lunes, junio 10, 2013

Sin redefinir la política, todo lo demás es imposible

Pío García Escudero es hoy el presidente del Senado, cámara en la que ocupa un escaño desde 1995. En el año 2000 pidió a su partido un préstamo de 24.000 euros para realizar obras en su vivienda, dañada en un atentado de ETA. García Escudero devolvió el préstamo entregando talones en mano. Ante el juez confesó que nunca declaró ese dinero a Hacienda. Según le dijo al magistrado, porque no sabía que tenía que hacerlo. Lo repito por si ha impactado mucho: el presidente del Senado no sabe que un dinero que le ha prestado el partido y que devuelve con talones hay que declararlo a Hacienda. Al PP todo esto le parece normal, no le importa el origen del dinero e incluso asegura que, de haberlo declarado, García Escudero habría pagado menos en su declaración.

El presidente del Senado es la tercera autoridad del Estado, pero no sabe que cuando uno recibe un préstamo hay que declararlo. La gente pide préstamos y se juega su futuro con ello, en ocasiones hasta su vida. Si no los declara, Hacienda actúa y les pega tal palo que deja tiritando. Si no los devuelve, lo pierde todo. Pero con el hoy presidente del Senado no pasa nada. Ni Hacienda ha dicho que vaya a hacer nada para reclamar el dinero y los atrasos, ni la Fiscalía General del Estado va a perseguir a quien ha cometido un de esos calificados presuntos delitos contra la Hacienda Pública. Ni siquiera él tiene la dignidad suficiente como para reconocer su incapacidad más absoluta para ser la tercera autoridad del Estado o para desempeñar un cargo público de cierto nivel cuando tiene una ignorante de semejante nivel. No pasa nada.

Esteban González Pons es diputado del PP por Valencia. Como tal, su presencia de lunes a viernes en el Congreso de los Diputados es habitual. Y como tal, cobra una compensación de más de 1.800 euros a cargo del contribuyente por trabajar en Madrid teniendo su residencia fuera de la capital. Pero el PP, partido que funciona entre otras cosas con el dinero que cobra del erario público, resulta que le está pagando un piso en Madrid, que casualmente alquila a una empresa vinculada a la trama corrupta de Gürtel. Al PP todo esto le parece normal, hasta el punto de que no es el único piso que tiene alquilado para sus dirigentes, sin aclarar quiénes se están beneficiando de esta práctica. González Pons, por tanto, se embolsa el dinero de compensación por tener que residir en Madrid sin destinarlo a una vivienda.

Menuda sorpresa, tampoco pasa nada en este segundo caso. Al partido no le parece perverso, derrochador y hasta malversador gastar el dinero que cobra de subvenciones públicas en el mantenimiento del status privilegiado de sus dirigentes mientras obliga (que no pide) a que el resto de los ciudadanos vean mermados sus derechos, sus vidas y sus ahorros. Lo suyo no se recorta. La sanidad, la educación y los servicios a los ciudadanos sí. A él no le importa seguir chupando del bote, aunque a los demás, esos que forman la plebe, tengan que buscar entre los botes de la basura. Con esto tampoco pasa nada. Ni la Justicia investiga, ni el partido pone freno a estas prácticas cuando han sido descubiertas. Ofrece oscurantismo y probablemente mentiras que tendrán que tapar con otras mentiras cuando se descubra lo siguiente.

Ya está claro. Ya lo estaba, pero estos dos casos tendría que abrir los ojos de quien los tuviera cerrados. La política española es una cloaca de vividores, de gente que no tiene formación alguna ni sentido común para conocer el funcionamiento elemental de la sociedad en la que viven. Sí, los dos casos son del PP. Y tengo la convicción, avalada en lo que la hemeroteca ofrece día tras día, de que su cloaca es más sucia que la de los demás. Que Gürtel eran tres trajes, sí, eso se decía. Y que eran incompatibles con la corrupción. O con los Jaguars que aparecen en sus garajes o con las tramas que pagan confeti en fiestas de cumpleaños o la iluminación de una boda. Que ahora tenga un poder absoluto en España hace que la situación sea todavía más grave, porque quiere decir que si la política no actuaría nunca para regenerarse, mucho menos lo hará en esta situación.

Sin redefinir la política y todo lo que la rodea, todo lo demás es imposible. Y como los políticos jamás accederán a redefinir la política, todo es, efectivamente, imposible. La gente seguirá sufriendo y ellos viviendo tan a gusto como siempre. Y nos venderán mentiras con sus falsas sonrisas, con sus promesas incumplidas, con sus mentiras demostradas. Y la gente le seguirá votando, les defenderá, les justificará. Incluso les comprenderá. Los medios seguirán escuchando sus absurdos argumentos y sus periodistas no se atreverán a hacerlas preguntas necesarias, o no les dejarán. Ellos seguirán gastándose el dinero que nunca llegará a los demás y su poltrona estará sucia pero seguirá siendo suya. Qué asco da leer casos como los de Pío García Escudero y Esteban González Pons. Pero más asco da pillarles, exponer públicamente cómo sangran al país cuya bandera luego se apropian, y que no pase nada.

2 comentarios:

Carlos dijo...

La cloaca es más sucia en función del poder que tengas. Punto pelota. Si estás en el gobierno (estado, comunidad, diputación, etc), es más sucia. Si llevas 20 ó 30 años en el gobierno, es todavía más sucia.

Partiendo de la base que al tribunal de cuentas, garante de la honradez de los partidos (eso dicen ellos), se le pasan las cuentas con el suficiente retraso para que todo delito que pudiera derivar de ellas estuviera prescrito, pues es muy indicativo de la catadura moral de estos sujetos.

Sabiendo todo esto, lo más indignate es que tengan la desfachatez de dar las explicaciones que dan, tomándonos por gilip..., sabedores de que están por encima de la ley y los tribunales, porque ellos mismos son los que los hacen a su medida.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Carlos, desde mi punto de vista, sí y no. Es decir, estoy de acuerdo en que el poder corrompe. Pero me refiero a más cosas. La suciedad de la cloaca no lo mido sólo con lo ilegal, sino también con lo inmoral. Sobresueldos para cargos públicos de organizaciones con un 80 por ciento de presupuesto procedente de dinero del Estado no gozan de mi simpatía. Y eso no son todos. En todo lo demás, totalmente de acuerdo. Pero, como siempre, me encanta leer toques divergentes, eso enriquece mucho el debate.