martes, diciembre 08, 2009

Historias de una fila

¿Habéis visto en televisión las kilométricas colas que se formaron ayer en el Congreso de los Diputados para entrar en esto que llaman Jornadas de puertas abiertas? Pues uno de esos miles de idiotas que se pasaron tres horas esperando en la calle para entrar era yo. Pensaba poner un punto y aparte para que tuviérais unos segundos para reiros de mí, pero creo que voy a seguir escribiendo para no daros la posibilidad de que penséis en qué podría haber ocupado esas tres horas de mi vida. No lo penséis, da igual. Si es que soy así, me gusta esta visita al Congreso de los Diputados. Y aunque no voy todos los años, sí que disfruto acercándome cada cierto tiempo. Y aunque podáis pensar que tres horas es una barbaridad de tiempo para tirarlo así a la basura, para mí fue tan entrentenido que lo que voy a contaros no es la visita al Congreso, sino lo que pasó en esas tres horas...

A las 16.15 horas comienza la espera. Salgo del Metro Sevilla y me dirijo al Congreso de los Diputados. Cuando estoy cerca de la puerta, veo la fila y un cartel amenazador que indica que la fila comienza... ¡¡¡en la calle Alcalá!!! Quienes no conozcan esa zona de Madrid, pueden asustarse. Está muy, muy, muy lejos de la entrada del Congreso y unos cuantos centenares de personas tienen turno para entrar antes que yo. Recorro toda la extensión de la fila y llego a su final, en la calle Alcalá, en la puerta del Banco de España y junto al Metro de ese nombre. Delante, una familia de sevillanos, una pareja de hermanos, sus parejas y las dos hijas adolescentes de uno de ellos. Detrás, un hombre solo. "Vaya vuelta más tonta que acabo de dar, si he salido aquí al lado del Metro", me dice. Creo que ha seguido exactamente el mismo camino que yo. Eso me convierte en protagonista de una vuelta igualmente tonta.

Cuando llevamos ya unos metros del Paseo del Prado, escucho a la familia sevillana dialogar con dos mujeres mayores que tienen delante. "Nos quedan como dos horas", le dice las venerables y pacientes mujeres. Por lo visto, hablan con conocimiento de causa, pues ellas sí que tienen como ritual anual la visita al Congreso. Yo jamás había esperado tanta cola para este evento. Me fío de ellas, y hago bien porque al final incluso se quedaron cortas. En aquel momento me consolaba con la idea de que, al menos, no llovía. Cuando alcanzamos la calle Zorrilla, ya se ha hecho de noche. El Museo Thyssen-Bornemisza, justo al lado, no tiene ni de lejos la cola que atesora el Congreso. Es lo que tiene que para el Museo haya que pagar entre 4,50 y 13 euros y que nuestra cámara parlamentaria tenga acceso gratuito en estas jornadas.

¿De verdad hay gente que viene sólo por el regalo al final...? ¿Tres horas para eso...? "Podían decir que la entrada cuesta quince euros", dice uno de los sevillanos con la esperanza de que lleguemos pronto a las puertas del Congreso. Una de ellas no para de repetir "y yo que podía estar calentita en el Xanadú". Cuando estamos ya en la calle del Marqués de Cubas y son ya las seis y media de la tarde, una mujer por detrás le pregunta a un Policía cuánto nos puede faltar. "¿Quiere que le diga si va a entrar o no?", le pregunta el agente con guasa. La mujer se ríe. "Pues entra, no se preocupe", añade. Respiro aliviado. Más cuando el agente nos cuenta que todavía le queda turno hasta medianoche, y que tiene que estar allí de pie otra vez a las seis de la mañana hasta las ocho y media de la mañana del día siguiente. Eso son guardias y lo demás son tonterías.

Mirad a la mujer rubia del pantalón blanco, que protagoniza una de las dos grandes historias de la tarde. Todavía en el Paseo del Prado, del que cortaron el carril bus para que la gente paseara por allí y no se mezclara con la heróica fila de quienes ansiábamos entrar en el Congreso, veo a dos personas que se colocan a mi lado. Dos personas que no estaban antes en la fila. Ya sabéis, familia sevillana delante, hombre solo detrás. Un hombre corpulento con coleta y cierto aire macarra y una mujer rubia con pantalón blanco no encajan en la descripción. ¿Conclusión? Pretenden colarse fijo. Les lanzo una mirada semidespistada, que crean que me he dado cuenta pero que no estén seguros. "Si no voy a colarme, ¿eh?", dice, puede que a mí. Yo ni les miro, estoy dos pasos por delante. Sólo estoy pendiente de que no lo puedan hacer. La mujer mira hacia la carretera. El hombre adopta una táctica más lamentable. Se dedica a mirar la fachada del edificio del Banco de España como si la cosa no fuera con él.
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Una mujer que estaba detrás del hombre que me sigue en la fila se da cuenta de la situación y decide actuar. "El final de la fila está más atrás", le dice. "Si yo no voy a pasar al Congreso ese", le responde el hombre de la coleta. Y sigue haciéndose el loco y mirando la fachada. Fachada fea en ese tramo y sin nada de interés, por cierto. Pero sigue avanzando. Por fortuna, todo esto sucede justo cuando llegamos a una valla abierta en la que hay dos agentes de policía que velan por el correcto funcionamiento de la fila. "Por favor, tienen que ir por fuera". Y les echaron. Victoria. Pero sólo momentánea. La foto en la que se ve a la mujer rubia de pantalón blanco está tomada una hora después. Había conseguido colarse. El hombre, apoyado en una valla, esperaba el momento de poner alguna excusa y entrar junto a ella. Nos sacaron media hora de adelanto. Mi sorpresa llegó cuando vi a la mujer dentro del Congreso. Había perdido una bufanda antes de pasar al hemiciclo. ¿Justicia divina? No lo sé, pero me tuve que reír...
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Pero lo mejor llegó justo antes de reencontrarnos con la rubia del pantalón blanco. Fuera de la valla, subiendo la calle Zorrilla, había una mujer morena. Por los gritos que pegaba, parecía que estaba dando un mitín. Y así era. Sólo que como se declaró "apolítica" no pudimos relacionarla con ningún partido, claro. No es fácil resumir todo lo que esa mujer soltó en unos pocos minutos. Se podía concluír que estaba allí para advertirnos a "todos los españoles" (ella aclaró luego que era argentina, algo que su acento ya había desvelado) que estábamos siendo engañados, que hay en marcha una conspiración mundial para ocultarnos la verdad y para que unos pocos se quede con el poder. O algo así, vaya. También dijo que había venido para contarle todo esto a un abogado y profesor universitario ("como yo") y que se había reído en su cara. "Le dije que Aznar les metería en la guerra y no me creyó", dijo para afianzar sus dotes predictoras. Vaya, si yo también dije eso...
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El caso es que entre los protagonistas de esta conspiración citados por esta mujer estaban el Gobierno de Zapatero, el de Aznar ("todavía peor el de Aznar"), "la falsa derecha y la falsa izquierda", Sabina, Pereza (¿?), Garzón (¿puede haber alguna conspiración sin Garzón de por medio...?), el grupo Prisa, los periodistas que "nos mienten" y los sionistas. Porque sin los sionistas ya sabéis que no hay conspiración posible... Seguro que había muchos más involucrados, pero me perdí cuando dijo que "eso" es lo que había pasado en Argentina y Reino Unido y que venía a España para advertirnos antes de que a nosotros nos sucediera lo mismo. Bueno, en realidad me perdí cuando metió a Pereza en el grupo de conspiradores. No les veo yo, no... Para cuando llegamos a la puerta, el Congreso casi había perdido interés en comparación con los sucesos de la fila. Pero ya que estábamos allí, entramos...

12 comentarios:

Anónimo dijo...

No he ido en mi vida...y creo que me lo has puesto demasiado complicado.
Me recuerda a cuando de niña me llevaron a pasar delante de Franco...tengo un recuerdo estupendo.
Ánimo el año que viene y...creo que el primero estaba allí a las 5 de la mañana ¡ya sabes!

Campanilla dijo...

Dios Juan, cuanto tiempo libre tienes. De verdad....Por lo menos se te hizo amena la espera jejejeje

muchachadeojostristes dijo...

cuando esté un poco más libre (de cargas) "perderé" esas 3 horas, o las que sean a las "jornadas de puertas abiertas"

P.D: a ver si la espera también me resulta tan productiva como a ti
besitos

Jo Grass dijo...

Qué bueno , Juan!! Si está claro que a estos sitios: hay que ir a hacer la cola. Ahí es donde está la diversión!!
Lo raro es que no hubiera gente haciendo la cola para vender el turno. Claro, es que no es Barcelona, jajaja
Jamás he estado en el Congreso de los Diputados, ni siquiera en el Parlamento catalán.A mi hija la llevaron con todo el cole hace unos años. Lo único que me contó fue quién le había tocado de compañera en el bus y las burradas que hacían los niños en la cola.
Es lo que tienen estos sitios. Dan para socializar un rato, jajaja

Unknown dijo...

Tres horas?!! De veras!!?? Bueno, por lo menos parece que la cosa fue más o menos amena... :)
Besitos!

Sonix dijo...

Joer, ¿Y luego cuando entraste mereció la pena? Porque según lo cuentas fue muy entretenido y todo eso, pero ¡tres horas! Yo me desespero si estoy 15 minutos en una cola o esperando algo, y tú estuviste 3 horas, por amor al arte... suerte que te traes, además de la experiencia en sí, estas pequeñas (o grandes historias).
Por cierto, muy bueno el blog, lo iré leyendo! ;)

La Tilde Perdida dijo...

Muy divertido, no fue una pérdida de tiempo.

ordago13 dijo...

En este pais pones a 5 tios a hacer cola para nada y en meno que canta un gallo tienes montada una larga cola.

Así funcionamos¡¡

Un placer descubrir tu blog

Claire dijo...

Odio a los que se intentan colar.. tienen un morro que se lo pisan y encima lo consiguen y si la cola es de tres horas... uff.. inevitable que haya algún espabilao. A veces merece la pena hacer tres horas de cola, y ver el congreso por dentro supongo que lo vale. Saludos.

El Impenitente dijo...

Pues mira, siempre que veo por la televisión esa cola pienso ¿quién irá a esos sitios? Ahora pensaré, ¿quién de esos será Juan?

¿Y os recibió Bono y os dio una charla paternalista condescendiente de las suyas?

Lola dijo...

Pues me parece fenomenal que hagas lo que te apetezca cada vez que puedes.
Que divertida tu cola y cuanto te ha dado para contar anécdotas que me han gustado.
Se nota que te gusta conocer, observar.... como buen periodista.
Un abrazo Lola

Juan Rodríguez Millán dijo...

Inés, pues para mí el sentimiento es justo al contrario al de Franco: me parece una forma muy bonita de celebrar que vivimos en democracia. Mucho madrugar para mí eso de las cinco de la mañana, je, je, je...

Campanilla, un poco de tiempo libre sí tengo, sí... Pero esto lo he hecho otros años teniendo mucho menos, ¿eh...? Amenísima, je, je...

Muchacha, merece la pena acercarse algún año. Si es tanto tiempo, seguro que tienes también historias que contar...

Jo, pues lo mismo alguno había vendiendo turno, pero eso sería por delante, claro, je, je, je... Digo lo mismo que antes, merece la pena. Al fin y al cabo, es parte de nuestra vida política, ¿no?

Bebita, pues sí, tres horas... Cuando llegué pensé darme la vuelta, pero una vez allí pensé "¡qué demonios!", y me quedé. Y no me arrepiento, je, je...

Sonia, yo también me suelo desesperar en las colas, pero qué remedio queda que llevarlo con humor. Y si te pasa todo esto, pues más todavía, je, je, je... Gracias por los elogios.

Tilde, no, para nada. Cuando estás entre tanta gente siempre hay alguno que te dejará algún recuerdo que contar...

Ordago13, pues sí, sobre todo si es gratis, je, je, je... Muchas gracias, espero verte por aquí a menudo e intentaré devolverte visitas por tus rincones blogeros.

Claire, sí, el morro que tiene la gente a veces es sorprendente... Me repito: merece la pena.

Impenitente, bueno, igual te confundo porque no voy todos los años, je, je... No, Bono sólo recibió a los primeros y despidió a los últimos. Otro año será.

Lola, sí, la verdad es que me gusta observar, sí. Se descubren muchas cosas así. Y gracias.