domingo, agosto 12, 2012

Londres 2012, algunas reflexiones

Londres 2012 está a punto de ser historia. Han sido unos Juegos Olímpicos grandiosos, unas semanas de deporte de altísimo nivel, de pulsaciones disparadas, de emociones a flor de piel, de competición noble y apasionante. No hay nada como unos Juegos Olímpicos. Nada. Y éstos, los terceros de Londres, han dejado un puñado de momentos memorables a nivel deportivo. Phelps convirtiéndose en el atleta con más medallas de la historia, Bolt siendo el primero en conseguir el oro en 100 y 200 en dos Juegos consecutivos, el interminable Federer - Del Potro, la final de baloncesto y el nuevo casi de España ante Estados Unidos... Instantes inolvidables, éxitos y fracasos, deporte en estado puro. Y una gozada incomparable para los que disfrutamos con el atletismo, el tenis, la gimnasia artística, el waterpolo, el hockey hierba o el piragüismo. Dentro de cuatro años, Río. Y, al menos delante del televisor, ahí estaremos para disfrutar con un nuevo episodio de la leyenda olímpica.
Quedan esas imágenes memorables y otras muchas más, pero también detalles un tanto incomprensibles que deslucen, siquiera en el detalle que pasará desapercibido para la mayoría y sin ocupar las líneas que estos Juegos tendrán en los libros de historia, la importancia de la más grande cita deportiva. Quizá son cuestiones menores en unos Juegos que han estado a una altura brillante en cuanto a su organización, y que han contado con el respaldo masivo del aficionado británico y del internacional, con una villa olímpica abarrotada y unos recintos deportivos siempre llenos de público. Pero para el deporte yo soy un clásico, un romántico. Y por eso creo Londres ha fallado en el simbolismo. Falló en no escoger a un deportista para que fuera el último relevista de la llama olímpica. Falló con un pebetero que no se podía ver desde fuera del estadio para iluminar el espíritu olímpico del mundo y que desde dentro tampoco impresionaba. Falló al arrebatar a marchadores y maratonianos la gloria de entrar en el estadio olímpico y recibir el aplauso de sus miles de espectadores como premio a su descomunal esfuerzo. Falló en todo eso y no entiendo muy bien por qué, porque parecen cuestiones muy básicas.
España ha fallado también en algo muy simbólico. En estos Juegos de las mujeres por muchos motivos, ha perdido una ocasión de oro para nombrar abanderada en la clausura a una mujer. Craviotto se merece la bandera, eso es indudable, pero habría sido otra imagen para el recuerdo. Londres también ha fallado en algo de lo que no se quiere hablar en el entorno del deporte y sigo sin entender por qué. Siguiendo sólo con atención la actuación de los deportistas españoles, y no creo que haya una conspiración internacional contra nuestro país, ha habido muchas decisiones arbitrales incomprensibles. No por equivocadas, ojo, sino por premeditadas, inexplicables o irresponsables. A mí no me inquieta que un gol de España ante Croacia en Waterpolo haya entrado o no, sino que el juez de línea dé gol y el principal, peor colocado pero con más poder, diga que no ha sido. No me preocupa que un árbitro de hockey hierba no pite penalti corner en dos ocasiones a favor de España en el último minuto de partido, pero sí que ese mismo árbitro se retracte cuando le protestan en masa los jugadores de la selección anfitriona. No me genera malestar que Estados Unidos derrote a España en la final de baloncesto, pero sí que lo haga con una continua injusticia en la señalización de personales a uno y otro equipo y perdonando continuamente los pasos de los americanos.
Dicen algunos que hablar de los árbitros o los jueces es de mal perdedor (eso sólo te lo dicen cuando pierdes, pero no cuando haces notar la catástrofe arbitral, auténtica lacra del deporte moderno, cuando ganas y se dice igualmente), pero yo no lo veo así en absoluto. Los árbitros forman parte del deporte. Su actuación puede ser tan decisiva en ocasiones como la de los deportistas que compiten y como tal hay que juzgarla. Expulsar de los Juegos al árbitro de aquel partido de waterpolo cuenta, pero no es suficiente porque el daño queda hecho. La mayoría de la gente, dirigentes, analistas, espectadores y aficionados prefieren mirar a otro lado, cabrearse cuando les perjudica y callarse cuando les beneficia esta perpetua anomalía deportiva. A mí me ilusiona el taekwondo, que ha introducido sensores en los petos para acabar con la conocida y denunciada arbitrariedad de los jueces a la hora de marcar los puntos. Si tenemos los medios para acabar con las injusticias y garantizar que los mejores ganan en sus deportes, ¿por qué no se emplean? Y si todos vemos que hay arbitrariedad o injusticia en algunos jueces, ¿por qué se toleran estas mafias en las que siempre salen beneficiados los mismos? Me encantaría acabar con la sensación de que España es un país perjudicado en waterpolo o balonmano, pero estos Juegos la ha ratificado.
La prensa tiene parte de culpa en este asunto, precisamente por eso de que sólo alza la voz cuando ve perjudicados los intereses de los suyos. Pasa en el fútbol, en este binomio insufrible Madrid-Barça en el que nos quieren atrapar a todos los demás y hay una extrapolación a todos los deportes. El forofismo se ha instalado en el debate y en la información, y eso no puede ser bueno. No lo es, de hecho, y estos Juegos lo han demostrado. En la primera semana de Londres 2012, muchos sentenciaron que España estaba haciendo un ridículo sin precedentes. El único motivo para esa afirmación era que no se había sumado ninguna medalla (y, probablemente, el efecto contagio del, éste sí, fracaso del fútbol). No se tuvo en cuenta el calendario, las opciones de medalla que quedaban por entrar en liza o deportes que han culminado estos Juegos con éxitos rotundos (pleno de medallas en el taekwondo y natación sincronizada, y de finalistas en el piragüismo, dos oros en vela o, por citar algo más modesto, un espléndido y muy meritorio cuarto lugar en gimnasia rítmica). En la primera semana de Juegos no fracasa nadie, pero el desconocimiento y la necesidad de que todo el mundo opine sobre todo, a pesar de la ignorancia, lleva a juicios equivocados.
Obviamente, yo no soy un especialista en todos los deportes. Por eso agradezco el trabajo de periodistas profesionales como Paco Grande o Valentín Requena, que han sabido transmitir reglamentos, sensaciones y posibilidades de deportes minoritarios (que es como habría que llamar en España a todos menos al fútbol) o de comentaristas como las a veces tan criticadas Gemma Mengual o Almudena Cid (que serán todo lo coloquiales que se quiera pero aportan muchas cosas a las retransmisiones) o Miriam Blasco (lo que puede aprender de judo un espectador escuchando lo que decía durante los combates). Y por eso rechazo las crónicas que se hacen con lugares comunes, citando la garra, la ilusión, el corazón, en las que se prescinden de comentarios técnicos y explicaciones auténticamente deportivas. O en esas entrevistas que no cuentan en absoluto el desarrollo de las pruebas, el porqué de los triunfos y las derrotas y preguntan a qué sabe la medalla o se basan en felicitar a los atletas. De eso ha habido bastante en estos Juegos. Nos quieren futbolizar (a un futbolero como yo le duele tener que usar esa expresión, pero creo que es terriblemente adecuada) y no hay que permitirlo. No lo van a conseguir porque los Juegos son los Juegos. Y eso es algo tan grande que sólo se puede vivir cada cuatro años.

2 comentarios:

El Impenitente dijo...

El comentarista de la natación (Javier Soriano creo) también era bastante bueno. Y Peñalver en el atletismo no lo hace mal. Mengual no aportó nada (en mi opinión) pero Cid sí. En general los comentaristas que te enseñan siempre son muy bienvenidos. Me pasa como a ti: me gustan todos los deportes y disfruto con ellos. Entiendo que se llenen de banderas porque así la gente toma partido y la audiencia aumenta, pero el deporte en los Juegos es hermoso en sí. Para mí lo más emocionante fue el ochocientos de Rudisha, y de keniata no tengo ni las pupilas.

Luego, lo del éxito y el fracaso mirando el medallero. ¿Fracasó Sugoi Uriarte por quedar cuarto? ¿Y Ruth Beitia? No. En absoluto. Todo lo contrario. ¿Vale lo mismo la medalla de tiro al plato que la de baloncesto? ¿Tiene más nivel deportivo Irán o Etiopía que España sólo porque han quedado por delante en el medallero? Yo prohibía el medallero porque no es más que una gran mentira para demagogos.

Los árbitros y los intereses creados. Completamente de acuerdo contigo. Y los que están en contra tienen algo que ocultar. Y eso de que se terminaría con la polémica no lo tengo yo tan claro. En la Fórmula Uno siempre están de líos, y miran las repeticiones una y mil veces.

Y quedan cuatro años para los Juegos. Cuando terminan me quedo vacío, tanto que el fútbol me parece una nadería. Me dura poco, eso es cierto, pues al final los colores nos tiran, pero me parece que hasta este próximo viernes no me reengancharé.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Impenitente, yo entiendo la utilidad del medallero para el análisis, pero es evidente que hay que interpretarlo. No basta decir "tengo 14 medallas y tú 13 soy mejor que tú", que es lo que parece que entendemos. Entiendo lo de la polémica, pero es que la Fórmula 1 cambian el reglamento a conveniencia, los líos van por ahí... A mí me pasa lo mismo: vacío absoluto. Tenía pocas ganas de Liga. Pero los colores pueden, sí... Suerte el viernes.