De todas las imágenes que he visto de la final de Copa del Rey de fútbol del pasado miércoles, ésta es la que más me ha llamado la atención. "El sufrimiento es pasajero, la gloria es para siempre", edcían estos aficionados del Getafe en su pancarta. Suena bien, suena muy bonito, suena a conocido, suena a equipo pequeño (y lo de pequeño va con todo el cariño del mundo de parte de otro seguidor de un equipo pequeño). Quizá no lo saben, pero los autores de esta pancarta han descrito muy bien lo que supone ser seguidor del Getafe, del Racing, de la Real, del Celta, del Osasuna, del Recreativo y de tantos otros equipos.
El sufrimiento es pasajero. Constante, quizás (¿cuántos habremos dicho alguna vez que nuestro equipo no nos da más que disgustos?), pero pasajero. Porque alguna vez llega una victoria. Siempre llega por lo menos una, aunque sea pequeña, aunque sea efímera, aunque sea irrelevante para muchos. Pero se queda guardada en nuestra memoria y en nuestro corazón. ¡Y cómo lo celebramos! No será en la final de la Champions League, pero esos días son mágicos, nos llenan de alegría y de sentimiento de orgullo por haber empleado tanto tiempo de nuestra vida en seguir los avatares de ese equipo al que otras veces le achacamos tantos disgustos. Sólo ese pequeño triunfo lo compensa todo.
No debió pronunciarse, pero el Rey dio en el blanco de lo que pensábamos muchos: "Que gane el que perdió", dijo, refiriéndose a la épica pero triste noche ante el Bayern de Munich. Quien sufre una derrota tan dura e inmerecida siempre espera que el destino le compense. Pasa en el fútbol y pasa en la vida. No importa lo que nos pase, siempre pensamos que el fútbol va a pagar sus deudas con los equipos pequeños. Y a veces lo hace. La Real que perdió la Liga de 1980 después de estar 32 partidos sin perder (nadie ha encadenado tantos partidos sin una derrota), ganó las dos siguientes. El Depor que no logró el título con el famoso penalti de Djukic se proclamó campeón unos años después.
Pero también hay ejemplos de impago, de equipos que han escrito páginas doradas de su historia sin lograr el premio merecido. El fútbol no le ha devuelto a la Real la alegría de la que le privó en 2003, cuando se quedó a las puertas de su tercera Liga, e incluso le ha dado una bofetada mayor enviando al equipo a Segunda apenas cuatro años después. O al Alavés la derrota en aquella histórica final de UEFA frente al Liverpool. O ahora al Getafe la derrota en su primera final de Copa o el duro revés frente a los alemanes. La conclusión es clara. El fútbol no siempre paga las deudas. No podemos irnos a dormir pensando en que tendremos otra oportunidad, porque no siempre llega. Pero cuando llega... Qué júbilo...
Yo estuve en Vigo el 15 de junio de 2003. Aquel día, la Real perdió una Liga. También estuve en Valencia el 17 de junio de 2007. Aquella vez, lo que vi fue el descenso a Segunda de mi equipo. Sé lo que es volver a casa, en un penoso y largo trayecto en tren, rumiando una derrota tan severa. Pensando en qué se ha fallado, dónde se escapó la gloria, qué momento podría haber cambiado el curso de la Historia. Y envidio que los aficionados del Getafe tuvieran un trayecto de regreso a casa tan corto, desde el Vicente Calderón de Madrid hasta la localidad madrileña del sur. Porque eso es lo peor. Volver a la realidad y darte cuenta de que tu equipo no es campeón.
Pero el tiempo pasa y después te das cuenta de lo que ha hecho ese equipo. Lo del Getafe tiene muchísimo mérito. Han entrado en los libros de historia. No como campeones. Pero saben, al menos los autores de esa pancarta, que la gloria es para siempre. Esa no se olvida aunque la estadística, cabezona ella, nos recordará para siempre que aquel día concreto no fuimos campeones. O, al menos, campeones sin copa.
1 comentario:
Yo sigo esperando un acto de justicia deportiva con el Atleti y la final de Copa de Europa de Heyssel. Han pasado treinta y cuatro años. Empiezo a dudar.
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