lunes, diciembre 25, 2006

Ilusión navideña


En las Navidades de 1897, una niña llamada Virginia O'Hanlon, hija de un médico forense de Nueva York, escribió una carta al director del The New York Sun para que le resolviera un enigma de difícil solución.
"Querido director. Tengo ocho años. Algunos de mis amiguitos dicen que Santa Claus no existe. Mi papá dice 'Si lo ves en el Sun, así será'. Por favor, dígame la verdad: ¿existe Santa Claus?". Esta era la duda de la pequeña Virginia, una duda que a todos nos ha asaltado alguna vez en nuestra vida (¿os acordáis de cuando éramos niños y estas eran nuestras preocupaciones?). Edward Mitchell, director del diario, por aquel entonces muy popular, le encargó la respuestra a su editorialista, Francisc Pharcellus Church. El título del editorial, Sí, Virginia, dejaba bien clara la respuesta a la pregunta de la angustiada pequeña.
"Virginia, tus amigos se equivocan. Son víctimas del escepticismo de una era escéptica (...). Sí, Virginia, Santa Claus existe. Existe del mismo modo que existen la generosidad y la entrega, y tú sabes que eso es lo que dará a tu vida su mayor belleza y alegría. ¡Qué feo sería el mundo si no hubiera Santa Claus! Sería tan feo como si no hubiera Virginias. Si no existiera la fe infantil, tampoco existiría la poesía que hace tolerable esta existencia. Aunque no veas a Santa Claus bajando por la chimenea, ¿eso qué prueba? Nadie ve a Santa Claus, pero tampoco hay pruebas de que Santa Claus no exista. Las cosas más reales en este mundo son aquellas que ni los niños ni los mayores pueden ver. ¿Has visto alguna vez hadas bailando en la pradera? Por supuesto que no, pero eso no prueba que no estén ahí. Nadie puede concebir o imaginar todas las maravillas que no vemos en este mundo (...). Ah, Virginia, nada hay más real y duradero. Santa Claus vive y vive para siempre. Dentro de mil años, Virginia, dentro de mil veces mil años, continuará trayendo alegría al corazón de los niños".
La pregunta es preciosa, símbolo de la inocencia de una niña. La respuesta es aún más bonita, y prueba que antes los medios de comunicación tenían una credibilidad de la que hoy por desgracia carecen. Pero lo que provocó este episodio es lo más maravilloso de todo. Virginia O'Hanlon se convirtió en maestra infantil y dedicó su vida a ilusionar a los más pequeños de la misma forma que este editorial reafirmó su ilusión. Ese es el efecto que unas palabras amables tuvieron en una niña de ocho años. La ilusión no tiene precio, creamos o no en estas fiestas navideñas, y es en los más pequeños en quienes es más valiosa esa ilusión. Tengamos siempre un rincón en nuestro corazón para la ilusión, no importa lo mal que creamos que están las cosas.

4 comentarios:

Yudoki dijo...

A mi todavía me cuesta dormir el día 5 de enero. Un saludo y Feliz Navidad!!

Victoria Cáceres dijo...

La gente se sigue creyendo a pies juntillas lo que diga la TV. Por lo demás, nada que objetar, preciosa historia, sin duda. ¿Cuál es tú ilusión estas navidades?

Juan Rodríguez Millán dijo...

Respondiendo a tu pregunta, Victoria, mi ilusión es de futuro, no para estas Navidades. Sueño con disfrutarlas de verdad y sueño con que las mejores Navidades de mi vida sean el próximo año. No sé si lo conseguiré, pero tengo doce meses por delante para intentarlo...

Unknown dijo...

Simplemente, gracias.