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Y no la tengo, me vais a disculpar que no sea aquí tan rotundo como en otros asuntos sobre los que escribo habitualmente, porque todo tiene más puntos de vista de los que uno se puede imaginar. Sigo pensando que la Ley de Partidos es positiva. Sobre el papel, impide que una organización terrorista pueda tener un brazo político. Conclusión lógica, Batasuna sigue siendo ilegal. Y las listas en las que la presencia física e intelectual de Batasuna es evidente, siguen el mismo camino y no pueden presentarse a las elecciones.
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Pero llega aquí el límite difuso de la Ley de Partidos. Dice el PP que si la mitad de las listas de ANV están contaminadas por ETA, es un partido contaminado y debe ser ilegalizado. El Supremo, en una extralimitación de sus funciones desde mi punto de vista, ha asegurado que ese es el camino que debían haber seguido tanto la Abogacía del Estado como la Fiscalía.
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Estamos hablando de restringir un derecho básico recogido en la Constitución, el de votar y ser votado en unas elecciones. Hay que ser muy cauteloso con eso. Admito, eso sí, que no me gusta nada, absolutamente nada, la idea de que ANV sea al final un instrumento de ETA y su presencia en los ayuntamientos suponga volver a épocas pasadas en las que el censo electoral era la mejor arma para que la banda aplicara su extorsión. Pero también hay que recordar que la ilegalización de Batasuna no priva a sus integrantes de sus derechos individuales.
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Muchos utilizarán los resultados de las elecciones para dar rienda suelta a sus teorías. Pero ahí se equivocan. Obvian un detalle básico: hay un elevado porcentaje del electorado vasco dispuesto a votar al partido más nacionalista e independentista que se presente, completamente al margen de su vinculación con ETA. Y, al igual que sucedió con el Partido Comunista de las Tierras Vascas (que superó en las autonómicas los resultados de la ilegalizada Batasuna), ANV seguro que gobernará algunos ayuntamientos.
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Ahora mismo me muevo en la indecisión. No sé si hay algo detrás de que finalmente ANV se presente a las elecciones en muchos municipios vascos y navarros. No me creo la visión idílica planteada por el Gobierno, pero ni mucho menos me acerco a la catástrofe que anuncia el PP. En este, como en otros muchos asuntos, nuestros políticos no están a la altura. Y los que acaban pagando son los ciudadanos. La pregunta es si nos merecemos otra clase política o si, en cambio, tenemos lo que nos merecemos...
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