martes, julio 17, 2007

¿Para cuándo Internet de calidad en España?

Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Internacional (OECD) asegura que España es el segundo país más caro a la hora de contratar una conexión a Internet de banda ancha. Sólo es más caro Turquía, donde contratar una línea cuesta 60 euros mensuales. El país más barato es Suecia, donde pagan 7,8 euros. En Estados Unidos llegan hasta los 11,87 y en Italia, por citar un ejemplo más cercano, 12,79 euros.
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La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publicó el pasado mes de mayo un estudio en el que se afirmaba que la conexión en España es una de las más caras del mundo y que, además, los paquetes más caros ofrecían velocidades de descarga mucho menos competitivas que en otros países europeos. Sirva como dato aclarativo que, según este estudio, la conexión española más barata es un 123% más alta que la mejor tarifa, la de la francesa Neuf Telecom.
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Vamos, que las compañías españolas que ofrecen un servicio de Internet nos están ofreciendo un producto caro y deficiente con respecto a lo que tienen nuestros vecinos europeos. Y nosotros seguimos tragando... y pagando, claro. ¿Será posible alguna vez que Internet sea realmente accesible en España? ¿Sin tener que esperar pacientemente a que se carguen las páginas? ¿Con una velocidad de conexión normal, adaptada al mundo de hoy en día, y que permita explotar todas las posibilidades que nos ofrece Internet? ¿Y a un precio asequible y acorde con las tarifas que se pagan en el resto del mundo civilizado?
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Mi experiencia con la antigua casa monopolística no es lo que se dice mala. En casi un año de servicio sólo he tenido un problema. Problema, por cierto, que tuve que solucionar con una llamada desde mi móvil (problema de no tener un fijo inalámbrico o en la habitación donde tengo el ordenador) a un número 902. La llamada duró nada menos que 18 minutos, así que os podéis imaginar la pasta que me costó ese problema, certificada en el recibo telefónico que siempre llega con puntualidad. Al final el problema se solucionó pero, por descontado, la amable voz que estaba al otro lado del teléfono no supo decirme cuál era el problema. No vaya a ser que me pase otra vez y pueda solucionarlo yo solo sin recurrir a esa llamada de 18 minutos.

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