lunes, noviembre 03, 2008

Cuando el perdedor importa más que el ganador

Lo maravilloso y a la vez cruel del deporte es que no siempre es el ganador quien se merece y tiene el respaldo del aficionado. A veces, sólo a veces, uno tiene más respeto y admiración por el perdedor. A veces uno se siente cercano a quien no ha vencido, a quien no figurará en los libros de historia, a quien no quedará en el recuerdo de quienes piensan que ganar es lo único importante. En esas ocasiones, uno no se limita a leer los cuadros de campeones, los fríos resultados. Porque el deporte no es eso, es el sentimiento y la emoción que acompaña a la estadística. Porque uno se acuerda del gol de Zidane más que de quién ganó aquella Champions. Del triple que falló España y quisimos meter todos a minuto y medio del desenlace en la final de baloncesto de los Juegos Olímpicos de Pekín ante la todopoderosa Estados Unidos. De aquel golpe de Sergio García detrás de un árbol en el primer grande que casi gana. De la belleza y la empatía que genera un deportista por encima de su resultado final. De las portentosas exhibiciones de Miguel Induráin.

Y sé que voy contracorriente, pero sigo pensando que Lewis Hamilton no es un gran campeón. No lo es por su forma de ser, no lo es por su forma de pilotar, no lo es por las circunstancias que rodean a su triunfo. Teniendo el mejor coche de la parilla durante el mayor número de carrera (Ferrari dominó algunas, pero muchas menos que McLaren), Lewis Hamilton sólo ha podido ser campeón del mundo a dos curvas del final, adelantando con ese avión que llevaba y bajo la lluvia a un Toyota que tenía neumáticos de seco. Eso, para algunos cronistas, fue un adelantamiento prodigioso. Nada se dice, en cambio, del de Vettel al propio Lewis Hamilton. Nada se dice de la obligada actitud de Glock de portarse casi como si fuera un doblado para no poner en peligro la seguridad de nadie con un coche ingobernable. Si hay gente que quiere ver una maniobra imposible, que la vea. Yo no la vi.

Pero me aventuro a dar una explicación a todo esto. Fernando Alonso no le cae bien a mucha gente. Hace algunos años podría llegar a entenderlo, porque soltó bastante arrogancia (no exenta de razón en algunos casos, por cierto, pero arrogancia en cualquier caso), pero hace tanto tiempo que Alonso se porta con una corrección exquisita que no termino de entender el resquemor que algunos le siguen guardando. Los antialonsistas (que los hay, ya sabemos que vivimos en un mundo frentista, en el que hay siempre que escoger un bando u otro) han elegido a Hamilton como su héroe por el antagonismo que desplegaron el año pasado en McLaren. Y por eso parece que hay que ensalzar al inglés haga lo que haga. Así se llega al extremo de no censurar su peligroso pilotaje en algunas carreras. Los accidentes que ha provocado en pista e incluso en el pit lane. Se olvida que debutó en la Fórmula 1 con el mejor coche. Se olvida que su equipo pasó incluso por encima de su compañero (¿importa de verdad quién fuera?) para concederle sus más pequeños caprichos.

La situación también se da al revés, claro. Los alonsistas más radicales creen que todo lo que hace Lewis Hamilton está mal. Yo no llego a tanto, ni por un extremo ni por el otro, pero sigo convencido de que Lewis Hamilton no es el mejor piloto. Ojalá Kubicka hubiera tenido un buen coche todo el año como para optar de verdad al Mundial. Ojalá Vettel y no Raikonnen hubiera sido piloto de Ferrari. Ojalá Alonso hubiera tenido toda la temporada el coche de las últimas ocho carreras (en las que ha sido el mejor, muy por encima de ese aparente genio que es Lewis Hamilton; eso sí que es prodigioso viendo al Renault de los primeros grandes premios y el premonitorio anuncio de ING). Ojalá Lewis Hamilton hubiera conducido alguna vez en su vida un Minardi. Entonces habríamos sabido si es de verdad tan buen piloto como algunos quieren vender. Hoy seguimos sin saberlo. Tiene un coche impresionante, domina las carreras en las que sale primero y la presión puede con él. Eso es lo que hemos visto. Yo soy alonsista, aunque no radical. Pero eso es lo que veo. Lewis Hamilton no ha ganado a una leyenda de la Fórmula 1. Alonso sí.

Comprendo las lágrimas de Massa. Hay quien piensa, y de eso hablamos después de la carrera, que es una ridiculez llorar por algo como lo de ayer. O también que es absurdo que un aficionado se emocione por los éxitos o los fracasos de un multillonario que no conoce el verdadero significado de la palabra trabajar. Yo comparto mucha más empatía que eso con los deportistas, porque llenan mi tiempo de ocio y algunas de mis ilusiones. Desde mi óptica, por mucho dinero que ganas o por mucho que no conozcas la realidad, tiene que ser muy duro luchar todo un año para ganar el Mundial de Fórmula 1 y que al final te quedes a dos curvas de lograrlo. Tiene que ser muy duro que cruces la línea de meta de la última carrera y que te griten por la radio que eres campeón del mundo para treinta segundos después despertar del sueño y saber que en realidad has sido el primero de los perdedores. Tiene que ser muy duro salir a recoger un premio que no sirve para nada en tu propia casa. Sí, entiendo esas lágrimas, ya lo creo que las entiendo.
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No creo que Massa sea un gran piloto. No creo que sea uno de esos tocados por la magia del deporte, esos que permanecen en la memoria de los aficionados. Pero las circunstancias de este Mundial de Fórmula 1 le dieron opciones de ser campeón. Y esas mismas circunstancias, las que han llevado a Ferrari a perder la categoría que tenía con Michael Schumacher, son las mismas que le condenaron a llorar al final. Aquella manguera que se quedó atascada en su coche y que le privó de algún punto que, al final, habría sido vital. Aquel motor que se rompió sin ser en realidad forzado hasta el límite cuando Massa estaba a tres vueltas de ver una bandera de cuadros que nadie iba a poder alcanzar antes que él. Y, sí, entiendo sus lágrimas. No las he derramado por él, a pesar de la tristeza que me ha dejado este cruel desenlace, pero si en otras situaciones, en otros deportes. Y por eso las entiendo.

Y entiendo la alegría también, la que vivió por un fugaz instante el box de Ferrari. Eso añadió crueldad a este desenlace no deseado. La familia, los amigos, los mecánicos. Todos pensaron por un momento que Massa era campeón del mundo. Todos menos uno. Qué ingrato me pareció el papel de ese mecánico de Ferrari que sí se dio cuenta. Que sí vio a Glock rebasado a dos curvas del final por el McLaren de Lewis Hamilton. Que sí era consciente de que su piloto no era campeón del mundo. Me pongo en su piel y todo me parece aún más cruel. ¡Qué duro tiene que ser decirle a alguien que está demostrando tanta alegría que en realidad ha sucedido justo lo contrario de lo que cree! Qué duro tiene que ser despertar de un sueño que diez minutos antes parecía absolutamente imposible y que había renacido con el agua de lluvia y con el prodigioso (éste sí) adelantamiento de Vettel a Lewis Hamilton.

Con este adelantamiento, el que casi nadie vio en directo. Yo al menos no lo vi, pendiente como estaba de que ese fantástico piloto que es Vettel (que me ha encantado este año y que ojalá tenga suerte y un buen coche en el futuro) aguantara la posición con respecto a Lewis Hamilton. Y pendiente estaba también de esa columna de la izquierda de la pantalla. Todas mis fuerzas estaban en ver ese "6 HAM" que hubiera privado a Lewis Hamilton del Mundial. Cuando encararon la recta de meta Vettel y Lewis Hamilton sin que hubiera aparecido un "4 GLO", ya me di cuenta de que había sucedido justo lo que no quería que sucediera. No sabía cuándo, pero había sucedido. Tuvimos que volver a ver el final de la carrera, grabada previamente, para saber cuándo dejó atrás al Toyota de Glock. A dos curvas del final. Qué cerca. Qué cruel.
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Lewis Hamilton es campeón del mundo. Felicidades. Eso hará que no se pare a pensar en cuánta gente deseaba que no lo fuera. Y, por cierto, este desenlace ya me lo había imaginado, prolongando la maldición de la FIA, por todo lo que ha pasado durante el año. Lo que no esperaba es que fuera tan cruel. A dos curvas del final. Maldita sea...

7 comentarios:

Casandra dijo...

Se te olvida una ruindad más de Hamilton: la temporada pasada cuando tuvo todo el rollo con Alonso se lió con la hija de su jefe. Qué momento más opotuno para intentar entrar en su familia, ¿no? ¿Casualidad?
A mí Hamilton me da asco porque no tiene espíritu deportivo, es el típico que si no gana encala el balón.
Alonso, aunque no me cae bien (no llego a ser antialonsista) es un campeón porque con una mierda de coche es capaz de ganar o de quedarse muy cerca.
Massa lloraba porque sabe que no es un gran campeón, en efecto, y que quizá no vuelva a estar tan cerca de la gloria.

¡Tu post me ha gustado mucho!
¡Un besset! ^_^

Casandra dijo...

Cómo jode rozar el éxito y no alcanzarlo, cuando te pasa eso preferirías haber quedado el quinto, es muy frustrante. :o(

Silvia dijo...

Ay, como me ha gustado este post! Es que no puedo estar más de acuerdo... Ojalá Hamilton hubiera pilotado alguna vez un Minardi igual que Fernando... Con un McLaren y todo a su favor, hasta yo gano el Mundial, jaja. Que potra que tuvo el jodido...

Bss.

El Impenitente dijo...

Ha sido el Mundial más barato de los últimos años. Hamilton no es un campeón. Massa tampoco. Lástima Alonso. Se habría llevado el Mundial de calle.

Reverendo Pohr dijo...

Hay que aceptarlo. Por estas tierras, Hamilton nos caerá como el culo. Pero ha sido el más regular, ha sabido arriesgar cuando debía (adelantamiento a Fisichella, por ejemplo) y decir que no ha sido justo ganador quizá es demasiado decir. Se lo ha ganado, mal nos pese.

No sé si veremos a "Hamiltongo" con otro coche que no sea un poderoso McClaren. Recuerdo que Massa era uno más del montón en su época en Sauber; Barrichello abandonó los podios cuando dejo Ferrari; Coulthard se perdió de la mediocridad cuando dejo McClaren (bueno, quizá antes); Incluso Damon Hill, campeón del mundo, hubo de retirarse cuando sus resultados en Arrows o en Jordan se alejaban de Williams.

Alonso, en cambio, cogió un Renault y lo hizo campeón (como ya hizo Prost en el 81). De la misma manera que Schumacher devolvió, tras varios años, la competitividad a Ferrari. Eso distingue a los grandes pilotos campeones: el que presenta batalla con un coche menos competitivo. Quién llega demasiado rápido, puede pasarle como con Hill o Villaneuve: fueron campeones del mundo con su supercoche (Williams) pero no los recuerda nadie (sí, igual como las sombras de sus progenitores). Veremos con Hamilton.

Anónimo dijo...

A mí no me gusta especialmente la F1 pero entre que gane un español o un inglés que no me caen especialmente bien ninguno de los dos prefiero siempre al español.

Supongo que Ferrari tendrá que optar en hacerse ahora con los servicios de Alonso y que el duelo Alonso-Hamilton se mantenga durante años, con lo que los beneficios del circo del motor se asegurarán y aumentarán en los próximos años.

Impacientes Saludos.

Yomismo dijo...

Completamente de acuerdo. Creo que Hamilton no es más que uno de tantos pilotos del montón, con la suerte de haber recalado en un buen equipo, y de haber podido pilotar un coche superior a los de la gran mayoría de la parrilla. Pero creo que no pasará a mayores; será como otros tantos (Jacques Villeneuve o Alan Jones, ambos con un mundial, pero ahí se quedaron). No le auguro un futuro muy fructífero, ya que vienen otros pisando fuerte (Vettel, Rosberg, Kubica, Bourdais, todos ellos mejores pilotos que Hamilton a mi juicio), y Alonso sigue presente. Tiembla pequeño!!!