Lo confieso. Una de las cosas que menos aguanto es ver a los políticos haciendo el ridículo en sede parlamentaria. Y mira que hay veces que lo hacen... Pero es que cada vez que lo veo me pongo malo, pienso en la casi nula exigencia de su trabajo, en el sueldazo que se llevan, en la pensión vitalicia que muchos tienen asegurada, y tengo claro que a mí, en mi trabajo, mis jefes no permitirían compotarme así. Claro, que aquí sus jefes les alientan a ser como son... La última ocasión de deleitarnos con las sandeces que hacen nuestros representantes políticos ha sido hace un par de días, a cuenta de una proposición no de ley sobre las selecciones deportivas autonómicas. Un bochornoso espectáculo que se une a la larga lista de bochornosos espectáculos que se han visto en el Congreso durante los últimos años.
Luego entro en el tema de fondo, pero lo que verdaderamente me preocupa es la forma. Primero hacen el ridículo en el hemiciclo mostrando las camisetas de las selecciones catalana, vasca, gallega y, finalmente, la española, argumentos de peso en un debate como bien sabe todo el mundo, cada una de ellas en manos del partido nacionalista de turno (incluyo al PP en las formaciones nacionalistas). Luego, gestos y gritos desde los escaños que en el colegio no le consentirían a un niño de ocho años. Y para rematar la faena, la foto de familia en la escalinata del Congreso (pocos diputados en realidad y pocos más de los que se habían quedado en sus escaños a vivir este estéril debate) con todas las camisetas, orgullosos encima los señores diputados de su comportamiento.
No se cansan de hacer el ridículo, no, de cebarse con asuntos que apenas interesan al ciudadano de a pie, de desviar la atención de problemas serios con nimiedades y puestas en escena destinadas a ganar el voto de los más radicales, con comportamientos impropios del puesto que ocupan. Y todo ello, por supuesto, con las incontables ausencias de diputados en los plenos. Los ha habido peores, porque como en este tema había una cuestión relacionada con Cataluña y Euskadi los intervinientes tenían garantizado el eco mediático, pero aún así la asistencia fue escasa. No es que eso sea noticia, pero sigue siendo vergonzoso (por cierto, primer acuerdo del periodo de sesiones: sus señorías se han subido el sueldo un 3,5 por ciento; una subida más modesta que en años anteriores, pero todavía por encima del IPC). ¿Pero les da vergüenza? No, salen todos los días tan contentos de su lugar de trabajo.
Y ahora, vamos al tema en sí mismo. No entiendo el empecinamiento de los partidos políticos nacionalistas en sacar este tema cada cierto tiempo. Hoy por hoy, con la legislación en la mano y atendiendo a la configuración política de España, es inviable que Cataluña, Euskadi, Galicia o la misma Murcia tengan selecciones autonómicas que disputen competiciones oficiales e internacionales. Hablar de esto es comenzar a construir la casa por el tejado y, por descontado, añadir un elemento más de confrontación al ya crispadísimo debate político.
Eso, aunque quieran ocultarlo nuestros políticos con sus buenas poses, se acaba trasladando a los ciudadanos. En las nacionalidades históricas, la gente entenderá el rechazo de PP y PSOE a sus selecciones como una muestra de españolismo, de centralismo, de represión, etc. Y en el resto de España habrá socialistas y populares que entiendan la insistencia como una reivindicación más de estos insaciables y egoistas nacionalistas. Más madera, que decía Groucho Marx...
No me cabe la menor duda de que si algún día Cataluña o Euskadi son estados independientes tendrán sus selecciones nacionales. Pero hoy es imposible. Y no porque lo diga el Gobierno o el Estado español, no, que es algo que no termina de aclarar ninguno de los muchos políticos que sale a la tribuna de oradores (del Congreso o de los medios de comunicación) para tratar este asunto (no les interesa, claro...). Es que los organismos deportivos internacionales tienen sus normas. Aunque hay algún organismo de deportes más minoritarios que sí contempla este caso, la FIFA, por ejemplo, no permitiría hoy en día que Cataluña jugara un Mundial de fútbol. Por tanto, es obvio que lo que es necesario antes de hacer estas reivindicaciones parlamentarias es modificar el marco político. Sin eso, no hay nada que hacer. Los políticos, por tanto, que se dediquen a hacer política para conseguir sus objetivos.
Que ésta sea un reivindicación deportiva o social es otro cantar. Los jugadores vascos o catalanes tienen todo el derecho del mundo a salir, como de hecho suelen hacerlo, con pancartas pidiendo la oficialidad de sus selecciones. Todas las ideas son respetables (aunque no respetadas por todos). Que los ciudadanos catalanes o vascos defiendan su selección propia es perfectamente lícito.
Yo no comparto su reivindicación y también entiendo que traería con ella consecuencias que no todo el mundo se plantea hoy en día. Selecciones nacionales, de acuerdo. ¿Pero también ligas propias? Una cosa es que la Real haya bajado a Segunda División, que ya me duele bastante, pero tener que jugarme siempre la liga vasca con el Athletic, Eibar o Real Unión no es algo que me atraiga especialmente. Por mucho que me guste ganar a los bilbaínos, prefiero que la Real vuelva a tener, cuando se lo gane con el ascenso, grandes noches de fútbol con el Real Madrid o con el Barça.
Lo malo es que todos están por la labor de tirarse a la cabeza estas selecciones, y así difícilmente se podrá encontrar una solución...
4 comentarios:
No quiero librarme de vosotros!
Te leo siempre aunque a veces no comente. Es que lo dices todo tan bien que en ocasiones no sé qué decir. je.
Lo de las camisetas... lo que escribes en el título lo dice todo...
en fin!
un abrazo.
Isa.
Cuanto más hablen de nacionalismo menos tendrán que hablar de sus subidas salariales anuales (arbitrarias como ellas solas), del salario mínimo interprofesional, del precio de la vivienda, del trabajo precario, de los costes académicos... así que yo creo que en el fondo a todos les compensa seguir dándole vueltas a la misma historia constantemente a pesar de que saben que esa historia, para la vida real de la gente, tiene una trascendencia miserable en comparación con todos los problemas que, teoricamente, su profesión se debería dedicar a resolver.
Si, a mi también me dan vergüenza ajena!
Realmente fue ridiculo lo de las camiseta, yo no me lo creía... da rabia que se entretengan en asuntos que no van a salir adelante y que dejen de lado otras cosas más importantes no?
A veces pienso que mucho políticos quisieron ser "choumans" y no les salió la carrera artística y tiraron a la política...
Como catalán amante del deporte, coincido y me repugno ante este espectáculo. Como culé ya me toca mucho las narices escuchar al presidente del Barça hablando de política (no le corresponde, puesto que el suyo no es un cargo público electo y abusa de una popularidad completamente ajena a su ideología).
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