
Quería ver yo por dónde avanzaba el tema de los controladores antes de dar rienda suelta a mi estado de indignación por lo que sucedió el pasado viernes en toda España. Lo que sucedió, y yo no creo que haya otra forma racional de enfocarlo, es que un grupo profesional decidió saltarse la Ley, faltar a su puesto de trabajo, paralizar España porque ellos creen que lo valen y tienen el poder para hacerlo, aprovecharse de la situación de poder de la que gozan, retar al legítimo Gobierno de un país, poner en tela de juicio el prestigio internacional de ese mismo país, contribuir a la actual situación de crisis económica reventando un puente siempre muy jugoso desde el punto de vista económico, destrozar sueños, ilusiones y aspiraciones de muchas personas que con su billete de avión habían comprado una vía de escape o de solución a sus vidas, provocar pérdidas económicas importantes en muchos sectores y perjudicar a mucha gente que no tiene culpa ni parte en su situación. ¿Hay de verdad algo que pueda justificar esto? Para mí, en absoluto.
Ya no me importa si tienen o no razón en sus reivindicaciones. Es que ni las quiero leer ya. Los propios controladores han calificado lo que hicieron como "una medida extrema y desmedida". Y eso es quedarse muy corto para lo que han hecho. Confío, espero y deseo que esta vez se ponga el límite, se diga "hasta aquí" y se frenen las ansias egoístas de este colectivo, que lleva diez años jugando con la posibilidad de tomar como rehén a cientos de miles de viajeros cada vez que se aproxima un puente o una fecha señalada de vacaciones. Ahora se quejan de que viven en la esclavitud, como si realmente supieran qué es eso. Querer aprovecharse de la grandilocuencia de las palabras (y de los hechos) juega en su contra. La de controlador aéreo no es la única profesión que lleva aparejada una situación de estrés más o menos continuada y esos otros colectivos no adoptan una medida de chantaje como la que vivimos la semana pasada. Porque es eso: chantaje. No busquemos eufemismos, subterfugios o disculpas. Y el chantaje no tiene ninguna justificación. Ir de antihéroe será muy romántico, pero por encima de todo es ilegal. En este caso, además, es inmoral por todo lo que conlleva.
Los controladores aéreos jamás han hecho una huelga convocada por los cauces legales. Jamás. Eso ya dice mucho de la actual situación. Dicen que este conflicto se viene arrastrando desde hace diez años. Y en ese tiempo, negociaciones y responsabilidades al margen, las protestas sólo han tenido como objetivo conseguir espacio en los medios de comunicación y alterar los planes de los ciudadanos normales. Parece que ninguna de estas dos premisas se pueda conseguir sin la otra. Yo ya estoy cansado, harto, de que cualquiera se sienta con el poder de saltarse las leyes por las razones que crea convenientes sin pararse a pensar en las consecuencias que tienen sus acciones. Y de consecuencias va la cosa. Porque muchos tienen ahora que convivir con un daño irreparable. Unas simples vacaciones perdidas (que, insisto, no sólo los controladores tienen estrés), un negocio arruinado por no poder estar en el sitio al que pretendía viajar, un puesto de trabajo perdido por no atender a la llamada de un empresario, una reunión familiar por motivos lúdicos o trágicos que ya nunca se podrá recuperar. Todo eso pasa. Aunque a los controladores no les importe lo más mínimo. Porque, no nos engañemos, no les importa. Sólo ellos importan.
Si están mal en sus puestos de trabajo, y no dudo que tendrán sus razones para estarlo, hay decenas de posibilidades a explotar y explorar antes de atentar contra los planes de los demás. Decenas. Nunca han utilizado alguna de esas. Nunca. Las protestas de los controladores son salvajes e ilegales siempre. Y yo sólo espero que esta vez caiga sobre ellos todo el peso de la reglamentación que conduce su trabajo y de la Ley que rige los actos de todos y cada uno de los ciudadanos. Quiero expedientes administrativos y quiero procesos penales cuando sea necesario. Es excatamente lo que se han buscado con un comportamiento dañino, irresponsable, desproporcionado e ilegal. Todo lo demás es retórica absurda. No importa quién tiene razón o si es necesario que alguien la tenga, porque eso va aparte. Hablar de eso ahora es un juego de despiste, una cortina de humo que cada cual exhibirá para sacar su propio beneficio. Nada más. No saldrá de mi boca ningún reproche al Gobierno. A ningún Gobierno. No me importa cuál o de qué partido es el que le concedió beneficios o cuál intenta limitarlos.
De la huelga salvaje de Metro que vivió Madrid hace un par de meses sólo tuvieron la culpa los conductores de Metro, no el Gobierno de Esperanza Aguirre. De esta salvajada sólo tienen la culpa los controladores, no el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Si mañana deciden ausentarse de su trabajo sin una convoctoria de huelga todos los funcionarios del Ayuntamiento de Cuenca, la culpa no será de su alcalde. Del acto ilegal sólo tiene la culpa quien infringe la Ley. Luego podremos debatir otras cosas y depurar todas las responsabilidades políticas colaterales que se desprendan. Pero me repatea que no tengamos claro quién es el enemigo. Quién se ha saltado la Ley. Quién ha puesto en jaque a España. Yo lo tengo clarísimo: los controladores. Esos que se han levantado de la mesa de negociación unas cuantas veces, esos que pretenden trabajar menos y cobrar más en una situación en la que hay más de cuatro millones de parados y muchas personas que cobran sueldos que apenas les permiten subsistir, esos que siempre recurren a la ilegalidad antes que a convocar una huelga tal y como está contemplada en la Ley.
Por los derechos de uno hay que luchar, pero nunca pisoteando los derechos de los demás. Eso los controladores no lo han aprendido. Por eso, que paguen. Se lo merecen.