miércoles, noviembre 16, 2011

'La noria', reflexiones sobre el caso

Siendo la comunicación y la información dos áreas que me fascinan, es inevitable seguir con interés lo que está sucediendo en torno al programa de Telecinco La Noria: que todos sus anunciantes hayan decidido retirarse por la entrevista a la madre de ese chaval conocido como El Cuco. Y tiene dos lecturas que me parecen absolutamente fascinantes. La primera, por supuesto, tiene que ver con la responsabilidad de los medios de comunicación. No me ha parecido la famosa entrevista la más dañina de las que ha ofrecido este espacio en los últimos tiempos, pero sí que es verdad que el tema es muy sensible. La muerte de Marta del Castillo ha llegado a muchos sitios, ha ocupado horas de televisión y centenares de páginas de prensa y ha tocado muchas sensibilidades. A La noria le va el morbo. La va la polémica. Y siempre ha manejado aquel axioma que dice apuesta por que hablen de uno, aunque sea mal, por lo que este tema no es una sorpresa. Aunque a sus responsables sí parece haberles sorprendido el resultado.

Siempre he pensado que hay determinadas voces que no tienen por qué escucharse. No es censura. Es, simplemente, responsabilidad. No creo que sea necesario, trascendente ni obligado escuchar la voz de un criminal explicando por qué se ha saltado la ley para lucrarse o beneficiarse. ¿Dónde se pone el límite? No hay una respuesta clara, por supuesto. Pero sí es evidente dónde hay que buscarla. Los medios de comunicación y sus responsables son quienes han de decidir en cada caso lo que hay que hacer. Y ese es el motivo por el que no todos estamos cualificados para trabajar como periodistas o para dirigir un programa de televisión. Todo el mundo parece creer que ser periodista es ser capaz de juntar dos letras o quedar bien en cámara. Y no. No es eso. Supone, además de ser un buen comunicador, tener la capacidad de decidir qué es noticia y qué no lo es, qué se debe emitir y qué no, que es admisible y qué no. Por eso no es un trabajo tan fácil como el que la mayoría de la gente suele pensar.

No me gusta el modelo de periodismo (o de comunicación, si se prefiere, o ¿de espectáculo?) que propugna La noria. Nunca me ha gustado. Veo signos inequívocamente peligrosos en sus temas, en sus enfoques, en sus entrevistados y en sus entrevistadores, además de tácticas de acoso y derribo entre sus contertulios a la hora del debate. Pero esto no es más que un juicio personal. Es obvio que no es el mayoritario, porque es un programa que tiene una audiencia considerable, por mucho que sus anunciantes hayan decidido retirarse. Este caso, no obstante, tendría que ser un serio toque de atención al periodismo español. No todo vale. Eso es lo que viene a decir la desbandada de anunciantes (y, por tanto, de dinero y de financiación del espacio). No todo es admisible en la televisión. Estamos muy cerca de los límites de lo tolerable, y a veces los hemos sobrepasado. Normalmente no queremos verlo, no queremos darnos cuenta. Pero con La noria se ha puesto de manifiesto de una forma muy evidente. ¿Servirá de lección para el futuro? Lo dudo, pero ya veremos.

Sin embargo, este fenómeno tiene una parte mucho más oscura. Puede que Jordi González acabe más que tocado. Puede que La noria acabe cancelada. Y si lo es, lo será por la asfixia económica. Es decir, que el dinero tiene el poder de conseguir lo que quiera. Por supuesto, todo nace de las personas (ahora voy a eso), pero no nos llevemos a engaño. Lo que el dinero quiere, el dinero lo consigue. Y eso es lo peligroso. Si uno o varios anunciantes tienen el poder necesario, son capaces de acabar con cualquier mensaje televisivo o periodístico. Y eso me da miedo. ¿Qué sucederá si El Corte Inglés o Telefónica (por poner marcas que sabemos que sí tienen el poder necesario) deciden que algo no les gusta? Pueden acabar con ello. De hecho, ya hay algún caso en el que se puede decir que una marca salió victoriosa de un enfrentamiento así. En esta ocasión, muchos se felicitan porque el mensaje periodístico con el que se quiere acabar no gusta, ¿pero será siempre así? ¿No estamos poniendo en marcha una peligrosa maquinaria que puede que no sepamos frenar?

La respuesta puede venir de la segunda lectura sobre este asunto, que no tiene nada que ver con la comunicación, sino que es una extrapolación a otros ámbitos. El origen de la situación actual de La noria está en una protesta fraguada en Internet, en las redes sociales. Es decir, han sido ciudadanos anónimos (o, al menos, eso parece) quienes han conseguido que su protesta dé frutos. No lo han hecho de forma violenta, no han necesitado quebrantar leyes ni reglamentos. Lo han hecho con la palabra. Con su palabra. De forma pacífica, ordenada y organizada. Extendiendo su propuesta de persona en persona, convenciendo a los demás de que su reclamación era justa (lo sea o no, no entro a valorar el fondo de esta problemática). Es decir, que las personas tenemos mucho más poder del que normalmente nos atribuimos con nuestra desidia o nuestro pasotismo.

Lo digo pensando en las elecciones que hay este domingo. Muchas veces he escuchado, de personas afines a las protestas del 15-M o que están de acuerdo con sus postulados (tan legítimos como cualquier otro), que están en contra del sistema porque lo único que les permite hacer es votar cada cuatro años. Nunca he estado de acuerdo con esa tajante afirmación. El voto es la manifestación más evidente del poder político que tenemos los ciudadanos, pero no la única. Podemos hacer muchas más cosas. Pero se pueden hacer si hay un movimiento, si hay un trabajo, si hay una voluntad. Las cosas no llueven del cielo. En Estados Unidos, una ciudadana anónima puso en marcha una iniciativa como la que le ha costado sus anunciantes a La noria y consiguió que su banco dejara de cobrar algunas comisiones. Si la gente se pone de acuerdo, hay mucho más poder del que la mayoría piensa. Y ese poder, el del pueblo, no me da miedo. Porque si hay una base común, se puede hacer de todo.

6 comentarios:

Camilo dijo...

Lo de la Noria no deja de ser publicidad. Esas marcas han estado promocionando la mierda y sólo ahora parece que les haya llegado el olor. Una hipocresía como otra cualquiera. Ahora se hacen los limpios pero volverán y le habrán sacado rédito económico a esa espantada de puntillas. Es como esos vídeos hechos por las formaciones juveniles de los partidos que esos mismos partidos políticos deciden retirar cuando ya están circulando y han hecho su función. Lo de rasgarse las vestiduras, a estas alturas, es un acto de obscenidad y un insulto a los telespectadores. Un insulto perfectamente ganado, por supuesto.

Lorena Ferrer dijo...

Me parece estupendo que se haya retirado la publicidad de un programa así y que gracias a ello posiblemente asistamos a su cancelación pero al mismo tiempo, queda patente, como decías, de lo que "es capaz" el dinero y eso es peligroso.
Como periodista, reconozco que no veo mal el hecho de que se haya dado voz a la madre del Cuco, lo que me parece lamentable es que haya cobrado por ello. En las Facultades de Periodismo se aboga por la objetividad, por ofrecer ambas caras de la moneda, pero está claro que hay límites y más aún en temas tan sensibles como éste, además, pagar a una fuente no recuerdo tampoco que estuviese muy bien valorado.
No sé si La Noria acabará desapareciendo o no, lo que si que creo es que si lo hace probablemente sea sustituído por uno parecido, con otro nombre y que recogerá poco a poco a los mismos tertulianos, ¿se anunciarán en ese caso todas estas marcas otra vez?

Anónimo dijo...

De entrada y para ser ecuánime, no me gustan ni me han gustado nunca los programas como la Noria y muchos otros parecidos, llamados programas basura pero que en realidad son programas muy rentables, y no me gusta ni me ha gustado nuca el tal Jordi González, muestra repugnante de un periodismo ramplón, mezquino y mediocre.
Pero el mentado agresor a la ética y moral periodística, no es el precursor de la vergüenza social que representan hoy los pretendidos periodistas de “éxito”, ya que no puedo quitarme de la memoria el odiado recuerdo de Nieves Herrero y el hediondo espectáculo que montó alrededor del asesinato de las niñas de Alcacer, según algunos, punto culminante (hasta hoy) de la tele basura.
En este asunto, como en tantos otros, pienso que seguimos religiosamente las pautas marcadas por los USA, que después de una escalada exponencial de los costos de sus programas televisivos, descubrieron que yendo directamente a las tripas del espectador, alimentando su morbo, conseguían el objetivo comercial de rebajar exageradamente los costes y elevar los beneficios y, todo hay que decirlo, al mismo tiempo se lograba un mecanismo perfecto de idiotización de las masas, que como se está demostrando en la situación actual, es sumamente útil.

Saludos

imagina

El Impenitente dijo...

A "La noria" le harán un lavado de cara y volverá porque es negocio y es rentable. De acuerdo con el poder de la gente. Y ese poder se mide en audiencias. Y a la gente le gusta "La noria". Y esta polémica es una publicidad impagable. Este programa vive de esto.

Y de acuerdo también con Petrarca y con el fariseísmo de los anunciantes. Me rebela la capacidad de escandalización selectiva y oportunista.

Lola dijo...

Siempre habrá algun poder que pueda con otro poder pero esperemos que no se llegue a abusar de ello.
A telecinco lo tengo vedado hace un mes y es como si no existiera para mí. Uno de los motivos es mi salud: con tanto grito e insultos, luego no podía conciliar el sueño.
Besos Lola

Juan Rodríguez Millán dijo...

Petrarca, pues sí, hay mucho de hipocresía y de cálculo comercial en todo esto, está claro. Y me gusta la comparación, es adecuada, sí...

Lorena, está claro que es un círculo del que no vamos a salir. Pasó cuando se canceló Tombola, o Salsa Rosa, o el Tomate. Siempre habrá un sustituto, muchas veces incluso con las mismas personas. Bienvenida, vuelve por este rinconcito cuando quieras...

Imagina, también me parecen acertadas tus dos referencias, y las comparto plenamente. Lo malo de la idiotización de las masas es que los individuos también transijamos. Algo habrá que hacer...

Impenitente, y yo de acuerdo con todo lo que decís...

Lola, no me extraña, no me extraña en absoluto...