
Desde luego, desde el punto de vista humano, la cuestión es más que interesante. ¿Debe vender España armamento a países conflictivos? La respuesta que nos saldría a la mayoría es que no, pero creo que hay demasiados matices como para dar esa contestación de forma apresurada. Primero, ¿qué consideramos un país conflictivo? Porque nos sorprendería ver qué países pueden no cumplir los requisitos. Seguimos. ¿Estaríamos dispuestos a romper relaciones comerciales y diplomáticas con un país amigo por negarnos a venderles armas? Y otra pregunta, aún más importante: ¿sería efectiva una medida moral de este calado si sólo la adopta un país? Aquí la respuesta es fácil. Evidentemente no. No quiero mirar hacia la ONU porque ya sé que es una mirada perdida, pero si no hay una actuación global no habrá resultados notables.
Esta semana la polémica se ha centrado en la venta de armas a Israel. Dije entonces que la polémica me parecía algo artificial porque según datos que escuché, las exportaciones a Israel suponen algo menos del 1 por ciento de las armas que España vende a otros países. Teniendo en cuenta el presupuesto militar israelí, la aportación española es ínfima, y sobre todo en equipos de imagen o contramedidas, no en armamento propiamente dicho. No le quito importancia al asunto, que quede claro, pero hay que tener en cuenta los efectos reales de lo que se pide. Si España no vende armas a Israel, Israel no lo va a notar. Sin una acción general, es imposible que haya incidencia. Quizá sirva para tranquilizar las conciencias de algunos políticos, pero se seguirán perdiendo vidas. No nos debiera bastar que la sangre manche otras manos y no las nuestras.
Sin buscar demasiado en Internet, uno encuentra que a finales de 2007 se aprobó una nueva Ley de Control de Comercio Exterior de Material de Defensa y Doble Uso, que entre otras cosas obliga al Gobierno a remitir cada seis meses informaciones por escrito de las exportaciones realizadas, tipo de armas y país de destino. La Ley daba respuesta a peticiones realizadas por distintas ONGs durante los últimos diez años, y todas ellas celebraron el nuevo texto legal como un avance porque era un ataque directo a la falta de trasparencia que durante tantos años ha reinado en este mercado. No obstante, estas organizaciones mantienen sus quejas, por lo que parece obvio que falta mucho por hacer.
En esas quejas, las ONGs denuncian que España sigue vendiendo armas a países como Colombia, Pakistán, Israel o Marruecos. La Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Barcelona denunciaba en 1999 que España vendía armas a 17 países que no cumplían los requisitos de la Unión Europea. En 2001, otra información apunta 14 países conflictivos. Parece claro entonces que ha habido avances desde aquellos años, y justo sería reconocerlos también, al margen de que sigan vivas las reivindicaciones. Porque si tenemos una ley con poco más de un año de vida, lo suyo es que se cumpla.
Lo que no me gusta del debate son las desviaciones interesadas (que es lo que para mí hizo Soraya Sáenz de Santamaría con su intervención al día siguiente) y las ingenuidades. Lo suyo sería tratar el tema con seriedad y rigor para encontrar soluciones. Y eso, necesariamente, tiene que englobarnos a todos: ONGs, los diferentes estados, los partidos políticos y los medios de comunicación. En España, creo que fallan mucho los partidos políticos (porque no quieren comprometerse a un debate serio), bastante los medios de comunicación (porque la información parece sesgada y demasiado coyuntural) y no sé muy bien cuánto pero desde luego mucho el Estado (creo que hace falta más información y transparecencia para tener ideas claras).
Yo no soy partidario de vender armas a Israel si su Gobierno sigue empeñado, y va a seguir empeñado, en lanzar ofensivas asesinas como la actual. Pero hay que ser conscientes de que no es un debate "armas sí / armas no". Es un debate que engloba muchos más factores comerciales y diplomáticos que afectan a nuestros intereses como país y a nuestras relaciones con otros estados amigos y con los organismos internacionales de los que formamos parte. Ese es el debate que debemos hacer. Con toda la información y con todas las opiniones.