lunes, noviembre 24, 2008

"¿Y hacer un mundo mejor?"

Esta es la historia de un joven norteamericano. Al nacer, su madre pensó en ponerle un nombre muy concreto porque pensaba que los nombres nos influyen. Le llamó Prez, diminutivo en inglés de presidente, pues entendía que su futuro pasaba por la Casa Blanca. El niño se convirtió en adolescente, el adolescente en joven. Y cuando alcanzó la mayoría de edad, los 18 años, tenía claro que quería ser presidente de Estados Unidos. Una noche se presenta en su casa, precisamente, el presidente y le dice que sabe que le va a suceder en el cargo. "Ahora voy a darte algunos consejos, para ponértelo más fácil", le dice. "Nada de lo que hagas importa. ¿Sabes por qué no? Porque para la masa de idiotas votantes, mientras ocupes el cargo serás el peor presidente que han tenido jamás, hasta que lo dejes. Entonces será el turno de otro", añade. Y continúa advirtiéndole de que "no puedes marcar una diferencia, no puedes marcar ni una mierda", aunque sí tendrá "un capítulo en los libros de Historia y cada 15 minutos un muñeco mecánico con tu cara saludará con la mano o la cabeza".

Por tanto, el mensaje es claro: "agarra cuanto puedas y exprime hasta la última gota. Es tu momento de gloria. (...) Poder. Lo único que vale la pena. Olvida el dinero. El dinero lo lleva incluído. Olvida a las tías. Si tienes poder las tendrás a patadas". La respuesta del joven Prez es tan contundente como inocente: "¿Señor? ¿Y hacer un mundo mejor?". "Eh, esto... Ahora no te sigo", le replica el presidente. Y el joven trata de explicarse. "Si soy presidente, querré marcar una diferencia. Querré hacer la vida más fácil a la gente, cerrar el abismo entre ricos y pobres, blancos y negros, poseedores y desposeídos. Quiero hacer de América el lugar que soñé que era, de niño. Un lugar que inspire al resto del mundo... Un sueño de libertad, una celebración de la vida, la justicia y la felicidad", le dice el joven al presidente. "Ah... Bueno, tengo que irme. Encantado", es todo lo que le puede decir el presidente.

La historia es de Neil Gaiman, forma parte de esa maravillosa obra que es su Sandman, concretamente es parte (sólo parte de otra pequeña historia) del octavo libro, El fin de los mundos. No es probablemente ni la mejor ni la más celebrada de este magnífico autor en esta serie. Pero es la que ha tocado hoy, la que me ha llevado aquí y ahora a sentarme delante del ordenador y compartirla con vosotros. Porque lo bueno que tiene Gaiman es que, en mejores o peores trabajos, siempre deja un elemento para pensar, un detalle que recordar, un diálogo que redescubrir, una historia que relatar. Y este diálogo me ha parecido una hermosa confrontación entre realidades e ideales, propio de muchos que ya hemos pasado y de otros que tendrán que pasar por la adolescencia y soñarán con ese mundo mejor. ¿Quién no ha pensado en cambiar el mundo? En la historia de Gaiman el mundo cambia. De vez en cuando en la vida real también. ¿En la política? Eso ya es otro cantar...

Afirmo con cierta pesar que no descubrí a Neil Gaiman hasta el año pasado, y a través del cine, por la adaptación de su novela gráfica Stardust y el guión de Beowulf. Leer ahora Sandman, tantos años después de su publicación (entre 1989 y 1996) es simplemente una delicia. Como dice Stephen King en la introducción de este octavo volumen, "éstas son unas grandes historias y tenemos mucha suerte de poder disponer de ellas. Para leer ahora y releer luego, cuando necesitemos lo que sólo una buena historia tiene el poder de hacer: llevarnos hasta mundos que nunca han existido, en compañía de gente que desearíamos poder ser... o que, gracias a Dios, no somos". En la portada de todos los cómics de Sandman aparece la leyenda "Recomendado para lectores adultos". Como dice King en esa misma introducción, y retocando un dicho popular, podría decir "dibujos y bocadillos no quiere decir tonto". Y si esa frase se puede aplicar a buena parte del noveno arte, mucho más a este maravilloso Sandman de Neil Gaiman. Una joya. ¿Qué no la has leído...? Qué envidia me das, qué envidia...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Los sueños hacen cambiar las cosas y el mundo es descubierto por grandes soñadores. Sabes Juan, recuerdo que de pequeña los adultos, siempre decían que leer cómics no es aprovechable, mucho mejor un buen libro. Gelman con esa simple frase hace justicia con el concepto de adulto. Todo es aprovechable, si se sabe concluir, aprovechar y soñar. Un besito, Juan.

Anónimo dijo...

Gelman no¡ Gaiman¡ me traicionó el apellido de Juan Gelman, perdón.

Unknown dijo...

Cambiar el mundo. Madre. Yo no soy capaz ni de cambiarme a mí misma. O de cambiar como yo quiero, que para mal es fácil.

Unknown dijo...

Yo lucho para que le mundo no me cambie...
Besitos!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Críptica, por desgracia lo que me cuentas que te decían de pequeña no me sorprende. Pero procede del desconocimiento. El cómic puede ser tan rico como cualquier otro arte. Porque el cómic es un arte, el noveno. Y tiene tanto que enseñar todavía...

Noelia, cambiar el mundo también puede empezar por cambiarse a uno mismo, ¿no te parece?

Bebita, con los tiempos que corren, no es mala lucha, no...

Anónimo dijo...

Pues disfrutalo porque es lo mejor de su producción en cómic.

De sus libros, no he tenido todavia el placer aunque tengo alguno por ahí y la adaptación cinematográfica de su "Coraline" tiene muy buena pinta.

Que lo disfrutes.

Impacientes Saludos

Juan Rodríguez Millán dijo...

Pablo, desde luego que lo estoy disfrutando. Tengo ya la versión en cómic de Coraline, a ver si me puedo agenciar el cuento de agluna forma...