viernes, enero 26, 2007

¿Y a quién creo?

Me llegan un par de historias que, aunque no tienen nada que ver, conducen a una reflexión común. La primera historia me la cuenta una buena amiga a la que podéis leer en el blog Bailando con todos. El pasado domingo, Javier Marías relató en un artículo publicado en El País los problemas que tuvo una amiga suya con miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que le dedicaron insultos por llevar en sus manos el periódico del Grupo Prisa. La AVT no sólo ha negado los hechos sino que incluso a demandado al escritor y al propio diario.
Segunda historia. Me llega por medio del Devezencuandario ciclotímico de Noelia. Carmen Rigalt airea un incidente que tuvo Javier Bardem en un restaurante madrileño y el actor (me parece uno de los más sobrevalorados de este país; no tiene nada que ver, pero ya lo apunto...) respondió con una carta al director de El Mundo negando los hechos y tachando de "falaz" la columna de Rigalt.
¿Y a quién creo yo? Esa es la primera pregunta que me hago. Porque, lógicamente, en ambas historias doy más credibilidad a una parte que a la otra, pero llego a la conclusión de que se trata de un ejercicio de fe ciega. ¿Cómo puedo yo saber si las historias de Marías y Rigalt son ciertas? A menos que las haya visto, no tengo ningún modo de cerciorarme. ¿Pero cómo sé que los desmentidos son reales? Y la respuesta es la misma que a la pregunta anterior.
Quiere esto decir que vivimos en unos tiempos un tanto diabólicos, donde la credibilidad se ha perdido por completo. No hay forma de estar seguro al cien por cien de nada de lo que se nos cuenta, porque desconocemos los intereses de quien nos lo cuenta, desconocemos qué va a sacar difundiendo una historia, aunque sea falsa, y desconocemos si el protagonista de la historia es capaz de protagonizarla.
Volviendo a los dos casos anteriores, démonos cuenta de que, por fuerza, una de las dos partes miente. ¿Y qué? ¿Qué responsabilidad tiene quien miente? ¿Marías y Rigalt se van a disculpar si sus historias son falsas? En absoluto. ¿La AVT y Bardem van a admitir el error propio, en caso de que se hubiera producido? Tampoco. ¿Y eso a que nos lleva? Pues indudablemente al frentismo. Estamos en unos tiempos en los que nos vemos obligados a elegir siempre una versión. Debemos creer a Marías o a la AVT. A Rigalt o a Bardem. A El País o a El Mundo. Al PSOE o al PP. A Capello o a Ronaldo. A Dolce Vita o a Dónde estás, corázón. Ya no hay versiones libres y desinteresadas, ya no hay hechos irrefutables, ya no hay informaciones periodísticas serias.
En la vida real, todo el mundo tiene un grupo de gente a la que va a creer siempre, le cuente lo que le cuente. ¿Pero que pasa en ese mundo semireal que nos llega a través de los medios de comunicación? ¿Qué pasa cuando nos llegan dos versiones totalmente opuestas? ¿Y yo a quién creo? Pues ya a nadie. Enhorabuena a todos los que me han llevado a ese escepticismo.

4 comentarios:

C.C.Buxter dijo...

La confianza, aunque parezca mentira, es uno de los elementos que sustentan nuestro mundo, y no sólo en el aspecto íntimo del día a día. En política, por ejemplo, el sistema monetario se basa en la confianza de las personas: confianza en que, una simple moneda o trozo de papel, valga lo que dice que vale. O confianza en que, si vas al banco, te vayan a dar el dinero que en tu cuenta pone que tienes... a pesar de que ningún banco tiene todo el dinero que se supone que tiene. De ahí el crack del 29 o el corralito argentino.

En materia informativa pasa lo mismo. Aunque sea descorazonador, siempre hay que partir de un cierto grado de confianza, porque es imposible que podamos verificar todas y cada una de las noticias que recibimos. Lo malo es que, como bien dices, últimamente uno ya no sabe muy bien de quién fiarse, y la desconfianza exacerbada lleva a una visión conspiranoica de la vida: detrás de todo se perciben intereses ocultos, tejemanejes en la sombra, manipulaciones impunes.

Creo que lo mejor que le puede pasar a un periodista es que la gente confíe en él. Incluso aunque no esté de acuerdo ideológicamente; que sepa que hay cosas que no va a llegar a hacer o a decir a sabiendas de que son falsas. Cuando a un periodista sólo lo leen o lo escuchan las personas afines, mala señal.

Margot dijo...

Entiendo tu desánimo pero permíteme que discrepe un poco contigo. Yo, desde hace tiempo creo lo que veo y escucho. Por ejemplo, nadie puede tergiversar las palabras que ha dicho Aznar, porque las he escuchado yo. Nadie puede decir que Rajoy no ha dicho lo que ha dicho, porque le he visto y escuchado yo. Y así con todo.

Referente a la información que nos transmiten los periodistas, creo que todavía queda alguno que ejerce su profesión dignamente. Le acaban de investir Doctor Honoris Causa. Es Iñaki Gabilondo, yo recomiendo a quien le apetezca que vea el informativo de Cuatro, en particular la introducción. Es a las 9 de la noche. Para mí es insuperable.

Anónimo dijo...

Lamento discrepar por primera vez con margot. Hay veces que no puedes creer, ni tan siquiera en lo que ves y oyes. Para muestra un botón.
En varios medios, de distinto signo, vimos hace unos meses cómo se ridiculizaba a Hugo Chavez por "decir" que no había podido conocer a Noam Chomsky porque había fallecido. El video que lo "demostraba" parecía dejarlo muy claro. Había dicho, lo que había dicho.
Al cabo de un tiempo pude ver la secuencia completa de la rueda de prensa y quedaba claro que se refería a Keneth Galbraith que había fallecido hacía poco, y no a Chomsky. El video había sido manipulado. Ningún medio rectificó, y la mentira permaneció.

Creer, no creer. Va ser un acto de fe.

Anónimo dijo...

Amigo, si todo fuera tan facil la verdad siempre aparecería clara y transparente. No es sencillo sobre todo cuando algunos se empeñan en ofuscar o poner en duda las cosas.
Es común de un tiempo a esta parte que en muchos medios ofrezcan dos noticias hechos u opiniones normalmente contradictorios, ¿a cual creer?. Si son contradictorios uno de los dos medios no está siendo objetivo sino parcial por algún motivo oculto o interesado. Es común además que tambien cuando alguien presenta un testimonio o verdad incomoda, la parte perjudicada ponga en duda esa verdad. Solo hay que utilizar el sentido común para resolver estos acertijos; es decir, saber quien lo escribe y tener un tercer o cuarto punto de vista es importante, pero sobre todo el no caer en contradicciones es vital para mantener la credibilidad.
El fenomeno que ocurre ahora no es nuevo, es muy viejo y se utiliza con frecuencia en campañas de descrédito o para colarnos grandes mentiras como las "armas de destrucción masiva" o la conspiración del 11M, sembrar la duda es su objetivo, la lógica y el sentido común la luz que iluminan los misterios.
Y otra pista, desconfiar del que insulte o falte al respeto.

En estos tiempos estas cosas son importantes.