¡Primer día de Juegos Olímpicos y primera medalla de oro! Y, sobre todo, un motivo más para recuperar la fe en el ciclismo, un deporte que tantos palos se lleva. Tanto hablar de doping y resulta que España tiene ahora mismo al ganador del Giro, al ganador del Tour y al campeón olímpico en ruta. Quedan tres picas más para convertir un año inolvidable en algo absolutamente irrepetible e innmejorable: la contrarreloj olímpica del miércoles (Contador y Samuel son nuestras bazas), la Vuelta a España (apunta de nuevo a Contador) y el Campeonato del Mundo (Freire tiene ya algún que otro maillot arco iris). ¿Os imagináis que algún ciclista español consigue acabar primero las tres pruebas? El ciclismo español escribiría unas letras de oro en un palmarés que ya es sobresaliente.
Tenía fe en que el ciclismo iba a aportar la primera medalla en los Juegos de Pekín. Y la tenía porque los ciclistas españoles han demostrado que egos los justos. Que para ganar hace falta un buen trabajo en equipo. Alberto Contador y Carlos Sastre, dos ganadores del Tour de Francia, lo mismo que óscar Freire y Alejandro Valverde (que, como siempre y sin ser yo un gran experto en ciclismo, me deja un poco frío teniendo en cuenta las esperanzas que se ponen siempre en él) no han dudado en sacrificarse para que un miembro del equipo ganara la prueba. Y ese era, seguramente, en quien menos ha pensado la prensa antes de la carrera. Y me viene a la cabeza la pregunta de siempre: ¿por qué lo llaman deporte cuando quieren decir fútbol...? De Cristiano Ronaldo lo sabemos todo, de ciclismo prácticamente nada.
La carrera ha sido para ganar el oro, y en ello depositaron toda la confianza del equipo. La mía en la medalla ha aumentado cuando se han escapado tres corredores, entre ellos Samuel. Medalla asegurada. Pues no, ha habido que sufrir más. Pero mi confianza en la medalla no ha disminuido cuando se les han unido dos más, convirtiendo la lucha por las tres medallas en un apasionante sprint entre cinco ciclistas. Le he visto bien colocado desde que pasaron por la pancarta del último kilómetro. Me he emocionado en cuanto ha iniciado la arrancada a poco menos de 200 metros para la meta. Me he puesto en pie para animar, y el alegrón cuando ha cruzado la meta ha sido inmenso. Y me ha entusiasmado la sincera emoción de Samuel en el podio. ¡Esto es el deporte, señores, y qué bonito es! Y si con esto no se recupera la fe en el ciclismo, no sé cómo lo vamos a hacer...
Por cierto, primeros debes para la organización de Pekin. La retransmisión de la prueba fue bastante caótica, sin apenas referencias de la distancia que había entre los ciclistas, sin ver los movimientos que se producían por detrás. Y la espera para la entrega de medallas, excesiva. Se echó en falta un miembro de la organización que se llevara a los ciclistas al podio. Espero que tomen nota.
2 comentarios:
El palmarés de Valverde es impresionante. Sólo que no es un ciclista de grandes vueltas, pero es un fabuloso clasicómano. El sábado anterior había ganado la Clásica de San Sebastián.
Y en Pekín la estrategia fue clara. Valverde con Bettini. Samuel Sánchez se metió en la escapada buena y tuvo arrestos para rematar. Si los hubiesen cazado, Valverde hubiese hecho medalla. Lo bonito del ciclismo es que siempre tiene algo de impredecible.
Y con el ciclismo he cogido la costumbre de no cantar victoria hasta que pasan dos semanas. Por si acaso.
Sí, sí, si no te digo que no, Impenitente, pero no le acabo de ver a Valverde, oye... Y ya nos han colgado otro doping...
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