miércoles, junio 18, 2008

La condena a Jiménez Losantos

Acaban de condenar a Federico Jiménez Losantos por las barbaridades que soltó (y sigue soltando) contra el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón (y contra otros muchos, que ojalá tomen el mismo camino de los juzgados por el que optó el primer edil de la capital para poner freno a estas burradas sin sentido). La sentencia ha sido una noticia formidable para todos aquellos que pensamos que la libertad de expresión no puede amparar los insultos o las mentiras. Pero, con ser un un feliz acontecimiento una sentencia de este estilo, lo que me llama la atención es la reacción del propio Jiménez Losantos, que, por si alguien lo dudaba, no ha tardado en evaluar la decisión judicial en su programa.

"Rajoy puede decir a Zapatero que ha traicionado a vivos y muertos y yo no puedo decir nada de Gallardón" y "tiene una ventaja la sentencia, y es que cifra el honor de Gallardón en seis millones de pesetas. Hombre, yo, si es por ese dinero..." son dos de las frases de Jiménez Losantos en su programa. Y las dos sentencias contienen elementos verdaderamente preocupantes. En la primera no me voy a extender mucho pero sí quiero dejar claro que Jiménez Losantos se equivoca. Rajoy no puede decir eso, no. Lo que pasa es que Zapatero, para no crispar aún más la vida política (y contribuir así a que el propio Jiménez Losantos lo haga), optó por no recurrir a los tribunales. Son cosas muy distintas.

Pero la segunda es la que tiene más cuestiones concretas a analizar. Antes de nada, hay que dejar claro que el locutor se equivoca. Eso no es lo que vale el honor de Gallardón (político al que soy poco sospechoso de defender habitualmente, por cierto, no vaya a pensarse alguien que hablo por simpatía hacia el afectado), sino la relevancia que tiene un ataque como el que hizo el comunicador de la Cope. Si a Jiménez Losantos le parece poco, será que su insulto tiene el mismo poco valor. Hay también aquí mucha diferencia entre una cosa y la otra. No es Gallardón el protagonista de la sentencia, es el propio Jiménez Losantos, al que se ha CONDENADO por una acción ilícita, que excede los límites de la libertad de expresión en la que quiso ampararse durante el juicio.

Hay más. Lo que viene a decir Jiménez Losantos es que está dispuesto a seguir insultando a Gallardón si la multa es sólo de 36.000 euros. Y eso me parece de una gravedad importante porque entronca con toda una realidad social. Los españoles pensamos que las leyes no están hechas para nosotros, que podemos saltarnos a la torera la que queremos sólo porque no estamos de acuerdo o porque en un momento dado nos viene bien. Jiménez Losantos excede la libertad de expresión para insultar e injuriar, pero otros piensan que eso de sacarse el carnet para poder conducir no va con ellos, que pueden conducir por ciudad a 150 km/h, que se puede ir por la calle rompiendo papeleras, que se puede fumar en lugares públicos en los que está prohibido hacerlo o que un pequeño fraude fiscal no merece ser condenado.

El mundo de la prensa suele, además, meterse en caminos como el que toma Jiménez Losantos. Y lo hace porque, desgraciadamente, es verdad lo que dice el locutor de la Cope: compensa. Me acuerdo cuando El Mundo metió un fotógrafo en la vista en la que Felipe González declaró ante el juez (ya no recuerdo si por los GAL o por los fondos reservados). A pesar de que estaba prohibida la entrada de la prensa y de fotógrafos en la sesión, una instantánea tomada de incógnito abrió la primera página del periódico al día siguiente. Ni siquiera recuerdo si se condenó a El Mundo por ésto. Hace poco, Interviú publicó las famosas fotos robadas de Elsa Pataki. La condena ni siquiera cubrió todo el beneficio que le generó a la revista ese número. Es decir, compensa saltarse la ley.

Una vez constatada esta triste verdad, sólo queda esperar a que este lamentable espectáculo se repita de nuevo. Que Jiménez Losantos insulte a alguien y ese alguien decida reclamar a la Justicia. Al menos Gallardón ha abierto el camino. Qué importante sería para luchar contra esta impresentable faceta de los medios de comunicación que otros muchos le siguieran.

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