Leyendo el artículo que Antonio Caño escribe en El País sobre la muerte de Walter Cronkite recuerdo que eso era lo que yo quería, lo que admiraba, lo que me hacía soñar. "Cronkite era al periodismo lo que los Beatles a la música o Clark Gable al cine, el símbolo de una edad dorada, el emblema de aquellos tiempos en los que la televisión unía, descubría y nos colmaba de felicidad, y en los que el periodismo era un asunto serio, que contaba cosas serias a un público inteligente y confiado, en una comunión perfecta en sociedades que parecían progresar sin límite", escribe.
Y continúa: "La receta del éxito para el periodismo, entonces, era muy sencilla. Bastaba con contar lo que ocurría, limpiamente, ordenadamente, rigurosamente. Cronkite condensó esa fórmula en la famosa frase de cierre de su informativo: 'Y así es como han sido las cosas'. Presumía de no haber añadido nunca un comentario personal ni una opinión del más mínimo sesgo. Conocía su influencia, sabía que se le llamaba el hombre más confiable de América y medía sus palabras con la profesionalidad y el tacto de un cirujano".
Eso era lo que yo quería. Eso. Exactamente eso. Cuando ahora releo su frase, su "y así es como han sido las cosas" (que no quería decir en las ocasiones en las que finalizaba su programa con algún comentario de opinión; ¡me quito el sombrero ante esa sensibilidad y esa profesionalidad!), recuerdo otra. Parecida. Seguro que inspirada en aquella. Pero que despertaba en mí un sentimiento contrario. "Así son las cosas, y así se las hemos contado", decía Ernesto Sáenz de Buruaga cuando era director de Informativos de Televisión Española. Y siempre tuve la sensación de que el "así" de la primera parte del enunciado y el "así" del segundo no se referían a lo mismo.
Esa sensación no sólo ha ido creciendo con los años, sino que se ha acentuado. Walter Cronkite nunca quiso dedicarse a la política a pesar de que su trabajo era creíble para la gente (argumentaba que, si diera el salto a la política, tendría que mentir). Ni tampoco quiso decir jamás a qué partido votaba, a cuál respaldaba. Él se dedicaba a informar. No creo que sea imprescindible ocultar las filias y las fobias políticas, pero es admirable que alguien lo hiciera de esta forma. Hoy, en cambio, es el pensamiento ideológico propio lo que marca el trabajo como informador. Y eso, lo contrario de lo que hacía Cronkite, es triste.
Walter Cronkite, que estuve 65 años casado con la misma mujer (hasta en eso despierta mi admiración en este mundo tan insensible que tenemos a veces), murió hace dos días. Aquí en España hay muchos medios que no dieron la noticia o que la relegaron a un lugar poco privilegiado de sus escaletas o de sus páginas. Eso lo dice todo sobre el estado del periodismo. Este hombre debiera ser asignatura obligatoria y, por desgracia, demasiada gente ni siquiera sabía quién era. Y lo que él era, lo que él representaba era y es lo que yo quería.
3 comentarios:
Pues mucho ánimo...a ver si lo consigues.
Como imaginarás desconocía la existencia de un periodista tan admirable, gracias por descubrírmela!
Inés, esa es una tarea compleja en el mundo en el que vivimos hoy... Gracias.
Arual, me alegro de que te haya interesado, de verdad. A gente así es a la que hay que recordar siempre. Y más cuando compartes algo tan bonito como ese ideal.
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