martes, febrero 19, 2008

Una de becarios

"Se ha frivolizado tanto la profesión, que la gente cree que ser periodista es muy fácil. Incluso los que estudian Periodismo. Viene gente de prácticas que no tiene el hábito de leer periódicos, ni oír la radio, ni ver la tele, y creen que el periodismo de verdad es ese otro al que yo llamo de otra forma". Lo dice Angels Barceló en la entrevista que publicaba el fin de semana pasado El País Semanal. Y estoy totalmente de acuerdo con ella en este y en otros puntos de lo que dice en esa entrevista. Bien es verdad que ella sí ha tenido y tiene el poder de cambiar algunas de las cosas que le disgustan, acaso en el medio en el que ella trabaja en cada momento, pero el hecho de que las apunte ya es algo a favor de ella.

Esa frase en concreto que he destacado de la entrevista me ha hecho recordar historias pasadas, sobre todo a una persona concreta, que vamos a llamar R., una becaria que pasó, por desgracia para mí, por el mismo lugar de trabajo que ocupaba yo... Hasta entonces, siempre había trabajado con becarios extraordinarios, hombres y mujeres, gente que sabía lo que hacía, que estaba deseando aprender o que al menos se dejaba la vida en lo que le encargabas con tal de hacerlo bien. Colegas con los que daba gusto estar en una redacción, personal y profesionalmente. Hasta que llegó R., al mismo tiempo que M., otro figura del que a lo mejor escribo otro día pero que tenía aún más delito porque no llegó como becario, sino como redactor. Pero es que la frase me ha recordado a R., qué le vanos a hacer.

R. no es que fuera mala periodista. Era peor. Irrecuperable para la causa por muchas horas que quisieras pasar por ella. Porque no sabía, no quería aprender y no escuchaba lo que le decías. Era una persona sin preparación personal, cultural ni profesional. No era capaz de escribir un texto publicable por mucho que se lo explicaras. De verdad, un drama. Le mandabas hacer un texto y descubrías algo horrible cuanto te tocaba corregirlo. Le dabas indicaciones de cómo mejorarlo y que fuera posible que entrara en una página de periódico mínimamente decente, y, una vez ignoradas por completo esas indicaciones, era simplemente malo. Así que, en vez de avergonzar a la muchacha, a la tercera uno optaba por escribirlo y ahorrarnos todos un poco más de sufrimiento.

Como sería la cosa, que mi ex jefa (una persona que hizo dejación absoluta de todas sus responsabilidades en la sección y que no hacía nada por enseñar a esta becaria o, de la forma más educada posible, decirle que no valía para este trabajo; eso pasa a veces y en realidad le haces un favor a una persona a la que le descubres que no vale para algo, porque así no sigue perdiendo el tiempo) decidió no encargarle ningún tipo de trabajo a menos que fuera absolutamente imprescindible para la supervivencia del mundo libre, cosa que no solía suceder. Así que, al final, se pasaba las horas sentada en una mesa leyenda la prensa. Como si estuviera en su casa. Ni aprendía ni ayudaba. Tristísimo.

Cuando todavía alguien (yo no) tenía esperanzas en que esta muchacha ofreciera algún momento de lucidez periodística, tuvo lugar la anécdota de la que me he acordado al leer a Angels Barceló. Mi ex jefa no estaba y, por algún extraño motivo, eso incitaba a R. a preguntarme a mí las cuestiones más rebuscadas (lo cual era curioso porque no teníamos la más mínima relación personal; iba a decir que sólo el "buenos días" pero es que a veces ni lo contestaba...). Estaba escribiendo un texto sobre los estrenos de cine de la semana. Y en esto que me llama la atención (llevaba dos meses ahí sentada y no se sabía mi nombre, así que lo hizo por gestos). "¿Puedo terminar la crónica con una interrogación, así, en plan reportaje?", me dice.

En un instante, evalué todas mis posibilidades para tratar de no quedar demasiado mal y, al mismo tiempo, no obligarme a rehacer yo su trabajo. Le pude decir que sí, como a los locos, a ver qué pasaba. Le pude decir que no, que no se liara y que hicera lo que sepa. Le pude preguntar qué demonios quería hacer exactamente para evitar una catástrofe antes de que se produjera. Pero, no sé muy bien por qué, decidí tirar de ironía. "Sólo si la última frase es una pregunta", le dije. Quién me mandaría... Su respuesta fue demoledora: "Pues entonces no".

Mira que le he dado vueltas a la cabeza desde entonces, pero no he sido capaz de saber qué iba a escribir la muchacha... ¿Pensaba poner una interrogación suelta, así, sin más? ¿Pensaba que se pueden utilizar las interrogaciones en castellano para frases que no son interrogativas? ¿Creía que en un reportaje, y sólo en un reportaje, en ningún otro género periodístico más, las interrogaciones se pueden poner en cualquier lado, sin que tengan ningún sentido? ¿Qué demonios quería poner...? Y ya nunca seré capaz de adivinar la respuesta de algo que pasará a la historia como una de las grandes dudas de mi vida...

6 comentarios:

Unknown dijo...

Mi laaaaaaarga etapa de becaria, empecé muy prontito, la recuerdo con un cariño... Ainssss...
Por dios!! Si entonces no quieres comerte el mundo, abrir mucho los ojos y absorber absolutamente todo lo que pasa a tu alrededor, es que no tienes ilusión. Y sin una pizquita de eso es imposible trabajar...
Besitos!!

Arual dijo...

Mira por donde yo creo que la moza el principal problema lo tenía en la lengua española, no encuentro otra explicación a esa interrogación que pensabla plantar al final de una frase que no era pregunta. En cualquier caso encontrar a gente con ganas de aprender y a quien enseñar es maravilloso, pero por desgracia el monte es muy grande y en él hay de todo. Yo en cualquier caso recuerdo mi época de becaria con mucha ilusión, encontré a gente maravillosa que me explicaban todo muy bien y aprendí mucho.

C.C.Buxter dijo...

Nunca entenderé cómo hay gente que no quiere aprender su profesión; ¿para qué estudian entonces? (así se utilizan los signos de interrogación, R., por si lo estás leyendo) Y sobre todo, no entenderé cómo gente que necesariamente va a necesitar la escritura en su trabajo no lee ni un mísero libro en su vida. Sólo te diré como ejemplo que, en el periódico en el que trabaja un amigo mío, a una de sus compañeras le han encargado la sección de cartas al director (inventadas en el 90% de los casos) para que "mejore" su forma de escribir...

Biografía de "M., el figura", ¡ya!

Patricia dijo...

Pues es muy triste estar haciendo un trabajo que no te debe gustar o aportar nada (a R no creo que le gustara, porque si así fuera trataría de aprender), y encima no valer para ello y no saberlo o no ser consciente de ello.

Es una gran "Satisfaction" aprender día a día de tu trabajo, dejar que los que más saben te enseñen, e ir subiendo cada día un peldaño más de la escalera del conocimiento.

Ya era hora que te devolviera la visita... te había leido antes de hoy, pero núnca sabía qué comentar en cualquiera de tus cuatro blogs. Hoy si, porque hablas de trabajo, igual que yo ayer ;)
Gracias por tus felicitaciones!

Salud!

Anónimo dijo...

Buenísimo. BUENíSIMO!!

Yo también tengo historia de becarios que... En cuatro años que estuve en Pamplona como periodista pasaron muchos, y cada vez era peor! Yo alucinaba. Mis compañeras y yo decíamos ¿pero qué les pasa a estas generaciones?

Me ha encantado el post. Y la frase de Angels Barceló... todo!

Saludos
Isabel








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Reverendo Pohr dijo...

Admiro tu estoicismo al respecto. Es clave aprender a ver a personas así de otra manera. Sinó, uno enloquece. Sin embargo, así se aprende a valorar a otras personas más discretas pero que hacen bien su trabajo.