Admito que no conocía mucho al ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo. Cuando llegó al Ministerio para sustituir a Juan Fernando López Aguilar (que siempre me pareció uno de los mejores ministros) yo ya había perdido el mejor elemento de juicio que tenía para evaluar a un ministro, su seguimiento diario a través de los teletipos (es lo que tiene dejar de trabajar en una agencia de noticias...). Y seguramente por eso, no conozco tanto a Fernández Bermejo como a la mayoría de los ministros que ha tenido Zapatero en su Gobierno.
Pero ayer le estuve viendo en 59 segundos (que sigue siendo el único programa capaz de mantenerme pegado a la televisión, a pesar del lamentable horario en que lo sigue manteniendo Televisión Española; sigue siendo obligado felicitar por su valentía y su buen hacer a sus responsables y a su conductora, Ana Pastor) y me causó muy buena impresión. Porque de Fernández Bermejo conocemos las coñas, la ironía con la que ha despachado siempre al PP y ese lenguaje tan particular que utiliza. Pero eso es sólo la fachada.
La simpatía que le tenía procedía de dos cuestiones. Primero, que fue una de las pocas voces que en su día abogó por investigar el tamayazo en la Asamblea de Madrid, a pesar de que el entonces Fiscal General del Estado, el ínclito Jesús Cardenal, se lo prohibió. Y segundo, porque no puede ser muy malo un tipo que recibe ataques tan virulentos del PP desde antes incluso de tomar posesión de su cargo como ministro, una muestra más de que aquello de los cien días de gracia no se aplica cuando debe hacerlo la derecha. El Fernández Bermejo que escuché ayer es un tipo coherente, sensato y equilibrado.
Me alegró especialmente oírle decir que un ministro de Justicia no puede valorar algunos aspectos del juicio del 11-M porque hay que dejar trabajar a los jueces. Me encantaron sus respuestas sobre la ilegalización de ANV (ojalá Zapatero hubiera hablado de este asunto con tanta claridad), me pareció brillante el modo en que rebatió las acusaciones de Miguel Ángel Rodríguez (¡qué vileza utilizar este asunto!) sobre la muerte de seis soldados españoles en Líbano, me pareció muy razonable al explicar situaciones tan difíciles de entender para el ciudadano de a pie como que el asesino de Sandra Palo, entonces menor de edad, haya salido del centro de menores y esté cumpliendo ahora en régimen de libertad vigilada. Estuvo muy bien, muy serio, muy correcto. Así debe ser un ministro.
Para acabar, un inciso sobre el 59 segundos de ayer. Me pone enfermo el sectarismo de algunos de los contertulios. Lo de Miguel Ángel Rodríguez contra el PSOE y Zapatero es enfermizo, se lo debería mirar por el bien de su salud. Porque no le importa seguir diciendo barbaridades que algún día tendré que responder desde este modesto foro... Pero tampoco me gusta el sectarismo del otro bando, si es que se puede ver así. Las preguntas de Margarita Sáenz-Díez parecen preparadas por los asesores de Moncloa para el lucimiento de los ministros (como aquellas preguntas de la sesión de control que el PP hacía a Aznar y que Zapatero eliminó), y es una pena que se pierdan ocasiones de plantear cuestiones serias. Yo soy de los que piensa que es duro hacer críticas a este Gobierno sólo para que lo aproveche la carroñera derecha mediática, pero también hay que hacerlas.
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