Estamos en unos tiempos en los que la pregunta más lícita que cabe hacerse es hacia dónde vamos. No importa ya, o al menos no tanto como hace no mucho tiempo, tener razón o estar en el bando correcto, porque ya ni la razón es una ni los bandos están tan bien definidos entre buenos y malos. En esa situación, a mí lo que me importa es hacia dónde vamos. Leer un periódico, ver un informativo en televisión, escucharlo en la radio o buscar páginas de información en Internet se está convirtiendo en un ejercicio de desesperación sin precedentes. Nos rodean guerras, catástrofes, accidentes, explosiones, asesinatos, dictadores, violencia, crisis... Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que me llegó una última noticia positiva de verdad, con trascendencia humana o social. Y lo que me pregunto es si la dirección que llevamos se puede enderezar o si estamos engordando para morir.
Ya no sé si podemos evitar que un loco se ponga al frente de un país y amenace con borrar a no sé cuánta gente de la faz de la tierra. Ya no tengo claro si hemos llegado a un punto en el que no hay posibilidad de nutrirnos con una energía que no supongo un peligro en cuanto un operario se queda dormido. Ya ni siquiera soy capaz de decidir si estoy poniendo en riesgo mi integridad física por decirle al patán que se sienta a mi lado en el teatro que no es de buena educación hablar por el móvil mientras uno intenta contemplar un espectáculo. Y si no lo sé, además de por la muiltiplicación de comportamientos sospechosos, es precisamente por la ignorancia que nos rodea, precisamente en el momento de la Historia en que la información es más accesible y barata que nunca. Datos y hechos que dicen una cosa y la contraria (¿es posible la existencia simultánea de dos hechos contradictorios?) hacen imposible tener nada claro. Yo, al menos, estoy empezando a creerme aquella sentencia clásica de Sócrates, su "sólo sé que no sé nada".
Y como nada sé, lo que me pregunto es hacia dónde estamos yendo sin darnos cuenta (¿o sí nos damos cuenta?). Las debacles mundiales se acumulan sin solución de continuidad. Y no veo a nadie capaz de detener esta deriva en la que se ha metido el ser humano. Superman no existe y las profecías apocalípticas se multiplican, mientras cada individuo parece únicamente interesado en ganar tiempo y dinero para sí mismo. El egoísmo se lleva por delante hasta las decisiones correctas y uno ya no sabe si atacar a un dictador es lo correcto o lo que conviene a algún dirigente político de algún lugar de este mundo que habitamos. Pero no hace falta ponerse en plan apocalíptico o trascendental. Uno desciende a la tierra y no deja de ver comportamientos absurdos, deleznables, egocéntricos y egoístas. El de al lado ya no importa, sólo uno mismo. Y así, a gran escala, tenemos lo que tenemos.
¿Hacia dónde vamos? No tengo ni idea. Pero no me gusta el camino.
8 comentarios:
Otra a la que no le gusta el camino...
Creo que sí nos damos cuenta del cambio y el «avance». Seríamos necios si no lo viésemos, pero también es cierto que nos falta perspectiva histórica. Yo no creo que los tiempos que nos ha tocado vivir sean mucho peores que los que les tocó vivir a otros, a pesar de que muchas veces soy la primera catastrofista.
Me temo que todos o la gran mayoría andamos igual de perdidos y no encontramos un solo camino en el que se vislumbre una pizca de luz o de esperanza...
*Lo de los móviles en el teatro o en el cine me pone de auténtico mal humor!
Me tenía preocupada que no escribieras nada. Menos mal, por lo menos tú no has cambiado.
Pues yo te voy a contestar. Vamos hacia el dinero. Sólo (lo acentúo porque me da la real gana) dinero.
Hablas de información. Pero ¿a qué información tenemos acceso? Nos han metido en una espiral de basura informativa que ya es imposible controlar. Manejan el cerebro de las personas a su antojo. Esto parece una pelicula de ficción. La gente repite como papanatas lo que escuchan a estos pseudoperiodistas que han fagocitado al verdadero periodismo.
Y hoy sube la Bolsa un 2 por ciento. Explicación de los expertos. Pues que como ya se ha entervenido en Libia, todo arreglado.
Y la contaminación de los alimentos en Japón, pues idem. Como que nos van a decir que no los comamos.
Una tira de Mafalda afirmaba que había que ver lo que había progresado la humanidad, que antes se luchaba con piedras y ahora con armas nucleares. Mafalda decía que era sorprendente lo que había progresado la humanidad y lo poco que habían cambiado las intenciones. Pues soy de esa opinión. ¿Hacia dónde vamos? No lo sé. Sólo sé que estamos yendo hacia el mismo sitio desde el hombre de Cromagnon si no antes.
Yo también me lo pregunto. Y en esta vida que me ha tocado he aprendido que en general la gente es egoísta y solo miran para su propio bien. En el fondo estamos solos. Y para colmo, lo que comentas que si el de al lado habla por el móvil no sabes si llamarle la atención por la respuesta que te pueda dar, porque basta ver un telediario para darse cuenta de la cantidad de locos que hay sueltos y llenos de maldad.. qué vida esta...
Un abrazo.
Yo preveo que estamos a final de un ciclo porque así no podemos seguir. Esto parece el final de una civilización que no ha sabido asimilar sus conocimientos.
Triste porvenir.......
Un abrazo Lola
Aunque ponga Mónica, mi hija, soy Lola.
Van, pues nada, fundaremos un club a este paso...
Trilce, probablemente no sean peores que otros, pero la información llega antes y eso a lo mejor distorsiona la percepción...
Jo, pues habrá que buscar caminos mejores, ¿no...? A mí lo de los móviles me causa tal asombro que a veces ni reacciono...
Margot, entre que el dinero lo maneja todo y que el periodismo está muriendo lo llevamos claro...
Impenitente, pues seguro que tienes razón, Mafalda es infalible.
Claire, creo que me moriré luchando contra este dañino egoísmo que nos rodea. Y peleando contra los locos. Aunque vea molinos de viento y no gigantes. ¿O era al revés...?
Lola, pues a saber... Pero si es un final de ciclo, ¿qué lo marca? ¿Dónde empieza el nuevo? Habrá que seguir expectantes...
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