Con la muerte del Capitán América, que ya he tratado en este blog, me he acordado de otras muertes de superhéroes. Y rebuscando en el enorme archivo de cómics que tengo, he encontrado esta portada del Daily Planet que recoge la muerte con mayúsculas, la de Superman (que luego, claro, revivió...; no se puede matar así como así al superhéroe más popular de todos los tiempos, por muchos que las ventas de su cómic no sean las mejores...). Supongo que la pongo aquí porque recoge dos partes muy importantes de mí mismo. Mi yo periodista y mi yo friki.
Mi yo periodista siempre ha soñado con cubrir grandes eventos, con firmar noticias en la portada de mi periódico (siempre quise trabajar para un periódico, me apasiona la idea de la hora de cierre; me conformé con una agencia, no es lo mismo, pero sí colmó mis sueños algún que otro día). He vivido algún que otro día histórico en los más de seis años que he trabajado como periodista, y ahora que lo dejo (digamos que parcialmente; siempre me quedará la sensación de ser un periodista, estos blogs y alguna que otra colaboración) me acuerdo de muchos de ellos.
La muerte de Superman, aunque nunca ha sido uno de mis héroes favoritos (rincón reservado para Batman y los 4 Fantásticos), fue un shock para el friki que llevo dentro. Fue casi como si alguien de verdad se hubiera muerto (eso es lo que muchos fans de Spiderman dijeron sentir en los años 70, cuando Marvel decidió matar a Gwen Stacy, la primera novia de Peter Parker, una conmovedora historia que recomiendo leer a todo el mundo). Y es verdad. Llegas a querer tanto a estos personajes, que los hechos que suceden en sus vidas te llegan muy dentro. Superman, insisto, no es de mis favoritos. Pero es un icono. Todo el mundo conoce a Superman. ¿Os imagináis lo que sería si realmente existiera y muriera? Yo no soy capaz...
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