincuentes y tipejos extraños, sobre todo en grandes ciudades como Madrid. Sí, todo eso lo sé, pero aún así no me entusiasma coger taxis. Sólo lo hago cuando hay mucha prisa o no me queda más remedio. Ayer por la noche se me dio la segunda condición porque los amigos que estaban conmigo tenían la primera. Y cogimos un taxi.

Como cojo pocos, no tengo muchas historias de esas que casi todo el mundo tiene metido en un taxi. Bueno, me acuerdo de un día que, volviendo de la rueda de prensa en la que nos presentaron un Congreso del PSOE (como el que se ha celebrado este fin de semana, pero cuando todavía uno esperaba encontrar algo que rascar en estas citas políticas...), nos tocó un taxista facha, facha. La compañera con la que iba en el taxi le acabó regalando al taxista el poster de Zapatero que nos habían dado... Y me acuerdo de otro taxista que, en la madrugada madrileña, me interrogó sobre mis gustos musicales para poder poner el CD más adecuado a mis preferencias. Me decía aquel taxista que lo más importante era que el cliente se sintiera a gusto.

Pero ayer un taxista consiguió llamar mi atención de verdad. Hablando de todo un poco, nos dijo lo siguiente: "Como dijo Chaplin, me gustan mis errores, no quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme". Es la primera vez que un taxista me cita a Chaplin. Y admito que me encantó el detalle...

jueves, julio 03, 2008

El tiempo irrecuperable

En 1987, Marvel publicó una historia de Spiderman que se me quedó grabada nada más leerla. La última cacería de Kraven parte de un punto de partida tan duro como macabro, tan desgarrador como humano, tan fantástico como realista. Kraven captura a Spiderman, le droga y le entierra en vida dentro de un ataúd durante dos semanas. Y en ese tiempo se pone su traje con la intención de convertirse en él, en la araña, desatando toda la violencia que necesita para completar su repugnante tarea.

La historia la dibujó con maestría Mike Zeck y la escribió un J. M. DeMatteis tocado por la genialidad. En buena parte de la misma, es Spiderman el que narra los hechos, con una voz en off tan propia de los cómics como del cine negro. Son palabras que me impactaron y se me quedaron grabadas (la traducción es de Cristina Macía, del original que publicó Cómics Fórum en 1988), palabras que expresan muy bien lo que supone perder tanto tiempo.

" ¡¿Dos semanas?! ¡¡Dos semanas!! ¡En la tierra! ¡En la tumba! ¡Muerto! ¡¡Dos semanas!! Y mientras yacía ahí, atrapado , tú has estado fuera, Kraven... ¡Usando mi traje! ¡Usando mi nombre! ¡¡Usurpando mi vida!! ¡¡Dos semanas!! (...) Mientras yo me pudría ahí, ¿qué pensaba mi familia? Tía May... Mary Jane... Mary Jane... Mi esposa... Mi esposa... ¡Mi vida! ¡Dos semanas! Creo que voy a vomitar. (...) Dos semanas, Mary Jane. Dos semanas de mi vida... Nuestra vida... Nuestra nueva vida juntos. Nos la han robado. Ensuciado. Violado. Te quiero, Mary Jane. Más de lo que creía!.

Esto es ficción, y me acordaba de esta historia a causa de un caso muy real. Y ya sabemos, porque lo hemos vivido muchas veces (desde el 11-S al 11-M, pasando por el monstruo de Amsteten o cualquier otra desgracia que podáis recordar), que la realidad supera a la ficción. Lo de Ingrib Betancourt es realidad. No han sido dos semanas de su vida. Han sido seis años. Seis años. Otros de los secuestrados que han sido liberados con ella llevaban diez años privados de su libertad, de su vida, de su amor, de sus sueños, de un tiempo irrecuperable, que ya se ha perdido y que nunca volverá. Hasta de sus almas.

¿Cómo se recupera uno de la pérdida de seis años de su vida? ¿Cómo se reencuentra uno con personas a las que no le han dejado ver en seis años? ¿Cómo se reengacha a la vida de unos hijos que han cambiado tanto? ¿Y cómo se paga haber privado a una persona de tantos momentos de amor, de sueños, de risas y llantos, de ilusiones, de conversaciones, de sentimientos y de sensaciones? ¿Cómo? ¿Por qué sigue habiendo gente en el mundo que sigue creyendo que un ideal, sea el que sea, le da el poder para hacerle tanto daño a una persona? ¿Cómo puede seguir alguien pensando que su causa le otorga el derecho moral de robarle tanto a otros?

Nunca entenderé las causas de quienes se convierten en algo peor que aquello contra lo que dicen luchar. Nunca las defenderé. Nunca las excusaré. Nunca.

miércoles, julio 02, 2008

Triunfos de marketing

En este mundo de la comunicación y del marketing que tanto me gusta (y, a la vez, que tanto se me escapa por impredecible), la Eurocopa de fútbol deja dos grandes triunfos. El primero es indiscutible. Cuatro ha acertado de pleno con su campaña de "Podemos" para publicitar la emisión por este canal de todo el torneo. ¿Quién no ha tarareado la dichosa cancioncita del "podemos, podemos"? ¿Quién no ha tenido una conversación sobre las posibilidades de España en esta competición utilizando el "podemos" (o, los pesimistas, el "no podemos")? En Youtube y en páginas que recopilan vídeos hay decenas de entradas con los spots. ¡Hasta en el Emule hay una quincena de archivos con el himno!

Ha sido todo un triunfo precisamente porque España ha ganado. Muchas veces, y más en un mundo tan caprichoso como el del deporte, el éxito o el fracaso de una campaña de comunicación radica en los designios del balón. Y a Cuatro le ha salido la jugada redonda (no así a Media Markt, que ha tenido que regalar muchos cheques a quienes compraron allí antes de la Eurocopa porque España pasó de cuartos...). ¿Qué hubiera pasado si Casillas no para dos penaltis a los italianos y caemos como (casi) siempre...? Pues que seguramente la campaña habría pasado a la historia más como burla que como otra cosa. Pero como hemos ganado y se ha demostrado que "podemos", el éxito es absoluto.

El segundo triunfo de marketing es todavía más gracioso. Mahou, uno de los patrocinadores de la selección, ha ideado una campaña en la que pide firmas para dedicar una calle a "la madre que parió a Casillas". El anuncio es tremendamente ingenioso y divertido, y va acompañado de una recogida de firmas en Internet con este fin, pero no sería más que otro anuncio cualquiera si no fuera porque... hay quien se lo ha tomado en serio. Hay por ahí sueltas algunas noticias (sí, sí, noticias, en periódicos supuestamente respetables) en las que se habla de la imposibilidad de dedicarle una calle a la madre de Casillas en Móstoles, su localidad natal, porque hay una ordenanza municipal que impide hacer ese homenaje a personas que estén vivas (vaya por Dios, hay que morirse para que se acuerden de uno de esta forma...). ¡Incluso le han preguntado al alcalde de Móstoles por esta posibilidad!
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Bravo por la agencia de publicidad que trabaja para Mahou, porque ha conseguido que muchos hablen de la campaña y, por consiguiente, de la marca. Han conseguido así más propaganda que si hubieran hecho un anuncio con imágenes de Casillas haciendo paradas. Los maestros en este terreno siguen siendo los de Ryanair, que con su calendario de azafatas en bikini o sus campañas con fotos de Zapatero o Sarkozy (rápidamente retiradas, claro) consiguieron mucha más publicidad que con ofertas de vuelos baratos. Y es que, aunque la gente diga que se va al baño durante la publicidad, los anuncios siguen teniendo mucho tirón...