domingo, noviembre 23, 2008

Malos tiempos para la sinceridad

Corren malos tiempos para la sinceridad. Cada día que pasa lo tengo más claro. Aquellas personas que optan por decir la verdad de forma habitual reciben a cambio miradas de recelo, argumentos contrarios, la oferta de caminos hipócritas que ese especimen sincero no querrá seguir. Quienes mienten cuentan, como poco, con la indiferencia de quienes escuchan sus mensajes. Y digo como poco porque a veces les dan incluso su complicidad, su fervor y hasta su adhesión incondicional. Lo vemos en todos los ámbitos de la vida, desde los públicos a los más privados.

Me atrevería incluso a decir que a muchos, quizá incluso a la mayoría, les gusta la hipocresía, la falsedad, la excusa incierta. O como poco la prefieren a la verdad. Se vive más cómodo, supongo. Es más fácil hacer como que las cosas no existen, mucho más que afrontar situaciones de diversa índole. Es preferible vivir en mundos ilusorios a pisar al mundo real. Es conveniente creer aquello de "ojos que no ven, corazón que no siente". El refranero español, aunque siempre ofrezca alternativa para cada afirmación y la contraria, no podía dejar de salir al rescate del mentiroso, claro.

Malos tiempos para la sinceridad, sí. Hasta el punto de que ya da igual que nos mientan descaradamente. Siempre habrá alguien que se crea esas mentiras y que defienda con vehemencia al mentiroso. Tanto da que sea una mentira de alto standing sobre las armas de destrucción masiva o una mentirijilla piadosa sobre por qué has llegado tarde a una cita. ¿Y al sincero? Al sincero le pondremos en duda porque es imposible que alguien diga siempre la verdad. Tanta rectitud en esta sociedad enferma es difícil de digerir.

Y así llegamos a una situación en la que la mentira se ha convertido en algo habitual, necesario y parece que hasta deseable. Miente el político de turno, el deportista al que admiras, el periodista al que lees, el compañero de trabajo en el querías creer, el portero de tu comunidad de vecinos, el blogero ese que te inspira tanta confianza y, en el peor de los casos, hasta el amigo del alma. Nos estamos convirtiendo en yonquis de la mentira, las decimos y las escuchamos como algo imprescindible.

Si topas con alguien que dice ser sincero, duda de él. Que será que no puede ser verdad lo que dice.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

El mundo está lleno de inseguridades y de mentiras piadosas. Un beso, quejica.

Casandra dijo...

Es verdad. Yo creo que ese uso y abuso de la mentira está relacionado con una falta de capacidad para asumir el miedo y enfrentarse a él. No queremos enfrentarnos a nuestros temores y huímos como ratas cobardes, nos creamos nuestro mundo alternativo y queremos vivir dentro de esa burbuja ficticia. Cuando alguien nos dice algo que amenaza con romper esa burbuja le atacamos poniendo en duda su sinceridad o la verdad de sus palabras.

Eso en mi opinión está relacionado también con muchas realidades que nos afectan hoy en día. ¿Por qué la gente ha firmado hipotecas que era evidente para cualquiera que no podía pagar? Porque estaba metida en su burbuja.
¿Por qué la gente quiere que se legalice el aborto? Porque está metida en su burbuja.
Y así más cosas. Lo que rompa nuestro mundo ideal no nos mola. Así es el hombre de nuestra época y creo que en parte es desde que Nietzsche mató a Dios. El concepto de Dios con todas las barbaridades que conllevó (está claro) era algo a lo que asirse para no naufragar en la oscuridad y para soportar la dureza de la vida. Ahora ¿a qué nos asimos? Simplemente, ahora huímos.

Qué rollo te he soltado! XD

BUEN DOMINGO, SOLETE!! MUAK!!

Anónimo dijo...

Tiene usted toda la razón, y ahora que le leo me he dado cuenta de que yo también formo parte del grupo de adictos a las mentiras. Siempre he pensado que es mucho mejor que te oculten algo desagradable si así vas a seguir siendo feliz, y por otra parte me encabrono muchísimo cuando me doy cuenta de que me mienten en los medios, por ejemplo. Es como si diferenciase entre tipos de mentiras, pero la verdad es que no hay diferentes tipos, y es triste que vivamos así.

El Impenitente dijo...

La culpa de todo la tienen los abogados, que a fuerza de distorsionar la verdad para lograr sus objetivos hemos llegado a una época en que no existen las verdades absolutas: todo puede ver distorsionado y tergiversado.

Bueno, los periodistas también tenéis vuestra parte de culpa.

La culpa la tenemos todos. Se trata de sobrevivir, por encima de la verdad y por encima de todo.

Anónimo dijo...

Yo me llamo Sofía. jejjeje. Es broma, para quitarle un poco de hielo al asunto. La verdad es que sí, que tienes mucha parte de razón. Es una pena, pero bueno no hay que ser tan extremistas no?¿. Será que vivo en una burbuja y todavía no me ha tocado -de cerca- una gran mentira. Toquemos madera.

Un besazo!!!

Mara dijo...

Por supuesto. la hipocresía está d emoda! de hecho, tengo un compi q no podía ver a otra compi. Aún así, parecía que estaba loco por ella. El secreto me lo confesó él: mejor no tener malos rollos, aparentar amistad y prevenir un mal ambiente de trabajo. Tú cómo lo ves? Yo mal... muy mal.

Reverendo Pohr dijo...

Dios mío, eres todo un modelo de optimismo. ¿Malos tiempos? Hombre, cuando en Filosofía de Bachillerato ya te explican que los griegos veían la verdad como un problema, cuesta creer que éste sea un simple problema coyuntural.

Sin embargo, no debes desanimarte. No será impedimento a la hora de conseguir tu "meta". Estás más cerca de lo que crees y espero que escribas sobre ello cuando llegue el momento. Con sinceridad, por favor.

Greetings

Anónimo dijo...

Hombre, no es que esté de moda. Es que es consustancial a la especie.



Impacientes Saludos.

Roi dijo...

Seamos sinceros pues y digamos todo lo que hay en nuestra cabeza, pero al mismo tiempo deberemos aceptar después las consecuencias de nuestra sinceridad, y sobre todo, que lo que nosotros creemos y defendemos como una gran verdad puede ser en el fondo la peor de nuestras propias mentiras... y es que no solo falta sinceridad con los demás, falta sobre todo sinceridad con uno mismo. ¿Realmente estoy contento conmigo mismo y con lo que hago? Nuestro cerebro nos llevará mil veces a autojustificarnos, mintiendonos una y otra vez, siendo el peor amigo y el más falso que hemos tenido nunca. Pero es un mecanismo de defensa de nuestro yo, y es muy difícil darse cuenta de ello, sobre todo en los cabezones, como yo y como algún otro que conozco.

Y por supuesto, antes una mentira piadosa que perder a un buen amigo por una verdad absurda, lo digo por si te animas a ser sincero antes de que termine la semana.

Un abrazo de verdad.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Críptica, no, no me estoy quejando. Estoy constatando una realidad. Me toca tanto como a los demás, supongo...

Casandra, bienvenido el rollo también. Huímos, ya lo creo que huímos, estoy totalmente de acuerdo contigo.

Kivah, ¿usted? De tú, que por aquí hay confianza... Entiendo perfectamente esa dicotomía. A mí me sigue pesando más la verdad.

Bebita, el refranero también tiene para ese caso: antes se coge a un mentiroso que a un cojo. Y en ese caso, el dolor será doble, por la mentira y por su descubrimiento tanto tiempo después.

Impenitente, mucha, mucha culpa la tenemos los periodistas. La asumo en nombre del gremio aunque al gremio al final no le importe y siga haciendo lo de siempre.

Leyre, yo creo que tampoco tengo grandes, grandes mentiras en mi vida. De hecho, ahora mismo me preocupan las pequeñas, las que me llegan en formato reducido, bien por lejanía o bien por importancia real en mi vida.

Mara, yo no sólo lo veo mal... es que tampoco me veo capaz de hacer algo así. Creo que para eso soy transparente. Si alguien me cae mal no lo pudo disimilar. Y si alguien me cae bien, mucho menos.

Reverendo, estos griegos, je, je, je... Digamos que se ha acentuado esa percepción en estos tiempos modernos de sobreinformación (a todos los niveles) que nos ha tocado vivir...

Pablo, eso es lo preocupante, que sea tan consustancial... ¿Y quién no lo tenga tan incorporado a su personalidad? Malos tiempos para ese sujeto, sin duda...

Roi, lo que estas pensando no motiva esta entrada. No acabo de creer en las mentiras piadosas (esas sí que son un autoengaño en demasiadas ocasiones), pero tengo que decir que estoy plenamente de acuerdo en que las mentiras más peligrosas son las que uno se puede decir a uno mismo, y que me alegra que ahora veas las consecuencias de las decisiones que uno toma como algo vital, porque recuerdo una conversación de hace ya algunos meses en la que eso precisamente era lo que diferenciaba nuestros razonamientos contrapuestos.

Anónimo dijo...

Lo del usted son manías. Te haré caso y te trataré de tú, pero que no sirva de precedente, que normalmente tardo mucho más en dar el paso.