Resulta que ayer vi un fragmento de un programa de Antena 3 en el que se critica abiertamente a Telecinco por haber comprado esa entrevista, dudando de su calidad e incluso pidiendo públicamente que se abra un debate sobre los contenidos de los medios de comunicación audiovisuales. Y aunque ya hemos visto muchos, éste es un ejercicio de hipocresía de tal envergadura que no se puede dejar pasar. Si Julián Muñoz va a Telecinco es porque la oferta económica es superior a la Antena 3. En Internet hay decenas de noticias que hablan de una "subasta" por esa entrevista a Julián Muñoz. El clásico quién da más. Y como ha sido Telecinco y Antena 3 no la ha conseguido (insisto, no me parece un mérito periodístico), ahora recurre al pataleo, a la crítica y al desprestigio de la cadena rival. Impresionante.
Esto entronca con el comentario que me dejó el amigo Al-Duende. Resulta que todo el mundo habla de regenerar los medios de comunicación cuando está abajo, pero cuando llega arriba, cuando alcanza los puestos de responsabilidad hace exactamente lo mismo que sus predecesores, esos a los que tanto censuró desde su puesto de base. La pescadilla que se muerte la cola: ¿pide el espectador lo que le damos o le damos lo que pide sin posibilidad de elección? Sigo creyendo que otra televisión, que forme y entretenga, es perfectamente posible, pero con comportamientos así jamás superaremos esta fase. Es más, sin duda empeorará. Ya hemos visto casi de todo en televisión, y la reciente polémica en la BBC inglesa demuestra que encima nos regodeamos con la superación de las cotas de cutrez.
La anécdota que cuenta Al-Duende me ha hecho recordar también aquello que pensaba con cierta inocencia en mis años de estudiante (hasta primero de carrera, que ahí creo que ya desperté del todo). Siempre me preguntaba cómo era posible que los profesores fueran a veces tan injustos y además a propósito al juzgar o evaluar a sus estudiantes. Me preguntaba si ya se habían olvidado de cuando ellos mismos eran estudiantes y sufrían el maltrato de sus propios profesores. Si habían aparcado los buenos deseos que, seguro, habían formulado aquellos días, aquellas promesas de no comportarse igual cuando ellos tuvieran el poder sobre el alumnado que da formar parte del profesorado. Y, por desgracia, es así en demasiados casos de demasiados ámbitos de la vida. Quien llega a jefe, se convierte en un tirano. ¿Por qué? No tengo ni la más remota idea. A mí no me ha pasado. ¿Me pasará? Hoy afirmo que no con rotundidad.