Un 6 de diciembre más celebramos el aniversario de la Constitución. Y me pregunto si es un aniversario feliz. Me vais a perdonar el pesimismo, pero hay demasiadas notas que hacen que piensen que es cualquier cosa menos un aniversario feliz. Y ahí van mis razones.
- El aniversario llega en un momento de enfrentamiento absoluto e inédito en la política española. Política antiterrorista, reformas estatutarias, nombramientos de organismos públicos, corrupción urbanística... Todo es motivo de enfrentamiento entre los partidos políticos, que no son capaces ni siquiera de acordar la reforma de algo tan sencillo como el reglamento del Congreso de los Diputados. Por lo visto sólo se han visto acuerdos sencillos en los últimos tiempos para subir el sueldo de sus señorías y para criticar al dueño del Alavés, el ínclito Pitterman.
- La Constitución es un arma arrojadiza. Que uno dice que quiere retocarla, el otro se opone. Que el otro ahora dice que acepta ciertas revisiones, el uno le critica. Y entonces llega el tercero y reforma su Estatuto y el otro acude al Tribunal Constitucional para impedir esa reforma. Y el uno no puede sacar adelante su reforma porque el otro la bloquea. Y el bloqueo provoca que todos los demás piensen que la Constitución no les vale... Me imagino que el primer paso que tendrían que haber dado todos ellos es leer la Carta Magna, porque parece que no lo han hecho.
- A los españoles no nos importa la política. Y no es que lo diga yo, que sigo prestándole atención, sino que lo dicen las encuestas del CIS. Ya no es sólo que no nos interese la política, es que encima no tenemos ni idea sobre ella. También lo dice el CIS, pero eso sí que lo afirmo yo. Esta semana estuve en el Senado, aprovechando las Jornadas de Puertas Abiertas de este año. El momento más duro fue cuando vi a un grupo de chavales de instituto, futuros votantes, buscando el escaño de Rajoy en la Cámara Alta, un escaño que no existe ya que el presidente del PP es diputado, no senador. Y para colmo no conocemos la Constitución, que, por descontado, no hemos leido. Eso también lo dice el CIS.
- El Parlamento se ha convertido en un patio de colegio. Ya lo era en legislaturas anteriores, pero ha bastado que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quisiera convertir las Cámaras en el centro de la vida política para que todo se le vuelva en contra. Diputados y senadores que faltan a su puesto de trabajo (¿qué nos harían nuestros jefes a nosotros si lo hacemos?), discusiones insulsas e inútiles, sesiones de control tensas que sólo provocan más crispación, burocracia que retrasa medidas necesarias...
- Los demás poderes tampoco están a la altura. El judicial no deja de sorprender. Primero con el enfrentamiento abierto que hay en el seno de su órgano de control, el Consejo General del Poder Judicial, ya un elemento más de la lucha de los partidos. Después con sentencias con las que cualquiera se lleva las manos a la cabeza. Y no hablo de las que se refieren a ETA, que parece que es lo único que hacen los jueces. ¿Y el cuarto poder? El País contra El Mundo y viceversa, la huelga en Telemadrid y otros muchos casos demuestran que se ha perdido el norte.
- La monarquía que establece la Constitución pasa por momentos delicados. Creo que Zapatero no ha conseguido dar una mayor relevancia como embajador al Rey, tal y como anunció que haría al comienzo de la legislatura. El aburrido debate sobre el papel de la Princesa de Asturias tampoco contribuye a despejar el panorama. Muchos siguen viendo futuro a la monarquía mientras Juan Carlos I reine, pero casi nadie se atreve a pensar qué puede pasar cuando deje el trono.
- Los problemas reales de la gente obligan a pensar que los derechos amparados por la Constitución viven un momento delicado. Los sueldos se estancan, los precios no dejan de subir, la vivienda digna con los ahorros que podemos tener es un sueño casi inalcanzable...
Pero es 6 de diciembre, así que no quiero robaros un tiempo precioso que podéis dedicar a escuchar los discursos triunfalistas de las celebraciones, o bien las críticas desaforadas de los corrillos que se forman con los periodistas en las recepciones posteriores.
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