viernes, septiembre 09, 2011

Principios

En uno de esos arranques de genialidad que llenan páginas y páginas de frases célebres, Groucho Marx dijo en una ocasión: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". Parece una frase cómica, una pincelada del humor irónico y algo cínico del que siempre hacía gala Groucho, el único hermano Marx que de verdad me hacía reír siempre. Pero en realidad no es un chiste. Ojalá lo fuera, pero no lo es. Es una realidad. Una triste realidad. Vivimos en un mundo en el que los principios son de quita y pon. Valen unos y los contrarios. No importa lo alto que se grite una proclama, la vehemencia con la que se acorrale a quien piensa lo contrario, los límites que uno está dispuesto a traspasar en defensa del lema de una pancarta, que el comportamiento de ese mismo sujeto tan aparentemente convencido de lo que hace seguramente irá en contradicción con sus ardientes palabras. Y me da pena. Me da mucha pena. Siempre he creído en los principios, siempre he creído en la palabra. Y siempre defenderé a quien actúa por lo que cree, aunque mi pensamiento sea el contrario. Pero cada vez tienen menos valor porque vivimos en una sociedad que se empeña en despreciar los principios.

No importa con cuanta fuerza pidas que se no se vote a los políticos de turno, que en las siguientes elecciones se batirá el récord de participación. Si proclamas a gritos que hay que cuidar el medio ambiente, lo más probable es que tengas en el garaje de tu casa dos coches y que recicle el vecino porque es un coñazo tener tres cubos de basura en casa. Cuando exiges a alguien que haga su trabajo para no complicarte la vida, seguro que te estás olvidando de todas las veces que tú mismo no has cumplido tu cometido con la eficacia que le exiges a los demás. Es injusto que haya tanto joven sin poder acceder a una casa, pero mi segunda residencia que no me la quite nadie. Racista no soy, pero los moros esos de la calle de al lado podían irse a su país. Soy de derechas, pero me lo callo. Soy de izquierdas, pero reniego de ello. ¿Los bancos? Unos ladrones contra los que está moralmente permitida cualquier acción, pero por supuesto que me presten unos cuantos kilos para comprar mi chalecito. Tomemos el espacio público, pero que se callen a partir de las doce de la noche que tengo que dormir. ¡Hay que acabar con los empresarios explotadores! Pero firmo un contrato que no contempla las horas extras por el que percibo poco más de 800 euros a final de mes.

Al final, la conclusión es que no sirve de nada tener principios. La sociedad lo penaliza, los individuos lo castigan. Lo que funciona es no ser competente en el trabajo. No tener ideales que sean acordes con el comportamiento. Decir una cosa pensando en el qué dirán, en la imagen, en lo políticamente correcto y después hacer lo que uno realmente quiera. Mis principios, que queden claros desde el principio. Pero si no gustan, siempre habrá otros con los que uno quede mejor ante otras personas. Qué pena.

4 comentarios:

Arual dijo...

Sí, sólo cuenta el egocentrismo, en pensar en un mismo y decir lo que queda bien de cara a la galería.

Lola dijo...

Pues tengo que reconocer que a veces, en mi vida, he tenido que olvidarme de mis principios y "tragar". Es la vida la que manda y existen momentos difíciles que no puedes obviar.
No se si me explico. Yo me considero una persona con principios, pero...
Un abrazo Lola

Juan Rodríguez Millán dijo...

Cris, eso lo valoro mucho en la gente, que sea consecuente con lo que piensa y con lo que le define. Me alegro de que sea momentáneo. Pero que dure poco, ¿vale?

Arual, a mí me parece tristísimo que la gente opte por decir lo que queda bien. Sobre todo cuando el único motivo es egocéntrico.

Lola, no es lo mismo cuando hay imposiciones externas, y ya sé que tú has visto y vivido unas cuantas. Pero aquí estás y ahora eres como eres, es decir, honesta contigo misma y con los demás, y por eso lo valoro tanto. Tú sí tienes principios, pero también cerebro para calibrar si las cosas merecen la pena.

El Impenitente dijo...

Vautrin, un personaje de Balzac, afirmaba en "Papa Goriot" que no existen los principios, sólo las circunstancias.