
Vayan por delante dos ideas. La primera, que no me gustan las manifestaciones. Creo en ellas como derecho, pero no son para mí. Las veo siempre desvirtuadas, oportunistas, dirigidas, poco claras y menos efectivas. La segunda idea es que aquí no me voy a meter en el tema de fondo de la manifestación estrella de ayer y que, por descontado, no pretendo descalificar a quien salió a la calle en defensa de sus ideas. Dicho esto, siento la obligación de hablar de la manifestación de ayer en Madrid porque hay demasiados detalles que me chirrían, como persona, como ciudadano, como votante y como periodista.
Lo primero es que creo que fue un engaño. En el
manifiesto en el que se convoca, en el que no hay ninguna referencia a la actual ley, se explica claramente que se trata de una protesta contra la reforma de la ley del aborto que ha aprobado el Gobierno para su envío al Parlamento. Mentira. Es una manipulación. Y no lo digo yo. Lo dice el principal convocante de la manifestación, Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia. "Una sociedad sana y humana no puede convivir con una ley permisiva del aborto, ni con la actual, ni con la anunciada, ni con ninguna", afirmó ayer. Luego la manifestación no era contra la ley del aborto, sino contra el aborto. Es un matiz demasiado importante para ser obviado.
Eso es así si tenemos en cuenta la materia de la que trataba, pero creo que no se puede tener la ingenuidad de desligar esta manifestación de la situación política general. Y hubo gente en la manifestación que así lo confesaba abiertamente, "Muchos venimos también para protestar por cómo gobierna Zapatero. Hay millones de parados y muchas familias lo están pasando fatal. No entiendo por qué no nos quejamos más", dijo una mujer llamada María Isabel Espada. Es decir, que en la manifestación podía haber votantes socialistas que no estén de acuerdo con el aborto y a quienes se ha contabilizado como persona en contra del Gobierno. Eso es falsear la realidad. Como prueba de las inteniones de la manifestación, muchas pancartas hacían alusión a dirigentes políticos del actual Gobierno (algunas, por cierto, de tan mal gusto que se descalifcan solan y aumentan el peligro de que haya gente que repudie a todos los manifestantes por culpa de algún insensato). Fue una protesta tan social como política.
Y esto queda claro también por la presencia de destacadísimos dirigentes del PP. El principal partido de la oposición falsea también la realidad. Oficialmente, no apoya la convocatoria (¿por qué?). Pero muchos de sus nombres principales allí estuvieron. ¿Acudió José María Aznar o acudió el ex presidente del Gobierno? ¿Acudió María Dolores de Cóspedal o acudió la secretaria general del PP? ¿Acudió Esperanza Aguirre o acudió la presidenta de la Comunidad de Madrid? Su negativa a apoyar la marcha con todas las letras y todas las consecuencias y la presencia al mismo tiempo de tantos de sus miembros relevantes es un engaño más a la sociedad. Una mentira electoralista, que pretende no ofender a los votantes más conservadores ni cerrar la puerta a votos más de centro. Lo que, hablando en plata, es una manipulación.
Gracias a las hemerotecas y aunque a mucha gente le dé igual, las palabras no se las lleva ya el viento. "O hay un Gobierno del PP, o hay una coalición de pancarteros, de Zapatero, de comunistas e independentistas", proclamó Aznar en un mitin de la campaña electoral antes de las generales de 2004. Aznar ayer llevó la pancarta. Esa es la más evidente contradicción entre el Aznar de hoy y el de 2004, pero no la única. No me puedo cansar de recordar que llegó a convertirse en presidente del Gobierno con los votos de CiU y PNV (¿eran ya entonces independentistas?). Pero también se puede desviar la mirada al presente. De cumplirse las previsiones, el PP votará con todo el placer del mundo en contra de los presupuestos de este año junto a CiU, ERC, IU y Nafarroa Bai. ¿Y con quién pactaría el PP en caso de ganar las próximas elecciones generales y hacerlo sin mayoría absoluta? De eso nadie dice nada. Ya encontrarán excusa en su momento.
También es interesante resaltar que, dado que la manifestación era contra el aborto, la presencia de Aznar o Esperanza Aguirre es una inmensa hipocresía. Este es el comentario más frecuente, porque es el más sencillo. ¿Cómo pueden protestar personas que han pasado por el Gobierno y no han tenido las creencias o los arrestos necesarios para modificar aquella Ley? Había gente en la manifestación que no dudaba es destacar esa contradicción, y eso les honra. No creo que pueda valer la explicación que dio Aznar, que salía a la calle en contra de la reforma propuesta, porque mucha gente no estaba allí por eso (y me remito de nuevo a las palabras de Benigno Blanco). El ex presidente, como en demasiadas ocasiones, demuestra que no tiene sentido de Estado, que le importa más autoreivindicarse y morder al rival político que la convivencia o el futuro de su país, ese que tanto dice defender pero al que no duda en atacar cada vez que sale de él.
El número de manifestantes también me llama la atención por muchos motivos. Tiendo a desacreditar las iniciativas de este tipo que inflan con descaro y sin pudor la cifra de asistentes. Es muy fácil proclamar a gritos un número. Aunque, también, sea mentira. Los organizadores hablan de dos millones. La Comunidad de Madrid, de 1,2 millones. El País calcula 265.300 personas. La Policía habla de 250.000. Y EFE difundió la cifra que le dio la empresa Lynce: 55.000 personas. Ni los organizadores, ni la Comunidad de Madrid, ni la prensa tiene la necesidad de controlar a las personas. Tiendo, por tanto, a creerme a la Policía. Y a dudar de la buena voluntad y las intenciones de quien se inventa la presencia de 1.750.000 personas. La opinión de una persona, si está razonada, cuenta para mí mucho más que la de una masa.
Las grandes cifras han llevado a muchos, organizadores y periodistas (
El Mundo siempre a la cabeza), a decir que el Gobierno no puede permanecer ajeno a lo que le dice tanta gente. Ojo con el peligro que tiene esa afirmación. Ayer se celebró otra amnifestación, en San Sebastián, donde decenas de miles de personas protestaron por las detenciones de Arnaldo Otegi, Rafael Díez Usabiaga y otros destacados dirigentes de la izquierda abertzale radical al servicio de ETA. Si también a ellos les tenemos que hacer caso, hay que liberar inmediatamente a gente que la Policía considera terroristas. Si hacemos caso a las manifestaciones independentistas por su número, a lo mejor hay que plantearse ya lo quempiden. Pero, aquí como en casi todo, es fácil lanzar proclamas que aplicaremos sólo cuando convenga a quien las hace.