Corría el año 2000 cuando José José Ibarretxe habló por primera vez de ese famoso referéndum que pretende convocar. Han pasado nada menos que siete años. No ha habido discurso de política general en el Parlamento vasco, el que se celebra todos los meses de septiembre para abrir el curso político, en el que el lehendakari no mencionara la necesidad inaplazable de convocar el referéndum. No ha habido discurso de Ibarretxe que no haya contado con la al parecer obligada respuesta de todo el mundo: medios de comunicación, autodenominados líderes de opinión y partidos políticos.
Ninguna posición ha cambiado en los últimos siete años y casi todas me tienen sumido en la más absoluta perplejidad. Ibarretxe sigue defendiendo la convocatoria de la consulta y por eso le ha puesto fecha, el 28 de octubre de 2008, prolongando al menos un año más el debate estéril sobre la materia. Y digo estéril porque todos descartan, de una forma u otra, la posibilidad de llegar a un acuerdo, con lo que todo paso que dé el Gobierno vasco en un sentido legalmente dudoso lo acabará frenando el Gobierno español, lo ocupe quien lo ocupe.
Siempre he tenido la sensación de que el lehendakari no se atrevía a hablar de cuestiones concretas. Yo no sé si él mismo tiene claro qué es lo que pretende someter al voto ciudadano. ¿Independencia del País Vasco a cualquier precio? ¿Un estado asociado a España como contemplaba el archifamoso Plan Ibarretxe? ¿Qué quiere consultar exactamente? ¿De qué quiere hablar Ibarretxe con Zapatero el próximo día 16? Si los vascos quieren la independencia, que se hable de ello. Si los vascos quieren más competencias, que se hable de ello. Si los vascos quieren una reforma política, que se hable de ello. Pero que se hable de lo que quieren todos los vascos y que el lehendakari ponga cuestiones concretas sobre la mesa.
Si algo no me gustaba del Plan Ibarretxe y de que ahora ponga fecha para la consulta es la forma. Ibarretxe es lehendakari gracias a la Constitución y al Estatuto de Gernika. Ambos textos incluyen fórmulas para su modificación. Pero el lehendakari insiste en saltárselas a la torera. Si quiere una reforma, ésta debe partir del Parlamento vasco. Sin un acuerdo entre los vascos (entre todos los vascos), no hay nada que consultar a la ciudadanía o que dialogar con el Gobierno de España. Pero Ibarretxe no atiende a esos pasos. Quiere ir directamente a la consulta sin saber qué va a consultar. Ni siquiera me muestro en contra de que se produzca ese referéndum, que la discusión sobre las implicaciones legales sería otra muy distinta, pero es que hay que tener algo que consultar e Ibarretxe hoy no lo tiene. O por lo menos no lo dice abiertamente.
Creo, además, que el lehendakari está cometiendo graves errores estratégicos. Primero, porque está desaprovechando la presencia en Moncloa del mejor Gobierno posible para sus intereses. Mareando tanto esta perdiz lo que en realidad está haciendo es dar argumentos al PP para arremeter contra Zapatero. Ibarretxe no va a encontrar un presidente del Gobierno más propenso a hablar de estos temas. No creo que al PNV, al nacionalismo vasco y a Ibarretxe les interese un Gobierno del PP. Ya han pasado aquellos años en que Arzalluz manifestaba que en quince minutos con Aznar había conseguido más que en quince años con los socialistas. Sí, si el PP necesita el apoyo del PNV para alcanzar la Presidencia del Gobierno les prometerá cuatro migajas más, alguna competencia, un dinerito extra para callarles la boca y lograr su respaldo, pero nada más. Con el PP nunca se hablara de lo que Ibarretxe quiere hablar.
Y segundo, porque genera división. Nuestros representantes no quieren darse cuenta de esto, pero los proyectos políticos que se construyen en el aire, generan división y enfrentamientos, no ya entre partidos políticos, que a la larga importa poco, sino entre la gente. Yo vivo en Madrid y viajo bastante a Euskadi. No estoy del todo seguro que pueda decir abiertamente en todos los sitios el lugar del que provengo. Y viceversa, no estoy del todo convencido de que sea seguro para un vasco decir que lo es en algunos sitios de Madrid. Lo mismo pasa ya en Cataluña, lo mismo pasa ya con los monárquicos y antimonárquicos y seguirá pasando con otras muchas cuestiones. Se pierde libertad cada vez que un político actúa de forma irresponsable.
Ibarretxe no ha sabido o no ha querido (y eso sería lo más preocupante) medir las consecuencias de todo esto. Si empezara como tiene que empezar, con una ponencia en el Parlamento vasco, nadie podría quejarse como lo está haciendo ahora. Podría expresas sus diferencias ideológicas y políticas, pero no hablar como se habla de rupturas de la Constitución o de desafíos a la democracia. Si la consulta fuera el medio y no el fin, sería legalmente irreprochable. Pero, con el planteamiento de Ibarretxe, lo que se genera es un encontranazo entre instituciones, si se quiere incluso entre pueblos, que sólo va a deparar problemas. Lo decía incluso el alcalde de Bilbao, el peneuvista Iñaki Azkuna, en unas declaraciones que, unidas a la marcha de Josu Jon Imaz de la presidencia del PNV, evidencian que el camino marcado por el lehendakari ni siquiera lo comparte todo el partido.
En estos siete años de polémica (algo artifical e interesada, diría yo), sólo ha habido un movimiento sensato. El que hizo Zapatero cuando el Plan Ibarretxe llegó al Congreso de los Diputados. Ese plan nació con la severa tara de contar con la oposición de un amplísimo porcentaje del Parlamento vasco (y por consiguiente, aunque algunos lo quieran ignorar y se aroguen la representatividad absoluta, de la ciudadanía vasca que vota a esos partidos). Y Zapatero, con absoluta tranquilidad y desde la tribuna de oradores del Congreso, rechazó el plan e instó a Ibarretxe a proponer una reforma por los cauces legales. Esa reforma sí se estudiará en las Cortes, como se han estudiado otras como la del Estatuto catalán.
Queda como poco un año más de problemas, división, enfrentamientos y odio. Ojalá sólo fuera un año más, pero hay pocas esperanzas de que los políticos (y no estoy apuntando en una sola dirección) se paren a pensar en el daño que hacen con algunos de sus movimientos.
2 comentarios:
Nada más oir las palabras de Ibarretxe pensé: "Joder, estamos otra vez con lo mismo". Inevitablemente piensas: "Estos partidos "hegemónicos" tienen este problema: propongan a quién propongan, acaban gobernando y, claro, sus gobernantes se preocupan más destacar por algo que por cumplir con su compromiso diario para con el Pueblo". Un planteamiento con demasiado prejuicio para ser cierto. No es que me oponga a la idea de un Referendum (aquí, allí y dónde se de la coyuntura adecuada). Pero querer imponerlo cuando, a mi parecer, no es conveniente ni el momento ni el lugar ni las circunstancias, me lleva a pensar que hay más afán de protagonismo que un verdadero deseo que ello ocurra. ¿Lecciones de Superdemocracia allí y ahora?
Coincido contigo que esta cabezonería es de incierto éxito y, en cambio, otorga "armas" a sus opositores, por lo que, además de no llegar a buen puerto, perjudicará a otros de su propia sintonía. Diría que es puro electoralismo si ciertamente estuviera demostrado que los resultados son mejores elección tras elección. Pero los datos no lo confirman en absoluto, más bien al contrario.
La pregunta, cuya pregunta debería ser obvia, es: un servidor público, ¿debe hacer algo que es ilegal?
Partiendo de esta premisa, hay que tener en cuenta otro elemento esencial: en el País Vasco sigue habiendo terrorismo. No es lo mismo un referendum con terrorismo que sin él; cualquiera sabe que una de las respuestas posibles se vincularía con la persistencia de ETA y la otra con su desaparición. Esto lo sabe hasta Ibarretxe, y por eso hace unos días dijo que no se imaginaba a nadie en el Reino Unido amenazando con que la policía fuese a impedir una consulta para solucionar el conflicto en... Escocia.
¡Vaya! Desde siempre el referente del nacionalismo vasco ha sido Irlanda y, sin comerlo ni beberlo, ahora parece que pasa a ser Escocia. ¿Será porque sí se imagina al Reino Unido suspendiendo la autonomía del Ulster cuando no le gusta cómo se hacen las cosas? (Y a este respecto he de aclarar que, en contra de lo que opinan algunos, en España no se puede suspender la autonomía de ninguna comunidad)
Por otra parte, suscribo lo que pensó reverendo pohr. ¿Qué interpretación freudiana podría darse a la obsesión de Ibarretxe por las "consultas democráticas"?
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