Soy un firme convencido de que los imposibles existen. No creáis que eso me convierte en alguien pesimista, ni mucho menos. Es decir, que no me planteo que todo sea imposible y, desde luego, no me amparo en esa excusa para justificar un fracaso o no haber conseguido un objetivo. No, no es eso. Simplemente creo que hay cosas que no pueden suceder jamás, bajo ninguna circunstancia. No se dan las condiciones para ello, nada más. Cierto es que a veces el término se usa con cierta ligereza y se utiliza (lo utilizo) para situaciones que no son realmente imposibles. Son difíciles o improbables, pero no imposibles, por mucho que se escape esa peligrosa exclamación proclamando que "¡eso es imposible!". Aún así, sigo creyendo que los imposibles existen. Es más, creo que es absurdo negar su existencia. Queda muy bien en el lema para una marca de prendas deportivas, pero no en la vida real. Porque en la vida real hay imposibles. Seguro que todos tenéis alguno en mente.
Hace algunos años, mantuve una conversación sobre este asunto. Mis interlocutores no compartieron mi punto de vista e incluso acabaron bromeando sobre mí (¿conmigo?) hasta el punto de poner en mi boca un "yo nunca" al referirse a cualquier cosa que no me entusiasma hacer. Por ejemplo, en su momento de auge (y caída de la independencia del ser humano) no me gustó la idea de tener que hacerme con un teléfono móvil y eso se convirtió en "yo nunca voy a tener un teléfono móvil". Que sea imposible que yo me emborrache, porque no me gusta el alcohol, se convirtió en "yo nunca voy a probar el alcohol". Y varios ejemplos más con los que no os voy a aburrir. Pero esas frases hechas con las que me etiquetaban no eran imposibles, no. Eran improbables. O simples recursos de pataleo ante la evidencia de un futuro que no tardaría en venir (sigo sosteniendo que la gente con móvil ya no sabe vivir con la gente sin móvil y en las bodas no me dejan brindar sin alcohol).
El caso es que sigo viendo imposibles en la vida que me rodea. Pero algunos improbables ya no son tan firmes. Y es que no hay nada como encontrar la motivación necesaria para hacer cosas en las que uno no se ve. Más de un improbable me he tenido que comer en las últimas semanas. ¿Y sabéis qué? Lo he disfrutado porque la gente que se ha beneficiado de mi flexibilidad de planteamientos se lo merece. Mucho. Así sienta de maravilla darse cuenta de que algunos improbables pueden ser dulces. Y creo que todavía me quedan unos cuantos improbables por tachar de la lista...
7 comentarios:
Muy bonita tu entrada, Juan. Sí hay imposibles, pero quizá lo que nosotros creemos imposible sólo sea improbable, y muchas veces lo que creemos que es posible, se convierta en imposible. Tú sigue con tus convicciones, no haces daño a nadie. Un beso.
Sin embargo no están nada mal esas frases, como la que reproduces, que quieren decir que hay cosas que parecen imposibles y no lo son, que nos han hecho creer en un imposible para que permanezca una situación determinada. Frases, eslóganes, que pueden ser un acicate para cambiar lo que se presenta como inamovible y no lo es. Las revoluciones, y no solo las revoluciones políticas, han utilizado mensajes de ese tipo con toda razón. La imposibilidad se destruye muchas veces con el paso del tiempo y el conocimiento. Pienso en los avances científicos. Ahora bien, yo también creo que hay imposibles y que, aquí la cosa se complica, lo que yo creo imposible a otros les parecerá posible o, en todo caso, improbable. Y en esta ocasión pienso en las grandes palabras con las que nos acogota lo establecido para que nada cambie.
En esa complejidad está la gracia del tema que planteas. Un interesante debate. Por supuesto que no haces daño a nadie, como dice La Tilde Perdida. Todo lo contrario. A mí me has hecho pensar y eso es bueno. Un saludo.
Luis R. Olivares
Yo creo que cada persona tiene sus límites, pero dentro de esos límites, con esfuerzo y constancia se pueden alcanzar muchos objetivos. Luego tenemos prejuicios, que en ocasiones al apartarlos descubrimos que aquéllo que nunca haríamos pues no está tan mal, o incluso nos encanta...
Yo también era de las que decía que "nunca tendría un móvil" jajaja... ahora aunque pienso que "nunca tendré un e-book" no lo digo, porque visto lo visto, calculo que fácilmente en un ¿par de años? ó incluso menos...si es que no se puede hablar jajaja..
Besos.
Los imposibles hay que dejarlos por imposibles y plantearse los posibles. ¿Es imposible que yo bata el record del mundo del maratón? Sí. ¿Tengo que dejar de correr por ello? No.
Respecto a la propia actitud ante las cosas, pues no sé qué decirte. Sí que es verdad que a veces somos estúpidamente intransigentes ante cosas ante las cuales no sea tan malo transigir, bien por la situación misma, bien por dar satisfacción a alguien querido. Pero también hemos sido transigentes demasiadas veces, hemos hecho cosas de las cuales estamos avergonzados y arrepentidos y que sabíamos que nos iban a avergonzar antes de hacerlas. Muchas veces no es tan fácil decir no. De los errores se aprende pero a veces estaríamos mejor sabiendo menos.
Igual lleno el comentario de tópicos, pero aunque es verdad que los imposibles existen, no deja de ser fascinante tratar de lograrlos aunque sepas que vas a fracasar. Es lo que se dice muchas veces de que vale más el camino que la meta; es verdad, es más largo, si lo disfrutas aunque no llegues a la meta ya ha merecido la pena.
En cualquier caso me alegro de la segunda parte de tu entrada. ;-)
Siempre es bueno superar nuestras limitaciones autoimpuestas, aunque nos escondamos en llamarlas imposibles, o improbables...
Buen blog! Un saludo, Carlos.
Tilde, muchas gracias. Las mantendré, por supuesto. Es cierto que a veces nos equivocamos en el jucio, por eso es importante hacer aquello en lo que uno cree.
Luis, muchas gracias. Ese es justo el tema central de este debate, que no todos tendremos la misma opinión sobre un mismo asunto. Unos lo verán imposible, otros hasta fácil. Y eso afecta al plano personal y también a cualquier cuestión general en la que pensemos.
Claire, ¿ves?, yo tampoco tendría un e-book... aunque quién sabe. No lo veo como imposible, pero sí como improbable. Creo más en los límites que en los prejuicios, pero es verdad que es casi imposible no confundirlos a veces...
Impenitente... ¿y si los posibles te van a acercando a los imposibles? Creo que ahí está el motivo de seguir perseverando. Yo casi prefiero saber. Pero soy cabezón, qué le vamos a hacer...
Trilce, muchas gracias por ese final. Bueno, hay otra forma de ver las cosas y es que hay cosas que son imposibles por causas ajenas a uno mismo. Si los imposibles son propios, estoy de acuerdo en que hay una fascinación incurable en ellos...
Carlos, muchas gracias. Te dejo casi la misma reflexión que a Trilce, aquella que tiene que ver con imposibles que vienen marcados desde fuera de uno mismo...
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