Y con el paso del tiempo, la mitología de Superman se fue instalando en nuestros corazones. Poco a poco, fuimos cogiendo cariño a Clark Kent, ese granjero de Kansas que, en realidad, es el único superviviente de un mundo que explotó, Kyrpton. Poco a poco, fuimos descubriendo las maravillas de Metrópolis. Poco a poco, algunos nos dimos cuenta de que queríamos trabajar algún día para el Daily Planet, para Perry White y junto a Lois Lane y Jimmy Olsen. Poco a poco, fuimos conociendo y queriendo a la familia de Clark: a los Kent, sus padres adoptivos; a Kara, Supergirl, su prima. Incluso a Krypto, su perro. Poco a poco, fumos descubriendo que tenía un punto débil, la kryptonita (bueno, dos, porque la magia también le afecta) y gente dispuesta a aprovecharlo para acabar con él. Hombres como Lex Luthor o seres de otros mundos como Darkseid.
Superman ha cambiado mucho con el paso del tiempo, pero la esencia sigue siendo la misma. Es un boy-scout con mucho poder. Un tipo que cree por encima de todo en la verdad y en la justicia, por empalagoso que pueda sonar eso hoy en día. Un hombre que dedica su vida a hacer el bien. Tanta luminosidad es lo que me genera cierto rechazo hacia el personaje. Siempre me han gustado más las almas torturadas, los héroes con un lado oculto y algo oscuro. En Superman todo es brillante. Me gusta más Batman, que nació en el momento en que los padres de un niño de ocho años fueron asesinados en la calle. O Spider-Man, que aprendió por las malas que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. O los Cuatro Fantásticos que nacieron del error de un hombre que no cometía errores.
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Pero algo tiene Superman. Será eso mismo, que todo en él es positivo e inspirador. Todo el mundo querría ser Superman. Pero casi nadie llevaría la carga de tener tanto poder con su misma elegancia. El poder corrompe, pero a Superman no. Superman nació para animar los corazones de los americanos (y, por extensión, de los lectores de todo el mundo) después de la gran depresión económica de los años 30. Para ser un modelo. Y a pesar de venir del espacio exterior, Superman se convirtió en el más humano de todos los habitantes de la Tierra. Pero sólo en sus cualidades positivas. Los fallos del ser humano sólo se le permiten a Superman en universos alternativos, en futuros que todos sabemos que nunca sucerán. Y por eso su figura es tan grande. No porque vuele o porque sea más fuerte que nadie, no. Es porque es un ejemplo a seguir.
Y el símbolo. Esa S roja en el pecho. Un símbolo que absolutamente todo el mundo es capaz de reconocer, no importa de qué cultura o país procedas. Algo tendrá Superman que todo el mundo sabe quién es sólo con ver su emblema. Han pasado 70 años. Le hemos visto llegar desde Krypton, le hemos visto crecer, le hemos visto incluso morir, le hemos visto en cómics, películas y series de televisión de todo tipo. Y siempre es él. Superman. Parte de nuestras vidas. Es un boy-scout, pero menudo boy-scout...
4 comentarios:
tengo una dudilla profesional... ¿te puedes pasar por mi garito? Gracias!!
jooo... a mi superman, el original, me pilla un pokito lejos.... pero leyendo tu entrada me ha dado hsta nostalgia!!! jejejejeje
un bsito
Como mola superman... siempre me gustó y siempre fue mi preferido... de hecho tengo una camiseta de mis tiempos mozos con el símbolo jejeje una pena que ya no me la ponga! :)
Yo me quedo con Spiderman...
Bss.
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