jueves, noviembre 15, 2012

Perdimos todos... pero hay que ver lo importante

Ayer hubo huelga general. Sí, ya sé que llego tarde. Es que todavía estoy asimilando lo que pasó. Así, más o menos por orden, la huelga comenzó con los piquetes, las amenazas de siempre a quienes quisieron trabajar, la "normalidad" proclamada por el Gobierno y el "éxito" defendido por la oposición. Siguió con los detalles que unos y otros esgrimen sin piedad para mostrarse con más razón que nadie. Las redes sociales se inundaron de hechos más o menos graves que, se supone, debían demostrar que el otro estaba equivocado. Los más conservadores colgaban fotos y vídeos de gente insultando a comerciantes, de piquetes y huelguistas sobrepasando los límites de lo legal y de lo ético. Los más progresistas buscaban imágenes en las que la Policía se sobrepasara en su actuación, titulares reaccionarios y provocadores de los medios de derechas y falsedades en las cifras oficiales del seguimiento.

¿Y sabéis qué? Yo estoy convencido de que perdimos todos. La perspectiva se ha perdido. Ya no importa lo que se haga, sino quién lo haga. Ya no importan las razones, sino quién las esgrima. Y no vemos lo importante. En primer lugar, no nos damos cuenta de que la huelga ha dejado de ser un derecho. La gente no elige libremente si quiere sumarse. Algunos privilegiados sí, la mayoría no. Por supuesto, algunos piquetes coaccionan y hubo personas que tuvieron que cerrar sus comercios o no entrar en sus lugares de trabajo por miedo. Eso es grave. Pero eso se ve en las imágenes. Lo que no se ve es igualmente importante. No se ve, salvo que un jefe se vanaglorie de ello en las redes sociales, cuando un trabajador está abiertamente coaccionado por sus superiores para no sumarse o que tras tantos recortes no pueda permitirse el lujo de hacer huelga porque necesita cada céntimo que gana. ¿Hizo huelga todo el mundo que quería hacerla? No lo creo. La prueba está en que las manifestaciones, a decir de todo el mundo, fueron un éxito mayor que el paro.
Para mí es importante que quien se pase de la raya pague por ello. Ha habido muchos detenidos (para mí eso no es "normalidad", no sé por qué tiene que serlo), y me imagino que pagarán por ello. Pero también hay mucha impunidad. Y me refiero a quienes se supone que tienen que velar por la seguridad de todos. Parece que cuando hay una manifestación, las normas se olvidan. Es demasiada casualidad que en todas estas últimas concentraciones haya habido heridos de tanta consideración o casos de violencia alevosa e injustificable. Pero lo peor de todo es que, efectivamente, se justifique. Antes de saber que había un vídeo con un mosso golpeando en la cabeza a un crío de trece años, se hablaba de mala suerte. Yo lo que veo en el vídeo es un tipo repartiendo a diestro y siniestro, a la altura de la cabeza, con ganas de conseguir lo que consiguió de la víctima equivocada: sangre. He llegado a leer en redes sociales que el chaval se buscó el golpe por estar donde no debía. Con un par.

Pero es casi peor lo de la chiquilla de 16 años a la que agreden después. Ni les insulta, ni les amenaza, ni supone un riesgo para su integridad. Pero dos agentes, dos, le propinan un empujón y tres golpes con la porra ¿Una adolescente grita a un policía y la respuesta policial es la violencia? ¿Es eso admisible en un Estado de Derecho y en una democracia? ¿Lo es que un responsable policial lo justifique? ¿Significa eso que si pasa un delincuente a mi lado entonces estoy en peligro de recibir una cobarde agresión policial que quedará impune? No voy a generalizar. Yo valoro a la Policía. Muchísimo. Pero precisamente por la responsabilidad que tienen son los primeros que no pueden sobrepasar ciertas líneas. Algunos las están sobrepasando. Y lo que es peor, con la justificación (¿con las órdenes?) de sus superiores y con la comprensión de quienes no comparten las protestas. Eso es una fractura social brutal.
Como la que provocan los políticos. Olvidémonos por un momento de las razones de la protesta. Es decir, no condicionemos nuestra opinión en base al acuerdo o rechazo que sentimos por sus motivos. Todos tendríamos que estar de acuerdo en que la huelga y la protesta en la calle son derechos. Todos tendríamos que velar por su cumplimiento. No tendríamos que tolerar la mofa o el desprecio hacia quienes protestan, sea del signo que sea su protesta. Y sin embargo lo hacemos. Con estas protestas surgen términos como "perroflautas". Pero, aún más, asumimos sin más que se menosprecie su protesta. Indigna que la Delegación del Gobierno hable de 35.000 personas. Es un mal endémico aquello de que el Gobierno de turno falsee las cifras de asistentes a un acto o protesta. Pero en algún momento hay que decir basta. Ojalá hubieran contado con la misma precisión los asistentes a la famosa fiesta de Halloween en el Madrid Arena. Y basta ya de mensajes de "sí, pueden protestar pero voy a hacer lo que me da la gana". Ese era el peligro de la mayoría absoluta. Y eso es importante.
Lo es también el papel de los medios de comunicación. Una manipulación, una falacia, un insulto o un menosprecio a quien ejerce su derecho a la huelga, por el motivo que sea, tendría que tener una condena unánime precisamente porque es un derecho democrático. Portadas como la de La Razón tendría que conllevar una severa reprimenda del colectivo periodístico y, también, de la propia sociedad. Recibirla con forofismo solo conduce a una fractura social inevitable. "Fracasados", dice. Es un titular calculado para ofender a todo aquel que hizo huelga o la defiende, pero circunscrito a los líderes sindicales de la portada para que nadie le pueda decir que insultaba a los manifestantes (lo que recuerda a aquel argumento de Andrea Fabra y su famoso "que se jodan" que fue o no fue para los parados). Explicaba hoy Francisco Marhuenda, director de La Razón, que el titular era impecable, porque quien fracasa es un fracasado. En ese caso, supongo que aceptará que quienes piensen que La Razón es un panfleto que fracasa en su objetivo de informar y hacer periodismo, le llamen fracasado a él como director de dicho periódico.

Y luego está Hermann Tersch, que en una muestra de que el periodismo en España es ya una basura infumable e injustificable, grabó su evaluación sobre la huelga... antes de que la huelga tuviera lugar. Pensadlo fríamente. Un periodista hizo un artículo de opinión sobre un hecho antes de que el hecho sucediera. Le daba igual lo que sucediera porque su opinión vale más que el hecho. ¿Es lícito eso en el periodismo? No tendría que serlo. Pero lo es. La prensa de derechas ha convertido a Tersch en una especie de ídolo por su forma de oponerse a la huelga, cuando en realidad es aplaudido por voceros ideológicos a los que el periodismo no les importa lo más mínimo. Y ahora nos preguntamos porque el periodismo es la profesión con más paro y una de las peor valoradas por los ciudadanos. Por cosas como ésta. Porque la credibilidad es cosa del pasado. Porque Tersch jamás se saldrá de lo que se espera de él. Y puede que eso pase en todos los espectros ideológicos, que ya sabíamos que los sindicatos y su prensa afín venderían la huelga como un éxito, pero hasta que no veamos quienes son los que realmente abusan de estas reprobables prácticas no podremos solucionar el problema.

Ayer hubo huelga. Y la sensación que tengo yo hoy es que vivo en un país cada día más cercano al abismo social. Y me refiero a los motivos por los que se convocó la huelga, sí, pero también al hecho de que ninguno de sus actores, a nivel político, sindical, periodístico, policial y social actuó movido por el bien común. Qué mal vamos. Mal de verdad.

5 comentarios:

Speedygirl dijo...

Pues sí, da mucha pena todo. Pero llamar a La Razón y otros que hacen lo mismo (aunque sean ideológicamente contrarios) medios de comunicación es una inexactitud. Es como llamar periodista a una señora que hizo la carrera de periodismo, pero que ahora se gana la vida fregando escaleras. ¿Esa señora trabaja de periodista? No. Pues La Razón y los que hacen lo mismo tampoco. Y estoy convencida de que la gente lo sabe.

Silvia dijo...

Estoy de acuerdo contigo en todo, y me flipa que ''periódicos'' como La Razón sigan existiendo y tengan su público, que la gente se gaste dinero en eso... Y bueno, lo de Tersch se comenta por sí solo... menudo fantoche.

Bss.

Doctora dijo...

Hace poco vi en "Salvados" una entrevista de Jordi Évole a un alto mando de los antidisturbios en Madrid o Barcelona, no recuerdo dónde.
Évole le preguntaba por qué los antidisturbios no llevan el número de placa a la vista (el tío dijo que lo llevan debajo del chaleco y que en ningún sitio pone que lo deban llevar visible) a lo que éste respondió sonriendo que los ciudadanos no llevan el DNI escrito en la frente.

ElQuintoPuntoCardinal dijo...

He leído varias veces tu entrada y no sé muy bien qué decir.
No estoy en absoluto de acuerdo con la actuación de los antidisturbios que, como "va pareciendo/siendo habitual", nos deleitan con imágenes de porrazos a gente que nada tenía que ver con lo que estaba ocurriendo. Es verdad que hay gente que se excede, pero los antidisturbios usan su fuerza para provocar daño y no para ayudar.
En cuanto a la primera plana de algunos periódicos... qué puedo decir. La manipulación llega a tal punto y se prolonga en el tiempo que ya ni me sorprende. Para mí no es periodismo, sino propaganda política que llama a ese abismo social del que hablas. Y creo, que éstos influyen muy mucho.

Saludos.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Speedygirl, ya, ya, es que veo papel impreso y me creo que hay un periódico de verdad detrás, soy así de ingenuo... ¿Tú crees que lo sabe todo el mundo? He visto gente que parece normal cogiendo La Razón en un kiosko...

Silvia, es verdad que La Razón puede entrar en el juego de lo que decía Speedygirl, que lo compre la gente sabiendo lo que es. Lo de Tersch me parece gravísimo. Pero no pasa nada, ahí sigue...

Doctora, fantástico. Con respuestas así, uno entiendo por qué luego el Gobierno indulta a los policías que dan palizas en las salas de interrogatorio.

ElQuintoPuntoCardinal, basta con que reflexiones sobre estas cosas, y me gusta que lo haga quien, espero, tenga más pronto que tarde la responsabilidad de contar las cosas que pasan.