Me encanta hablar de política y suelo hacerlo en el blog, como sabéis los que pasáis por aquí habitualmente. Pero llega la campaña electoral y ese entusiasmo desaparece. Habréis visto que sólo el debate me ha llevado a tocar este tema en la última semana. Y es que no entiendo la utilidad de estos quince días regulados por Ley antes de unas elecciones, de verdad. Cada vez menos. Anecdotario sin importancia, frases grandilocuentes pero huecas, promesas a incumplir, estupideces sin sentido... Y, además, todo un desperdicio de dinero. Leo que los principales partidos políticos se van a gastar nada menos que 50 millones de euros en estas dos semanitas. Dinero que, en su mayoría, proviene de las subvenciones públicas que reciben las formaciones políticas. Qué desperdicio, insisto...
A pesar de mi desencanto absoluto por la campaña (que no por las elecciones, no confundir, que no tienen nada que ver por mucho que nos quieran vender que sí), estos días dejan muchas cosas que, en el fondo, muy en el fondo, tienen su gracia, y sobre las que me voy a forzar a escribir, más que nada porque algo tendré que decir, ¿no...? Y no, no voy a hablar ni de la niña de Rajoy (aunque no dejo de preguntarme por qué una niña y no un niño...) ni de su desconocimiento de lo que es un bonobús, no...
Resulta que José María Aznar ha debutado en campaña. Y lo ha hecho para decir, por encima de todo, tres cosas, tres mensajes fundamentales que deben ser algo así como su resumen de la legislatura y los motivos por los que hay que votar a su partido. Digo yo. Porque si no, no entiendo porque lo dice en un mitin. Que me pierdo, voy a esas tres cosas. La primera, que el Gobierno de Zapatero sigue negociando con ETA. La segunda, que en los cuatro años de mandato socialista ha habido, nada menos, un retroceso democrático. Y la tercera... La tercera es la que más me gusta, sí. Dice el ex presidente del Gobierno que no le gusta mirar al pasado. "Y podría hacerlo, porque nadie ha padecido lo que yo he tenido que aguantar y escuchar estos cuatro años", añade.
Lo primero, mientras no se demuestre lo contrario, forma parte de un discurso propagandístico, muy en la línea del que ha hecho su partido en los últimos cuatro años. Si tiene pruebas, que las presente o que se las dé a sus periodistas amigos y afines para que las publiquen, es lo mejor para que nadie pueda dudar de su palabra (aunque en España tengamos el hooliganismo de creer a pies juntillas lo que nos dice uno u otro político, en función de nuestra ideología política, sin exigirle nada). Lo segundo es directamente, y con perdón, una tontería. Una cosa es que no te guste un gobierno, que no compartas sus iniciativas, y otra cosa es un retroceso democrático. Hay que aprender ya de una vez la diferencia, y más cuando has tenido un cargo tan importante como el de Aznar.
Pero lo tercero... Ay, lo tercero... Eso es, sencillamente, una mentira. En primer lugar, él mismo llegó al Gobierno dentro de la mayor campaña de difamación (si fue justa o injusta que lo juzgue la gente y la historia, sobre todo la historia) a un presidente del Gobierno, a Felipe González, una campaña orquestada, además, desde Génova, y que incluyó la acusación a un jefe del Ejecutivo, por primera vez, de un asesinato de ETA. Y en segundo lugar, el presidente del Gobierno de la última legislatura, José Luis Rodríguez Zapatero, ha escuchado tantos insultos, de traidor y amigo de los asesinos para arriba, que decir lo que ha dicho Aznar es tan falso como que en Irak había armas de destrucción masiva.
No pasa nada. Es obvio que este Aznar que se proclama retirado de la política sigue siendo político. Para colmo, los lapsus de los dirigentes del PP no dejan de confundir a la gente y apuntar que Aznar sigue siendo, desde la siniestra sombra, mucho más que el presidente de honor del partido... En un mitin, esa reunión tipo akelarre que montan los partidos en torno a sus dirigentes como si fueran los nuevos mesías, el presidente del PP catalán, Daniel Sirera, dijo que después de las próximas elecciones habrá "un gobierno popular presidido por José María Aznar". ¿Debería darle a este lapsus la misma importancia que se dio desde las filas populares al que tuvo Zapatero al hablar de "accidente" en lugar de "atentado"? Y, ya que estamos, insisto: ¿debería darle la misma importancia al bonobús que la que le dio la derecha mediática al precio del café de Zapatero? La respuesta es obvia: NO. Y no lo voy a hacer, qué demonios...
Ya sólo queda una semana de sufrimiento preelectoral. Qué asco de campaña, oiga...
2 comentarios:
Yo, esta mañana, mientras me duchaba escuchando las barbaridades que decía en un miting el Sr. Arenas por la radio he decidido zanjar el tema electoral: tengo claro mi voto y no quiero escuchar a unos y otros tirarse los trastos a la cabeza con esa deshonestidad.
En fin, todos a votar y nadie a escuchar las campañas: a ver si así aprenden. Pero lo dudo, sinceramente.
"En fin, todos a votar y nadie a escuchar las campañas: a ver si así aprenden."
Este argumento refuerza el mío de la entrada de arriba.
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