Llevo mucho tiempo defendiendo una muy necesaria reforma de la Ley Electoral española. Es urgente adecuarla a los nuevos tiempos, haciendo que cada voto a un partido nacional tenga el mismo valor y no premie a los dos mayoritarios, como sucede en la actualidad (IU es la gran perjudicada por el actual sistema, PSOE y PP los grandes beneficiados). Es importante que los partidos nacionalistas y regionalistas tengan más cabida en el Senado que en el Congreso, convirtiendo a la Cámara Alta en una auténtica cámara de representación territorial (para lo cual también es necesario reformar la Constitución).
Pero la reforma también es necesaria para asuntos en apariencia menos trascendentes pero que, al final, nos afectan a los ciudadanos más que los dos puntos antes citados. Y tengo dos ejemplos para ilustrarlo. El primero de ellos es sobre los sondeos. En la medianoche del pasado lunes comenzó el plazo en el que está prohibido difundir encuestas electorales. Esto llevó a las empresas que hicieron estudios sobre el segundo debate Zapatero-Rajoy a hacer su trabajo a gran velocidad para ofrecer estos datos antes de la medianoche. Se supone que desde el martes no se pueden publicitar sondeos sobre intención de voto y estimaciones de resultado. ¿Se cumple? Pues es obvio que no.
El periódico británico The Times publicó el jueves una encuesta sobre las elecciones españolas. Su web se puede ver desde todo el mundo. Y eso, claro está, incluye a España. Pero la Ley Electoral no se le aplica porque no tiene ningún poder sobre un medio de comunicación extranjero. El mundo de hoy en día y las comunicaciones globales hacen que esta norma haya quedado completamente obsoleta. Pero es que además hay otro matiz. Los partidos políticos siguen haciendo sus propias encuestas estos días y comparten sus datos con periodistas y empresarios afines. ¿Por qué el común de los ciudadanos no puede acceder a unos datos que, al parecer, están hoy reservados a las élites? Es absurdo. Y parece que los partidos se han dado cuenta. Ojalá caiga esa reforma electoral en la próxima legislatura, y que ésta sea amplia.
Pero, ojo. Mientras esta Ley siga en vigor hay que acatarla. Qué obviedad acabo de decir, ¿verdad? Pues como Spain is different para casi todo, esta Ley tampoco se acaba de cumplir. Ni siquiera me refiero al uso dudoso de los datos de The Times por parte de algunos medios de comunicación (ayer por la tarde, en la portada de la edición digital de El Mundo figuraban los resultados que pronosticaba el diario británico; ¿eso no es difundir encuestas cuando está prohibido hacerlo?). Hablo, por ejemplo, de lo que ayer hizo la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. En un mitin del PP en Valencia dijo lo siguiente: "¿Te has enterado de que el tracking por primera vez nos da a un punto por delante de los socialistas?". Eso es utilizar datos electorales que no se pueden utilizar. ¿Habrá sanción de la Junta Electoral...?
Un segundo ejemplo de lo necesario que es reformar la Ley Electoral. De todos es sabido que somos los ciudadanos los que ocupamos los puestos de presidente y vocal en todas y cada una de las mesas electorales en los colegios que se distrubuyen a lo largo del país. A mí me tocó una vez ser, si no recuerdo mal, vocal suplente. Alegué que ese mismo día tenía que trabajar, cubriendo precisamente las elecciones. Y la Junta Electoral aceptó mi recurso, entiendo que mi tarea profesional aquel día estaba por encima de una obligación que podía desempeñar cualquier otro ciudadano y que aquel era un día esencial en mi trabajo como periodista. Pude ir a trabajar con normalidad para contar a la gente lo que había pasado en la jornada de las elecciones, dejando la labor del recuento a otros.
La verdad es que no las tenía todas conmigo cuando presenté el recurso. Funcionó. Pero resulta que aquí también las decisiones son un tanto arbitrarias. Y me valgo de un ejemplo del mundo del fútbol para explicarlo. El entrenador del Elche, David Vidal, fue elegido para formar parte de una mesa. Alegó que su principal actividad profesional se desarrolla precisamente ese día, durante el partido del equipo que entrena. Y la Junta Electoral aceptó el recurso. Al mismo tiempo, fue elegido para formar parte de otra mesa Roberto, portero del Sporting de Gijón. El recurso debió ser más o menos parecido. Pero el recurso fue rechazado y Roberto tendrá que sentarse el domingo en su mesa electoral. ¿Por qué el distinto criterio para uno y otro? ¿Por qué esa desigualdad? ¿Por qué parece que los ciudadanos estamos siempre dependiendo de decisiones arbitrarias de los organismos correspondientes?
¡Reforma de la Ley Electoral, ya!
1 comentario:
Me temo que tus ideas bienintencionadas para mejorar la política van a caer en saco roto... La redacción de una ley electoral tiene como gran problema que casi todo lo que afecta a la misma beneficia o perjudica a alguien, y claro, todos quieren arrimar el ascua a su sardina. Nos puede parecer mejor o peor que la ley promueva una mayor representatividad de las diferentes opciones políticas, pero, ¿van a consentirlo, precisamente, los partidos mayoritarios? Además, es de gran importancia no caer en el extremo de que haya muchos partidos con representación parlamentaria, de manera que un solo diputado pueda poner y quitar gobiernos a su antojo (véase el modelo parlamentario italiano).
La suerte que tenemos es que la ley electoral ya está aprobada, así que el consenso mínimo existe. No lo digo en broma: los partidos políticos catalanes, tan celosos ellos de aumentar el autogobierno, llevan treinta años (y contando) sin ponerse de acuerdo para aprobar una ley electoral catalana para la que el Parlament es competente, así que aquí se aplica supletoriamente la LOREG...
LO de la excusa para no ir a la mesa electoral no es tanto cuestión de la ley como de los miembros de las juntas electorales; efectivamente, cada junta adopta el criterio que cree más conveniente. En la votación para reformar el estatuto de Cataluña, por ejemplo, una amiga mía que había sido elegida presidenta de mesa se libró... porque ese día era la boda de un amigo suyo.
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