
Ya han pasado tres años de la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones generales. Anoche, en 59 segundos, hicieron balance de esta etapa y pidieron a los contertulios que dieran su nota al Gobierno socialista. Desde el "muy deficiente" que le otorgó Isabel San Sebastián hasta el notable que le dio Luis Aizpeolea, todos dieron sus argumentos. ¿Mi nota? Un aprobado que no sólo se debe a la gestión del Gobierno, sino también a los problemas con los que ha tenido que lidiar.
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Lo mejor. La retirada de nuestras tropas de Irak. La promesa era compleja de cumplir y se cumplió sin complejos. España no debía estar presente en Irak, no de esa manera, en base a mentiras y pruebas falsificadas, y salimos en cuanto pudimos. No me importa el precio que hubo que pagar en las ahora ya totalmente restablecidas relaciones con Estados Unidos. Digan lo que digan, el único problema que hay ya con Washington es que Bush no traga a Zapatero. Y es recíproco, seguro.
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Lo peor. Pues yo diría, aunque parezca paradójico después de lo anterior, las relaciones internacionales. La verdad es que nos hemos buscado problemas en muchos sitios, dentro y fuera de la Unión Europea, en parte por la poca afición que tiene el presidente del Gobierno a dejarse ver fuera de España. Creo que Zapatero debería viajar más y crear menos conflictos con países amigos. El último ha sido con Argelia, por tratar de quedar bien con Marruecos. Aquí hay que mejorar bastante. Reconozco que Moratinos ha sido una de las decepciones de este Gobierno. Con un ministro de Asuntos Exteriores más fuerte, las cosas irían mejor. ¿Manuel Marín en la próxima legislatura si hay una nueva victoria socialista...?
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Política social. Los puntos más fuertes del Gobierno han estado aquí. Han ampliado derechos (matrimonio homosexual), han creado normas de gran trascendencia (Ley de Dependencia, y si no, al tiempo) y han abordado asuntos bastante complejos (ley de igualdad, ley contra el tabaco, reformas para evitar la sangría en las carreteras). Bien es verdad que no se han atrevido a dar pasos en la lucha contra el alcoholismo juvenil, seguramente por las presiones de los empresarios del sector, pero aún así en este punto la nota es alta.
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ETA. Un error muy grande, el de De Juana Chaos (voy a intentar no volver a escribir más sobre este individuo; la publicidad que le estamos dando es el mejor favor que se le puede hacer a este etarra). Un intento obligado, el de conseguir la paz. Todos los gobiernos han dado pasos en este sentido y éste no podía, no debía ser una excepción. Hubo fallos durante el proceso de diálogo, pero, como dijo Duran Lleida antes de que se iniciara ese diálogo, nadie puede culpar al Gobierno por intentarlo. Digan lo que digan, no hay pactos ocultos, no hay concesiones a ETA y Navarra sigue siendo parte de España.
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Las reformas estatutarias. Tanta crítica que se ha oído cuando convenía a algunos, y resulta que España sigue en pie. Las reformas de los estatutos de autonomía, en lugar de verse como pasos lógicos en la evolución del Estado de las autonomías, se han utilizado como arma política. Los estatutos pueden y deben reformarse, y estos mismos textos contemplan sus mecanismos de reforma. Otra cosa es que no estemos de acuerdo con los contenidos, pero criticar las reformas es ridículo. ¿Os acordáis de que Cataluña se iba poco más o menos que separar de España con el Estatut? Ya nadie habla de Cataluña y nadie ve problemas. Curioso, cuando menos.
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El problema a solucionar. Sin duda, la inmigración. Empieza otra vez el buen tiempo y seguro que volvemos a vivir en breve avalanchas de pateras y cayucos. Hay que acabar con eso como sea, o al menos mitigarlo. No sé si el Gobierno ha propiciado un efecto llamado como dicen, pero lo que sí está claro es que no ha sido capaz de poner freno a este complicadísimo asunto. También hay que poner el acento en cuestiones como la violencia contra las mujeres (es intolerable lo que está pasando; las medidas políticas no consiguen frenar esta sangría), los muertos en accidente de trabajo (¿por qué ningún Gobierno tiene el valor de acometer una reforma valiente que impida tantas muertes en el tajo?) o los accidentes en carretera.
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PP. Es curioso que tengamos que analizar la actuación del PP para comprender la del Gobierno, cuando normalmente debería ser al revés, pero España es así. El PP ha conseguido que esta legislatura se quede a media. Ha boicoteado proyectos (como la reforma de la Constitución en cuatro puntos muy concretos a la que aspiraba el PSOE, y que, entre otras cosas, blindaría la situación del País Vasco y Navarra como comunidades autónomas en la Carta Magna; han dicho que no por decir no por sistema), se ha negado a formar parte de políticas de Estado, ha crispado la vida política, ha sacado a la gente a la calle (está en su derecho) por cuestiones cuando menos dudosas y ha instrumentalizado símbolos y colectivos sólo por su interés partidario. Ojalá los populares se libren de una vez por todas de Rajoy, Acebes, Zaplana... y Aznar. España lo necesita.
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Vida parlamentaria. A pesar de toda esa crispación, que ha tenido su reflejo evidente en Congreso y Senado, es indudable que ha mejorado la labor de las instituciones parlamentarias. Poco, muy poco, pero ha mejorado. Hay que valorar los pasos, aunque sean pequeños. El control al Gobierno ha sido mayor (más respuestas por escrito, más preguntas de control incluso en el Senado, que Aznar apenas pisó, más comparecencias de ministros y del presidente que en anteriores legislaturas), se ha institucionalizado una cita como la Conferencia de Presidentes y el diálogo entre los grupos ha crecido. El Gobierno es hoy capaz de llegar a acuerdos con todos los grupos minoritarios, cosa que antes no sucedía. Falta el escollo del PP, pero ya se sabe que dos no bailan si uno no quiere.
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Política económica. Tengo con la política económica de este Gobierno el mismo problema que con la de los anteriores ejecutivos del PP. Me cuentan que las cifras macroeconómicas van de perlas, que España es un país próspero, que se genera riqueza y empleo. Pero yo no percibo que todo eso llegue a los ciudadanos. A las grandes empresas sí, que todas, año tras año, anuncian beneficios multimillonarios, pero a la gente no. Es necesario que todo eso cambie. Conste, en todo caso, que yo no tengo ni idea de economía, pero esta percepción encaja con que casi todo el mundo considere continuista la política económica de este Gobierno.
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Fracaso femenino. Que nadie piense que soy machista porque no lo soy, pero la paridad que Zapatero se impuso en su Gobierno (que no ha sido tal en los altos cargos, sólo en los ministros) ha sido uno de los fracasos de su política. La mayoría de las ministras no ha dado la talla (salvo por descontado a la vicepresidenta De la Vega, aunque en la legislatura parece que ha ido de más a menos) y, como reflejan las encuestas del CIS, son las menos conocidas y menos valoradas por los españoles. Caso aparte es el de la titular de Vivienda, María Antonia Trujillo, que anda desaparecida seguramente porque cada vez que ha hablado ha armado algún lío.
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Buenos ministros. Los ha habido esta legislatura. Me gusta José Antonio Alonso, primero en Interior y luego en Defensa. Bono, pese a que es Bono, con todo lo que eso conlleva, hizo una labor muy digna. Me gustó Juan Fernando López Aguilar como titular de Justicia. Y Caldera me sorprendió. No le esperaba tan a gusto en el papel de ministro, después de haber sido el agitador del grupo de Zapatero en la oposición (un papel que ha heredado, y con fuerza, José Blanco).