lunes, diciembre 14, 2009

Caminos rectos, revoluciones y protestas

Soy un tipo al que le gusta seguir las normas. Por regla general, pienso que las normas están por algo. No es que desdeñe una buena revolución de vez en cuando, no, no es en absoluto que sea un inmovilista. Más bien al contrario, creo que la vida y la sociedad van animando la reforma de todo aquello que nos permite vivir en convivencia, y que si hacemos caso a lo que nos dice la realidad esos cambios serán irremediablemente para bien. Y es que también creo que, salvo contadas y excepcionales ocasiones en las que se impone ese comportamiento revolucionario, es necesario seguir el cauce que nos marcan las normas para su propia reforma. Si llega un momento en que todos decidimos hacer lo que queramos, saltarnos las normas que no nos gusten sin más razón que esa y colocar en el punto de mira a quien no tiene culpa de que esa norma nos restrinja, tendremos que dar la bienvenida al caos más absoluto. Por eso prefiero el camino recto. Aunque a veces sea más largo.

La vida me da muchas razones para seguir creyendo en ello. Para aquellos que esperen oír lo contrario, siento decir que no me alegré de la agresión a Berlusconi, por mucho que el primer ministro italiano me parezca un dirigente perjudicial para Italia y para el mundo. La solución no puede ser otra más que ganarle en las urnas y, si procede, en los tribunales. ¿Pegarle? Por favor. Tampoco me gustó la patada a Hermann Tertsch, por mucho que no sólo no comulgue sino que desprecie muchas de las cosas que dice en su informativo nocturno de Telemadrid. ¿Solución? Hay varias. Desde no escucharle a rebatirle. Y tampoco puedo compartir que se culpe de dicha agresión a Wyoming por hacer burla de Tertsch en su programa de La Sexta, como implícitamente hizo Esperanza Aguirre. El culpable de una agresión es el agresor. La solución, la misma que antes: no escuchar o rebatir. Acusar por acusar no vale.

En la política, el camino recto no vale. Por los mismos motivos que antes no puedo entender a María Dolores de Cospedal, que achacó ya no recuerdo bien si fue el recuestro de los cooperantes catalanes en Mauritania o el del Alakrana por parte de piratas somalías a la debilidad internacional del Gobierno. El camino recto de la política no es ése, y por tanto no es ése el que yo voy a utilizar. Pero seguro que la dirigente del PP se llevaría las manos a la cabeza y me respondería con virulencia si yo le preguntara si era entonces signo de debilidad del Gobierno de José María Aznar el 11-M, con 192 muertos, o los continuos atentados de ETA durante sus dos legislaturas de Gobierno. O si Estados Unidos y sus más de 3.000 muertos en el 11-S sufren esa misma debilidad. La solución para mí en este caso es sencilla: rebatir las barbaridades que se dicen, fomentando el debate argumentado como forma de vida.

Nadie le hizo esa pregunta a María Dolores de Cospedal porque el periodismo hace tiempo que perdió el norte y ya no sabe dónde está su camino recto. O amigos o enemigos. Nada más. Y lo mismo pasa con la Iglesia. La Conferencia Episcopal dice que no dará la comunión a los políticos que voten a favor de la reforma de la ley del aborto. Pero se le olvida explicar la incongruencia que supone no habérsela negado ya a quienes votaron a favor de la actual ley. ¿Qué ha cambiado? Las ganas de aplastar a este Gobierno, supongo. El camino recto es más fácil. Era polémico que las niñas de 16 años pudieran abortar sin consentimiento de los padres y el trámite parlamentario, la negociación entre los partidos, ha deparado que eso, en lugar de norma, sea excepción. Ese es el camino para conseguir cosas. Y no la amenaza.

Y es que soy un convencido de que para las reformas políticas el camino recto es el mejor y más efectivo. ¿El que más tarda? Sin duda en la mayoría de los casos. Pero es el más irreprochable. Convocar un referéndum sin valor legal alguno y a espaldas de las instituciones que sí tienen competencias en la materia no me parece la mejor forma de que el Estatuto catalán gane amigos. Lo que el independentismo catalán ideó como una protesta multitudinaria y como una amenaza para España, resulta que se ha quedado en un intento vano de convocar a los catalanes a la calle y de reafirmar con el número de la práctica unanimidad la defensa de una curiosa forma de entender la libertad. Resulta que votó menos gente que la reforma legal del Estatuto. El cauce recto, aún funcionando mal, funcionó mejor que el torcido. Y éste, para colmo, éste segundo sólo ha servido para dar munición a los más españolistas de Cataluña. Cuánto daño hace a veces no seguir el camino recto.

Y es que salirse y tomar atajos es trampa, aunque sea una trampa que nosotros mismos nos podamos creer en un momento determinado. Y además de trampa es también una forma de perder simpatías. Una cosa es protestar y otra cosa fastidiar al vecino. Eso es lo que suelen hacer los pilotos en sus huelgas, casualmente colocadas en las fechas que más daño hacen a los demás. Por muy justas que puedan ser sus reivindicaciones, ya no me importan porque su protesta no hace daño a los causantes de su malestar. Y lo mismo, aunque ya sé que no es una opinión demasiado compartida, me pasa con Aminatu Haidar. El malo es Marruecos, pero a quien se está culpando de todo es al Gobierno de España y en Rabat están tan tranquilos. La hipotética muerte de esta activista no creo que beneficie a nadie. Ni a la causa del Sáhara, ni a la propia Haidar. La forma de protestar escogida, la huelga de hambre, me parece desproporcionada y no pone entre la espada y la pared al enemigo natural de la protesta. Casi al contrario.

Pero, claro, resulta que vivo en un mundo en el que unos crearán páginas en Facebook para felicitar a los autores de las agresiones a Berlusconi o Tersch y otros culparán no a esos autores sino a sus enemigos públicos de la izquierda. Unos acusarán al Gobierno de ser el culpable de acciones terroristas y otros reprocharán al PP los atentatos del pasado. Resulta que si haces caso a la Iglesia eres un fanático sin remedio, pero si la criticas... también. Resulta que si desprecias un referéndum como éste en Cataluña es que eres un antinacionalista o anticatalanista, pero si lo respaldas eres un enemigo de España. Y resulta que si no apoyas a Haidar eres un mal bicho cuyos argumentos no merece la pena ser escuchados y un defensor de las tiranías, pero si la apoyas, para otros, eres un defensores de terroristas del Frente Polisario.

Y ante todo esto, yo sigo mi camino. El recto. Libre. Respetando a todos. Con mis argumentos. Sin violencia, ni física ni verbal. Y con la esperanza de que el mundo sea un día un lugar mejor. Hasta que despierte de mi utopía.

5 comentarios:

La Tilde Perdida dijo...

Me han gustado mucho tus reflexiones. Esos caminos tortuosos, a pesar de ser así, son muy transitados, porque es más fácil esconderse en las curvas que dar la cara en las rectas. Una pena.

Claire dijo...

Me ha gustado mucho leer esta entrada. A mí me han impactado mucho las imágenes de Berlusconi, y al margen de la política.. violencia cero. Me ha dado mucha pena, la verdad. Sobre lo de Tersch... él mismo ha dicho en el hospital que su agresión nada tiene que ver con lo que hicieron en EL INTERMEDIO... bueno, sin ir punto por punto, yo también sigo siempre las normas, y siempre que me he topado con alguien que no las sigue... pues como que no lo he visto bien. Ojalá la utopía de un mundo mejor que mencionas al final se convierta en una realidad, porque el mundo en el que vivimos muchas veces da miedo.
Saluditos.

Lola dijo...

Pues te ruego Juan, que no despiertes de tu utopía porque a mi, con tus reflexiones, me has hecho pensar mucho y te doy la razón. Un abrazo de Lola

Silvia dijo...

No despiertes de la utopía, eres mucho más interesante así.

Bss.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Tilde, muchas gracias. No entiendo que la gente prefiera esas curvas, de verdad que no...

Claire, es que da miedo este mundo. Es increíble la de caminos retorcidos que se buscan de vez en cuando...

Lola, pues eso intento, seguir pensando en un mundo utópico, desde lo más sencillo hasta lo más complejo. Pero hay tantas piedras en el camino que entiendo el desánimo de muchos. O que se apunten al carro, que es lo fácil.

Silvia, muchas gracias. Intentaremos no despertar. Aunque sólo sea con el recurso del pataleo que siempre deja un blog...