jueves, abril 12, 2007

Símbolos para la confrontación

Seguro que la mayoría ya habéis visto las imágenes que acompañan esta entrada. Sucedió el pasado domingo en El Algarve, Portugal. Los equipos alevines de Barcelona y Valencia iban a jugar la final del Mundialito de la categoría. Y la organización quiso homenajear a los participantes haciendo sonar el himno español para acompañar la salida de ambos equipos, como ya habían hecho sin problema alguno en las finales de otras categorías también de críos. El Barça no saltó al campo y esperó a que finalizara el himno español para hacerlo.

Al margen del asco que me produce que haya personajes por ahí sueltos que utilicen a críos de estas edades con fines ¿políticos?, creo que el fenómeno es digno de estudio porque desde hace tiempo se viene reproduciendo en muchos ámbitos. Eso de faltar al respeto a himnos y banderas, apropiarse símbolos que deberían ser de todos y de utilizar todas estas cuestiones como elemento de confrontación entre gobiernos, políticos, personalidades e incluso entre la gente de la calle.

Algunos catalanes, como los responsables de este grupo de chavales, creen que no deben saludar el himno español. No se sienten españoles. Y están en su derecho. ¿Pero qué hubiera pasado si un catalán que sí se sienta español, más español que catalán, no quiere cantar Els Segadors? De fascista para arriba se le habría tachado. Estamos en un momento en que algunos piensan que son agresiones sin precedentes comportamientos que son habituales en ellos mismos, pero de signo inverso, claro está. Porque, desde ese perverso y tergiversado punto de vista, criticar el catalán es una ignominia pero censurar el uso del castellano en Cataluña es lo normal en un buen catalán.

En un libro que me han regalado recientemente (Vaya país. Cómo nos ven los corresponsales de prensa extranjera), encuentro una anécdota clarificadora. Un periodista holandés afincado en Barcelona relata cómo se encontró con una familia catalana en un hotel de Tarifa. La familia tenía un crío de cuatro años y el periodista, con ánimo de ser agradable con el pequeño, le pregunta cómo se llama. El niño se le queda mirando sin entenderle. La pregunta se la había hecho en castellano. El padre le explica que el crío sólo habla catalán y el periodista le hace notar lo mermado que estará su futuro si no sabe hablar castellano o inglés. "El catalán es nuestro idioma y eso es lo primordial", fue la respuesta del orgulloso progenitor.

Hace un par de años estuve en Barcelona y le pregunté a una señora de unos 50 años por la ubicación de mi antiguo colegio, puesto que de niño viví un año en la Ciudad Condal y el catalán fue una asignatura más (que hoy sólo ha dejado en mi memoria la comprensión de algunas palabras y, sobre todo, de los meses del año que todavía recito de carrerilla). Mis preguntas fueron en castellano, sus respuestas en catalán, a pesar de que le indique que no sé hablar catalán. No quiso reprenderle su mala educación para no fomentar un altercado y por el asco que siento ante tanta mala educación. Sé que son anécdotas, que el común de los catalanes no es imbécil, como tampoco lo es el común de los españoles, pero la proliferación de casos (insisto, no sólo en Cataluña, sino en cualquier parte y con una sesgada ideología de muy distintos signos) me preocupa cada vez más.

Telemadrid emitió esta semana un reportaje sobre la situación de los castellano-parlantes en Cataluña. En condiciones normales, me sumaría a las tesis de ese programa. Esta es que desde ciertos sectores institucionales y sociales de Cataluña se intenta hacer la vida imposible a quien no conozca el catalán. Pero como sé que el citado reportaje no es más que una estrategia del canal autonómico que controla Esperanza Aguirre, no puedo hacer sumarme. Porque tanto unos como otros utilizan el catalán, como tantos otros símbolos, como arma arrojadiza. Y así sólo conseguimos que en Barcelona se mosqueen con Madrid y en Madrid con Barcelona.

Y lo digo así de claro porque eso mismo forma parte de mi experiencia personal con el euskera. Yo no sé hablarlo, pero durante una etapa de mi vida he coincidido mucho tiempo con gente que sí lo hablaba. Y no podéis imaginaros las caras de odio que en alguna triste ocasión he visto en algunos ciudadanos de Madrid al escuchar el uso de esta lengua. Todavía me acuerdo de una curiosa anécdota que me pasó en una ocasión. Volvía yo de la facultad en el autobús con una carpeta en la que estaba claramente visible el escudo de la Real Sociedad. Se me sentó enfrentó un señor mayor y se puso a silbar Que viva España. De la enorme sorpresa que me llevé, no fui capaz de decirle nada a este tipo.

Hay catalanes estúpidos e intransigentes, igual que hay españoles estúpidos e intransigentes. Y también hay vascos que caben en esa categoría. Y gentes de todas las regiones españoles a los que se les puede considerar así. Si caemos en el error de pensar que una intransigencia es mayor que otra no sólo no solucionaremos el problema, sino que lo agravaremos más. Si es que eso es posible ya.

Por cierto, mi DNI (español, por cierto) sigue diciendo que soy vasco. Mi educación me impide hablar a una persona en un idioma que no conoce. Mi tolerancia me hace respetar los himnos y banderas de todos los países, naciones y comunidades autónomas. Y me seguiré encontrando con personas estúpidas que me clasifiquen por eso en grupos que no sean de su agrado. Así, habrá gente en Euskadi que me niegue el ser vasco. Habrá gente en Madrid que me califique hasta de etarra. Y habrá gente en Cataluña que me tache de centralista. Pues ellos se lo pierden...

3 comentarios:

C.C.Buxter dijo...

Cosas como estas son las que a mí me producen cada vez más cansancio de vivir aquí; ¿cómo será vivir en un país en el que no pasen estas tonterías?

Lo peor es que quien decidió eso se sentirá el más patriota de los catalanes y estará esperando ya el aumento de sueldo.

Elucubrante dijo...

Este es otro más de esos fenómenos que sin ninguna necesidad nos crea problemas de convivencia diaria. Aquí en Valencia pasa también aunque en menor medida y además va en aumento ya que las nuevas generaciones con más estudios y cultura están prescindiendo de todo lo que huela a España. Esto junto con el hecho de que ciertos políticos se apropien del sentimiento nacionalista español, además de la bandera y el himno está generando que la gente no los sienta como propios y le inspiren indiferencia. Pudimos verlo en el mundial de fútbol cuando la afición española abucheó el himno francés, lo que fue una ofensa imperdonable. No saben lo que significa para ellos ya que no sienten lo mismo por el nuestro. Hay deportistas (de otros países, por supuesto) que lloran y se emocionan al oír sus himnos y ver sus banderas mientras nosotros nos ahogamos en polémicas estériles.

Hoy en día la gente que conoce nuestros símbolos no los aprecia y los 4 que presumen de ser españoles (con sus banderitas, sus botas altas y cabezas afeitadas) no saben lo que significa.

Un saludo

Reverendo Pohr dijo...

No conocía lo ocurrido en Portugal, pero me parece completamente lamentable. Me parece un gesto horrible. Nadie obliga a sentirte identificado con algo, pero un responsable de un grupo de niños tendría que pensar en algo más que en si mismo y en sus sentimientos. Despreciar a otros no otorga legitimidad alguna y sí da un mal ejemplo.

Vivimos en un país libre, en donde la mala educación solo es merecedora de algún reproche. No cambiar de lengua cuando alguien no te entiende no suele ser una reivindicación. Me parece que es mala educación y mucha arrogancia. En cierta ocasión me tocó trabajar para un irlandés, casado con una española y con casa en Madrid.Le pregunté porque no sabía hablar (o no quería) hablar en castellano. Su respuesta fue: "¿para qué? Si en inglés te entiendes por todo el mundo". No pude evitar pensar: sí, claro, tu vas por cualquier lugar de la península y todo el mundo habla en inglés. Estúpido arrogante. Segurísimo que "nunca" se han reido de él.

Es frustante no entender a los demás. Ningún sentimiento nacionalista puede corregir eso.