Cada día le tengo más desprecio a las figuras públicas que se valen del insulto, de la descalificación, de la amenaza o del desprecio para combatir dialécticamente la crítica o la oposición. Es obvio que quien tiene una mayor relevancia social, más responsabilidad atesora en este asunto. No es lo mismo insultar a alguien en el salón de tu casa que hacerlo a través de la televisión, en un periódico o en un acto público. El hecho en sí mismo es igualmente reprochable, pero las consecuencias no tienen nada que ver. Y es ahí, en las consecuencias, donde la figura pública no se detiene a pensar. A veces no quiere, a veces no puede y a veces no sabe, pero el caso es que no lo hace. Y suelta el insulto con tanta alegría como insensatez, sabedor de que, y eso es lo triste, no pasa nada por hacerlo.
Y es que, a partir de ahí, responsabilidad y consecuencias tienen algo en común: no existen. No existe responsabilidad porque los personajes que se valen continuamente del insulto no la ejercen. Les da igual decir lo que quieran, porque al día siguiente podrán decir lo contario y quedarse tan a gusto. O argumentar que nunca dijeron tal cosa, por muy grabada que esté o por muchos testigos que hubiera. O insultar al contrario del insultado original, que para el caso es lo mismo. Pero tampoco hay consecuencias reales. ¿Quién vela porque estos profesionales del insulto paguen por las barbaridades que dicen? Nadie. En ningún ámbito. Si acaso algún juez de vez en cuando, pero pocos y con penas un tanto ridículas. Y por ello seguimos asistiendo a lamentables explosiones verbales, perfectamente meditadas, que nadie vaya a creer que son arranques ocasionales (y, acaso, perdonables) de furia.
Por eso, cada día desprecio más a quienes emplean el insulto como arma. No me importa que sea un piloto de Fórmula 1 que acusa a un compañero de "no tener huevos", olvidándose de que tienen en las manos el volante de una máquina que puede ir a más de 300 kilómetros por hora, con el peligro real que eso conlleva. No me importa que sea un presidente de estilo barriobajero que ha hecho de la aldanada una forma de hacer política y que usa palabras malsonantes como sustituto de la diplomacia, con el riesgo que eso tiene de enfrentamientos personales e internacionales. No me importa que sea un político con ínfulas de cacique del siglo XIX en su trato con la oposición. Y no me importa que sea un entrenador del fútbol quien alegremente vaya deseando la muerte de un periodista que, con razón o sin ella, le critique. No me importa.
Dicen que hay que respetar a todo el mundo. ¿Pero se puede respetar a quien hace de la falta de respeto una forma de vida? Cada día tengo más claro que la respuesta es no. Esta gente no se merece el respeto de nadie, pues a nadie saben respetar. Ninguno de ellos debuta en estas lides del insulto con el que caso concreto que aquí recojo. Y tampoco será la última vez que usen este arte. Ojalá no tuvieran cabida en los medios estas mediocridades, pero, en el fondo, sirven para saber la calaña que tenemos en puestos de responsabilidad pública. Estos cuatro no son los únicos. Ni siquiera los mejores. Pero sí son los últimos en aparecer. ¿Alguien da más...? Seguro que sí, seguro que abro ahora un periódico y me encuentro un nuevo insulto de una de estas figuras, siempre alabadas y defendidas por algunos. Qué triste.
6 comentarios:
Hace un par de días, en el programa de Julia Otero, debatían acerca del insulto, y convenían en que el insulto es bueno si al menos está logrado y no es zafio y barriojero. Citaban como ejemplo al maestro de los insultos, nuestro querido Quevedo, o a un político más moderno, Alfonso Guerra.
De los ejemplos que pones, sólo no conocía lo de Hamilton. En el caso de Fabra, me conformaría si insultar fuese lo peor que nunca hubiese hecho... Lo de Clemente no tiene lógica ni explicación. Pero lo peor es el caso de Chávez, no sólo por romper las más elementales normas de las relaciones internacionales, sino porque, por desgracia, mucha gente estará de acuerdo con él y lo pondrá como ejemplo... y también en España.
lo de Chávez es de juzgado de guardia,tanto victimismo con América Latina y a él eso le importa un carajo,solo le interesa llenarse los bolsillos como su adorado Fidel.
Lo peor de eso es que sale por la tele e influye sobre los niños y adolescentes, que creen que es normal y lo imitan. :-S Un besito!!
hay mucha gente que deberia de entender que al ser una persona publica tiene la responsabilidad de sus actos ya que siempre va a ser redirigido a un gran publico.
en fin...
hay gente que esta ahi porque debe de haber de todo que s ino...
Pero triste! yo simplemente trato de ignorarlos... es que me dan vergüenza ajena!!
C.C.Buxter, das en el clavo de unas de las cosas más negativas de todo esto: que la gente acepta el insulto si el insultado no es de su agrado. Terrible...
Anónimo, sí, compleja situación la de América Latina, porque los tipos como Chávez salen demasiado a menudo...
Casandra, tienes toda la razón. Los niños repiten lo que ven, y como en ocasiones estas cosas se toman a chirigota, pues así nos va...
Mon, tú lo has dicho, tiene que haber de todo... Pero a veces uno tiene la sensación de que algunos sobran...
Mara, qué difícil es ignorarlos en tu profesión y en la mía, ¿verdad...? Siempre habrá un redactor jefe al que le haga gracia y quiera publicarlo...
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