
A mí, y perdonadme que insista en que no soy ni mucho menos un avezado economista, la medida no me convence en absoluto. La veo como uno de los muchos bandazos que está dando este Gobierno en esta materia y, además, una medida bastante impopular y muy mal explicada (claro que afecta a las rentas medias, como acaba de reconocer la vicepresidenta económica). Además, con el ambiente político, periodístico y social en el que nos movemos, lo más normal era lo que ya está empezando a suceder, que se creara un estado de alarma generalizada en todos los sectores. Alarma, por cierto, que no comparto en absoluto. Será que no me van las alarmas. No me voy a detener en banalidades como la de un tipo que pretende ser presidente del Gobierno (y que ya tiene la parejita, porque a la famosa niña del debate electoral suma ahora al niño de las chuches; para que luego critiquen a Bibiana Aído, ¡viva la igualdad!), sino en la que parece ser la percepción general.
Se dice que la subida del IVA afectará al consumo. Pero yo no lo acabo de ver tan claro en este caso y menos tal y como se está explicando. En primer lugar, el aumento de los impuestos no tiene por qué repercutir directamente en el bolsillo del ciudadano. Para mí el problema en los precios (además de su relación con los salarios) no está en los impuestos que pagamos y que ya están incluídos en la cantidad final que desembolsamos, sino en el margen de beneficio. Hay empresarios que viven con la soga al cuello, que apenas pueden ganar dinero con su trabajo, atrapados en una interminable cadena de intermediarios o en un abusivo precio de las materias primas. Todo mi respeto para ellos, porque son los que de verdad intentan ayudar. Pero hay otros que viven en la abundancia de unos margenes de beneficio asombrosamente alto y que, además, o no se han visto muy mermados por la crisis o directamente han crecido. Ejemplos hay muchos si se buscan. Un empresario puede decidir libremente bajar el precio de su producto para que al consumidor le cueste lo mismo a pesar de la subida del IVA.
Por otro lado, está la percepción de la gente. Lo dice Javier Ruiz en esta entrada de su blog (que ya me ha convertido en seguidor por la sencillez con la que explica temas que yo no domino en absoluto). Al pagar un producto, la gente no es consciente de que cantidad de su dinero se va a un empresario, a un distribuidor o al Gobierno en forma de impuestos. Ayer ya me vino a la cabeza un ejemplo perfecto para ilustrar esta idea, reforzado ahora por la explicación de Javier Ruiz: la llegada del euro. Creo que todos fuimos y somos conscientes de que, a pesar de que el IPC de la época dijera lo contrario, los precios subieron cuando dejamos la peseta y abrazamos la moneda única. Todos conocemos sobrados ejemplos de bienes y servicios que en su precio sólo añadieron una coma (de 150 pesetas a 1,50 euros).
¿Dejamos por eso de consumir? No, mantuvimos el mismo comportamiento que hasta la fecha, buscando el mejor producto al precio más barato. Como creo que va a suceder cuando suba el IVA. En las pequeñas compras, la diferencia va a ser mínima. Nadie deja de comprar una falda, unos pantalones, un DVD o dos kilos de carne porque en lugar de 30 euros nos cueste 31. Del mismo modo que nadie dejó de comprar en las tiendas de todo a cien a pesar de que pasaran a ser tiendas de todo a 166 con el cambio al euro. Sí estoy seguro de que afectará y se notará con mucha más claridad en las compras más grandes, porque ahí la diferencia por los impuestos sí va a ser fácilmente cuantificable. Pero, claro, entramos en otra dinámica que justificaría la (dudosa) afirmación del Gobierno de que los más ricos pagarán más. Porque quien tiene un millón de euros para pagar un piso enorme en una zona exclusiva puede que tampoco se vaya a sentir demasiado cohibido porque le cueste 200.000 euros más...
Sí me preocupan los pequeños y medianos empresarios, porque a ellos sí veo con claridad cómo les puede afectar esta subida de impuestos. Ellos sí van a notar que sus facturas van a aumentar sin la contrapartida de un mayor beneficio y, además, no van a tener mucho margen para reducir sus precios. Y digo que me preocupan porque las pymes son las grandes generadoras de empleo en España y, como de sobra sabemos todos, el empleo es precisamente el principal problema que tenemos en esta crisis. Es por eso por lo que no comparto la subida de impuestos y donde temo que el Gobierno no haya sido capaz de calibrar sus efectos futuros. Pero habrá que esperar, claro. Primero porque aunque muchos hablen de la subida de impuestos como algo ya instaurado (o se agarren a lamentables argumentos de autoridad como que Alemania los ha bajado, cuando 1) es una promesa electoral de alguien que no tiene mayoría absoluta para gobernar y 2) no se aplicará hasta 2011, cuando se espera que la crisis sea agua pasada), esto no llegará hasta julio de 2010. Y primero hay que aprobar los presupuestos en el Parlamento.