Empiezo a pensar si procede ya entonar un requiem por la política española. La situación actual es para llorar y el Debate sobre el estado de la Nación lo confirma. En primer lugar, porque parece que no había muchos políticos en él dispuestos a debatir con seriedad sobre el asunto del debate, "el estado de la Nación". En segundo lugar, porque parece que la mente de algunos estaba más en hacerse fotos en los leones del Congreso de los Diputados con la camiseta, bufanda y bandera de su equipo de fútbol horas antes de la final de la Copa del Rey, que en escuchar lo que se decía en el hemiciclo. En tercer lugar, porque vivimos atrapados en un modelo parlamentario en el que nadie parece creer. Si no, ¿cómo se explica que nadie siga las intervenciones de los partidos mayoritarios y se abandone masivamente el hemiciclo tras el cara a cara entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición? Y en cuarto lugar, porque cuando se pierde el respeto la conversación deja de merecer la pena.
Como las tres primeras percepciones ya encuentran un reflejo más o menos desarrollado en los medios de comunicación, me voy a centrar en el cuarto punto, del que apenas se ha hablado hoy. Llevo mucho tiempo diciendo que Rajoy ha sido para mí una gran decepción. Cuando Aznar hizo su elección a dedo del sucesor, y aunque ya le conocía de su paso por diferentes ministerios, esperaba un tipo decente, un orador competente y un político al menos responsable. Y no lo ha sido. Por eso, cinco años después de que asumiera el mando del PP, lo mejor que puedo decir de él, lo más amable, es que me ha decepcionado. Ayer le escuché en el Congreso un par de perlas (más) que, desde mi humilde punto de vista, le invalidan para actuar en representación de diez millones de personas, las que en las pasadas elecciones generales depositaron en las urnas la papeleta del PP. Insisto en lo que decía antes: cuando se pierde el respeto por tu interlocutor y por las personas que representa, se acaba la conversación. Si no, es la ley de la selva, y que gane el que diga la mayor animalada del mundo.
Al poco de iniciar su primera intervención en el Congreso, pasadas las cuatro de la tarde, Rajoy contestó a algún grito que le lanzaron desde las bancadas socialistas (curioso comportamiento el de sus señorías, por cierto; ¿alguien ha pensado en realizar los debates a puerta cerrada, sin parlamentarios, sólo con los portavoces...?) asegurando que a esos mismos socialistas "no les importa que haya cuatro millones de parados". En los últimos años hemos visto que desde el PP primero se quisieron apropiar de la Constitución. Después de las víctimas del terrorismo y la lucha contra ETA. Después, directamente y sin rodeos, de España, de su idea y de su unidad. Ahora, los cuatro millones de parados son suyos. El debate me confirmó que si Zapatero sólo puede tener razón en una cosa es esta: el PP trabaja para servirse de la crisis, y no tanto para resolverla. Si no es con esta premisa, no se puede explicar que alguien quiera apropiarse así de la defensa en exclusiva de los parados. Los parados son de todos y todos debemos trabajar para frenar el aumento de su número. Lo demás son estupideces. Me cansa ver las sonrisitas de algunos a cada dato económico negativo. Me cansa. Y por eso le doy la razón a Zapatero en esto.
Mi asombro con esta afirmación del líder del PP fue grande, porque no la esperaba ni en este ambiente ni en esta cita, pero se quedó pequeño con lo que sucedió a continuación. Cuando Rajoy se puso a hablar del plan anti-crisis de su partido, se montó un pequeño revuelo en el hemiciclo. "¡Pero si ustedes no saben leer!", dijo Rajoy en dirección a los socialistas, me imagino que contestando a alguien que le pidió que le diera por escrito sus propuestas para hacer frente a la actual situación económica. "¡Qué gente!", añadió después Rajoy mientras se partía de la risa y miraba a los suyos, cual niño travieso que busca la complicidad de sus amigos cuando ha hecho alguna trastada. Aquello de que no insulta quien quiere sino quien puede es totalmente cierto. Yo no me di por aludido ante la barbaridad que el líder de la oposición soltó en la casa de la soberanía popular, la acusación más estúpida, gratuita y banal que jamás he oído ahí. Pero fue una falta de respeto inmensa hacia los diputados socialistas y hacia quienes les hemos votado. Así lo entendí y así lo juzgo.
Zapatero ha cometido numerosos errores en la gestión de esta crisis y en su acción de gobierno. Algunas de las propuestas que hizo en el debate me gustaron (en especial me gustó su explicación sobre lsa efectos que tuvo la gestión del PP en materia inmobiliaria, nunca había oído a alguien con responsabilidad política explicarlo así y se lo agradezco), otras no tanto. Ojalá la política española llegara a un escenario en el que se evaluara con más detenimiento eso y no otra cosa. Pero para eso hace falta una oposición seria y rigurosa, capaz de sentarse a buscar consensos en materias fundamentales para la buena marcha del Estado y cuyas críticas sean sensatas y, sobre todo respetuosas. Si hasta la prensa de derechas reconoce que el presidente del Gobierno ha salido vivo de un Debate sobre el estado de la Nación que se produce en medio de una crisis económica y con cuatro millones de parados, es que el líder de la oposición no fue capaz ni de hacerle sombra. Ni de llegarle a la altura de los zapatos.
Tengo claro es que no se puede debatir con quien descalifica de una forma tan gratuita. Es más, creo que José Bono perdió una ocasión espléndida de llamar al orden a Mariano Rajoy. Probablemente no se atrevió porque sabe que eso, de haberse producido, habría centrado toda la atención mediática de lo sucedido ayer en el Debate. Habría sido un detalle probablemente histórico y sin precedentes en un debate como éste. Pero debió hacerlo. Estoy cansado del todo vale. Incluso con una política de tan bajo nivel como la que tenemos hoy en día, todo no puede valer. Y que el líder de la oposición se plante en el Congreso para insultar a unos cientos de diputados tendría que formar parte de esa categoría. ¿El Debate? ¿De verdad alguien quiere hablar de lo que pasó en el Debate...? ¿No...? Pues nada, vámonos a ver la final de la Copa del Rey, que Nadal ya ha ganado fácil en su debut en Madrid...
6 comentarios:
La gente que es lo que quiere con los políticos?a quién vota?se valora la corrupción?se tienen en cuenta las buenas maneras a la hora de votar?se tienen en cuenta los equipos competitivos cuando votamos?
En cuanto al Debate de la Nación, prefiero ver a Nadal y al Atlethic
un saludo
Nunca me ha gustado quitarle importancia a los errores de uno para dárselos a los errores de los otros, pero olvidar los errores del bando socialista tampoco me hace demasiada gracia. Yo he escuchado alguna vez a Zapatero decir alguna tontería fuera de tono (no en ese Debate, que no lo he visto, pero sí en otras intervenciones), y no se le ha criticado por faltar al respeto. Porque lo hace. Sólo hay que tragarse tres o cuatro de los mítines que hace en campaña electoral para ver cómo despotrica a diestro y siniestro contra el PP.
En lo que sí te doy la razón es en la evaluación general del asunto que haces en el primer párrafo. La política española está en las últimas. Bueno, lleva en las últimas desde hace muchísimos años. Y lo que le queda...
Me molesta mucho que los políticos se salten todas las normas de cordialidad, de comunicación y de respeto, lo encuentro nefasto, una falta de respeto para los ciudadanos y a su propia profesión, independientemente del color del partido político, lo encuentro lamentable y me produce verguenza ajena!!!
Carlos, eso es lo malo, que no parece haber interés en lo que se vota, porqué se vota y a quién se vota. Y, visto lo visto, no seré yo quien te recrimine tus preferencias...
S. Dedalus, totalmente de acuerdo. estas salidas de tono son criticables las haga quien las haga. Pero hay una distinción importante (o que debiera serlo). No es lo mismo un mitin (soy totalmente contrario a estos actos; es más, creo que habría que limitarlos o eliminarlos a través de la Ley Electoral y que los medios de comunicación no debieran prestarles tanta atención) que un debate parlamentario. En el primero, el objetivo es alentar a las masas propias (no conozco nadie que fuera con dudas y saliera convencido de un mitin), en el segundo el objetivo es tratar de resolver los problemas de la nación. Y ahí, desde mi punto de vista, Rajoy gana por goleada en las barbaridades pronunciadas, por esto y por otros debates.
Arda, bienvenida a este rincón (creo que es la primera vez que me comentas, ¿verdad?). Totalmente de acuerdo. Lo malo es que no parece que haya un freno, o que los ciudadanos podamos hacerlo algo. Creo que sólo se darían cuenta si no votara absolutamente nadie, pero también te digo que ese es un camino que no me haría gracia recorrer.
Ya es una buena señal que el presidente del gobierno (sea del partido que sea y en estas circunstancias políticas) salga airoso de un debate. Y que el líder (por llamarlo algo) de la oposición no haya sido capaz de imponerse dialécticamente nunca (almenos en momentos clave) a alguien que no es un orador para tirar cohetes, dice bastante de su valía.Por lo menos, puede quedar la sensación de que gobierna la opción menos mala.
Otra cosa a agradecer es que no se llame vehementemente al "patriotismo" o al "nacionalismo" en un intento demagógico que evitar toda crítica (Aznar, en sus tiempos complicados, hablaba de antiespañoles,antipatriotas y demás...y así le acabó yendo). Si se hubieran cambiado las tornas,seguro que el abuso de "la españolidad" como fórmula mágica hubiese estado al orden de día.
Esto es lo que tenemos, para bien y para no tan bien.
Reverendo, esa es la sensación que yo tengo. Tenemos lo menos malo. Y a eso me agarro porque no me queda en realidad más remedio. A mí cuando alguien me habla de patriotismo, me entran recelos. Preferiría hablar del bien común. Y si en eso pensaran todos los que tienen algo que hacer en el gobierno de un país (y su oposición), mucho mejor nos iría.
Publicar un comentario