
Aunque con el suceder de los acontecimientos me apatecía hablar sobre el Alakrana, ya dije que al final no quería hacerlo. Y no quiero hablar porque si hablo tengo que empezar diciendo que todo esto nace de una irresponsabilidad de los marineros que se fueron a pescar lejos de la protección militar que habían solicitado, y me duele que no se esté diciendo. Como no se está diciendo que hay trece barcos secuestrados. O tendría que decir que rechazo por completo el pago de rescate a piratas porque de esta forma envalentonamos a cualquier criminal (o terrorista, ya que estamos...) a pedirnos dinero por cualquier animalada. O que me sorprende que algunos sepan tanto ahora de tareas diplomáticas o tácticas militares. O que me parece descorazonador que el Gobierno tenga una política de comunicación tan horrible.
Y entonces me sale el editorial conjunto de doce periódicos catalanes. Y me muero de ganas por decir lo que pienso, pero al final caigo en el desánimo, devorado por la situación actual y pierdo el interés. Porque tendría que decir que los editoriales son un signo distintivo de cada medio y precisamente por eso no entiendo que haya una unanimidad tan grande en este tema entre esos doce periódicos. Como tampoco entiendo que los medios tengan tanta arrogancia como para hablar en nombre de todo (¿todo?) un pueblo. O que se extienda a "todo el pueblo catalán" la defensa de un Estatuto respaldado en una votación que contó con tan poca participación. O que el respaldo, respeto o presión a los jueces por parte de políticos y periodistas sea siempre a conveniencia. O que la Justicia no para de asombrarme. Muchas cosas que me cansan, vaya...
Pero, claro, ¿cómo no hablar de la reforma de la Ley del Aborto que estudia el Congreso de los Diputados? No, lo dejo, porque entonces piso arenas movedizas. No tengo una posición clara y tajante, y eso me convierte en enemigo de ambos bandos (¿hay dos bandos?). Tendría que recordar la contradicción que nadie quiere tocar y que se manifiesta, por ejemplo, en que una menor de 16 años se pueda poner silicona en los pechos, casarse o tener hijos sin consentimiento de sus padres pero no abortar. O poner el grito en el cielo las presiones inmorales de algunos grupos y personas antiabortistas que se dedican a mandar cartas a los domicilios personales de los políticos
También podría hablar de una variante de este asunto, la manipuladora amenaza de la Iglesia de negar la comunión al político que no se oponga a esa ley. Porque por lo visto no les vale ya con la confesión para purgar el pecado, sino que además tienen que decir públicamente que se arrepienten de ese voto. Y, claro, me hace gracia teniendo en cuenta que el clero tiene el privilegio del secreto de confesión. Y me hace más gracia todavía cuando leo casos como el de Irlanda, en el que la Iglesia, con la connivencia del Estado, ocultó no sé cuántos casos de violaciones de menores a manos de curas. Y ante semejante incongruencia y falta de vergüenza, renuncio también a hablar de esto...
Pienso entonces en hablar de algo ligerito, del Barça-Madrid. ¿Cómo no voy a hablar del Barça-Madrid si todo el mundo habla del partido en cuestión? Pero, claro, resulta que ni soy del Barça ni soy del Madrid, así que en este fanatizado mundo (¿sólo del deporte?) en el que vivimos lo más normal es que los fanáticos me digan que les deje en paz y me vaya a ver a mi equipo. Pues nada, eso haré, que ya que me juega la Real en Madrid, en el campo del Rayo, no vamos a perder la ocasión. Lo mismo después de eso recupero las ganas de hablar de algo. ¿O ya lo he hecho sin darme cuenta...? Vaya, es que cómo son las cosas del lenguaje, que uno empieza a divargar y resulta que dice más de lo que le gustaría...