No voy a caer en la peligrosa tentación de cuestionar la presencia de militares españoles en Líbano después de que seis de ellos murieran en un atentado. No me parece justo criticar una misión enviada por Naciones Unidas y votada en el Congreso de los Diputados para colaborar en el restablecimiento de la paz en una de las zonas más conflictivas del planeta. No sé si algún partido político caerá en la demogogia y la vileza de utilizarlo en su argumentario de crítica contra el Gobierno. Espero que no, pero mi confianza en los partidos políticos empieza a ser nula, así que no pondría la mano en el fuego.
Pero sí me parece importante saber si España envía a sus tropas a las misiones en el extranjero en las mejores condiciones posibles. El ministro de Defensa, José Antonio Alonso, ha asegurado que el vehículo en el que iban los soldados españoles no llevaba inhibidores de frecuencia para evitar, precisamente, ataques como el de Líbano. Alonso dijo que el Estado Mayor de la Defensa ordenó el 9 de noviembre del año pasado que se incluyeran estos dispositivos en todos los blindados desplegados en misiones. Empezaron a comprarse entonces, pero no han llegado a tiempo a Líbano. Ahora se incluirán "de inmediato". Como siempre, parece que necesitamos un golpe para ponernos las pilas.
Las víctimas mortales de este ataque tienen entre 18 y 21 años, y ese es otro punto importante que me parece digno de analizar. Y lo digo sin tener elementos de juicio suficientes, pero con la duda presente en mis pensamientos. A esas edades estamos hablando de soldados con poco tiempo en el Ejército y yo me pregunto si están preparados para una misión del peligro que conlleva ésta de Líbano. No me atrevo a asegurar que no, porque desconozco por completo el proceso de formación de los militares españoles (yo soy de una de las primeras generaciones que pudo evitar la famosa mili), pero la duda es razonable. Quizá deberíamos saber más de nuestro propio Ejército.
Me da la sensación, sólo la sensación, de que hay cierto oscurantismo en estas misiones, y en realidad no sabemos de las condiciones de seguridad en las que viven los soldados españolas en lugares como Líbano o Afganistán. Hasta que llegan noticias de algún ataque, momento en el que se habla durante unos días de estas cuestiones y luego se vuelve a olvidar. Supongo que este Gobierno está obrando con cierto miedo a que cale en la opinión pública un rechazo como el que suscitó la guerra de Irak. No debería tenerlo. Hay diferencias enormes entre lo que está haciendo y la desfachatez que mostró el Gobierno de José María Aznar enviando tropas a un conflicto ilegal, basado en pruebas falsas y en contra de la opinión de los españoles. Por no mencionar el nulo respeto con el que se trató el accidente del Yak-42.
Tener el aval del Congreso de los Diputados es ya una garantía para el envío de tropas en el extranjero. Pero creo que el Gobierno haría bien en apuntalar su posición en estas misiones. No se pueden escatimar gastos en el material, no se puede ocultar información, no se puede tratar a la ligera el peligro que sufren los soldados españoles. Porque de lo contrario es mejor no ir a estas misiones. Son muchas las bajas que está sufriendo el Ejército en los últimos tiempos, desde accidentes de helicóptero a atentados, pasando por otras desgracias. Y puede que mucha gente no entienda qué hacemos en lugares como Líbano. Quizá sería conveniente que Zapatero hablara en el Congreso sobre este asunto, que tomara la iniciativa y no esperase a que la oposición lo convierta en un elemento de debate social. Quizá.
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