
Ya conocemos qué quiere preguntar a los vascos. De una propuesta para el encaje de Euskadi en España que sólo sería votada en ausencia de violencia, como el mismo lehendakari dijo en su día, pasa a incluir el fin de ETA en una de las preguntas de su famoso e imposible referéndum. De no dialogar con nadie para formular aquel texto conocido como Plan Ibarretxe, y apoyarse para aprobarlo en los votos que dijo que no iba a aceptar, los de la izquierda abertzale (Batasuna en su día, Partido Comunista de las Tierras Vascas ahora), ahora pide el respaldo de los vascos a un diálogo entre todos los partidos para "alcanzar un acuerdo democrático sobre el ejercicio del derecho a decidir". De negociar directamente con Zapatero ahora quiere hablar con los partidos. De puro incoherente es delirante.
No soy nacionalista. Ni mucho menos independentista. Tampoco centralista. Pero no me da miedo ninguno debatir con cualquiera propuestas de este estilo. Con alguien que sepa defender lo que dice y escuchar lo que yo digo. Me atrevo a proclamarlo porque he tenido conversaciones así con amigos vascos. No están de acuerdo conmigo, ni yo con ellos, pero nos escuchamos. Y escuchando a los demás se puede llegar a acuerdos. ¿Quiere hablar? Hablemos, pero con las normas que tenemos todos, no como al lehendakari se le antoje. Ibarretxe ha demostrado sobradamente que no sabe lo que es hablar de igual a igual. En realidad, no quiere hablar con nadie. Creo que pocos dudan, ni siquiera los nacionalistas, que si tuviera mayoría absoluta no se andaría con tantos rodeos. Convocaría el referéndum y listo. Se movería. Pero no puede hacerlo porque necesita votos que no tiene. Y si no los tiene es precisamente porque los vascos no se los han dado.
Desde que nació el Plan Ibarretxe, el PNV no ha hecho más que perder votos en las sucesivas elecciones que se han celebrado. Eso es un hecho. El lehendakari no se ha parado a pensar en los motivos de ese hartazgo de los ciudadanos, y ese es su primer gran error. Ibarretxe puede convertirse en el lehendakari que protagonice el histórico día en que el nacionalismo deje de gobernar en Euskadi. Y eso es una página muy importante de la historia reciente. El segundo gran error de Ibarretxe es vincular constantemente su proyecto con lo que hace o deja de hacer ETA, y siempre a conveniencia propia. Yo no soy partidario de paralizar el mundo por una banda terrorista o dejar que unos asesinos marquen la agenda política, de qué o de qué no se puede hablar. Pero Ibarretxe lo vincula sólo por su interés, y eso es lo doloroso.
Desde que Ibarretxe anunció por primera vez sus planes para convocar un referéndum, estoy totalmente seguro de que no lo va a celebrar nunca. No puede hacerlo. Va en contra de la Ley. Si el lehedakari, el PNV, sus votantes, el pueblo vasco o quien sea quiere un nuevo modelo político, sabe los mecanismos que tiene que seguir. Ibarretxe sabe que estos no son los caminos adecuados. Aún así, se tira de cabeza. Sabe que no hay agua en la piscina, pero no le preocupa cuántos más puedan caer al vacío. Y se ampara en que los demás no quieren escuchar al pueblo vasco. Excusas de mal perdedor. Todos los ciudadanos tienen cauces para manifestarse, y esas elecciones en las que el PNV está perdiendo votos son el mejor camino para hacerlo.
Ibarretxe es el peor enemigo del nacionalismo vasco. Está consiguiendo que mucha gente fuera de Euskadi muestre sentimientos muy negativos (por utilizar un eufemismo) no sólo contra los nacionalistas sino contra los vascos en general, y eso es muy doloroso. Porque estoy convencido de que Ibarretxe lo sabe. Pero no le importa. O le importan más otras cosas. ¿Cuáles? No tengo ni idea. De lo que sí estoy seguro es de que la historia será muy severa con él, por ser un dirigente que no sabe dónde va y al que no le importe qué y quiénes se queden en el camino.