miércoles, abril 04, 2007
"El fútbol es un deporte maravilloso"
"Puede que sea absurdo, pero aún no me he animado a decir que el fútbol sea un deporte maravilloso, y por supuesto que lo es. Los goles tienen ese valor que tiene lo raro, sin punto de comparación por ejemplo con las canastas en baloncesto, las carreras en béisbol, los sets en tenis, y siempre quedará el suspense y la emoción de ver a alguien cuando consigue hacer algo que sólo se suele hacer tres, cuatro veces a lo sumo en todo un partido, y eso con suerte, porque si no hay suerte no se hace ni una sola vez. Me encanta el ritmo que tiene, la inexistencia de fórmulas preconcebidas; me encanta cómo pueden los bajos con los altos, los enclenques con los fuertes (véase por ejemplo un regate de Beardsley cuando deja sentado a Adams), cosa que no ocurre en ningún otro deporte de contacto; me encanta que el mejor equipo no siempre sea el que gana. Tiene lo mejor del atletismo (con el debido respeto por Ian Botham y la delantera de la selección inglesa, son poquísimos los jugadores gordos que destaquen por su calidad); es sensacional la forma en que se combina la fuerza con la inteligencia. Permite que los jugadores parezcan realmente estéticos, y lo hace de una forma que en casi todos los deportes resultaría imposible: un cabezazo en plancha perfectamente coordinado, una volea perfectamente conectada, permiten que el cuerpo alcance una postura y una elegancia que muchos deportistas jamás podrían exhibir.
Pero eso no es todo. Durante partidos como aquella semifinal contra el Everton, aunque es cierto que las noches como aquella escasean mucho, se tiene la muy poderosa sensación de estar exactamente en el lugar adecuado y a la hora precisa. Cuando estoy en Highbury en una noche de las grandes, o en Wembley, cómo no, en una tarde más grande aún, tengo la sensación de estar en el centro del universo. ¿En qué otra situación puede sentirse uno así? Puede que cuando tengas una entrada estupenda para la noche del estreno de un nuevo espectáculo de Andrew Lloyd Webber, aunque en el fondo sabes que ese espectáculo va a estar en cartelera durante años y años, así que después tendrás que decir a todo el mundo que tú lo viste antes que cualquier otro, cosa que no resulta nada atinada, por no decir que suele estropear por completo el efecto. Puede, si no, que te ocurriese cuando viste a los Stones en Wembley, aunque hasta una cosa así se repite hoy en día con bastante frecuencia, por lo cual carece del impacto tremendo y único que tiene un partido de fútbol. No es una noticia, en el sentido en que una semifinal Arsenal-Everton puede ser noticia: al ver el periódico del día siguiente, da lo mismo qué periódico lea cada uno, encontrará que se ha dedicado un amplio espacio a relatar la noche que uno vivió el día anterior, la noche a la que tanto contribuyó por el mero hecho de estar allí y de gritar a voz en cuello.
Esto es algo que no se encuentra jamás fuera de un campo de fútbol. En todo el país, no es posible estar en ningún otro lugar y sentirse como si uno estuviera realmente en el centro de todo. Da lo mismo a qué discoteca vayas, a qué función teatral, a qué película, a qué concierto, a qué restaurante: la vida habrá seguido en marcha en otra parte, sin tener en cuenta nuestra ausencia, tal como siempre sucede. En cambio, cuando estoy en Hughbury en un partido como éste, tengo la sensación de que el resto del mundo se ha parado, de que está congregado a las puertas del estadio, en espera de saber cuál ha sido el resultado".
Obviamente, yo no he escrito el texto anterior. Forma parte de un simpático libro titulado Fiebre en las gradas (libro que me ha prestido Messinha, a la que hace tiempo que no veo participando en los debates de alguno de mis blogs; a ver si así consigo picar a esta habitual visitante...), de Nick Hornby, el escritor británico que publicó Alta fidelidad. Lo publico porque, en cierto modo, muchas veces me he sentido como el autor, aunque por supuesto habría que cambiar las alusiones al Arsenal por la Real Sociedad. Y lo publico porque sé que no todo el mundo vive este mundo, o cualquier otro mundo, como yo. Por eso, dedico esta entrada a todos los que tienen una pasión en esta vida que choca con la incomprensión de los demás. La que sea. El cine, los toros, las motos, la pintura, la fotografía... Cualquiera que os haya hecho dedicar un tiempo que nadie más sería capaz de dedicarle. Va por ustedes...
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2 comentarios:
Aunque coincido en que el fútbol es un deporte maravilloso (a pesar de que entrenadores y jugadores se están esforzando en que cada vez lo sea menos, al preferir la fuerza física a la calidad y el no encajar goles al arriesgarse a meter uno más que el contrario) lo cierto es que la sensación que describe el autor al hablar del ambiente en el campo de fútbol no la comparto.
Pueden ser mil las razones, como que yo prefiero ver futbol cómodo y sin ruidos, que odio al aficionado-gamberro que no para de insultar y quejarse durante todo el partido, que sólo haya visto una vez un partido en el Bernabéu... pero lo cierto es que, al ir a ver fútbol en directo, suelo darme cuenta de que el espectáculo del que hablan periódicos, televisiones, radios... ¡no es más que unos tíos jugando a fútbol!
Me explico, jeje. Cuando uno ve por la tele un partido de la Copa de Europa, adquiere tintes casi épicos: las previas, los reportajes, las repeticiones en cámara lenta... Sin embargo, si vas al campo te das cuenta de que ellos hacen lo que tú mismo has hecho miles de veces en un campo de barrio. Una sensación parecida es la que tengo cuando se juega un partido a puerta cerrada: no parece que eso sea "el deporte rey".
Sé que puedo ser un caso raro; a pesar de todo, ¡viva el fútbol!
Pues yo soy superfutbolera y del Real Madrid. Lo digo porque siendo mujer es más chungo aún y siendo catalana y de izquierdas, peor. Porque si eres catalana y no eres del Barça es que eres una facha, así estamos.
Sé bien lo que digo, me encanta el fútbol (sobre todo el inglés, cuanto más lo veo, más me gusta). Este verano, aprovechando que hacíamos una ruta europea fuimos a ver un partido del Ajax (menudo campo el Amsterdam Arena!), pero también fui a ver el museo de van gogh, la casa de anna frank, el riijsmuseum, etc... lo digo porque parece que si te gusta el fútbol ya eres una garrula con menos sesera que una hormiga y lo cierto es que son prejuicios injustos la mayoría de las veces. Todo por culpa de la TV que siempre saca a la docena de cafres de turno.
En fin, que el fútbol es maravilloso (incluso aunque esté Capello).
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