
Son muchos años y muchos recuerdos que merecen la pena. Mucho más, seguramente, que la actualidad de TVE. Sigue siendo un gigante incomparable de la comunicación, pero TVE ya no es lo que era y probablemente nunca lo será. Soy un firme creyente de la necesidad de que exista una televisión pública, al menos un canal, que garantice contenidos de calidad por encima de la audiencia, por encima de la dictadura de la publicidad. Pero hoy TVE ya no es ese reducto. Programas en manos de las productoras, unos informativos que todavía luchan por superar lastres de épocas pasadas (y me veo en la obligación de mencionar el nombre de Alfredo Urdaci), y una influencia cada vez menor en los ámbitos deportivos (ni fútbol, ni fórmula 1, puede que tampoco motociclismo a partir del próximo año...) o cultural (¿dónde quedaron aquellos ciclos con los que mi generación aprendió a amar el cine clásico?) son defectos demasiados pesados en un mundo tan lleno de competición en estos momentos como es el televisivo.
TVE necesita un modelo claro. Necesita saber qué tipo de televisión quiere ser y da la sensación de que no lo sabe. También necesita un director general respaldado por todos y para eso es imprescindible que el Gobierno cumpla su promesa de que el Parlamento dé el visto bueno a este cargo. Sólo así conseguiremos el fin de las críticas partidistas hacia el ente público. En el plan de saneamiento prefiero no entrar demasiado porque tiene demasiadas complicaciones, pero sí quiero dejar claro que la edad no puede ser nunca el único criterio para reducir la plantilla de TVE, ya que supone eliminar a profesionales como la copa de un pino y favorecer a otros sólo por su edad, por su juventud si se prefiere, aunque no hayan demostrado su capacidad para hacer frente a las tareas que se les van a encomendar.
En cualquier caso, la buena salud de TVE será siempre una buena noticia para todos. Felicidades. Y que cumplas muchos más.
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